Mariana Enriquez vuelve a caminar sobre las tumbas

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Mariana Enriquez

NOMBRES

La argentina es una de las escritoras más elogiadas de la actualidad, y ahora Hum reedita las crónicas reunidas en el libro Alguien camina sobre tu tumba

Unos datos básicos de la escritora y periodista argentina Mariana Enriquez: nació en 1973, en Buenos Aires. Su primera novela, Lo peor es bajar, la publicó en 1995. En total, ha escrito cuatro novelas, tres libros de cuentos y una miscelánea de textos reunidos en cuatro volúmenes que no entran tan prolijamente en las dos primeras categorías. En Uruguay, Hum Editorial acaba de reeditar uno de esos, que no son cuentos ni una novela: Alguien camina sobre tu tumba, una colección de textos originalmente publicados en 2013 y que narran los pensamientos e impresiones de Enriquez sobre varios cementerios.

En 2019, Enriquez hizo el Cuestionario Proust de Revista Domingo y a la pregunta “¿Cuál es su mayor extravagancia?” respondió “Mi amor por los cementerios”. Enriquez es una escritora tan particular que indaga en el terror, en los miedos profundos, suyos y nuestros. Particular porque el terror no es tan frecuentado por los escritores de habla hispana. Sí, claro que hay varios destacados literatos que también han incursionado en ese género. Horacio Quiroga. Carlos Fuentes. Alejandra Pizarnik. Pero no son muchos si se compara, por ejemplo, con escritores y autoras que escriben en inglés.

Ella misma dijo eso el año pasado. En una charla que dio con el título “Cómo me hice escritora”, reflexiona sobre esa escasa inclinación en nuestras tierras hacia el miedo, la sangre y lo sobrenaturalmente maligno.

“No hay una tradición de horror o ficción oscura en castellano, de la misma manera que en inglés. Hay muchas razones para eso, pienso. La explicación más común es el catolicismo, la manera en la que destruyó creencias tradicionales o percibidas supersticiones, pero no me parece adecuada porque hay muchos temas de horror en el catolicismo: el diablo, la vida después de la muerte, Lázaro… Creo que en América Latina fue una cuestión de clase (…) Es raro que nuestras creencias locales aparezcan en literatura, no se encuentran en el canon. Creo porque eran consideradas creencias supersticiosas de los iletrados, de los brutos”.

El terror, como la ciencia ficción y la literatura fantástica  todavía son considerados (durante un tiempo, también lo fue el policial) de menor valía en comparación con el realismo. Géneros aptos para el pulp, pero no para la “gran literatura”. En esa misma clase magistral, Enriquez también habló sobre eso: “Pensar que la experiencia se puede reflejar solo desde el realismo es un error común y una falta de imaginación grave. La misma que nos hace pensar que el realismo es para adultos y el género fantástico, la épica y el terror para niños. Un malentendido por el cual los adolescentes leen La mano izquierda de la oscuridad de Úrsula Leguin, una novela sobre la tolerancia, la fluidez de la sexualidad, el estalinismo y las sociedades jerárquicas, y los adultos leemos Elena Ferrante, que es una historia de dos amigas. Está buenísimo el libro de Ferrante, pero quiero decir… No hay motivo en el mundo que nos impida leer a las dos a la par, y en un mismo nivel, excepto el gusto. Pero el gusto también se construye”.

El primer libro de Enriquez, sin embargo, no fue de terror. Lo peor es bajar es una de esas novelas “generacionales” como, por ejemplo, Menos que cero, de Bret Easton Ellis, o tal vez también El club de la pelea, de Chuck Palahniuk. Ahí estaban los gustos y disgustos estéticos de Enriquez, sus influencias y referencias, parte de su vida y las de sus pares. Nunca la volvió a releer, ni siquiera para corregir, sacar o poner algo.

Luego de ese debut, Enriquez se fue para el periodismo. Y, hasta hace poco, seguía ahí. Sus notas más recientes en Página12, el medio para el cual trabajó muchos años, datan del año pasado y son una mezcla variopinta de crítica literaria, columnas de opinión y reseñas de películas o series. También hay, claro, muchos artículos sobre música. El rock es otra de sus pasiones (en el cuestionario Proust puso que su idea de la felicidad perfecta era “Un show de Nick Cave o de Suede”) y también ha dicho que le gustaría más ser música que escritora.

Luego del debut, demoró casi 10 años en volver a publicar. En 2004, sacó la novela Cómo desaparecer completamente, que es en parte hija del tajo que dejó en la sociedad argentina la crisis económica y social de 2001. En 2009, publicó la colección de cuentos Los peligros de fumar en la cama, y con ellos dio un pequeño batacazo. Empezó a ser incluida en listas del tipo “Escritores/as que deberías conocer”, por ejemplo, y se la empezó a leer como alguien importante, como una voz a tener en cuenta en la narrativa.

Y ahí sigue. Es una de las escritoras en actividad más elogiadas (no solo en el mercado de habla hispana), además de que sus libros se venden bien. No al nivel de J.K. Rowling, claro, pero sí como para hacerle un lugar en ese sitial de autoras que consiguen unir el prestigio con las ventas.

Parece importarle poco el status. A veces, hace comentarios autocríticos y puede descolocar a quien la idolatra como una gran escritora. Tampoco parece hacerse la inaccesible. Hace poco, participó virtualmente de la presentación de Alguien camina sobre tu tumba en la actual Feria del Libro montevideana, que estuvo a cargo de las escritoras Natalia Mardero y Mercedes Estramil.

Tal vez porque hubiese querido ser cantante o instrumentista en una banda de rock que no aparenta tomarse demasiado en serio su estatura como autora literaria, además de que reniega de casi todo lo que viene por añadidura con ese rol, como por ejemplo opinar sobre los más variados temas con aire de autoridad y sabiduría.

O tal vez, prefiera mantener todo lo que le sea posible cierto aire enigmático. Cosa de poder sacudirnos con mayor contundencia cuando la leemos.

alguien camina sobre tu tumba

Extracto

"Elvis Presley murió el 16 de agosto de 1977 y su familia cometió la locura de pretender enterrarlo en un cementerio normal. Lo llevaron al Forest Hills, de Memphis, Tennessee, en su ataúd de cobre, vestido con un saco blanco y una camisa azul. El séquito tenía 17 limusinas blancas. Lo depositaron en un mausoleo. Al mismo tiempo, desenterraron a su madre, Gladys, que tenía su preciosa tumba al aire libre en la parte vieja del cementerio, con un Cristo crucificado y dos ángeles, y la ubicaron debajo de su hijo. Dos meses después, a mediados de octubre, pasó lo inevitable: la policía recibió informes de que una banda quería robarse el cajón. Los guardias de Forest Hills encontraron a tres hombres y los detuvieron, pero se vieron obligados a soltarlos porque, entre otras cosas, los ladrones de la tumba del rey no llevaban ni una palanca para intentar abrir la cripta sellada. De cualquier modo, la familia solicitó el traslado, que le fue concedido. El 3 de octubre de 1977, Elvis y su madre se mudaron a Graceland, la casa familiar, y ahí siguen. La bóveda vacía de Forest Hills está en venta; cuesta varios millones de dólares.

Hay cuatro Presley enterrados en el jardín de Graceland, la mansión, justo enfrente del enorme museo-shopping-parque-temático que es la otra mitad del la experiencia Elvis en Memphis. Las tumbas están ubicadas en el microcementerio llamado Meditation Garden. Ese lugar existía antes de recibir los cuerpos; ahí Elvis, supuestamente, iba a buscar alguna tranquilidad en medio de su vida de dios en la Tierra.

Esta tumba es la más visitada en Estados Unidos y Graceland es la segunda casa más visitada del país, después de la Casa Blanca. La visita a Graceland es brutal, industrial, se hace en fila, a los empujones, se ve poco y nada, todo está lleno de guardias con handies y falsa amabilidad, pero los fans y visitantes se tranquilizan mucho ante las tumbas. Sacan fotos con calma. Muchos, increíblemente, lloran como chicos. Algunos murmuran fantasías resurreccionistas y se preguntan si, en efecto, Elvis está ahí (...)

El epitafio para Elvis Aaron Presley es, por supuesto, el más extenso y, de alguna manera, el más extraño, con su gramática rota y sus giros solemnes (...) Sobre la lápida arde una llama eterna, que tiene su propio In memoriam: ‘Te diste a todos nosotros de alguna manera. Estabas envuelto en preocupación y atado en amor. Que esta llama represente nuestro eterno respeto y amor, y que sirva como recuerdo de tu eterna presencia’”.

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