ADELA DUBRA
En la calle Anzani, en Malvín, en una casa con jardín y donde algunas noches todavía suena un tango tocado al piano, vive esa señora de pelo blanco que, no parece, pero tiene 87 años. Vive sola. Casi toda su vida ha estado sola. Sigue siendo bella y misteriosa. Es Idea Vilariño, la poeta, la que integró la generación del 45, la que se interesaba en Simone de Beauvoir cuando pocos lo hacían. La poeta cuyos versos han sido traducidos al alemán, al italiano, al ruso, al inglés y al portugués y la que tuvo un romance de esos de película con Juan Carlos Onetti, que siempre estuvo casado. La que compuso para Zitarrosa y la que tiene una idea terriblemente negra de la vida.
Vilariño siempre esquivó las entrevistas y hay poco escrito sobre su vida. Por eso es bien recibido Idea Vilariño. La vida escrita, un libro y a la vez un tributo realizado por Ana Inés Larre Borges, donde aparece casi toda Idea. Hay extractos de su diario íntimo (que lleva desde los 18 años), cartas, muchas fotos, ensayos sobre su obra, dos entrevistas y hasta una esquela que dejó un día para sus hermanas.
El ejemplar es de un refinamiento poco común en el mercado local: las fotos, las reproducciones de cartas, el diseño del talentoso Pablo Uribe celebran a la poeta. La idea original fue de Alberto Oreggioni, editor y amigo de Idea, hoy fallecido, un hombre querido en el ambiente y un nombre que viene bien recordar.
VIDA. Las fotos la muestran sensual y triste. También desafiante. Y a través de las cartas y del diario, se arma una biografía de Idea. Está la etapa cuando fundó, junto a Emir Rodríguez Monegal y Manuel Claps la revista "Número", además de sus muchas otras actividades. Vilariño se ha ganado la vida haciendo traducciones del francés y del inglés y dando clases de literatura. Obtuvo varios Florencios por sus trabajos para teatro y es considerada una experta traductora de Shakespeare. Estudiosa, ha editado libros sobre tango y ensayos sobre otros escritores de su interés. Fue colaboradora de "Marcha" y luego de "Brecha". Es habilidosa y le gusta trabajar con las manos: "Sé y me gusta hacer cosas. Sé hacer fuego, pintar paredes, traducir, enseñar, hacer un jardín, enseñar a un perro, encuadernar, hacer ginebra", ha dicho. Escuchó mucho jazz y ópera y tango. Militó en política. Buscó la soledad, especialmente en su casa de las Toscas. Ha dedicado tardes enteras a las plantas y siempre ha sido asmática.
Del libro surge la imagen de una niña que encontraba sosiego entre las madreselvas y jazmines y helechos del jardín. Al igual que sus hermanas Azul, Idea y Poema, no fue bautizada. Su padre anarquista y su madre católica apoyaron sus inclinaciones artísticas.
De chicos, en la casa del Prado, todos estudiaban piano, se escuchaba música e iban al teatro y al ballet. Era el tipo de casa donde el padre, a pedido de los niños, después de almorzar, recitaba un poema. Su padre escribía versos. Su madre leía.
Idea escribía siendo una niña tan niña que todavía no había ido a la escuela. Se escondía a leer en las ramas de árboles de magnolia y, cuando se bajaba, andaba después perdida en ensoñaciones. Y se olvidaba de todo.
MUCHO PERO POCO. Para quienes no han leído a Vilariño, el libro es una buena excusa para acercarse a la obra de esta poeta que es muy vigente; el uso que ella hace del lenguaje ha sido muchas veces subrayado: a la manera de Nicanor Parra, por ejemplo, escribe como habla la gente. La poesía de Vilariño es así, de palabras comunes y corrientes, ideas claras y poca metáfora. Se sabe: ella dijo mucho con muy poco.
Es una voz de versos tristes, si, tristísimos. De los que hablan de la tristeza de levantarse de noche, cuando una mujer está preocupada, cuando ama, cuando se prende un cigarro y fuma sola pensando, una vez más, en los afectos. Cómo cansa eso.
Idea, inteligente, pesimista, escribió por ejemplo:
Y diré que estoy triste
que otra cosa decir
nada más
que estoy triste.
Estoy triste
eso es todo.
En estos tiempos de Prozac y, como dijo alguien, cuando está tan de moda la dicha, su poesía nos acerca a la melancolía y a la angustia -qué cosa tan de mujer- y son reconfortantes. Se describe como un animal cansado porque la vida es dura, difícil e insatisfactoria. No es casualidad que cuando en la Feria del Libro de 2006 Vilariño estuvo firmando ejemplares de su libro, casi todas las que se acercaban eran mujeres, que le hablaban como a una amiga.
Esta mujer fue bella y, sobre todo, tremendamente sensual. Una mina, como se dice en los tangos que tanto le gustan. A pesar de su pesimismo, sabe celebrar y ha disfrutado de la playa, de pasarse horas tostándose al sol y bañándose en el mar, mimando su cuerpo, al que elogia sin pudor y al que sabe atractivo.
Así, el hilo del Idea Vilariño: la vida escrita es el amor, y cómo ella amó y fue amada. Su romance más famoso fue con Onetti, pero hubo muchos otros. Estuvo casada con Jorge Liberatti, tuvo historias con el escritor Emilio Oribe y Manolo Claps, entre otros. Siempre osada, Idea, desde joven. En las cartas les escribe con cuánto placer recuerda esa noche, les describe su cuerpo y se regodea en los detalles. El intercambio de cartas con el poeta español Juan Ramón Jiménez es una joya: difícil seducir mejor a un hombre.
AMOR Y SUFRIMIENTO. De su romance con Onetti se ha hablado mucho, porque tuvo detalles muy particulares. Lo obvio, eran los dos conocidos y talentosos. El era ca-sado. Su mujer, Dolly -que aún vive- fue muy original y permitió los amoríos de su marido. Se dice que cuando Onetti e Idea estaban juntos, Dolly, sabiendo que no se hacían un minuto ni para comer, les acercaba comida.
Hay cosas que fueron muy públicas: él le dedicó su novela Los adioses, ella sus Poemas de amor. En este libro, ahora, ya muerto Onetti, ya Idea pasando los 80, y sin embargo, todo se hace muy vivo cuando aparecen relatos como el día que se conocieron, y la duda de si fue en un bar de Malvín o en el Rodelú.
Idea sufrió y así lo escribe. Que él le decía que se quedase, que no podían separarse. Así podía ser una noche: "Hablamos, como casualmente, incluso de nuestro amor. Él me pregunta a mí por qué, si le gusta tanto estar conmigo, tanto hacer el amor conmigo, me desea tanto, le gusta verme, cómo me peino, me visto, en la playa, entre la gente, desnuda, deja pasar siglos. Mis explicaciones: se olvida después de cada vez, se acuerda cuando se le acaba alguna aventura, descartadas por absurdas, inexactas".
Esboza la sensualidad que compartían: "Nunca fue así, nunca estuvo tan enamorado, me deseó tanto, se dejó hacer tanto, me lo hizo todo tan bien, tantas veces. No hay nadie como él".
Él le confiesa sus otros amoríos, hablan, horas, de la relación, de qué les pasa, por qué no es. Están los tires y aflojes, ella que se va, lo deja plantado y después se arrepiente. Las llamadas a horas insólitas, la urgencia, el desnudarse de noche y sentir que su cuerpo le pide estar en los brazos de él. Él llama que va a ir y se demora. La espera. Cómo esperan los amantes.
El libro incluye los fragmentos del diario de los días de 1994, cuando internaron a Onetti en Madrid, y también cuando Idea escuchó en la radio que había muerto. Son páginas llenas de angustia, y tanto más tristes por cómo están escritas.
Además hay artículos de Vilariño dedicados a la revolución en Bolivia, al Che Guevara, sus argumentos a favor del voto verde. El precioso libro-objeto, incluye algunos de los temas que compuso, como Los orientales y La canción, que surgió un día en que ella estaba en su casa de Las Toscas y aparece Alfredo Zitarrosa diciendo que precisaba una letra "ya". Se incluyen escritos de Eduardo Galeano, Juan Gelman, Elena Poniatowska, Carlos Liscano -que le confiesa que la ha amado y que así seguirá siendo-, de Antonio Muñoz Molina, entre otros.
Vilariño estuvo en la multitudinaria presentación del libro, que ha sentido como un homenaje. Quienes la tratan aseguran que está bien de ánimo. Mejor que sea así. Que la dama de nuestra poesía, que la mina, la amante, la diva que se esconde, esté bien. Por más que quiera preocuparnos y le guste espantar burgueses, como cuando contestó, en un cuestionario reciente, que le gustaría morir ya y que desde hace un tiempo siente como si ya estuviese muerta. No es cierto. Sus versos y un libro como éste lo desmienten.
Idea Vilariño: la vida escrita. Editorial Cal y Canto, 480 pesos.
Ya no
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme.
Nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber por qué
ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quien fuiste
ni qué fui para ti
ni como hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tu ya
no serás para mi
más que tu. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
(De "Poemas de amor", refería a Onetti. Cuando él murió, Idea escribió en su diario que ya sabía lo que iba a sentir, que lo había padecido en estos versos.)
Diarios, 1994
Mayo 28. Él está internado, que está grave, que todo indica que esto es el final. Que no se dé cuenta. Nunca quiso ni pensar en la muerte. En un CTI. No sabe estar enfermo.
30. Llamo a Madrid pero sólo me atiende Paquita llorando. No hay esperanzas... Después me llamó Quela, me quedé llorando con desconsuelo.
(...) Dicen que ya lo incineraron. Es un poquito de cenizas, todo aquel hombre, el amor mío.
Junio 94. (...) Cómo estoy. No puedo decir nada. No sé. No consigo entenderme con lo que me pasa. Comienzo por no haber sabido nunca cómo pude enamorarme de él; la mujer que era yo, la que soy, no hubieran podido amarlo. No. Si de todas maneras sucedió, qué tiene que ver el que era él entonces con él ahora. Nosotros y él padecimos. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, le dije en Madrid. Creo que bromeando. -Somos, me dijo serio, como reprochándome. ¿Somos? No sé. Y aún así, leyendo el poema que salió en Brecha -No te veré morir-. Yo ya sabía todo, ya sabía esto. Los había padecido íntegramente en esos versos.