NOMBRES
La cantante y actriz acaba de sacar un disco en vivo en donde repasa las distintas facetas musicales por las que ha atravesado.
Lo más o menos esperable para Miley Cyrus, teniendo en cuenta que es la hija de una superestrella de la música country, es que siguiera en el camino que abrió el padre, Billy Ray Cyrus, y desarrollara su propia obra musical en ese estilo. La manzana, el árbol y todo eso. Además, por si fuera poco, otra superestrella de la música country, Dolly Parton, es su madrina. Pero lo primero que se supo de ella fue como actriz en la serie de Disney Hannah Montana, donde interpreta a una adolescente que mantiene una doble vida: de noche es una estrella de música pop, de día una estudiante liceal más.
Las canciones que grabó como personaje para los discos que se publicaron como parte de la serie, son acorde a una producción de la empresa de entretenimiento más grande del mundo: aptas para todo público. Nada de cosas raras que puedan ofender a alguien en las letras. Y nada de sonidos o arreglos que puedan resultar extraños o desafiantes. El arte y sus condiciones son para los artistas. Acá lo que importa es el entretenimiento. Cuanto más grande el común denominador, mejor.
Indefectiblemente (o casi) cuando se trata de quienes dan el salto hacia la fama como niños o adolescentes, Cyrus quiso despegarse de esa imagen wholesome (sano, saludable, integral) que proyecta Disney. Lo hizo de a poco, como tímidamente. El primer disco que sacó para cantar como Cyrus y no como el personaje de la serie fue uno que formaba parte de un álbum doble: uno tenía canciones del personaje Hannah Montana. El segundo, era el de ella. Y seguía contractualmente siendo parte de la empresa, ya que su sello discográfico era subsidiario de la compañía madre. Casi que está de más decir que desde que empezó a sacar discos hizo vagones de guita, tanto ella como las empresas que apostaron por ella.
En 2013, publicó el primer disco fuera de Disney: Bangerz. El título del trabajo declaraba las intenciones musicales de Cyrus. Bangers es sinónimo de hits (éxitos) y la deformación ortográfica le daba a todo el asunto una faceta pretendidamente “callejera”. En el videoclip para el primer adelanto del álbum —para la canción Wrecking ball— se la ve por momentos desnuda, aunque nada demasiado jugado, siempre está de perfil y tapándose los senos con los brazos, montada en una bola gigante de metal, de esas que se usan para demoler edificios.
Algunos de sus fans de la época de Disney pueden haberse sentido “traicionados”, pero es improbable. En los últimos tiempos, el fandom es realmente incondicional y el objeto de adoración puede hacer casi que cualquier cosa. Haga lo que haga el fandom le va a encontrar la vuelta para seguir adorando. Lo cual es paradójico porque ese fenómeno —el del fandom— coincide con el de la cultura de la cancelación, pero ese es tema para otra nota. La canción fue otro de los tantos éxitos de Cyrus, obvio, con millones en ventas y reproducciones.
De esa época es el supuesto escándalo en la ceremonia de entrega de premios MTV, cuando ella y el ahora cancelado Robin Thicke (el de Blurred Lines) actuaron juntos. Ella, con muy poca ropa, se refregaba contra Thicke en poses sexuales. Lo de “supuesto” viene a cuento porque más que escándalo fue un momento de vergüenza ajena. No más que eso. Si uno va al video de la actuación y lee los comentarios, ve que la mayoría de ellos admiten la vergüenza ajena, pero como dice uno: “Ella estaba tratando de encontrarse a sí misma y quería salir del molde Disney”.
De todas maneras, Bangerz es un álbum con varios buenos momentos. El equipo de compositores y productores que Cyrus y su equipo convocaron para la tarea tuvieron varios aciertos (Adore, We Can’t Stop, My Darlin’) y logró el objetivo de redondear una imagen pública lejos del ya mencionado estilo wholesome. Y también volvió a mostrar, por si alguien se había olvidado, que ella es una muy buena cantante cuando deja de lado algunas afectaciones propias de un personaje.
El próximo paso musical de Cyrus fue bastante más interesante, en parte por lo inesperado. En vez de hacer Bangerz II y seguir en la senda pop con condimentos de hip hop, se juntó con la banda de rock psicodélico The Flaming Lips y grabó un disco que definitivamente desconcertó a propios y extraños. En vez de canciones con ganas de ser éxitos, Miley Cyrus & Her Dead Petz (o sea, “M.C. y Sus Mascotaz Muertas”) es un viaje signado por melodías curiosas y sonidos raros, bastante más cercano al arte que el entretenimiento. Es un álbum largo (con 23 composiciones) que cuesta escuchar de un tirón, pero con momentos realmente sorprendentes, en el sentido positivo de la palabra. Ahí, también, ella empieza a estrenar su voz más ronca y nasal. Su voz más adulta, digamos.
Fue, también, el disco menos exitoso de su trayectoria, comercialmente hablando. Porque hasta el fandom tiene sus límites: “Todo bien con el papelón de twerkear con Robin Thicke en el escenario, pero no me vengas con esa música que parece hecha para que otros músicos y críticos te elogien”, fue el mensaje de sus seguidores.
Miley Cyrus & Her Dead Petz puede verse como el disco mojón, el que de alguna manera la liberó del peso de las expectativas de sus fans. Con ese antecedente, puede que Cyrus se haya sentido habilitada para seguir sacando discos que no necesariamente tuvieran en cuenta lo que había hecho antes. A diferencia de Bangerz, donde ella no está casi acreditada en la composición y producción, en ese álbum su apellido está tanto en un rubro como el otro.
Finalmente, tras una década de visitar distintos dominios musicales, Cyrus “volvió a casa”. Con el álbum Younger Now, la hija de la superestrella de la música country se animó a mostrarse en el terreno de su padre e incluso metió a su madrina como cantante invitada en una de las canciones. Pero tampoco es que sea un trabajo “full country”. Los violines y los banjos no son precisamente los instrumentos predominantes. Tal vez Cyrus sea demasiado pop para una metamorfosis radical. Tal vez quiso evitar las siempre odiosas comparaciones.
Lo cierto es que Younger now es el primer disco de Cyrus en el que no hay una legión de colaboradores en distintos rubros. Todo el disco es un asunto de dos personas: Cyrus y el compositor y productor Oren Yoel, quien viene del hip hop y había trabajado con ella tanto en Bangerz como en Miley Cyrus & Her Dead Petz.
El disco también es, en cierta manera, una reconciliación con el personaje Hannah Montana, del que Cyrus se había separado en términos que no eran los mejores. En una entrevista para la radio pública estadounidense, Cyrus dijo que ella ya no tenía miedo de quien había sido. “Soy feliz siendo quien soy, en vez de distanciarme de eso. Pero huir de quien uno es cuando se está madurando es normal, porque estás tratando de descubrir qué partes de tí te gustan y en cuáles tenés que trabajar”.
Cuando todo el ciclo Younger Now terminó, Cyrus se despidió del country, del sello discográfico en el cual había estado y puso al rock en la mira. Ya tenía cierto camino recorrido y su voz había adquirido un color un poco más “reventado”. El año pasado publicó el disco Plastic Hearts donde plasmó esa faceta. La tapa parece la de un disco punk, pero por más que haya solos de guitarra distorsionada e invitados como Joan Jett y Billy Idol, no hay que sacar conclusiones tajantes. Así como Younger Now no fue un disco full country, Plastic Hearts no es un disco decididamente rockero. El mero hecho de que lo haya titulado “Corazones de plástico” lo confirma. Si había algo en las antípodas del punk, eso era el artificio. Ella, como buena y decidida estrella pop, lo abraza.
Este año sacó su primer álbum en vivo —Attention: Miley Live— una divertida mescolanza de diferentes épocas de su trayectoria. En un momento se dirige al público: “Les agradezco que todos los que vinieron al concierto de Green Day y llegaron un poco antes para ver qué es lo que hago. Si no me conocen, les cuento. Creo que mucha gente, cuando piensa en mí, piensa en alguien que si bien ha hecho un millón de cosas diferentes, siempre es honesta respecto al momento en el cual se encuentra. En los últimos 15 años he tenido muchas identidades diferentes (...) y espero poder seguir probando distintas identidades durante el resto de mi vida”.