Mecánico de autos, un oficio delicado

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Mecánico Daniel Amarelle

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Encontrar un mecánico de autos de confianza no es tarea fácil. Se podrá googlear, pero nada supera la recomendación personal.

Padre e hijo conversaban sobre autos. El padre quería cambiar su bastante destartalada camioneta Chevette, que le estaba dando un problema tras otro, y que iba de un taller a otro. Pero no estaba seguro qué nuevo vehículo comprar. No quería uno “chino”, a pesar de que el hijo le intentaba explicar que la nacionalidad de un producto no aseguraba nada. La discusión seguía y no iba a ninguna parte.

Hasta que al más joven se le ocurrió: “¿Por qué no le preguntás a un mecánico?”, le sugirió. “¿A cuál?”, preguntó el progenitor. Y ahí surgió el verdadero dilema. ¿Cómo encontrar a un mecánico que sea tanto idóneo como confiable? No es fácil. Al final, el padre le preguntó a un vecino. Este le contó que tenía al mismo mecánico desde hace más de 20 años. Para mucha gente, el auto es como el pelo: solo alguien de mucha confianza, construida a lo largo de los años, está habilitado para tocarlo.

Es que el auto no es solo una de las más inversiones (o gasto) más importantes que uno hace en la vida. Cuando además se incorpora a las rutinas diarias, la presencia del auto se hace casi imprescindible. Uno se olvida, como por arte de magia, que durante varios años se las arregló perfectamente sin él. Lo cierto es que cuando entra en la vida, el auto se torna casi un socio, un compañero al que hay que cuidar y mimar para que no nos vaya a fallar cuando más lo necesitamos.

Luego de la compra de un auto de marca europea (pero fabricado en Brasil) el padre se reencontró con el hijo y le mostró la nueva adquisición. Además, le contó al hijo que el mecánico del vecino le había dado una gran mano con el asesoramiento y que, de ahora en adelante, iba a contratarlo cuando lo necesitara. Claro, luego de agotar todos las condiciones que otorgaba la garantía (en ese caso, dos servicios de mantenimiento a precio reducido).

“Es lo que ocurre. Cuando un cliente compra un cero kilómetro, desaparece por un tiempo por el tema de la garantía. Pero, por lo general, si hubo una relación antes, vuelven”, dice Daniel Amarelle (foto), que tiene un taller mecánico en el barrio Unión desde hace 31 años. Él se formó con su padre, viéndolo trabajar y aprendiendo. Ahora, junto con su hermano, dirigen y gestionan un taller que definen como “chico” o “mediano”, según el día.

“La mayor parte de la gente llega a mí por recomendación de otros. En la gran mayoría de los casos es así. No tengo una presencia en internet y antes me llegaban algunos por las Páginas Amarillas, pero como ya casi nadie consulta la guía telefónica, eso se terminó”, cuenta Amarelle y agrega que su cliente más fiel lleva el auto desde hace más de 20 años.

Tips

El mecánico Daniel Amarelle recomienda tener en cuenta que un auto cero kilómetro, con un uso normal (o sea, no profesional), tiene un período de cinco o seis años de funcionamiento sin dar problemas. Luego, dice, hay que empezar a pensar en un cambio si esto está dentro de las posibilidades. Si un cambio a otro auto nuevo no es posible, lo mejor es seguir las recomendaciones del mecánico de confianza y hacer mantenimientos regulares del auto aunque el mismo no presente problemas visibles o audibles.

Amarelle tiene más de 60 años pero, incluso en el caso de mecánicos más jóvenes que saben moverse en internet, el valor de una recomendación personal es ley. “Las redes te dan una presencia y una difusión, pero la mayoría de los clientes nos siguen llegando por el boca a boca, sobre todo los mayores de 50 años”, cuenta Mattías Lorenzetti, tercera generación de mecánicos. Es que la recomendación de alguien es una situación en la que tanto el que recomienda como el que es recomendado se juegan mucho. La reputación y la confianza pueden perderse muy rápido.

Al respecto, Lorenzetti amplía: “Nuestro rubro es un poco como el de los albañiles: delicado. Un auto puede llegar a valer US$ 50.000. ¿En manos de quién vas a dejar algo que costó tanto? Tiene que haber una confianza”. Para él, cuando alguien llega a su taller por recomendación de un amigo o pariente, sabe que está en juego la confianza de quien recomendó el taller al potencial nuevo cliente, su propia reputación como mecánico y el renombre de su taller. “Yo trabajo con mi apellido, que, además, es uno medio peculiar, no es tan común como ‘Rodríguez’. El taller no tiene un nombre de fantasía. O sea, cuando alguien llega recomendado no solo el que hizo la recomendación se la juega. Yo también me la juego, y también el renombre que se construyó durante tres generaciones”. Lorenzetti no lo dice pero bien podría haberlo dicho: no es changa ser mecánico.

Pasa, por supuesto, que uno se topa con chantas en el camino. Pero a veces ni siquiera es necesario atravesar una mala experiencia para desconfiar del mecánico y empezar a buscar alternativas. Franco, por ejemplo, estuvo años ahorrando para comprarse un cero kilómetro. Mientras ahorraba, conducía un auto “más viejo que el agujero del mate”, que lo dejaba a pie un día sí y otro también. Cuando se compró el nuevo auto, los dos primeros años lo llevó a la concesionaria. Pero tras esos dos mantenimientos, la tarifa de la concesionaria aumentó tanto que empezó a buscar un taller que pudiera hacerle el mantenimiento. Encontró uno, claro, por la recomendación de un amigo, que se había comprado un auto usado con ayuda del mecánico que ni siquiera tenía taller: atendía en su casa.

Se lo entregó para un servicio mantenimiento y el precio no estaba nada mal en comparación con lo que le pedían en la concesionaria. Pero recuerda que le pidió al mecánico que arreglara un detallecito en la computadora a bordo. “Y no lo hizo. No me afecta para manejar, pero igual te deja un gustito amargo. Le pedís algo a alguien, te dice que sí y no lo hace”.

Como no quería sentirse excesivamente quisquilloso, volvió a confiar en el mismo mecánico al año siguiente. El auto había andado bien, sin problemas. “Lo importante lo cumplió”, pensó Franco. Cuando se lo dejó por segunda vez, le volvió a pedir lo mismo, recordándole que se lo había pedido el año pasado. Otra vez, ese detalle fue olvidado por el profesional. “Ahí fui cuando supe que no se lo iba a llevar más. Todo bien, pero si no da bola a tus pedidos...”

Amarelle sabe de qué le hablan cuando Revista Domingo le cuenta la anécdota. “Que el cliente se vaya contento. Esa es nuestra meta cuando terminamos un trabajo. No es seguro que nos ganemos otro cliente si luego esa persona nos recomienda. Puede pasar que a través de esa recomendación nos llegue uno o más clientes. Pero puede que no pase nada, también. Lo que es completamente seguro es que si habla mal de nuestro taller, el que lo escuche no va a venir. Por eso siempre tratamos de se vayan con la sensación de que le cumplimos”.

Carlos Stagnaro es presidente desde hace varios años del Centro de Talleres Mecánicos de Automóviles (CTMA). No es mecánico, sino que hace chapa y pintura en su propio taller. “La relación que uno establece con su mecánico es de fidelidad”, dice tal vez sin darse cuenta de que podría haber dicho lo mismo de un matrimonio. “Lo que trasciende, por desgracia, es lo otro: los casos en los que un mecánico no hizo lo que prometió o empeoró algo que funcionaba bien”.

Asociados

El Centro de Talleres Mecánicos de Automóviles tiene 97 años de existencia y cuenta con 290 talleres mecánicos asociados, en todo el país. Además, dice que el CTMA tiene un código de ética al que sus socios se han comprometido a seguir.

Y la fidelidad es un valor imperecedero: “Yo me acuerdo que al taller de mis padres —tengo 68 años así que estoy hablando de algo que ocurría hace muchos años— llegaban clientes que le dejaban el auto cuando se iban de viaje. A veces incluso dejaban vehículo y dinero, para que mi padre le pusiera nafta y fuera a ‘ablandar’ el auto a la ruta”. A él le pasa lo mismo ahora: “Sí, por suerte sí. Me traen el auto cuando se van de viaje y me dejan las llaves de su garage para que yo se los lleve cuando termino”, cuenta con orgullo y agrega que ahora el CTMA se encargará del mantenimiento y los arreglos en la flota de autos de UTE, además que siguen dando cursos de mecánica en el Instituto de Formación Profesional (Inefop).

Entonces, a la hora de comprar un auto -nuevo o usado- se necesita no solo contar con el dinero. También es ideal hacer una ronda de consultas entre amigos, conocidos y familiares que ya tienen autos para que compartan sus experiencias. Aunque la concesionaria durante un par de años se encargue del cero kilómetro, es probable que llegue el momento de recurrir al taller de barrio para que este contribuya a alargar la vida útil de ese nuevo integrante de la familia, que sirve para llevar a los hijos a la escuela o liceo, salir a pasear o trabajar.

En realidad, el nuevo integrante de la familia es el mecánico (o la mecánica, claro), que tiene que encargarse de que ese vehículo funcione a toda hora y que, a la hora de cambiarlo, siga siendo una buena opción para quien lo quiera comprar.

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