Si quieres conocer a alguien le miras los libros que posee. Simple. Ni la ropa, ni el dinero, ni los estudios que dice tener; alcanza con mirar los libros que tiene y ese diagnóstico será perfecto. No hay cómo errarle.
Thomas Jefferson tenía una biblioteca de más de 6.700 volúmenes. (Que luego se la vendió al Congreso de Estados Unidos). El material que leyó durante su existencia muestra el tipo de individuo que era, sus intereses y la visión que tenía. Fue un hombre enciclopedista que redactó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América (dato curioso: la escribió en 15 días, en un escritorio de pie) y que creía en la libertad como pocos.
Todos los que amamos la libertad encontramos en Thomas Jefferson un ejemplo a seguir, un talento para ver el futuro, una pluma casi perfecta y una mirada apasionada por la fe en su comunidad que desbordaba optimismo.
¿Que albergó contradicciones? Por supuesto, quien no las ha tenido, pero Jefferson es el ejemplo ideal del individuo que creía en la superación y en el conocimiento. Y sí, hay lados complejos de su vida, pero ubicados con la mirada del presente es fácil observarlos. Karl Manheim enseñaba a no descontextualizar la historia, postura que por estos tiempos no pocos se ocupan de respetar al producir anacronismos varios con tal de construir supremacismo ideológico. Imposible el debate desde ese lugar.
Es interesante ver que los padres fundadores de Estados Unidos como él tuvieron siempre la idea de impulsar universidades. Jefferson así lo hizo con la universidad de Virginia a la que podía observar desde la altura de su casa. No es menor el asunto que la gente que diseña un país insista en ese talante. En parte por eso los Estados Unidos tienen hoy más de 4.000 universidades y centros educativos terciarios con una población de 331 millones de personas. (El cociente -teórico- es de 82.750 personas con un centro educativo -publico o privado- a su disposición).
Los padres fundadores de Estados Unidos explican por sí mismos gran parte del éxito de esa nación, pero el caso de Jefferson es lindante con lo genial por la sumatoria de perfiles que acumuló. Hay pocos personajes tan increíbles en su versatilidad como él.
Sabía de todo: arquitectura, paleontología, plantas, política. Y si alguna duda se tiene sobre él al ver su biblioteca no es posible entender otra cosa. De los franceses leyó todo; hasta vivió allí y capturó el sentido del progreso que andaba por Paris. Otra época, por cierto.
Me gusta la idea del mal gobierno de Jefferson: “abusos y aprovechamiento del pueblo”. Fue fanático en su tolerancia religiosa. El gobierno según su visión derivaba de los poderes de consentimiento de los gobernados, por eso pensaba que, si éste era malo, el pueblo tiene derecho a elegir un nuevo gobierno. Clarito.
En Estados Unidos no hay consenso sobre los padres fundadores, cada uno entiende que tuvo más peso el que le simpatiza más. Para mi Jefferson se lleva todos los boletos. No hay una personalidad como la de él. Debe haber sido una delicia oír las conversaciones que tuvo con Benjamín Franklin. Raro que no haya una película de eso. Ya llegará.
Al final me convenzo que la gente que se prepara, que lee, se instruye, tiene más chances de sacar adelante su país que los que la improvisan. Me parece nomás.
Es curioso como una persona pudo concentrar tantas vidas en una vida. Me asombra eso, me impacta y no logro captar semejante sumatoria de capacidades en un tiempo como el que vivió Jefferson. Genio total.