EL PERSONAJE
Siempre supo cuál era su vocación. Tiene 27 años y trabaja en los medios desde los 19. Hoy es parte del equipo de Viva la tarde, en Radio Sarandí y de Buen día, en Canal 4.
Tiene muchos recuerdos: las noches en la casa de Malvín cuando su padre, Matías Prado, llegaba de trabajar en el semanario Búsqueda y le contaba, a ella, a sus hermanos y a su madre, los detalles del trabajo, las entrañas del periodismo, los recovecos de la redacción.
Tiene muchos recuerdos: el día que Matías prendió el grabador en el medio de la cena familiar y les relató los detalles de una noticia que había conseguido sobre Tabaré Vázquez y les pidió que no contaran nada. Ella tenía 10 años y aunque no entendiese demasiado, lo escuchaba.
Tiene muchos recuerdos: la vez que salió del colegio y fue a la redacción de Búsqueda a buscar a su padre cuando justo se cruzaron con Mónica Bottero, por entonces periodista del semanario, y Matías dijo: “Maguita quiere ser periodista, es tan loca como nosotros”.
Un martes de enero de 2021 Magdalena Prado dice, sentada en el patio de Canal 4, que siempre supo que quería ser periodista. Que puede sonar muy idílico, pero que el ejemplo de su padre, que murió en 2011, y su forma de ejercer la profesión - con pasión, con compromiso, con conciencia- hicieron que nunca dudara de querer seguir por ese camino.
Magdalena tiene 27 años y desde los 19 trabaja en los medios. Hoy se reparte entre Buen día, programa de Canal 4 en el que todas las mañanas sale al aire junto a un equipo conducido por Claudia García, y Viva la tarde, en Radio Sarandí, que conduce desde 2017 junto a Kairo Herrera. Además, es parte del equipo de producción en ambos programas.
Cree que tuvo un poco de suerte para estar siempre en el lugar indicado en el momento justo y conseguir un lugar en los medios de comunicación. También cree que ha defendido ese lugar trabajando duro. Y siguiendo el ejemplo de su padre.
“Me va a quedar la espina de saber cómo hubiese sido transitar esta profesión juntos, pero creo que también las cosas tocan por algo. Yo lo he sentido muy cerquita. Siempre digo que le agradezco infinitamente el que haya sido buena persona, porque sea cual sea el lugar al que vaya, además de hablar del periodista, todos hacen referencia a su don de gente. Y entendí que para ser un buen periodista hay que ser una buena persona. Y que más allá de que uno pueda dar una primicia o que pueda escribir las mejores crónicas, o hacer los mejores relatos en televisión o en la radio, al final lo que queda es el don de gente. De esa manera te recuerdan tus compañeros y te recuerda la audiencia”.
Magdalena dice cosas como esta: “Creo que las dos cartas de presentación son siempre trabajar duro y ser buena gente, después uno aprende a ser mejor periodista, pero creo que eso son dos armas importantes”; o como esta: “Cuando te preguntan qué le dirías a una persona joven que quiere dedicarse a esto yo nunca me atrevo a decir recetas ni reglas ni nada. Lo único que sí le diría es que tengan siempre el norte de que trabajamos para la gente, porque a veces se pierde eso, sobre todo cuando entrás y ves las luces, o cuando te escuchan o te reconocen en la calle. Saber que laburamos para la gente tiene que ser siempre el primer objetivo”; o como esta: “Muchas veces se reconoce solo al periodismo político, el de los titulares, el que pone incómodo a un ministro o al presidente, que es necesario, pero yo creo que también en las historias mínimas está la clave de la convivencia y creo que el periodismo tiene que trabajar para una mejor convivencia, que es lo que nos está faltando. Por eso creo en las historias mínimas, en mostrar casos de éxito y de no éxito, personas que adentro de sus casas tienen luchas que desconocemos. Eso genera una sociedad informada de lo que le pasa al otro y nos permite tomar mejores decisiones”.
Y entonces queda claro. Para ella el periodismo es su trabajo, es una elección, una manera de conexión con su padre. Y como él, lo ejerce desde la pasión, el compromiso y la conciencia.
La vocación y el trabajo
Magdalena nació en 1993 y creció en una cooperativa de viviendas en Malvín. Dice que es la menor de cuatro hermanos. Dice que se pasaba los días enteros jugando en la vereda, que no tocó una computadora hasta que fue grande. Dice que tuvo una infancia feliz y especial.
“Tengo un hermano con discapacidad y creo que eso ha hecho muy especial mi vida, para bien. Siempre fui una niña un poco más madura de lo que era la gente de mi generación”.
Su padre murió cuando ella estaba terminando el liceo. Quería ser periodista pero no sabía cómo hacerlo. Así que un día le escribió a Claudio Paolillo, que había sido compañero, amigo y jefe de Matías en Búsqueda y la recibió en su oficina. Charlaron y Claudio le contó que el semanario tenía un convenio con la Universidad de la Empresa. Le dijo que fuera y mirara la plantilla de docentes y que si le gustaba, desde Búsqueda le cubrían todo el costo través de un arreglo comercial. Fue. Se inscribió. Y cuando estaba por empezar, le dijeron que la carrera no empezaría ese año. Siguió averiguando y decidió estudiar Comunicación en la UTU. Después también se inscribió en la Universidad de la República e hizo el curso de periodismo de Búsqueda.
“A mí lo que me interesaba del curso era ir al encuentro con Claudio, con el debate y con lo que para mí significaba emocionalmente ese medio”.
Estar allí, en la misma realidad que había vivido su padre, era parte de armar las piezas de su vínculo con él y de terminar de conocer una parte de su historia que en cierto punto le era ajena.
“Los padres en el trabajo tienen sus historias y uno a veces se las pierde. Fue el último curso que dio Claudio antes de fallecer y la verdad que siento que fue un regalo poder haber sido su alumna y haber tenido la oportunidad de estar cerca de él. Humanamente la verdad es que yo le agradezco mucho. Esa imagen que yo tenía de un futuro compartido con mi papá acompañándonos en una carrera que teníamos en común y que se esfumó por su partida, de alguna manera tuvo un regalo en ese encuentro con Claudio”.
A la UTU la terminó. A la universidad no. En el medio, empezó a trabajar como periodista en el semanario Crónicas, pasó por Montevideo Portal y también le surgió la posibilidad de entrar a Radio Sarandí.
Aunque nunca había pensado en hacer radio, fue a una entrevista y le ofrecieron sumarse a la producción del programa Viva la tarde. Era 2014. Aceptó y nunca más se fue. Hoy, si piensa en que algún día va a dejar de hacer radio, le da nostalgia, aunque siga haciendo y aunque siga en la radio. Tres años después, además de producir, se sumó a la conducción.
“La radio es mi gran escuela. Y la verdad es que Sarandí es mi casa. Realmente lo siento como mi hogar. Me ha dado un montón de oportunidades y trabajo aún en tiempos revueltos como este, agradezco realmente tener trabajo y en un lugar como ese donde me siento protegida, contenida y siento que hay gente que confía en mí”.
Tampoco había pensado en hacer televisión. Empezó trabajando en Telenoche, el informativo de Canal 4. Hoy, está en el equipo de producción periodística de Buen día y además sale todos los días al aire para hablar sobre actualidad y política. A veces, cuando puede, también hace informes que tengan que ver con lo social, que cuenten esas historias pequeñas que son a la vez tan de unos y tan de todos, esas en las que ella tanto cree.
Aunque dice que la televisión tiene un lenguaje particular y que recién está aprendiendo cómo hacerlo, se siente cómoda y cree que los años en la radio le dieron seguridad para saber qué quiere decir y cómo comunicarlo.
Al comienzo algunos oyentes la cuestionaban por ser tan joven y conducir un programa. Por un tiempo Magdalena se esforzó en ser o parecer “mayor de lo que era”. Después entendió que no, que no iba por ahí, que estaba bien mirar la realidad desde su perspectiva y que no necesitaba haber vivido todo para poder contarlo. Entendió que tuviera la edad que tuviera, siempre tenía que hacer las cosas de la misma manera: con pasión, con compromiso, con conciencia.
Sus cosas
LA MÚSICA. Creció con una familia donde hay mucha gente que canta. La música, para ella, es como un rezo. Antes estudiaba canto y guitarra. Ahora, por falta de tiempo dejó de hacerlo pero cree que debería volver. “No para perfeccionarme, sino para conectar con lo que me genera. Cuando murió papá podía elegir entre el psicólogo o clases de canto. Elegí cantar”.
LA LECTURA. Entre las actividades que más disfruta está la lectura. En este momento, por ejemplo, está releyendo el libro La conjura de los necios. Terminó hace poco tiempo el Manual básico de periodismo de Tomás Linn -“Me pareció un muy buen ejercicio para refrescar”- y tiene pendiente Herencia maldita, del periodista Leonardo Haberkorn.
UNA EXPERIENCA. En 2018 viajó al Congo junto con el ejército uruguayo y un grupo de periodistas. “Me sirvió mucho para curtirme a nivel profesional y personal y lo volvería hacer, pero quedándome más tiempo, porque fui 10 días. Me gustaría que fuera una estadía más larga. Porque uno va, reporta lo que está pasando y no siente que deja mucha huella”.