NOMBRES
Desde hace cinco años Maria Grazia Chiuri está en Dior. En una marca clásica, ella imparte su sello de italiana y feminista, sin olvidar la historia.
La imagen se repite: María Grazia Chiuri —con su pelo rubio casi gris, la tez fina, sonrisa medida, manos cargadas de anillos— aparece cada tantos meses y habla de flores y pueblos, o de rebeldías, viajes, historias y todo lo que converge en una tela cuando se convierte en un diseño de Dior. Ser la directora creativa de una marca de lujo tan importante requiere creatividad, sí, pero también suficiente diplomacia para saber venderse ante los ojos de cuervos que esperan ansiosos al próximo éxito o fracaso de las grifas máximas.
La imagen se repite desde hace unos cinco años. Entonces 2016, María Grazia se convirtió en la primera mujer al mando de Dior. Luego de Christian Dior, el fundador en 1946, la marca francesa fue presidida por cinco hombres. Desde que ocupa ese lugar, la italiana de 56 años nacida en Roma deja algo bien en claro: hay respeto por la historia, pero también la necesidad de que se note, no solo su sello, sino la época en la que vivimos.
Para María Grazia se terminó el tiempo en el que la alta costura era algo descolgado de la realidad. Con críticas de las buenas y las malas, lo viene logrando.
Era consciente, al momento de aceptar el puesto, del “peligro” que corría su carrera, porque podía o maravillar al mundo o hundirse en el fondo de los diseñadores fallidos.
Feminismo
“Desde el primer momento me dijeron que uno de los principales valores de Dior que querían transmitir era que se trataba de una marca femenina. Les respondí que, si teníamos que hablar de femineidad, debíamos hacerlo desde una perspectiva diferente a la de los códigos del creador de la casa-desarrollados en 1946-, y que, además, me permitiera expresar mi punto de vista. Porque para mí era imposible trabajar con unas referencias tan lejanas”.
En una entrevista con El País Semanal (España), María Grazia explica que lo que le importa es actualizar la marca y entender que la moda ya no es un mundo de pura belleza inalcanzable. Que hoy la moda es una herramienta política más, que el discurso importa, que el mensaje no se ciñe a un grupo minúsculo que puede pagar por tal o cual obra de arte textil, sino que llega más y más allá. Hoy, el que no paga una prenda de Dior, igualmente llega por redes sociales o alfombras rojas al mensaje.
A Harper’s Bazaar añade que hay un detalle muy importante en todo este asunto. Antes la feminidad de la marca la definían hombres; hoy le toca a ella, una mujer. Y así y todo, ella no quiere definir: “Lo que jamás haré es tratar de imponer un único punto de vista. No hay que ser de una única manera o de una determinada forma. Esa es la idea equivocada de feminidad y de feminismo”.
Dice María Grazia que parte de lo que es, de lo que piensa, de lo que le importa viene por su ciudad de origen. Nació en Roma en 1964 y allí creció viendo a su entorno y al más allá. Madre modista, padre militar y la convivencia con cinco hermanas, por un lado. Una familia que describe como poco convencional para la época, completamente inundada por el fervor de los años 70 donde se redefinía la figura femenina.
Por el otro, “Roma, una ciudad preciosa, pero llena de contradicciones”.
Y es, Maria Grazia, terrenal: de las que un día están llamando al médico en Italia para sacar hora para su madre y al otro pensando cómo hacer que la moda deje de ser algo meramente de escaparate. “Igual es que soy un poco romántica, pero creo que en estos tiempos tan convulsos tenemos que volver a entender la creatividad de un modo sencillo. Hacer un vestido, unos zapatos bellos”.
La pasión
Su vocación podría venir de su madre, del oficio de la máquina de coser. Pero no. Vino, parece, de su adolescencia en Roma, de recorrer las calles buscando esas tiendas vintage que ahora son una moda, pero entonces eran un tesoro. Le gustaba la ropa con personalidad, con historia, con fuerza y allá iba a la caza de prendas que merecían una segunda vida. Después vinieron sus años de estudio en el Instituto Europeo de Diseño. Por lo demás, mantiene en su vida la misma discreción medida que se transmite cada vez que habla. Es tímida y le gusta pasar desapercibida, pero algo (talento, creatividad, carisma) la llevó a que ya desde muy jovencita trabajara en una marca de lujo como Fendi.
Y no, nunca se hubiera imaginado que terminaría por ser la directora creativa de Dior. Peor lo aprovecha.
“No elegí dedicarme a la moda, nací dentro de ella”, responde a El Mundo. “Cuando mi madre era muy joven abrió un taller de costura, obligada a ganarse la vida. Mi abuelo había muerto en la guerra y mi abuela tenía que criar sola a cinco hijos. Entonces, los chicos iban a la escuela y las chicas aprendían un oficio. Si hubiera podido elegir, ella habría querido estudiar. Por eso se empeñó a toda costa en que yo lo hiciese”.
Tenía 25 años cuando ingresó al área de accesorios de Fendi. Allí estuvo por una década y conoció a Pieparolo Piccioli, su compañero de trabajo eterno. Juntos se pasaron a Valentino para encargarse de los accesorios y luego, desde 2008, convertirse en los directores creativos que, dice la crítica, le devolvieron el esplendor a la marca italiana.
De sus primeros años en la moda suele recordar la libertad para los viajes, la búsqueda de la autenticidad. “Cuando era joven iba con Fendi a visitar a los fabricantes de la Toscana. Siempre eran empresas familiares y creo que esas relaciones humanas se reflejan finalmente en el producto. Pero cuando llegas a mi posición es un poco más difícil seguir haciéndolo”.
Una de sus últimas colecciones crucero, en un retorno a la región italiana de Apulia, donde nació su padre, es parte de esa búsqueda. “Me gustan las ciudades-museo”, dice a El Mundo. La otra inspiración la suele encontrar en las artes: el canto lírico y la danza clásica, sobre todo. Lo que hace Maria Grazia es mirar, abrir los ojos, dejarse embelesar por su entorno, por el mundo, y entonces sí, crear.
Lo que viene después es el instinto. No hay tanta reflexión ni meditación, algo de lo que habló con El País Semanal: “No puedes planear la creatividad. Se construye día a día, pero lo más importante es mantener una visión clara a largo plazo para la marca. Y para alimentarla, en mi caso, resulta fundamental establecer un diálogo con otras mujeres, colaborar con artistas -escritoras, bailarinas, fotógrafas-, porque en cierta forma su trabajo gira entorno al cuerpo de la mujer y, al final, eso es de lo que hablamos todos”.
Porque sí, está muy marcada en ella la necesidad del equipo y la valoración del aporte de los más jóvenes, una enseñanza que le dejaron las hermanas Fendi. “Me rodearon de amabilidad y de generosidad, escuchaban mis propuestas aunque no tenía experiencia. Yo adopto la misma actitud. No se consigue nada en solitario. Me gusta el trabajo en equipo, el ping pong de ideas”.
Faltan cinco meses para terminar el 2020. En la histórica ciudad de Lecce, las luces y la música de una orquesta en vivo suenan a un más allá. Mujeres en vestidos largos de colores tierra, hueso, verdes, grises, negros, blancos se paran inmóviles por todo el lugar. En una esquina, por un instante, se la ve a ella, Madame Dior, de pie, vestido negro hasta el piso, aplaudiendo y abrazando a los suyos. Ese es su retorno al diseño en tiempos de coronavirus y María Grazia, la que se planteó el desafío de dirigir una marca como Dior, demuestra una vez más que está a la altura.
El vínculo con Pieparolo Piccioli
María Grazia conoció a Pieparolo Piccioli en Fendi. Más adelante, se presentaron juntos con un proyecto para dirigir el área de accesorios de la marca Valentino, por entonces incipiente. En 2008, asumieron la dirección creativa de la marca y juntos se convirtieron en un bastión importante en la moda, sobre todo porque le devolvieron la relevancia a una empresa que estaba en caída. Ahora, Pierparolo sigue al mando de Valentino, como único director creativo. Su intención, desde entonces, es realzar la conexión de la creatividad y lo humano.