Lucía Rodríguez: "No concibo estar mucho tiempo triste, necesito hacer un chiste"

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Lucía Rodríguez en La culpa es de Colón
Lucia Rodriguez, integrante del elenco del programa La Culpa Esde Colon, edicion mujeres, en los estudios de Canal 12 en Montevideo, ND 20210531, foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

EL PERSONAJE

Es actriz y cree que el humor es su camino. Desde el año pasado forma parte del elenco de La culpa es de Colón y ahora también conduce Trato hecho, ambos en Teledoce.

Todo pasó demasiado rápido: una pandemiay el estar en casa, el no poder hacer shows, el no poder actuar en un escenario, la imposibilidad de trabajar. Todo pasó demasiado rápido: la oportunidad de integrarse, en agosto de 2020, al elenco de mujeres deLa culpa es de Colón, en Teledoce, un programa de humor que llegó para cambiar las reglas - esas que históricamente han dicho que el humor es cosa de hombres- y para entretener a las personas en el momento justo, cuando nos teníamos que quedar en casa, cuando más lo necesitábamos. Después, una suplencia en otro programa del canal y una conducción en otro. Y, entonces, donde no pasaba nada empezó a suceder todo. Lucía Rodríguez (40), que es actriz y estaba acostumbrada a los escenarios y a los teatros, al público cercano, al aplauso, se transformó en una mujer de la televisión.

Dice que está cansada. Y se le nota: en los ojos, en el rostro. Es un martes a las seis de la tarde y, sentada en un sillón celeste en su casa en el barrio Reducto, de Montevideo, cuenta que hace un año y medio que no para de trabajar, que está muy agradecida, que nunca se imaginó hacer lo que está haciendo hoy y que casi no ha parado para pensar (para pensarse) porque todo pasó de un momento para el otro. Así: demasiado rápido.

Un día estaba grabando La culpa es de Colón, junto a Catalina Ferrand, Leticia Cohen, Luciana Acuña y Jimena Vázquez, cuando la llamaron de la producción del canal. Le dijeron que Victoria Zangaro se iba de licencia y que querían que ella hiciera la suplencia en Desayunos informales. Y ella, que nunca se había pensado en un programa de interés general, dijo que sí. Fue a aprender y a hacer lo que más le gusta: hacer reír. Porque ante todo Lucía es una actriz que hace humor. Que cree en la risa. “Creo que el humor salva de lo trágica que puede ser la vida a veces. Yo me río de todo lo que me pasa. No concibo el estar demasiado tiempo triste o llorando, necesito siempre hacer un chiste. Sí entiendo que hay temas más sensibles que otros y que no nos podemos reír públicamente de todo, porque, por lo menos a mí, me interesa no herir a nadie”.

Lo que al principio fue una suplencia terminó, gracias a la insistencia de sus compañeros y de la gente en las redes, como un puesto fijo en el programa de las mañanas. En noviembre, sin embargo, Lucía decidió hacer una pausa: estaba demasiado cansada, pasaba demasiado tiempo fuera de casa y lejos de sus hijos, Felipe (13) y Mateo (4). “De alguna manera necesitaba priorizar mi salud mental y también física”.

Porque mientras hacía Desayunos informales hubo otra llamada: era desde la gerencia del canal, le decían que creían que en el horario central había muy pocas mujeres y que querían que ella estuviera al frente de Trato hecho, edición familias. Les dijo que se habían vuelto locos, dudó porque ella cree que no es televisiva -en sus formas, en su humor, en sus palabras, en su desprolijidad- pero confió en el respaldo y en la confianza que le daban el canal y el equipo con el que trabajaría.

“Yo te puedo contar chistes, decirte un monólogo y aprenderme un personaje pero acá hay gente que viene con una ilusión, hay plata en juego y hay que hacer las cosas bien. Es una emoción divina ver cuando la gente gana algo. Yo soy de la gente, soy como ellos. Yo me río porque ya llevamos no sé cuántos autos entregados y yo ando en Uber porque no tengo auto. Es divino tener un trabajo así, en el que te divertís, pasás bien y que además te dejan ser”, dice.

Para Lucía este momento —de tanto trabajo— es como vivir un sueño: lo que siempre quiso, lo que siempre buscó. “Durante mucho tiempo estuve pensando qué hacer de mi vida porque siempre supe que quería ser actriz. Y el arte es de las actividades menos valoradas en Uruguay. Entonces siempre tuve en la cabeza que acá no se puede vivir de actuar”, dice.

Trabajó de muchas cosas para llegar a donde está hoy: cuidando niños, en varios call centers, como promotora de perfumes, vendiendo libros en la calle. Por eso ahora, a pesar del cansancio y de que a veces todo la abrume -las horas de trabajo, la exposición, los comentarios en las redes sociales- agradece. Siempre agradece. “Siempre quise vivir solamente del arte, de lo que a mí me gusta hacer. Entonces sí, siento que estoy viviendo un sueño, porque soy consciente de que soy una privilegiada de poder vivir de lo que a mí me gusta”.

Seguir la vocación

Lucía Rodríguez. Foto: Difusión
Lucía Rodríguez. Foto: Difusión

Tenía 10 o quizás 11, no lo recuerda. Lo que sí recuerda es que ese fue el momento en el que supo que tenía una vocación: quería ser actriz.

Nació en Montevideo pero a los 7 años se mudó con su familia -su madre, su padre y su hermano y su hermana- a Rivera. Y hay una imagen que todavía tiene en la cabeza de ese tiempo, de esos días tranquilos en la ciudad: ella, siendo una niña, hacía que todos sus amigos se sentaran en hall de su casa y actuaba imitando a Xuxa.

Quizás ese fue el comienzo. Pero también estuvo Plop!, el único programa de la televisión uruguaya que llegaba a Rivera. Allí Lucía veía actuar a Imilce Viñas y decidió que quería hacer lo mismo que ella, ser como ella.

A los 15, cuando su familia eligió volver a Montevideo y Lucía no quería irse de Rivera ni dejar a sus amigos y a sus cosas, su madre la convenció diciéndole que, cuando terminara el liceo, podría estudiar teatro con Imilce. Y así fue. Terminó y se anotó en la escuela de la actriz. Fue Imilce la primera que le dijo que tenía que hacer humor, aunque Lucía quisiera hacer drama -“Soy de Aries, más dramática que nadie”-. Fue Imilce, también, una de las primeras en decirle que el teatro, en Uruguay, era casi todo de forma independiente y que había que gestionarlo, que hacerlo, que quererlo, que resistirlo.

Lo que siguió después fue, más o menos, esto: su primera obra como profesional fue Yerma, de Federico García Lorca, que hacía en el Espacio Cultural Las Bóvedas y a la que iban menos de 10 personas por función, hizo teatro para niños en el Tinglado y fue parte del elenco de Rescatate, una de las obras que más tiempo estuvo en la cartelera de Montevideo, salió en revistas de Carnaval, fue madre por primera vez y entonces, como sin buscarlo, de golpe, apareció el humor: por la necesidad de reírse de eso que le estaba pasando, eso que era hermoso pero que a veces no era tan maravilloso como siempre le habían dicho.

Se anotó a un curso de stand up. Entendió, entonces, que su camino era ese: poder reírse y hacer reír. Desde entonces, esa es la única respuesta para todo lo que hace: si entretiene al público, si alguien se ríe con ella, es tarea cumplida.

Mientras hacía stand up conoció a Germán Medina, con quien estuvo en pareja, tuvo un hijo y hoy comparte elenco en Trato hecho. Juntos hicieron varios espectáculos. Tantos, que cuando se separaron Lucía solo había hecho un show por su cuenta, Poderosa. Le costó pensarse sola, reconocerse en su personalidad y en su impronta como actriz, pero -siempre desde el respeto y a veces también con un poco de miedo- justo antes de la pandemia estrenó Antes muerta que sencilla, un espectáculo para reírse pero también para hablar de todo.

Ahora tiene planeada una gira para 2022 que empieza con una función en el Teatro de Verano el 3 de abril, que es el día de su cumpleaños número 41. Ese será el comienzo de una gira por el interior para despedirse de un show que le ha dado tanto, a ella y a quienes fueron a verla.

—¿Por qué crees que la gente te sigue y apoya lo que hacés?

—No soy demasiado consciente a veces de cuánta gente hay del otro lado. Sí siento mucho el cariño. Y creo que responde a que soy una más. Soy una persona común que trabaja en la tele. Creo que tiene que ver un poco con que se sienten identificados con lo que a mí me pasa y de alguna manera creen en lo que les digo. Cuando yo digo que tengo humedad en las paredes, tengo humedad en las paredes. Creo que las personas que se identifican con lo que hago y les gusta es porque me creen.

Ella también cree: en la risa, en el humor, en el cariño de la gente, en el apoyo del público. En el brazo derecho, en letras negras pequeñas, Lucía tiene un tatuaje. Dice, justamente, eso: que ella también elige creer. 

Sus cosas

ENTRE MUJERES. Lucía forma parte del elenco de La culpa es de Colón (Teledoce) un programa de humor en el que cinco mujeres hacen chistes sobre una temática (también tiene edición hombres). “Te guste o no, porque puede no gustar, para mí es importante el espacio y el camino de ser mujeres haciendo humor en TV, no es menor”.

EL TEATRO. Desde que empezó con el stand up y el humor, Lucía no volvió a hacer teatro convencional. Sin embargo, le gustaría volver algún día. Por el momento, tiene un show el 3 de abril de 2022 de su espectáculo Antes muerta que sencilla en el Teatro de Verano, que abrirá la gira de despedida de la obra. 

UNA CANCIÓN. En septiembre sacó, junto a Mariano Bermudez, la canción Universos paralelos, de Nahuel Pennisi. “Fue un berretín mío. Me encanta lo que hace Mariano y cada vez que escuchaba la canción, la sentía en plena y me daban ganas de bailarla. Le escribí a Mariano que tenía ganas de hacerla. Él se copó, muy generoso y con mucha humildad, se puso el proyecto al hombro y salió esta canción divina”.

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