NOMBRES
Tiene 26 años, tres discos y es budista. Con unas canciones que mezclan el rap con el trap, la electrónica y sonidos procesados, el argentino hace una música que no se parece a nada más.
El show empieza con un montón de ruido entre girasoles, luces y sombras rojas: guitarras distorsionadas y una batería enloquecida crean un ambiente psicodélico en el que Louta entra como si fuese una persona que no corresponde a este mundo. Tiene un pantalón de vestir celeste con el tiro alto, un saco sport del mismo color, una camisa azul con arabescos blancos que prende todos sus botones, zapatos puntiagudos, el pelo castaño peinado perfecto hacia atrás. Louta camina como si estuviese ebrio o como si recién se levantara, mira con expresión seria al público, se para en el centro del escenario y se queda ahí, con las piernas un poco abiertas, con los brazos colgando al costado del cuerpo, estático, inmóvil, inmaculado. Veinte segundos después las luces rojas cambian por una luz blanca, los girasoles de tamaño humano que se disponen en línea recta al fondo del escenario se iluminan, la guitarra y la batería dan el último golpe y entonces Louta levanta los dos brazos con los puños cerrados, como si fuese un rey o un campeón.
Es 17 de noviembre de 2019 y Louta se está presentando en el Harlem Festival de Santa Fe, un evento que reunió a músicos y grupos que desde hace unos años están dispuestos a dejar una marca en la música argentina.
Louta, que le dice a la gente que él tiene el mejor show del mundo. Que tiene un poco de ángel y un poco de demonio, que tiene un poco de performer y un poco de poeta. Louta, que es un rey vintage que compone sus canciones con la computadora. Que es capaz de sedar a un teatro entero cuando canta Un lugar adentro metido en una burbuja de plástico en penumbras y que tiene unos movimientos performáticos e hipnóticos que hacen bailar a cualquier ser humano cuando canta Cuentitos o Todos con el celu. Louta, que puede cantar una cumbia de Pibes chorros (Qué calor qué calor que tengo yo) y arengar a su gente pidiéndoles que “menee bien despacito”. Louta, que como si fuese un brujo, puede cortar el movimiento de cadera y el ritmo para cantar Ayer te vi, una canción suave.
Louta, que se llama Jaime James, tiene 26 años y tres discos, no solo sabe cómo escribir canciones. Sabe, también cómo hacer para que el tiempo y el espacio, por el rato que dure el show, sean absolutamente suyos.
Un músico completo
Es hijo de artistas. Su madre es la bailarina y directora de teatro Ana Frenkel y su padre Diqui James, fundador de las compañías teatrales Fuerza Bruta y De La Guarda. “Toda la vida sentí que tenía que hacer esto”, dijo hace tres años en una entrevista con La Nación. “El tema es cuándo uno tiene los huevos para enfrentarlo”.
Antes de la música Louta era Jaime y no sabía qué hacer. A los 18 años, cuando terminó la Secundaria, estaba “completamente desesperanzado”: “La clásica de un pibe de 18 que cree que la tiene clara y cuando termina el secundario no sabe qué hacer, qué hay que decidir. Yo un poco me empecé a enroscar en esa y como que no veía una forma de vivir que me convenciera. Es difícil encontrar un formato de vida que te cierre. La gente joven ve a la sociedad y la verdad es que no es muy convincente, ¿detrás de qué vas a ir?”, contó en una entrevista con Infobae.
En 2015 se hizo budista y escribió en un papel “en 2016 saco un disco”. “La fuerza de la determinación del ser humano es infinita. Y yo en un momento empecé a entender la música como una forma de vivir”, dijo en la misma entrevista. “Es fundamental entender que las decisiones son fundamentales para la sociedad, la decisión de qué es lo que voy a generar yo hoy, es recontra importante”. Y entonces decidió hacer.
A finales de 2016 Jaime, que hasta entonces trabaja como DJ, grabó su primer disco. Lo llamó Louta, como también decidió llamar a su proyecto, que es él mismo. Louta, ha dicho, no significa nada. Es una palabra que él inventó y que no tiene ningún sentido. “Quería pensar al proyecto como si fuese una marca, tipo Nike, algo corto y que la gente recordara”, contó.
Desde entonces y hasta ahora grabó dos discos más, Enchastre y 2030, empezó a tocar en el under porteño y también en escenarios más grandes, como en Niceto Club de Buenos Aires o en el festival La Nueva Generación, y empezó a tener un reconocimiento vertiginoso entre el público joven. Lo logró mezclando sin prejuicios trap, rap, electrónica y sonidos procesados para crear unas canciones que no se parecen a nada y que, sin embargo, son una belleza.
En una entrevista con una radio de Buenos Aires en 2017 Louta dijo: “Yo quiero ser el mejor artista del mundo”. Para eso, ha decidido enfocarse solo en lo quiere y en lo que le da sentido a todo lo que hace. Todo lo demás —la fama, los seguidores, las fotos, los elogios y las críticas sin respeto— ha dicho, lo desconcentra de su objetivo.
“Todo el tiempo busco desafiarme pero está bueno no perder nunca lo más concreto que es uno con su creatividad. Lo fundamental es qué es lo que uno está decidido a generar. Yo quiero generar algo que tenga fuerza, potencia y que sea distinto. No por buscar una originalidad solo para ver cuán original se puede ser, sino algo que a uno le de la sensación de que siempre puede haber otra cosa. Conectarse con lo que uno quiere generar y quiere hacer es fundamental, pero es un montón, es como conectarse con la fuerza vital de cada uno”.