Opinión | Ante una época hipersensible: ¡gritemos!

“No podemos entre todos hacer nacer lo que dicta el corazón”

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Washington Abdala
Cabeza de Turco.

Es una época hipersensible, con artimañas retóricas armadas como trampas dialécticas y con un nivel de autoritarismo larvario que se incuba en las mentes dogmáticas que se creen liberadoras de prejuicios. Mentirosos profesionales son. Si usted se entusiasma no es pasión es agresión. Si usted se queja no es enojo es ofensa. Si usted quiere ir un cambio más lento no es mesura, es cobardía. Si usted está harto de tanta alienación no es cansancio, es tirar la toalla.

Los Robespierre de hoy, alimentan e inoculan a la sociedad de manera enfermiza bajo el credo de moda. Las razones de moda -lo sabemos bien- las entierra la historia y las descubre un día el arrepentimiento con el pasaje de los años (¿hay necesidad de recordar la violencia de unos sobre otros que nunca sirvió en ningún lado del planeta?) y al final fue todo un sinsentido. Todo.

No es así, no debe ser así y hay que pelear por la libertad mental y la paz de cada uno de nosotros todo lo que se pueda. El día que nos derrumben la libertad de hablar y de pensar junto a la paz, porque otros se auto consideran portadores de la verdad contemporánea y nos prohíben de facto abrir la boca, estamos perdidos. Y no es un debate sencillo del que hablo, tengo la sensación de que ante razones corporativas a la “razón de todos” la están zumbando a trompadas y la señora no aguanta porque se está quedando sin aliento. Es que no se aguanta cuando por todos lados aparece gente a sacar sus tajadas. El psicologismo burdo de creer que solo “tu” mundo es el correcto es una impostura insoportable del vivir intolerante del hoy. La máquina de vivir entre todos no da así, no alcanza, no nos da a todos el paño para soportar el reclamo de cumplir con tanto reclamo. No hay quien lo pague, no hay Estado omnipotente. No podemos -entre todos- hacer nacer lo que dicta el corazón porque así estamos robando a los más débiles. Injusto, chicos de Robespierre: injusto.

Es que no se entiende que jamás es a los gritos y de pesado la gente sale de encrucijadas, ni sindicando acciones irracionales en barra, ni creyendo que es una ofensa lo que se expresó ayer y recordándolo a manera de Dartagnan de tablado que se puede ganar el momento con el portazo populista.

Podrás gritar, poner la cartelería que se te antoje, ofender, esconderte, conspirar, creer que tu barra de amigos son apóstoles y lamento informar que no, que no es así y que no tendrás razón.

La razón es la opción sensata cuando quedan pocas opciones, no es nunca la mejor opción, la mejor sería la imposible, no se pudo. Todo pasa, entonces entendé cómo es la mano porque todo el mundo tiene su juicio final y es mejor llegar allí tranquilo, decidiendo con la cabeza y no con la ira. Los iracundos, las iracundas son gente enferma que vive la vida delirando con pincharle el riñón al otro creyendo que eso es lo correcto. No lo dicen públicamente, pero son odiadores profesionales, seriales y lamentables. Esquizoides intensos. Desean la muerte del otro y hasta la aplauden en las cocinas de sus casas comiendo una empanada. Son gente muy pero muy enferma que anda por allí vendiendo normalidad y están de la nuca.

Tengamos claro que hay que hablar, incordiar al autoritario, expresar lo justo y si nos quieren arrinconar a escobazos solo se trata de soportar estoicos. Al final, siempre obtienen la partida los hijos de Platón. No sobra demasiado, pero se sale del paso. Nunca sobra mucho, pero se logra instalar “la razón de todos” empujando y remando. Feliz Navidad y a remar, la orilla no está tan lejos jamás para los que le meten duro y parejo.

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