Opinión | Grito de Marco Aurelio

“Nuestra cueva oscura será la máxima catapulta insolente de libertad”

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Washington Abdala
Cabeza de Turco.

Marco Aurelio toma la palabra. “¡Luchadores! ¡Ha llegado la hora de tomar vuestros puestos, vigilantes, atentos, unidos y sabiendo de antemano que esta batalla será nuestra última batalla! ¡O ganamos y salvamos a los nuestros o seremos sus esclavos, nosotros y nuestros hijos, nosotros y todos los que aman esta tierra! Esclavos en la oscuridad o hijos del amanecer. Esa es la opción que enfrentamos. Luchadores, tengo claro que pensáis en vuestra vida, todos pensamos en ella. Este es el dilema que afrontamos, romanos. Y no tenemos opción, queridos, no la tenemos, seriamente estamos ante el Rubicón. O lo pasamos o no seremos. Solo nos queda el camino de la verdad, el de la libertad para proteger a los nuestros, pero eso solo se conquista, jamás se regala. Cualquier frívolo que crea en los dioses es un iluso, los dioses irrumpen para los que lo merecen. Ya lo sabéis de sobra. Y el adversario sabe que esto es metro a metro, ellos intuyen que nadie se distraerá un segundo y todos vienen por nuestra sangre. Todos. Nuestra sangre, romanos, es la sangre de la paz, si nos quiebran habrá oscuridad, solo nosotros somos la buena ventura para esta tierra. Y esta no es una visión enojada con los dioses, es que nosotros sabemos tolerar y respetar mientras ellos viven alimentando su odio. Somos dos mundos contrapuestos...”

El senador Trasístoto le interrumpe gritando desde su banca: “¿Entonces lo nuestro será morir por ti? ¿A eso has venido al Senado? ¿A ordenarnos el sacrificio?”

Marco Aurelio sin levantar la voz, en tono sereno, lento y terminante, expresa: “Hay momentos en la vida, luchadores y senadores, en que el destino se forja sin pensar en lo menor y entregando todo por lo que somos, fuimos y seremos. Hay momentos en la vida, en que solo los valientes contagian a más valientes para sumarlos a la cruzada por la libertad mientras los miserables solo interrogan. Yo no importo, importa lo que expresa mi causa, la causa de Roma, que es vuestra causa, es la de todos. Hay momentos en la vida, apreciados luchadores, en que solo nos queda la opción de empujar el viento, se trata de poseer el coraje en medio del temor y de adelantar nuestras líneas para superarnos a nosotros mismos. O de lo contrario, seremos la peor versión de nosotros mismos, seremos ellos. ¿Acaso nuestros antepasados no hicieron semejante proeza por nosotros? ¿Acaso no somos los hijos de aquellos que fueron impetuosos en la razón y obsesionados por la libertad? ¡Que nadie tenga pavor de la hora que irrumpirá! Mañana formaremos nuestras filas, nos adentraremos por los laterales y por el centro con nuestras columnas, ellos saben que vamos por ellos, ellos saben que ya no hay más remedio que la confrontación. Ya no tenemos opción, senadores, solo nos queda ganar o sufrir la afrenta de la derrota, derrota que aparejará infinitos males como la que el griego anunciaba en su magna obra para los aqueos. Estamos encerrados pero nuestra cueva oscura será la máxima catapulta insolente de libertad. Si alguno tiene dudas, si alguno advierte que no puede soportar el momento que sobrevendrá, es la hora de ubicar a esos timoratos al final de nuestras filas, los primeros tienen que ser, tenemos que ser, los que pondremos el pecho y es seguro que más de uno de nosotros caerá, pero de ser así, seremos el puente que permitirá conquistar la libertad que merece nuestra gente. ¡Solo con entrega absoluta se construye una nación! Somos el pueblo, somos la tierra y luchamos por preservar nuestros derechos! ¿Se puede ingresar mejor al campo de batalla que con semejante razón como musa inspiradora? A por ellos romanos, a por ellos”.

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