HISTORIAS
Es un sitio que busca visibilizar historias y brindar información útil para todas las mujeres que llegan a vivir a Uruguay.
¿Qué se hace cuando uno se da frente contra una historia que refleja una realidad hostil? ¿Qué se hace cuando esa historia dice que una mujer venezolana se vino a Uruguay y dejó a sus hijos y su esposo en Venezuela, que no los pudo ver durante dos años y que todos los días de su vida, durante ese tiempo, sintió una ansiedad incontrolable? ¿Qué se hace cuando una mujer cubana cuenta que llegó a Uruguay viajando por tierra y que, además de pasar por situaciones de estafas y robos en el camino, una noche tuvo que dormir en el medio de la selva con su bebé de dos años atada a su cuerpo por miedo a que se la robaran? ¿Qué se hace? Quizás, el primer paso sea empezar, justamente, por hacer.
Florencia Barré es realizadora y productora multimedia y además es la directora de Mujeres Migrantes (mujeresmigrantes.uy), un proyecto que surgió de la necesidad de hacer algo tras toparse, trabajando junto a su pareja, Guillermo Schneider, fotógrafo y realizador audiovusual, con esas historias de mujeres que llegaban a Uruguay buscando, casi siempre, nuevas oportunidades.
“Nos acercamos a la realidad migrante y nos pasó que nos conmovió y yo en particular como mujer sentí mucha cercanía a estas historias. Son cosas que te atraviesan, porque estas mujeres te dicen ‘no tengo a nadie a quién recurrir’. Y vos pensás en tu día a día y decís no puede ser, a alguien tenés que tener. Y no, existe gente que en tu país no tiene a nadie”, dice Florencia. “Me caló muy adentro todo eso y empecé a pensar qué pasaba con las mujeres migrantes en Uruguay”.
Y entonces decidió hacer lo que mejor le sale, lo que más sabe: conocer su realidad y contar sus historias. Mientras investigaba se encontró con que las mujeres que llegan a Uruguay y las personas migrantes en general atraviesan, además de las dificultades propias del proceso de encontrarse un país ajeno, algunas barreras que tienen que ver con información básica, que es poco amigable y no está toda centrada en un sitio. Así, surgió Mujeres Migrantes: de unir dos premisas.
La primera tenía que ver con contar las historias de estas mujeres pero también -y sobre todo- de darles un espacio donde su voz fuera el centro: lo único que importara. “Me he dado cuenta que no solo las minorías, no solo la gente que está en situaciones de vulnerabilidad, las personas en general quieren ser vistas, escuchadas. Todos queremos ser un poquito escuchados. Y creo que la virtud de darle el micrófono a alguien que no lo tienen normalmente es decirle tu vida me importa, tu vida es importante para este mundo”.
La segunda premisa fue crear un sitio en el que hubiese información útil y de fácil acceso para las mujeres migrantes pero también para quienes quieran consultarlo.
Con esa idea en la cabeza, Florencia y Guillermo, a través de su productora Macanudo, se asociaron con la organización Idas y vueltas, que trabaja con migrantes en Uruguay, y obtuvieron financiación del Fondo María Abella del Municipio D - que busca apoyar iniciativas de organizaciones o grupos comprometidos en la lucha por los derechos de las mujeres y niñas- para concretar su proyecto. Después, Florencia reunió a un equipo de su confianza, que supiera que tenía la empatía necesaria para apropiarse del trabajo y hacerlo desde la absoluta sensibilidad, en el que, además, trabajaron algunas mujeres migrantes: Belén Fourment, Manuella Sampaio, Carolina Radusewski, Valerie Perich, Francisco Barré, Jessica Conde, Valentina Caredio, Federica Burgos, Ilaria Borrea y Diego Büsch.
El sitio está disponible desde el pasado 15 de diciembre y se basa en seis ejes temáticos, abordados a partir de la historia de mujeres que llegaron de distintas partes del mundo: integración, a través de Dignora; maternidad, a través de Zahraa; salud mental, a través de Valerie; derechos sexuales y reproductivos, a través de Valéria; violencia de género, a través de Camille; y trabajo, a través de Lila.
Al final, después de meses de trabajo, dice Florencia, ella entendió varias cosas, algunas como uruguaya y otras como mujer. Una de esas es que el Uruguay, aunque es un país amable, puede ser muy hostil con las personas que llegan. “Ellas nos dijeron ‘los uruguayos son buenos, nos reciben bien, sus leyes nos ayudan a integrarnos, pero no nos abren las puertas, no nos dicen sos bienvenida a mi casa’. Y si lo pensás es verdad”. La otra, es que a todas las mujeres nos pasan, más o menos, las mismas cosas: todas, pasamos, en algún momento, por algún tipo de violencia. “Y lo que me pasó a mí fue decir qué duro estar sola en este camino, porque yo tengo a mis amigas acá, hablo con ellas de todo lo que quiero, pero estas mujeres no, ellas acá están solas, ¿con quién hablan de las cosas que les pasa?”
La mirada de Manuella
Al principio, Manuella Sampaio, brasilera, sintió “cierto recelo”. Cuando Florencia Barré se acercó a ella para invitarla a trabajar en Mujeres Migrantes temió que una vez más las historias de personas que han pasado por lo inimaginable se contaran sin un respeto o sin la sensibilidad necesaria para no revulnerar a quienes ya han pasado por tanto.
“Es muy común encontrar el tema de la migración siendo tratado desde lugares que más bien romantizan, o son sensacionalistas al contar las experiencias difíciles”, dice Manuella, que es periodista y que tiene una mirada crítica y atenta. Al principio, temió que fuera meramente exposición sin construcción de redes ni de discusión, al menos. Pero -por suerte- entendió que no, que Mujeres Migrantes era algo más y en el proceso terminó por ser ella también -mujer y migrante, activista de la ONG Idas y Vueltas- quien aprendió de las historias.
Para los uruguayos y uruguayas atravesar, leer, mirar Mujeres Migrantes, fue entender que a veces la amabilidad no es suficiente, que el gesto aislado ayuda, sí, pero no transforma. “Facilitar un trámite, ayudar con una cuestión puntual, solidarizarse, es una cosa. Acercarse, establecer una amistad, permitir que esa persona haga parte de tus vínculos cercanos, es otra. Y ahí es en donde existe una cierta barrera”, dice Manuella. “Fue recurrente la sorpresa de lxs uruguayxs en relación a los relatos. Se sorprenden al escuchar que es difícil para lxs migrantes establecer vínculos de amistad acá, porque se perciben como un pueblo muy receptivo y acogedor (lo que también es verdad)”.
Manuella es de Río Grande del Sur, de una ciudad llamada Alegrete, cercana a Uruguay, y antes de migrar vivió algunos años en Foz de Iguazú, Paraná, donde conoció a varios uruguayos. Se vino en 2017 por un amor, justo cuando su país empezaba a vivir la crisis bolsonarista. Se vino en pareja y eso, cuenta, fue fundamental para tener una primera red de contención en el país, algo que muchas mujeres migrantes no encuentran.
El mayor reto para ella ha sido conseguir un trabajo en el que aplicar sus conocimientos y su vocación como periodista, algo que pudo vivir en Mujeres Migrantes. Así, su vínculo con Montevideo y sus vivencias ha sido más desde el afecto que desde la necesidad. “Puedo decir que siempre tuve una cierta red de apoyo. No tuve muchos problemas para integrarme, aunque es cierto que luego de terminar la relación por la que me vine, como mi red estaba muy vinculada a ello, viví un periodo de soledad”. Hoy, tiene amigos y amigas, está nuevamente en pareja y unirse a Idas y Vueltas le permitió otros vínculos y miradas.
Si habla de su propia historia, Manuella cree que lo suyo poco tiene que ver con todo lo que atraviesan Camille, Valéria, Valerie, Dignora, Zahraa y Lila. Que la suya es una historia un poco menos compleja y dolorosa. Pero, aun cuando cree que su historia es bastante distinta a la de las demás, a Manuella le tocó atravesar las entrevistas desde ese lugar de mujer y migrante. “Cuando escribía sobre ellas, también estaba escribiendo sobre mí, y eso es muy fuerte”. Manuella, al escucharlas, al escribirlas, al releer sus dificultades y los prejuicios que ellas vivieron, se llenó de “fuerza”, de “vida”, de “inspiración”. “Me posibilitó sanar muchas cuestiones que atravesaron y atraviesan mi propia experiencia. Fue muy intenso pero también hermoso”.