NOMBRES
Se enamoró de la cámara cuando era niño y logró concretar su sueño. Saltó a la fama con la serie juvenil Física y Química, y obtuvo personajes exitosos en Velvet, La cocinera de Castamar y Valeria.
La infancia del madrileño Maxi Iglesias (31) escapa a la media. Mientras que sus pares corrían, jugaban a la pelota o al Play Station, él coqueteaba con el arte desde temprana edad. Estaba siempre listo para protagonizar las obras teatrales del colegio y rescataba historias de libros para armar sus propias películas. Se llevaba bárbaro con los flashes. La cámara era su mejor aliada. Posaba con una soltura y comodidad dignas de quien devino en un exitoso modelo y tardó poco tiempo en conseguir papeles en series y películas importantes con elencos de categoría.
Maxi estaba seguro de que transmitir emociones a través del lente era su fuerte y un espacio donde se sentía seguro y confiado. Comprobó rápidamente que esa actividad que tanto disfrutaba dejaría de ser un juego para convertirse en su profesión. Lo supo con 16 años, cuando la rompió con un papel en la serie juvenil Física y química.
“De pequeño había tenido la oportunidad de trabajar en episodios de series o películas, pero cuando a los 16 empecé con un personaje de mayor desarrollo y duración me di cuenta de que podía realmente vivir de lo que más me gustaba”, dijo al blog Solgar.
Después de ese éxito, no paró de captar personajes en ficciones taquilleras. Lo vimos en Velvet, La cocinera de Castamar, Velvet colección, Valeria, tres episodiosToy Boy, Desaparecidos y otras tantas series y películas.
Con el subinspector Rodrigo, en Desaparecidos, dejó atrás los roles adolescentes: fue el primer hombre maduro que interpretó en su carrera. “Creo que el público puede verlo y decir: ‘Vale, es verdad, ha crecido’”, dijo a El País de Madrid.
La cresta de la ola
Atravesó todo Madrid solo en ómnibus para hacer su primer casting y tuvo que pedir dinero prestado para volver porque perdió los viáticos en el camino. Tenía 12 años y fue uno de los tantos momentos que vivió que no se correspondían con su edad.
Maxi Iglesias se mueve por retos desde que tiene uso de razón. Es inquieto por definición. Estudió comercio internacional, realización de cámara, también se metió en la Facultad de Psicología, y se trazó como meta escribir y dirigir algún día. Es más, tiene en mente un par de historias para rodar filmes. Hoy, entre las metas de este modelo y actor sobresalen las ansias por “encontrar personajes donde pueda demostrar madurez”.
Es tal su deseo por descubrir nuevas habilidades que aprendió a tocar el piano para estar a la altura del protagónico que le tocó en Hasta que nos volvamos a encontrar, película romántica que se estrena este 18 de marzo en Netflix.
Este treintañero que empezó a pisar sets de grabación siendo un niño y participó de la primera película de terror española rodada en 3D -XP3D-, ha confesado que su gran afán es lograr continuidad en su carrera. “Eres consciente de que va a haber picos más altos o más bajos pero, más o menos, te vas a mantener y es lo que busco”, dijo en diálogo con Cadenaser a los 23 años.
Esa premisa ha estado siempre. Y no cesa. Hoy, con 31 años, puede decir que está cumpliendo el sueño de ese niño que se imaginó tantas veces arriba de un escenario o encandilado con los flashes.
Reconoce que el éxito lo cambió. Pasó de ser abierto y extrovertido a agachar la cabeza: “No quería potenciar las inseguridades de los demás”, confesó. Ese sabor agridulce le duró un tiempo, hasta que se tomó un avión a Australia, recapacitó en soledad tres meses y cambió el chip.
Llevar la mitad de su vida frente a cámaras lo llena de satisfacción: “Para mí es un orgullo haber conseguido hacerme un huequito, ¿sabes? Que de alguna manera, casi todo el mundo pueda decirme, ‘he visto algo de tu trabajo’. Porque he intentado, además, buscar esos personajes que, al final, me acompañan siempre y que han construido una carrera muy concreta, que la puedas reconocer”.
Detrás de la cara bonita
Jamás reniega de su mote de galán. Al contrario, Maxi Iglesias asegura que ser guapo ha sido un plus en su carrera. El físico le ha jugado a favor, aunque también es un arma de doble filo: pueden menospreciar tu arte. “Me aporta mucho más de lo que me quita. Y no pienso parar. Soy la persona más feliz del mundo cuando salgo del gimnasio, porque al final somos animales y tenemos un cuerpo al que hay que dar de comer... ¿Qué voy a hacer? ¿Dejo de cuidarme para que crean que soy mejor actor? No, por Dios”, confesó en diálogo con Lifestyle Magazine. No descartaría un personaje por tener que engordar o adelgazar. Eso sí, lo asumiría como un proyecto más. “No porque diga así me van a tomar en serio”, anota.
Este hombre que disfruta de practicar deportes al aire (correr en la montaña, andar en bici, o hacer surf) no se cansa de encarnar galanes “si estos tienen problemas distintos o van acompañados de otros elementos o situaciones”.