EL PERSONAJE
Es uno de los actores más prolíficos del cine nacional. Desde Tanta agua, en 2013, no ha parado de rodar. Cree que ha tenido suerte pero defiende al trabajo por encima de todo.
Necesitaban que lloviera y llovió. Fue en las termas del Arapey, en Salto, a 500 kilómetros de Montevideo en pleno rodaje de Tanta Agua, película dirigida por Leticia Jorge y Ana Guevara sobre el vínculo entre un padre divorciado y sus hijos durante unas vacaciones. Néstor Guzzini (46) era Alberto, el padre, aunque en la vida real no tenía hijos aún. Habían ensayado durante dos meses y medio. Todas las tardes Néstor, las dos directoras, Joaquín y Malú—-los hijos de la película— se encontraban en la casa de Guevara, merendaban juntos, jugaban y después armaban cada escena. Cuando llegaron a Salto todo estaba preparado y previsto. O no.
Durante el rodaje recibían visitas los días de descanso. María, pareja de Néstor, lo visitó la primera semana y a la siguiente no pudo viajar. Unos días después lo llamó por teléfono. Néstor, como Alberto, iba a ser padre por primera vez. No se lo contó a nadie más que a Joaquín, a Malú y a las directoras. Ese fue su secreto en el tiempo que quedaba de rodaje. Fue, también, una energía necesaria, un impulso para seguir, para terminar la que era la primera película en la que él era el protagonista.
Tanta agua (2013) fue el film que lo hizo más visible, el que lo llevó a festivales internacionales y le dio premios. La volvió a ver hace un tiempo cuando la estaban pasando en TV Ciudad. Esta película le genera, dice Néstor, un cariño especial. “Tengo muy presente el rodaje, recuerdo lo que pasó en cada escena cuando filmábamos. Cada tanto nos vemos con Joaquín y Malú y me pongo a pensar en cómo eran cuando grabamos y cómo están ahora. Me genera mucho cariño. Le tengo mucho cariño a esta película”.
Pero Tanta agua no fue la primera. Antes hubo otras. Y antes estuvo la murga. Y antes, mucho antes, estuvieron el videoclub del barrio y el cine en las vacaciones de julio.
Todo en la carrera de Néstor fue un proceso. Una cosa fue llevando a la otra y así hasta transformarse en uno de los actores con más presencia en el cine nacional.
Previo a Tanta agua había tenido participaciones en Acné, La demora, Gigante y Tres. Después de Tanta agua vinieron El 5 de Talleres, Mr Kaplan, Zanahoria, Clever, Otra historia del mundo, Severina, El hipnotizador, Mi mundial, El mundo de los videos, Todos detrás de Momo, Los últimos románticos y Alelí. La última, también dirigida por Leticia Jorge, acaba de ganar un reconocimiento del público como mejor película en un festival de Camboriú, donde él también se llevó el premio a mejor actor.
Néstor habla, con humildad singular, de suerte, de oportunidades y también de trabajo. Dice “yo tuve la suerte de viajar mucho por los festivales”. La primera vez que se subió a un avión fue, de hecho, por el cine. También dice “la defensa que vos tenés siempre es el trabajo”. Y explica: “Por ejemplo, en un momento Alelí, Los últimos románticos y Todos detrás de Momo fueron proyectos que estuvieron muy cerca de ser un conflicto de interés en el que yo no podía hacer todo. A veces se termina acomodando y a veces te ayudan a que se acomode. Y lo valoro mucho. El rodaje es un mundo mucho más grande que yo, pero agradezco mucho cuando intentan acomodar todo para que uno pueda estar en el proyecto”.
Para él los rodajes son momentos intensos que se pueden transformar en algo mucho más complejo. Ahí, dice, depende de la capacidad del director o el asistente de dirección para que el equipo no pierda la calma y todo pueda seguir fluyendo.
“A mí me gusta mucho el rodaje porque en él hay muchos mundos que están en conflicto de tiempos pero tienen que funcionar igual. Cuando uno termina de filmar siente un vacío muy grande porque se crea una relación muy estrecha con toda la gente con la que vos estás trabajando en la película”.
Del videoclub a la pantalla grande
Es el menor de tres hermanos. Desde que nació Néstor compartió el cuarto de una casa en el Buceo con sus dos hermanas. Cuando tenía siete u ocho años, no lo recuerda con exactitud, su madre y su padre pensaron que era momento de un poco más de independencia. Con el tiempo Néstor aprendió a querer a su nueva habitación. Pero las primeras noches, recuerda, no era sencillo dormir solo. Ese era el cuarto del tocadiscos y, entre los discos que se acumulaban allí había uno de Zitarrosa. En la tapa estaba Alfredo, camisa blanca, traje negro, parado con una pared de ladrillos de fondo. “No era una cuestión mágica porque yo lo admiraba y lo admiro mucho como artista, pero solo con mirar ese disco a mí me calmaba”.
Después del miedo vinieron las películas. Con un padre y una madre cinéfilos, en tiempos económicos difíciles el cine era siempre un plan perfecto: las entradas eran baratas y las películas, una forma de conocer el mundo.
“Para mí ir al cine era una fiesta. Después eso se transformó en el videoclub. Mi mejor plan un sábado era irme al videoclub del barrio de tarde, cuando no había nadie. Me pasaba una hora mirando películas. Ahora parece absurdo pero en ese momento era tan irreal para mí poder llevarme películas a mi casa. Me llevaba de a dos o tres y de noche, cuando todos se acostaban, yo me llevaba la tele y la videocasetera al cuarto y me acostaba a mirarlas. Tengo un montón de películas que vi por la mitad porque me quedaba dormido”.
No esperaba ser actor. Le gustaba cantar y recitar poemas en la escuela. Y eso era todo. El cine como una profesión, como un oficio, como una de las partes más importantes de su vida, llegó, como todo en su carrera, como consecuencia de algo más.
Todo empezó en un campamento de AEBU (Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay). Él tenía 15 años y era la primera vez que iba. No lo recuerda con claridad pero sí sabe que al final de la jornada hicieron una especie de espectáculo y que él cantó. Entre las personas del campamento había alguien de la BCG, la murga que dirigía Jorge Esmoris.
Lo invitaron a unirse y no lo dudó. La murga fue una aventura que duró más de 30 años. La BCG tenía, a través de los videoclips, un vínculo estrecho con el audiovisual. “A su vez el Flaco Esmoris siempre tuvo la generosidad de llamarme para distintos proyectos”.
Uno de ellos fue Malo pero nuestro, un programa de radio que en 2002 adaptaron a un formato televisivo y se emitió por TV Ciudad. Allí Néstor interpretaba a un personaje que se llamaba Esperanza. De a poco algunos directores jóvenes que empezaban a hacer carrera en el audiovisual lo descubrieron. Uno de ellos fue Pablo Stoll, que lo llamó a Néstor para hacer una participación en Whisky pero como él tenía función con la murga no pudo estar. Fue Stoll, también, el que le sugirió a Adrián Biniez que le hiciera un casting. Ocho horas fue el primer cortometraje de Biniez. También, la primera vez que Néstor se vio en una pantalla grande. Fue en un festival de Cinemateca y fue con María. “No recuerdo demasiado, sí que me transpiraban mucho las manos”.
Después, dice, las casualidades. Hizo un casting para Acné, película de Federico Veiroj y una de las que estaba allí era Leticia Jorge, que también fue parte del rodaje de Tres, de Stoll. Y así fue cómo llegó Tanta agua y todo lo que vino después.
“Ha sido todo un poco así. La gente te va conociendo, ven tu trabajo y bueno. Yo a veces digo que un medio tan chico como el nuestro tiene sus limitaciones pero también sus ventajas. Por ejemplo, en un medio más grande es más difícil que vos hayas trabajado con tantos directores tan talentosos. Yo tengo casi la certeza de que todos los directores de la generación de Pablo, Adrián y Leticia y aún los más jóvenes, algún trabajo mío vieron. A mí me gusta dentro de lo posible participar de los cortos de egreso de los directores más jóvenes, porque si bien el lenguaje siempre es el mismo cada uno tiene su impronta y vas viendo cosas diferentes. Mi aporte es la experiencia en el rodaje, algún pique, alguna forma. Siempre lo hago siendo profesional. Hacerlo lo mejor posible siempre es la forma de evolucionar”.
Entre rodajes, películas, series, festivales y viajes, Néstor tiene un sueño. Es una fantasía, dice, pero no importa: algún día le gustaría ser parte de un proyecto que tenga algún vínculo con Zitarrosa. No se trata de ser Alfredo. Tampoco de una cuestión biográfica. Con que tenga algún contacto con su arte, alcanza.
Hace mucho tiempo (cree que como cinco años), Adrián Biniez le comentó que tenía, junto a Pablo Stoll y Carlos Tanco, la idea de una serie en la que un policía se infiltraba en una murga. El año pasado se estrenó Todos detrás de Momo, una ficción policial uruguaya que Néstor protagoniza junto a Gabriela Freire.
Como cuando era niño, lo que más le gusta cuando no está trabajando es estar en su casa con María, su pareja, y Leandro, su hijo. “Me gusta estar en casa más de lo que debería gustarme”, se ríe. “También disfruto de pasar tiempo con mis sobrinos y amigos, mirar a Peñarol y tener el tiempo para mirar un par de películas”.