NOMBRES
Es japonesa y afrodescendiente. Siguiendo el ejemplo de Serena Williams, se convirtió en una de las mejores tenistas del mundo.
El sábado 8 de septiembre de 2018, Naomi Osaka, japonesa y afrodescendiente, se paró en uno de los podios más importantes del tenis mundial para recibir un trofeo. A su lado estaba Serena Williams, quizás la mejor tenista mujer de la historia. Se acababan de enfrentar en la final del Abierto de Estados Unidos, en un partido atravesado por polémicas que involucraron a Serena y al juez.
Naomi acababa de ganarle a la que había sido su ídola en la infancia, a la que lo seguía siendo, a la que más admiraba. El estadio Arthur Ashe Stadium de Nueva York tiene una capacidad para más de 23.000 personas y ese día estaba completo. Cuando las deportistas estaban por recibir sus premios, la multitud empezó a abuchear como si fuese una manada feroz y disconforme. Entonces, Naomi, 20 años, vestida con una pollera negra deportiva, una campera gris prendida hasta el cuello, unas muñequeras color salmón, el cuerpo pequeño y desprotegido en el medio del rugido, escondió la cara debajo de una visera negra y empezó a llorar. Los gritos no eran, en realidad, en su contra. Eran para la actuación del árbitro sobre Serena. La americana, campeona de más de 20 torneos Grand Slam, se le acercó, la abrazó y le dijo que estaba muy orgullosa de ella.
Naomi Osaka acababa de marcar la historia: nunca antes un deportista japonés había ganado un Abierto de Estados Unidos. Cuando recibió el trofeo, dijo: “Sé que todos la apoyaban a ella, lamento que todo haya terminado así. Siempre tuve el sueño de enfrentar a Serena en la final del Abierto de Estados Unidos. Estoy muy contenta de haberlo hecho y estoy muy agradecida de haber podido jugar contigo”.
Miró hacia el costado en el que estaba Serena, hizo una pequeña reverencia con la cabeza y le dijo: “Gracias”.
Dos años después, Naomi se transformó, de acuerdo a la Revista Forbes, en la deportista mejor paga del 2020. En 2019, la tenista llegó a estar en el primer lugar del ranking mundial y actualmente está en el tercer puesto. Tiene 23 años.
Infancia americana
Cuando Leonard Francois, haitiano, llegó a Hokkaido para estudiar era el único afrodescendiente de la Universidad de Sapporo. Allí, en una de las zonas más conservadoras de Japón, conoció a Takami Osaka. Se enamoraron y mantuvieron su relación oculta hasta que el padre de Takami quiso presentarle a alguien para su matrimonio. Su familia no aceptó que estuviese enamorada de un hombre negro y la pareja abandonó la ciudad, se instaló en Osaka y allí nacieron sus dos hijas: Mari, la mayor, y Naomi.
Una tarde de fines de los 90, mientras Leonard miraba la televisión, vio una entrevista con Richard Williams, el padre de Serena y Venus, un hombre que no tenía nada que ver con el tenis pero que antes de que sus hijas nacieran ya había decidido que serían tenistas profesionales. Las mejores. El hombre empezó a tomar clases de tenis, a estudiar todo lo que pudo sobre ese deporte, miró videos y diseñó un plan milimétrico que escribió en 78 hojas y que tenía una idea fundamental: “Aunque suene arrogante, si crees en ti mismo puede suceder”. Leonard lo escuchó con atención y decidió que aplicaría el mismo plan para sus hijas.
La familia, que se había instalado en Long Island, Estados Unidos, decidió irse a Florida: Naomi quería ser una tenista profesional y en ese estado podría dedicarse a tiempo completo a sus entrenamientos.
Trabajando bajo la lupa de su padre y siguiendo los pasos de su ídola y referente, Serena Williams, cuando Naomi llegó al circuito de tenis profesional no pasó desapercibida. Jugó por primera vez un Abierto de Estados Unidos en 2017 y en primera ronda derrotó a la alemana Angelique Kerber, que en ese momento era la número uno del mundo. El primer título de su carrera lo ganó un año después. Fue en marzo de 2018 en el Torneo de Indian Wells.
Todo cambió con la final del Abierto de Estados Unidos de 2018. A partir de ese momento, a Naomi empezaron a mirarla con otros ojos.
Un año después, la japonesa ganó su segundo trofeo en un torneo Grand Slam. Fue en el Abierto de Australia, en una final apretada que jugó contra la tenista checa Petra Kvitova. Ese año, Naomi alcanzó el primer puesto del ranking mundial.
Ha dicho que no siente que es de ninguna parte y que tiene, en ella, un poco de Haití, un poco de Estados Unidos, un poco de Japón. Sin embargo, en los torneos juega con la bandera japonesa. Hay versiones que dicen que Naomi y su hermana llevan el apellido de su madre simplemente por motivos administrativos. Hay otras que sostienen que Naomi lo eligió para tener siempre presente la tierra a la que representa.
En Japón, hay quienes se identifican con ella y quienes le hacen notar las diferencias. “Cuando voy a Japón, la gente se sorprende. Cuando leen mi nombre, no esperan ver a una niña negra”, dijo la atleta a USA Today.
Con 23 años, Naomi se convirtió en una referente para el deporte mundial. Siempre con un perfil bajo, ha dicho que su timidez extrema la ha hecho pasar mal en muchos momentos de su vida y de su carrera. Por eso, durante el tiempo en el que la pandemia la obligó a parar, se dedicó a reflexionar sobre el mundo y el lugar que ocupa en él.
En 2020 Naomi volvió a ganar el Abierto de Estados Unidos. Durante todos los partidos, la japonesa entró a la cancha con un tapabocas que decía el nombre de una persona negra víctima de la violencia racista. Cuando un periodista de ESPN le preguntó qué mensaje quería dar, ella respondió: “Bueno, ¿qué mensaje recibiste? Creo que el punto es que la gente comience a hablar”. Quizás su lugar en el mundo tenga que ver también con eso: un activismo que no necesita de demasiadas palabras.