Por María de los Ángeles Orfila
En la transcripción de esta entrevista aparece anotada ocho veces la acotación “se ríe”. La de Matías Valdez era una carcajada fuerte. Sonó una al recordar cómo sonaban las bandas que formó con compañeros del liceo -“éramos horribles” (se ríe)-, otra al recordar uno de sus nombres -“Quebrando Estilo fue la primera” (se ríe)-, otra porque nunca aprendió a tocar ni la batería ni la guitarra ni el bajo ni los teclados pero pasó por todos esos instrumentos -“sabiendo los acordes estoy salvado” (se ríe)-. Matías Valdez, cantante y compositor uruguayo de 28 años, nacido en Mendoza (un pueblo de 700 habitantes en Florida), se ríe mucho porque sabe que él, su grupo y su música atraviesan el momento que tanto habían esperado. “Quizás uno en su momento sueña pero no sueña tanto y se conforma con menos cosas, con el hecho de decir toqué en tal baile o en tal festival y uno ya es feliz, pero después pasan ciertas cosas y te animás a soñar un poco más”, dice a Domingo a pocas semanas de su show en elAntel Arena.
Matías no recuerda cuál fue la primera canción que compuso. Sí que siempre le gustó la música y, en particular, el folklore, Luciano Pereira y el Chaqueño Palavecino. También se acuerda que cantaba pero dice que no sabía que cantaba. Por eso nunca estuvo al frente del escenario con las bandas de cumbia pop que formó con amigos (a Quebrando Estilo le siguió Nuevo Movimiento y Dame un Beso). De adolescente acompañaba a su tío DJ a fiestas y ahí descubrió el poder de la cumbia. “Me contagió esa alegría que transmite. Quizás la canción es una tristeza pero el ritmo te da ganas de bailar”, cuenta. (Nadie se lo discute; ¿o alguna vez vio a una tía resistiéndose a una cumbia en un casamiento?)
Con una cosa y con la otra, Matías empezó a escribir más canciones. Algunas fueron interpretadas por Dame un Beso, pero él continuó sentado en la batería -“me revuelvo en la percusión”, justifica-. Pero una vez que se terminó el liceo y empezó la vida adulta, esta lo obligó a disolver la banda. Trabajó en un tambo, repartió gasoil en estaciones de servicio, manejó excavadoras y camiones para las obras del Ferrocarril Central. “Por dos años no hice nada; solo subía videos a YouTube. En ese entonces no estaba 100% rendido pero pensaba en que tenía que pagar las cuentas, tener un trabajo mejor, lo normal...”, relata.
Hasta que uno de esos videos, en los que él cantaba a pesar de nunca haber cantado, llegó a Montevideo Music Group y 360 Management, los que serían sus futuros productores. “De ellos salió la propuesta de hacer cumbia del interior para ver qué pasaba”, cuenta. Y precisa: “Era la oportunidad que habíamos buscado durante todos esos años con mis amigos”.
La llegada del éxito.
Quédate -“Quédate y bailemos hasta que amanezca / Hasta que el reloj se detenga / Quédate y bailemos otra madrugada / Desvelados en la cama / Aunque todo esté al revés”- fue la cuarta canción de la nueva etapa y el primer hit de una nueva banda con él como cantante por primera vez y con los amigos de siempre. A pesar del éxito, es un recuerdo agridulce. “Fue uno de los momentos más difíciles de este Matías”, dice a Domingo sobre el nuevo Matías Valdez, el famoso.
Primero Quédate y después Latidos-“Se me dio la vuelta el mundo / Y mis latidos van a mil por segundo / Yo te aseguro que no pierdo el rumbo / Solo contigo quiero caminar / Hasta que mis pies ya no puedan andar”- trajeron seguidores, aplausos, pedidos de selfies por la calle, reproducciones en Spotify, entrevistas, pero también trajeron miedo. Era la época de la pandemia. “Todavía estaba trabajando en el camión. Se había parado la obra de las vías y yo había vuelto para la zafra y estaba haciendo silos. Era difícil decir ‘largo ahora’ cuando ya me habían cortado dos veces el trabajo. Me podía quedar sin el pan y sin la torta”, reflexiona. Gran ironía de la vida; los sueños hechos realidad siempre tienen ese efecto.
No le faltó el trabajo y la decisión de optar por la música se hizo más fácil. Pero a medida que aumentaron las presentaciones -hasta cinco shows en una noche con kilometraje desde y hacia Florida incluido- también lo hizo la responsabilidad. Matías Valdez es el nombre que lleva en la cédula de identidad pero también es el nombre de la banda. “Hoy en día mis amigos cobran si yo canto, mantienen a sus familias si yo canto. Hoy siento la responsabilidad de ser el patrón de mis amigos”, afirma.
Y también dice sobre la elección del nombre: “En realidad, no importa. Fue por decir ‘vamos a ponerle esto’. Antes era Valdez nomás pero luego por marketing se cambió a Matías Valdez. Confiábamos en que era mejor. Matías Valdez son mis amigos y las personas que no se ven para que esto funcione. No se cambió ni el equipo ni la intención; solamente se confiaba en que iba a tener mejores resultados. Y los tuvo. Mirá la pauta. En el show yo digo ‘Matías’ y la gente responde ‘Valdez’; tratás que lo diga la gente”.
Lo que viene.
El romanticismo atraviesa su música. “Soy medio mimoso”, reconoce. (Y se ríe otra vez). “Siempre fui por el lado de contar historias. A esa parte fue siempre a la que le tuve más fe”, agrega. Considera que las viejas canciones de Dame un Beso “estaban buenísimas” y que la falta de fama en ese entonces no les hizo justicia, aunque sirvieron para gestar un estilo único.
“El título de lo que hacemos sería cumbia del interior. Los más veteranos le dicen charanga. En realidad agarramos un poco de todo: cumbia del interior, rock, pop, balada; así generamos nuestra identidad. La gente lo escucha y sabe que es Matías Valdez; no hacemos lo mismo que otros”, explica. Él mismo dice que escucha todo tipo de música.
En el próximo concierto en el Antel Arena, previsto para el 17 de junio, la banda presentará nuevas versiones de temas ya conocidos y nuevas canciones. “Que sepa la gente que va a ver algo diferente”, promete.
La espera por la fecha lo pone nervioso. “Sufro con la venta de entradas”, confiesa.
También por lo que viene después. Al terminar el espectáculo, la banda debe correr hacia el Aeropuerto de Carrasco para volar hacia Argentina y luego tomar una camioneta hasta Neuquén. “Nunca nos pasó de tener que salir corriendo de un show (de este tipo). No nos pasó ni en el (Teatro) Metro ni en el Teatro de Verano. Pero es un momento para disfrutar”, cuenta.
Y ahora que el niño del pueblo de 700 habitantes se anima a “soñar un poco más”, ¿con qué sueña? Con hacer realidad dos colaboraciones: una con la banda colombiana Morat y otra con Ricardo Arjona. “Pero no hace dúos”, dice Matías sobre el guatemalteco mientras se encoge de hombros. Pero quién le dice... quizás ese sueño, como aquel que tenía mientas tocaba la batería en Quebrando Estilo, se pueda hacer también realidad.