ARQUITECTURA
Con casi 100 años de historia, el edificio construido por Luis Barolo y Mario Palanti sorprende con sus símbolos y anécdotas; una visita imprescindible en el corazón del microcentro porteño
Avenida de Mayo al 1300. La mole de hormigón que se erige es familiar. Con menos pisos pero igualmente inclasificable. Es el Palacio Barolo, mellizo del Salvo. “Dos torres de Hércules” como las definió Miqueas Thärigen, bisnieto de uno de los primeros inquilinos. Es monumento histórico de la ciudad de Buenos Aires y fue construido por el empresario textil italiano Luis Barolo y el arquitecto Mario Palanti. Se inauguró en 1923 como el edificio más alto de Sudamérica, inspirado en la Divina Comedia.
Cien metros de altura por los 100 cantos de la obra de Dante Alighieri. Veintidós pisos por las 22 estrofas que tiene cada uno. Once ventanas por piso por las 11 sílabas de cada verso. Una planta baja y dos subsuelos recargados de símbolos que representan al infierno y la pesadez del espíritu. Catorce pisos para el purgatorio que van despojándose de decoración, expiando pecados. Ocho para llegar al paraíso. Un edificio que es mito y que es arte y que puede ser visitado como lo hizo Revista Domingo.
Un mausoleo para Dante.
Barolo y Palanti tenían una idea que no pudieron concretar: que el edificio fuera el mausoleo de Dante. Finalizada la Primera Guerra Mundial, empresario y arquitecto temían que las cenizas del poeta corrieran peligro y solicitaron su envío desde Ravenna (Italia) a Buenos Aires. Nunca recibieron respuesta. O eso se cree.
Este revés es parte de otro hecho curioso. En el vestíbulo -parte del infierno- hay una escultura que se debe tocar para tener suerte. En ella se ve al poeta moribundo sobre el lomo de un cóndor que lo llevará hasta el paraíso. La original, esculpida por Palanti en Italia en 1919, había sido pensada para resguardar las cenizas. Por alguna razón la pieza de bronce de 2 metros de ancho por 1,50 metros de alto terminó expuesta en un jardín a la vista en Mar del Plata. En 2001 alguien la rebanó (¿buscaba las cenizas?). De esta solo queda el basamento y las patas del ave que recuperaron los hermanos Thärigen -difusores culturales del Barolo- años después en un anticuario y que ahora está vigilada por cámaras en una oficina que funciona como museo en el piso 7.
Otro sueño de Palanti que Miqueas dice que concretaron casi un siglo después es el salón de té (recomendadísimo) en el piso 16. El Palacio Barolo fue concebido como un edificio de oficinas (hoy hay 260 en las que trabajan unas 700 personas de lunes a viernes) y, si bien el salón y las terrazas estaban contemplados en los planos originales, se dividió el espacio para más apartamentos.
La ascensión.
El poeta estaba perdido en medio de una selva oscura. Lo asediaban tres animales simbólicos: un leopardo, un león y una loba. El alma de Virgilio acude en su auxilio y le hace saber que su amada Beatriz le ha encomendado llevarlo hasta las puertas del paraíso. Para eso deberán cruzar el infierno y el purgatorio.
En el Palacio Barolo, la visita comienza en el vestíbulo, la entrada al infierno. Desde las molduras y lámparas nos vigilan serpientes, cóndores y dragones. Las flores del piso se encienden desde el subsuelo porque allí está el fuego que escarmentará a los impíos. Nueve bóvedas por cada círculo infernal (la central se eleva hasta el quinto piso). Nuestro Virgilio es Nicolás y describe todo: lo que representa al azufre, al mercurio, al bien, al mal.
De la planta baja se sube al cuarto piso y luego al 14, el último del purgatorio. Aquí no hay decoraciones y hay mucha más luz natural. Quien ha subido desde el infierno y atravesado cada cornisa correspondiente a cada pecado capital (uno cada dos pisos) está ahora ante las puertas del paraíso. La purificación ha sido casi total pero todavía falta el último sacrificio: subir seis pisos por unas escaleras demasiado angostas hasta los balcones de la cúpula y luego dos pisos más para acceder al faro.
Esos ocho pisos, además, representan a ocho esferas del cielo: la Luna, Mercurio (los ambiciosos), Venus (los amantes), el Sol (los sabios), Marte (los guerreros de la fe), Júpiter (los buenos gobernantes), Saturno (los contemplativos), estrellas fijas (fe, esperanza y amor) y el Primer Móvil (la morada de los ángeles).
El guía explica que la cúpula del paraíso está inspirada en el templo hindú Rajarani Bhubaneshvar (siglo XII), dedicado a deidades del amor y, por lo tanto, al amor entre Dante y Beatriz. En la vida, Beatriz Portinari nunca le dio una oportunidad al poeta florentino, pero en la Divina Comedia es quien lo conduce hacia la redención.
“El arquitecto representó este amor platónico en la cúpula inspirada en el templo hindú”, dice al público. Por lo menos aquí, a miles de kilómetros de Florencia y siglos después, Dante conquista su corazón.
La vista de los balcones es espectacular. Y desde el faro se repite con el agregado que se ve la Casa Rosada. Dos recorridos de 360 grados de Buenos Aires a 100 metros de altura porque hay 100 cantos en la Divina Comedia. También se aprecia el Congreso, los rascacielos de Puerto Madero, el Río de la Plata, el Delta y, a lo lejos, Quilmes y Avellaneda.
Desde el Primer Móvil, Dante asciende al Empíreo, que es la morada de Dios. Allí es envuelto por una luz. En el edificio está el faro como representante de la luz divina, al tiempo que es el ojo que todo lo ve de la simbología masónica.
En la visita se puede descansar unos minutos para recobrar el aliento de la subida para luego perderlo con las vistas. Pero habrá que cerrar los ojos un momento porque el faro se enciende y es demasiado potente. En realidad, nunca funcionó como aviso costero porque está a 40 cuadras de la costa. En 1923 ocurrió la anécdota que relata Miqueas Thärigen a Revista Domingo. El faro debía dar el resultado de la pelea que disputaban Jack Dempsey y Luis Ángel Firpo en Nueva York. “El estadounidense cae del ring y se prende de verde. Todos los argentinos contentos. Pero volvió a subir y noquea a Firpo y se tuvo que prender de rojo”.
El proyecto de Mario Palanti era que el Barolo y el Salvo -construido cinco años después- formaran “un puente de luz” entre los dos edificios y las dos ciudades en señal de bienvenida a los inmigrantes que llegaban al Río de la Plata. “Quería que se comunicara con su tocayo el Salvo. Eran las dos torres de Hércules, los dos edificios más altos de Sudamérica”, dice Miqueas. Pero se olvidó de un detalle: la curvatura de la Tierra no lo iba a hacer posible. Nicolás, el guía, remata la historia: “Quedó cancelado como el amor de Dante y Beatriz”.
Los misterios.
La visita dura más de una hora y media y deja con ganas de saber más. ¿Qué fue de Barolo? Falleció en 1922 sin haber visto terminado su palacio. Unos dicen que se suicidó al no concretar su sueño de traer las cenizas de Dante; otros dicen que lo envenenó Palanti para robarse los planos y venir a construir el Salvo a Montevideo. Lo que se sabe es que el arquitecto siguió con su idea de hacerle un mausoleo al poeta y que se lo propuso al propio Benito Mussolini, que diseñó un submarino y que luego hizo el Edificio Chrysler o Palacio Autódromo, ubicado en Figueroa Alcorta y Ortiz de Ocampo, que también tuvo su toque de locura: una pista para probar autos en la terraza.
Miqueas cuenta: “La cultura salvó al Barolo. Queremos que renazca después de 100 años como monumento histórico y cultural. Queremos que sea un icono de Buenos Aires como el Salvo lo es de Montevideo”. Todos los meses hay espectáculos gratuitos en planta baja; hay visitas diurnas, nocturnas y temáticas (a partir de 3.100 pesos argentinos en palaciobarolotours.com.ar).
Y hay más mitos que lo mantienen vivo. Hay uno que dice que aquel que ascienda los 100 metros los primeros días de junio a las 19:45 vera cómo cada estrella de la Cruz del Sur brilla solo para él. Y tal vez se le abran las puertas del paraíso.
Un faro iluminado de rosa.
El Faro del histórico Palacio Barolo se iluminará de color rosa durante todas las noches de octubre para concientizar en la prevención del cáncer de mama. Asimismo, en el marco del ciclo cultural “Eventos del Centenario” organizado por la Fundación “Los Amigos del Palacio Barolo”, el 6 de octubre se presentará el coro Ensayo Coral de Avellaneda, dirigido por el maestro Esteban Tozzi, con entrada libre y gratuita.
Miqueas Thärigen es médico mastólogo y junto a su hermano Tomás llevan adelante las tareas de Difusión Cultural del Palacio y del Rooftop “Salón 1923” ubicado en el piso 16 del mismo edificio. Comentó que “a casi 100 años de su construcción, deseamos que la luz rosa del Faro del Bicentenario se use para concientizar a todas las ciudadanas a que se hagan los controles necesarios para prevenir o detectar precozmente el cáncer de mama”.