Montevideo hostil: las formas de excluir a las personas de espacios públicos y privados

El fenómeno avanza en Uruguay y comprende desde la arquitectura hasta el diseño del mobiliario urbano.

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Arquitectura hostil en Montevideo. Fotos: Andrés López Reilly.

Por Andrés López Reilly

Rejas, alambres de púas y cercas electrificadas forman parte del paisaje urbano desde hace mucho tiempo. Afean las ciudades, pero son la respuesta frente al aumento de la inseguridad, contra la que el ciudadano se defiende como puede. Pero no todas estas barreras están pensadas para enfrentar el delito. Pensemos en otras situaciones, como las de indigentes que duermen en los aleros de las casas, o en los bancos de las plazas y bajo los puentes. O en los que se sientan en los muros de una casa simplemente para esperar un ómnibus, o en el escalón de una puerta a conversar, o en un murito a fumar un cigarrillo durante un descanso del trabajo o los estudios. Para estos “okupas” transitorios hay otras respuestas: pinchos metálicos, macetones y esferas de cemento, entre otros, que no dejan colonizar los espacios.

Este fenómeno conocido internacionalmente como “arquitectura hostil” alcanza al diseño del mobiliario urbano: asientos cilíndricos o muy angostos que no permiten acostarse; bancos de plaza individuales o con pasamanos en el medio. Entre los más agresivos que pueden verse en Internet -y que muchas veces han sido retirados por reclamos sociales- se encuentran los “pinchos” o “pirámides” que impiden acostarse debajo de los puentes (ver página siguiente).

Otro caso de diseño hostil que puede verse en Montevideo es el de los refugios peatonales que, siguiendo una tendencia global, son abiertos -y a veces sin bancos- para que las personas en situación de calle no los adopten como propios.

LA REALIDAD SOCIAL. El arquitecto Mariano Arana fue dos veces intendente de Montevideo, ministro de Vivienda y Ordenamiento Territorial, senador y edil departamental. “A veces me pregunto si frente a las dificultades que existen en no pocos sectores del mundo actual no se está exagerando en cuanto a limitar los sitios en los que la gente se queda si no tiene casa propia”, dijo al ser consultado por Revista Domingo.

“Yo he ido a hablar con gente que está durmiendo en la calle, incluso acá a la vuelta de casa. Dicen que no van a los refugios porque no pueden dejar el perro y buscan pretextos. Reconozco que a nadie le gusta estar durmiendo en un sitio que se le impone y entiendo que prefieran dormir bajo algún alero o algún balcón que sobresale, que por lo menos mitigan en algo las dificultades de estar a la intemperie”, agregó.

Por otro lado, Arana consideró que las rejas “no necesariamente” afean una ciudad. “Depende de los diseños y de quiénes las hayan llevado adelante”, anotó. Y que hay diseños de edificios que no pueden alterarse demasiado para eliminar entradas de garajes o balcones sobre la calle: “En los casos en los que los edificios siguen una línea recta paralela a los límites de las veredas, es difícil que pueda tener grandes modificaciones. En otras zonas donde cuentan mucho los espacios libres y por norma se exige que las viviendas comiencen a tantos metros del límite frontal del predio, se generan barrios con características propias, que a unos les gustarán más que a otros”.

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Para evitar que la gente se acueste a dormir.

En un artículo publicado por la Sociedad de Arquitectos del Uruguay (SAU) se hace referencia al tema y se recuerda una fotografía que se viralizó en Brasil en febrero de 2021 del sacerdote Julio Lancellotti destrozando con un mazo las piedras instaladas bajo un paso elevado de San Pablo. Los adoquines tenían como objetivo evitar la presencia de personas en situación de calle en el viaducto de una avenida en la zona Este de la capital paulista.

Algo similar se ha hecho por ejemplo en China, donde se han llegado a colocar pequeñas pirámides de cemento bajo los puentes. La reacción pública ante la instalación de los adoquines en la avenida de San Pablo y el gesto del sacerdote generó que el gobierno municipal retirara las piedras del lugar. Y lo mismo ocurrió con el puente chino.

La SAU compartió algunos fragmentos del artículo O que é arquitectura hostil. E quais suas implicações no Brasil, del medio brasileño Nexo, en el que se habla sobre esta corriente arquitectónica y de diseño urbano. Y recuerda que en el documental Arquitetura da Exclusão (2010), su director Daniel Lima aborda el tema de los muros, visibles e invisibles, en los centros urbanos.

El cortometraje se centra en la favela de Santa Marta, la primera en ser rodeada por muros construidos por el gobierno de Río de Janeiro. Una parte de esta política puede ver cualquier turista que llega a la “ciudad maravillosa”, donde a un lado de la ruta destacan unos delgados paneles, en algunos casos decorados, cuya finalidad es la de “tapar” la pobreza.

El artículo reproducido por la SAU dice que además de la expresión “exclusión arquitectónica”, hay otras denominaciones que tratan de abordar el asunto como “diseño desagradable”, “arquitectura antimendigo” y -la más difundida- “arquitectura hostil”. Este último término (hostile architecture en inglés) se hizo famoso tras la publicación de un reportaje en el diario británico The Guardian en junio de 2014.

En el libro Unpleasant Design, los autores Selena Savic y Gordan Savicic definen el “diseño desagradable” como estructuras que impiden determinados comportamientos y usos del espacio público.

Eduardo Souza y Matheus Pereira, editores del sitio web especializado en arquitectura y urbanismo ArchDaily, dan varios ejemplos de edificios y objetos que pueden “alejar o excluir a personas ‘indeseables’”: vallas eléctricas, alambres de púa, barandillas en el perímetro de plazas y céspedes, bancos públicos con una anchura inferior a la recomendada por las normas ergonómicas, bancos curvados o que incluso asumen geometrías irregulares, lanzas en muros, vigas metálicas en puertas comerciales, piedras en zonas abiertas y -esto si que parece raro- goteo de agua a intervalos.

“Cuando la arquitectura se reviste de formas limitantes -visuales, físicas y sociales- esa arquitectura es hostil”, dice un artículo de la revista académica brasileña Geographies, escrito por Shayenne Barbosa Dias y Cláudio Roberto de Jesus, ambos miembros del programa de posgrado en estudios urbanos y regionales de la Universidad Federal de Río Grande del Norte. Según estos autores, la arquitectura hostil aleja a la gente, pero también retroalimenta la sensación de inseguridad urbana.

FUENTES Y MURALLAS. Arana recordó que la idea de “separar” a las personas de las propiedades, tanto públicas como privadas, está presente desde la Antigüedad: en sus formas más “amigables”, utilizando fuentes o espejos de agua por ejemplo, y en las más ofensivas con murallas e incluso castillos.

“El agua siempre fue un elemento complementario para la arquitectura, en épocas muy diversas, que de pronto la enriquece. No creo que haya términos incontestables para aplaudir o desechar radicalmente algunos de estos elementos presentes en el diseño de las construcciones. Hay castillos enormes y pequeños palacios que de pronto juegan con el agua. Como ocurre con el Palacio de Chambord, ubicado en la región de Loira, en Francia”, explica el exintendente.

Alejandro Fernández, otro arquitecto consultado por Revista Domingo, también se refirió al fenómeno histórico de la arquitectura disuasiva y defensiva: “Todo este tema tiene su razón y origen en la propia condición humana. La arquitectura en la época de las ciudades-Estado y en la Edad Media se caracterizaba por las fortificaciones, que se planificaban en función de la hostilidad que existe en la propia civilización, en la especie humana. La arquitectura militar y defensiva fue durante años preponderante en la definición de las ubicaciones de las ciudades y en la forma en la que se configuraban, pensando en que te podían venir a atacar y en que te tenías que defender”.

El arquitecto recordó el caso de la Gran Muralla China, una obra colosal y una de las estructuras más importantes hechas por el hombre: “Era una construcción defensiva que segregaba a los pueblos del Norte. Si extrapolamos esto al ámbito cotidiano, a nuestra época, y teniendo en cuenta todo el ingrediente de desigualdades sociales, vemos que a veces cada persona intenta resolver a su manera las cosas que el Estado no logra solucionar, poniendo sus propias protecciones. En definitiva, nos defendemos de quienes nos puedan hacer un daño a nuestra integridad o a nuestra propiedad. Siguen siendo consecuencias de la propia condición humana”.

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Pinchos que evitan que la gente se siente en los muros.

El TEMA DE LA SEGURIDAD. Roberto Moraes es un arquitecto vinculado entre otras cosas a la construcción del World Trade Center de Punta del Este y a la Fundación Jazmín, que se dedica a hacer espacios públicos accesibles.

Su casa fue construida por él mismo. Y en el diseño no dejó espacios accesibles desde la calle: colocó una malla metálica muy alta que impide acercarse al garaje y al portón de ingreso. “Eso es por la seguridad”, asegura. Y agrega: “Las condiciones de inseguridad de las ciudades empiezan a modificar los aleros que hacían parte de la composición. En mi caso traté de que no fuera una reja ‘carcelaria’ de barrotes, sino algo que no te cortara la imagen y que te permitiera ver lo de atrás, aunque estableciendo un límite claro entre lo que es mío y lo que es tuyo. Y que me permita moverme con rapidez si estoy entrando en una situación de emergencia”.

Con respecto a los macetones, esferas de cemento, pinchos y otros elementos para evitar la colonización de espacios, indicó: “En general son detalles, donde la escala de la arquitectura no es afectada. Pero sí es afectada la ergonomía, las prestaciones y las proporciones de algunas cosas. ¿Por qué surgen? Porque hay un pedido expreso de alguien. Se hace un diseño de un banco en el que no te podés acostar, por ejemplo, deliberadamente incómodo”.

“Como diseño es bueno porque nosotros hacemos algo que atiende a un pedido. Y que hay que hacerlo bien dentro de un presupuesto. Que en cierta medida no es hostil, puede ser un excelente diseño. Lo que hay que buscar es por qué se pide que eso sea así. En algunos casos el cliente que pide eso es la propia administración que ya ha cambiado bancos muchas veces porque los vandalizan. El tema social está tan complejo que si vos hacés un banco extremadamente cómodo, con un diseño tradicional de plaza, con varillas de madera, es una excelente cama. Aunque también es un excelente banco. Yo siempre defiendo al diseñador, porque el diseño es un momento reflexivo importante de alguien, para hacerlo bien o para hacerlo mal. El diseño sin pensar es un error, que no funciona o se rompe”, agregó Moraes.

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En La Comercial. El dueño se cansó de que se queden bajo su techo.

ELEMENTOS PELIGROSOS. Según el arquitecto, algunas medidas tomadas para “ahuyentar” a las personas pueden ser peligrosas. “Es un tema que me preocupa. La cerca electrificada es un extremo insalubre del asunto. La reglamentación al respecto es bastante laxa y vos la podés poner al alcance de la mano. Hay una cantidad de líneas de tensión que, aunque no sean letales, están al alcance de la mano. Es una violencia extrema. Tienen un cartel, incluso con un calaverita, que dice: ‘No vaya a tocar esto porque le van a pasar cosas feas’. Eso también está instalado y es un paradigma de seguridad”.

Moraes mencionó otro ejemplo potencialmente peligroso que se da, entre muchos otros lados, en la Plazuela José Carré, ubicada cerca de la Facultad de Arquitectura, donde hay una reja de escasa altura para que la gente no pise el pasto. “Allí hay un gran árbol y está la escuela antigua del cartel ‘No pise el césped’, cuando nos dimos cuenta hace muchos años que pisar el césped está bueno. Ese espacio público tiene todos sus canteros rodeados por una baranda de unos 40 centímetros de altura con planchuela de 2 pulgadas por ¼ cortada a 45 grados, con puntas. Teóricamente eso no sirve para eliminar la posibilidad de que te pisen el césped, porque voleás la pierna y chau. Y puede ser muy peligroso para un niño que anda jugando o corriendo atrás de una pelota y se puede caer ahí. Eso no es hostil, es absolutamente inapropiado; peligrosísimo”.

Para finalizar, comentó una anécdota graciosa: “Cerca de casa había un lugar con macetones que pusieron para que la gente no durmiera ahí. Y que ahora cerraron con una reja. El otro día pasé por ahí y había una cantidad de gente mirando hacia adentro. Había una rata, que es un animal muy inteligente, sentada dentro de la reja, porque sabía que ahí no le podían hacer nada. Después se metió en su agujero y se fue. El paradigma de inseguridad humana se transformó en seguridad para otra especie”.

Hasta el papa hizo referencia al fenómeno

En 2019 el papa Francisco denunció el “ensañamiento” y la “arquitectura hostil” contra las personas que se encuentran en situación de calle, en un mensaje divulgado en ocasión de la III Jornada Mundial de los Pobres que se celebró en noviembre de ese año.

“Se ha llegado hasta el punto de teorizar y realizar una arquitectura hostil para deshacerse de su presencia, incluso en las calles, últimos lugares de acogida”, dijo el pontífice.

La jornada dedicada a las personas de menos recursos fue fundada por el papa argentino en 2016, para motivar la reflexión de los católicos en todos los continentes sobre las formas de explotación del hombre y a su vez movilizar a la Iglesia ante este grave fenómeno.

“El papa pide un cambio de mentalidad”, dijo entonces monseñor Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Y agregó: “Es que la Iglesia no puede cerrar los ojos ante ese fenómeno”.

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¿Está en riesgo la democratización del espacio público?

Un artículo publicado por el portal español Arquitectura & Empresa señala que los elementos de segregación en el mobiliario urbano repercuten no solo en las personas sin hogar, sino en el conjunto de la sociedad.

Por una parte, porque las personas sin techo también son una parte de la sociedad, y su invisibilidad manipula nuestra visión de la realidad. Por otra, porque al hostilizar el espacio, la medida aplica para todos. “Las barandillas anti-skate eliminan a los jóvenes que patinan en una plaza, pero también la dejan vacía. Los bancos individuales eliminan a los sin techo que duermen, pero tampoco nos permiten sentarnos a charlar con un grupo de amigos. Las plazas duras sin árboles ni mobiliario urbano impiden los asentamientos en grupos, pero también que la plaza se habite de un modo cómodo. ¿Está por tanto en riesgo la democratización del espacio público?”, se pregunta el artículo de Arquitectura & Empresa. Y cuenta un caso inverso:en Vancouver, Canadá, se han colocado bancos de plaza con una suerte de techo que puede deplegarse por las noches para dormir allí.

En el mismo artículo, se reproduce un informe sobre el tema que fue publicado en 2018 por El País de España, donde se señala que “cuanto más permites que el espacio público sea flexible, más integrador es”. Yexplica el por qué:“Poner barreras a su disfrute aumenta la discriminación y hace que la recuperación de los sin hogar sea cada vez más difícil”.

“Esta segregación, además, corre el peligro de formar guetos en áreas periféricas, y de dificultar progresivamente la reinserción de las personas sin hogar y su seguridad personal. Además, nos convierte a los demás en una sociedad más elitista y hostil, que no quiere ver la ‘cara fea’ de su ciudad”, agrega.

Un aspecto que el artículo destaca como “incoherente” es el hecho de que la arquitectura “defensiva” apela a nuestra reacción de rechazo en base a la sensación de inseguridad y a la suciedad generada por los sin techo, aunque gran parte del ocio nocturno ocasiona muchos más problemas de seguridad, suciedad, desorden público o contaminación sonora.

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