EL PERSONAJE
Es artista desde que aprendió a hablar. Creaba personajes e imitaba entre cuatro paredes. La actriz y humorista protagoniza Disculpadas y sueña con filmar una sitcom.
Imagine que un amigo lo invita a cenar a su casa, lo sienta en la mesa familiar y después de un exquisito banquete en el que no pararon de tirarle un tema atrás del otro para hacerlo hablar hasta por los codos, el anfitrión le anuncia que es el turno de que su hija mayor lo imite. La escena no es ficción. Sucedió en reiteradas ocasiones en casa de Luciana Acuña (42) tres décadas atrás. Resulta que el padre de la hoy actriz y humorista organizaba reuniones con allegados con el único cometido de que su hija de 12 años observara tics, muletillas y gestos del invitado durante dos horas, y acto seguido sorprendiera a la acotada platea desplegando sus dotes actorales.
Esa capacidad que hoy tiene de desdoblarse para interpretar una batería de personajes en radio (Las cosas en su sitio, 690 AM) o sobre las tablas (en Disculpadas), y pasar de uno al otro en segundos con una agilidad y talento que lo hace parecer fácil y mágico, no la adquirió solamente con las horas de clase en el Teatro del Centro junto Carlitos Aguilera.
Hay un germen detrás de su habilidad. Está la cuota genética -su abuela Betty quería ser actriz y cantante, y Luciana y su hermana Gia le cumplieron el sueño por separado- y esa que cultivó solita entre las cuatro paredes de su hogar desde que aprendió a hablar.
Escribía obras de teatro y canciones y le cobraba entrada a sus padres para que asistieran a los shows que daba cada noche. Su madre aún guarda en una caja de recuerdos un texto que Luciana escribió de niña, donde el guión pintaba en cuerpo y alma a cada integrante de la familia.
Mientras charla con Revista Domingo se le viene a la mente uno de los primeros personajes que ideó: una entrevistadora que perseguía gente para hacerle preguntas. “Cuando no podía entrevistar personas entrevistaba cortinas, y yo hacía las dos voces”, rememora entre risas.
Esa diversión de la infancia se perpetuó en el tiempo y es el eje de las mayores alegrías que le regala su trabajo: “Me da mucha libertad hacer personajes y humor, poder hablar sin miedo, hacer mis propios guiones, soy muy libre, digo lo que quiero y soy yo dentro de toda esta búsqueda”, subraya.
Luciana, cuyo pasaporte a la masividad fue la publicidad del 1122, dice que hace un par de años que en la calle dejaron de llamarla por ese número o por la frase que identificaba el anuncio (¡qué problema más atroz!).
“Ahora me dicen Luciana, Pelusa o Mariana (dos de sus personajes). En una época nos gritaban colonas y era hermoso, y ahora nos dicen, ‘¿cómo andás, disculpada?”, comenta quien integró el staff deLa culpa es de Colón(primer programa humorístico hecho 100% por mujeres en la TV uruguaya) y la obra Disculpadas con el mismo elenco, estrenada luego de que el ciclo fuera levantado de La Tele.
Señas típicas
La entrañable Mamá Cora (interpretada por Antonio Gasalla en Esperando la carroza) era el personaje que mejor se le daba a Luciana de niña. Bastaba con regalarle entradas para un show del talentoso actor y cómico argentino para ganarse su corazón. Su madre le contó que mientras estaba embarazada de ella fue a ver un espectáculo de Gasalla y que se río como nunca antes en su vida, y Luciana se convenció de que su fanatismo no era casual. “Disfruté de ese momento de felicidad desde la panza”, reflexiona sobre la posibilidad de que las carcajadas de su madre también hayan influido en su gusto por el humor.
Cree en todo lo vinculado a la energía y se anota en cuanto taller esotérico encuentra. Hizo un curso de lectura del iris y está buscando donde capacitarse en lectura de lengua. También estudió Biología Total y aplica los conocimientos adquiridos en biodescodificación con sus amigos. “Me llaman, recibo consultas y no cobro. En un futuro no descarto que sea mi lugar de vida”, revela.
Siempre fue la más graciosa y torpe de su grupo de amigas: esa que hace chistes, se tropieza y lanza divagues. Es intensa y dramática. Tiene momentos donde se ríe hasta las lágrimas y otros donde llora a mares. Y confiesa que suele reírse en ese mismo llanto descarnado.
Entre sus rasgos típicos destacan las obsesiones pasajeras. En una época se le dio por los búhos y armó una colección de objetos de este ave de rapiña. Incluso quiso tener uno como mascota. Vivió un idilio parecido con los patos y también quiso adoptar uno, aunque sin suerte.
Esas modas también juegan en la gastronomía y el arte. Ahora está enloquecida con las milanesas y es el único plato que pide. Antes ese puesto lo ocupó la calabaza. También tuvo su fascinación por Eugéne Ionesco, referente del absurdo, en tiempos donde actuó en varias obras suyas en teatro independiente.
Todo se transforma
De las crisis surgen oportunidades y Disculpadas es un vivo ejemplo. La obra teatral ya estaba en los planes de las cinco colonas (Cata Ferrand, Lucía Rodríguez, Denise Casaux, Leticia Cohen y Luciana Acuña) así que el fin del ciclo televisivo no hizo más que impulsar el proyecto.
“Se terminó y dijimos, ‘es ahora o ahora’. La noche del último programa tuvimos la primera reunión de producción de la obra. Nada se pierde, todo se transforma. Y lo transformamos en algo divino que es Disculpadas y es nuestro”, apunta.
Luciana asegura que le hubiera gustado que La culpa es de Colón se mantuviera al aire por lo significativo del mensaje: la presencia femenina en un programa de humor. “Cuando terminó, mucha gente empezó a acercarse y a decirnos, ‘extrañamos el humor de ustedes’ y eso está buenísimo. No lo digo para que volvamos, sino para que se abra esa puerta y entren más mujeres a hacer humor con la libertad que nos dieron a nosotras. La gente pide el humor femenino. De hecho, Disculpadas agotó y la gente salió diciendo, ‘me reí de principio a fin’”, comenta. Y anuncia que la obra volverá a la cartelera luego de la temporada de verano.
Está convencida de que el programa fue una revolución que dio infinidad de luchas en redes sociales, donde aguantaron el mostrador ante críticas violentas. “Una de las peores cosas que leí, porque el mensaje es un horror, fue, ‘andá a saber con quién se están acostando las que están ahí’”, dice. Y asegura que loshaters le hicieron un favor porque hoy le pueden decir cualquiera cosa y nada le importa.
“La gente está acostumbrada a ver hombres a cargo del humor, no mujeres. Es parte de la historia, hay capo cómicos. Nos pasaba que hacíamos chistes parecidos (a los hombres) sobre un mismo tema y nosotras éramos groseras y gronchas (lo mínimo que nos decían). Se hablaba mucho del físico: si estábamos más gordas, más flacas, qué nos poníamos. En el caso de los hombres nadie se fija en eso. Es terrible porque no tiene absolutamente nada que ver con el trabajo”, critica.
Luciana heredó el gusto por los chistes escatológicos de sus abuelas y se animó a hacer varios en el programa: “A mí me divierte pero eso no gustó. Nos daban mucha libertad, podíamos hablar de lo que queríamos, pero de ese tema no”, indica.
Está convencida de que cuando superás la barrera de los 40 el filtro queda en Instagram, y por eso, lleva dos años sin callarse nada. Opina que la mujer tiene que pedir más perdón que el hombre porque siente más culpa, y que la sociedad la presiona más, desde el físico a la maternidad: “¿Dónde dejaste a tu hijo?, preguntan. Y no lo hacen con la otra contraparte”.
-Se tiende a presionar más a la mujer conforme pasan los años si está soltera, o si no es madre, ¿te ha pasado?
-Me pasó más de por qué no estás en pareja que por qué no sos madre. Me preguntan mucho si estoy en pareja o no y eso me perturba bastante. A un hombre de 40 años nadie le pregunta por las novias, está viviendo la vida. Y una mujer es tipo, pobre, se le fue la vida. Te ven sola y es como un problema y yo la verdad estoy mejor sola que cuando estuve acompañada. Me encantaría encontrar una pareja pero mi exigencia es cada vez mayor porque me equivoqué en el pasado.
La uniceja, Disculpadas y las ganas actuar en una sitcom
Personaje emblema: Pelusa es su caballito de batalla, y la que, según dice, la mantiene en noviembre y diciembre con los eventos. Si bien gracias a La culpa es de colón descubrió que también le gusta mucho ser ella, asegura que con un personaje te animás a ir más al hueso: “En los eventos veo que Pelusa puede decir cualquier cosa y la gente se ríe, está como permitido”, señala.
Motivo de orgullo: No es casual que su foto de perfil de Whatsapp actual sea en los estudios donde grababan La culpa es de Colón. Luciana se vanagloria de haber sido protagonista de un programa de humor 100% femenino en la TV uruguaya: “Es un antes y un después y me encanta haber sido parte de esa revolución”, señala.
Deseos profesionales: Le entusiasma probarse como actriz en la pantalla chica y grande: quiere hacer una serie de humor y una película de terror. “Es difícil pero ahora cada vez más están viniendo a grabar acá, así que quién te dice que no pase”, comenta. Y añade que otra de sus metas es traspasar la frontera con su arte: “Me gustaría tener la experiencia de trabajar afuera”.