No sé la cantidad de años que han pasado de la novela El guardián entre el centeno y, sin embargo, aún está allí su presencia intimidante. Libro maldito porque para algunos marcó a una generación desnudando sus miserias, sangriento porque se le encontró en las manos del asesino de John Lennon y testimonial porque reflejó su época con frontalidad.
No tengo claro que las nuevas generaciones sean tan distintas como se autoperciben a eso que marcaba J. D. Salinger de los jóvenes de ayer. Se me ocurre que andan deambulando por el mundo con preocupaciones siempre parecidas -por el tramo etario de la vida- solo que en un contexto actual. Ese devenir existencial en búsqueda de los grandes asuntos -cuando los pequeños son los que anidan la vida cotidiana- es algo que nos caracteriza a los humanos. Podrán vociferar mucho los jóvenes de hoy, pero releer esta obra desnuda que el pasaje del tiempo no es tan grandilocuente ni ayer, ni hoy, que los miedos que se padecen son los mismos siempre, que los deseos por ser feliz son parecidos y que el destino no está marcado nunca.
No podría decir cuál es la versión del presente que se le parece a esta obra. ¿Hay alguna que se le asemeje? Lo pregunto con sinceridad. Ni siquiera me animo a referir un cantante o una cantante moderna por temor a errarle duro, pero miro (y oigo canciones de grupos o cantantes actuales) y las letras de muchas canciones son Salinger puro. Retratar la realidad es lo más ficcional del mundo y lo más realista a la misma vez. Por eso los grandes genios de la literatura lo que hacen es capturar el tiempo, el espacio y hacerlo realidad en el papel para que nosotros disfrutemos en ese viaje mental. ¿Gabo no era eso? Justamente, después del deslumbramiento que nos producen sus obras no habría que preguntarles nada más a los autores. No preguntarles pavadas. Al hacerlo, sobre si les gusta el queso, el vino o Platón, los humanos los aniquilamos a los genios de la literatura.
Al releer el libro (vuelvo) me encontré con el alcohol y los jóvenes casi como algo natural en aquel momento. ¿Un chico de 16 años bebiendo whisky (hoy toman fernet) sin drama alguno? Ahora, lo sabemos todos, ese asunto ganó la partida en la sociedad mientras que otras adicciones navegan por todos lados. ¿Salinger inventaba o retrataba la rebeldía del espíritu juvenil de la época? Un poco me impresionó releer eso y verlo con el presente adelante. Es que el alcohol (sí, esa adicción bendecida por tantos) ya no tiene condena social, sino que hasta goza de glamour. Pero otras adicciones son satanizadas. Somos raros y complejos. Sin embargo, si me preguntase alguien si el libro expone alguna diferencia gruesa con el ayer, diría que la gente joven del presente es la más presionada de la historia de la humanidad, es la que se autoexplota hasta el infinito y es la que está cruzada por extremos valores hedonistas. Algunos se ofenderán por esta frase, los menos, justamente los que hacen algo por los demás. No es para ustedes el corner muchachos.
Allí sí que el libro pauta una época básica, más predecible y dura para muchos, pero absolutamente obvia. Hoy, lo obvio no abunda. Los jóvenes no la tienen fácil en el mundo actual y la tensión es tremenda. Claro, descubrimos los juegos de la mente. En eso ganamos en la actualidad, no tengan duda. Sigmund Freud no fue una casualidad.