Opinión | Las últimas 24 horas

“También José Pedro Varela fue uno más, pero especial”

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Washington Abdala
Cabeza de Turco.

Supongamos que usted tiene desde este momento “24 horas de vida”. Supongamos que un médico serio y con exámenes a la vista se lo dice así, que eso es cierto e irreversible. ¿Qué haría ante semejante noticia? ¿Le contaría a los que lo aman para introducirlos en semejante situación? ¿Buscaría comprensión ante un impacto así en otras personas? ¿O se callaría la boca para no afectar a nadie? ¿Podría aguantar la presión de no hablar lo que le pasa o necesitaría verbalizar semejante menester?

Con franqueza, nadie sabe cómo reaccionaría. Pero piense por algunos segundos su postura mental. Verá que la respuesta es difícil. Y no me mienta, ni se mienta, póngase en el lugar de quien le acontece eso y ubique la mente allí. Usted se conoce, así que es probable que se aproxime a lo que haría. Igual, la presión real es inimaginable, lo sé, pero el planteo mentalmente se puede hacer.

Nadie cree en la finitud al mil por mil. Todos, al vivir, olvidamos cotidianamente el asunto o buena parte de él. Por eso -disculpas a los que discrepan- el pensamiento religioso sabe que puede provisionar respuestas ante semejante agujero negro. La fe mueve montañas, dicen, y tranquiliza un montón, agrego. El que tiene fe cree que el paraíso lo espera, tiene la conciencia habilitada para ello. Y es su derecho. No está mal semejante dimensión. Más en estas vidas que todo lo pasa por arriba. ¿Usted se acuerda de su bisabuelo?

Puesto contra la pared, ante semejante situación es probable que aquellos que son buena gente no correrían demasiado, ni se alterarían con vértigos locos porque en 24 horas ya no se puede arreglar mucha cosa. Se amó a quien se amó, se cultivó lo que se pudo y alguna gente enojada quedará por allí refunfuñando; paciencia, mándeles un beso grande. No mucho más, la trascendencia estará en algunas gentes que usted inoculó con su existencia, en sus valores -si es que alguien lo toma- y no mucho más. En algunas de sus acciones -si usted es muy pero muy bueno- perdurarán un tiempo. José Pedro Varela no somos todos. La mayoría somos uno más. Y no hay que temer eso. También José Pedro Varela fue uno más, pero especial, uno más, distinto, eso sí. Capaz que usted es el próximo José Pedro Varela. O Carlos Gardel. Son tan poquitos.

De veras lo simple, lo básico, lo elemental tendría sentido para usted. El abrazo de sus seres queridos, el café y el beso de algún hijo, no hay más, es muchísimo eso. Son percepciones emocionales. Cualquier otro asunto: el razonar lógico, la deducción, los significados morales, la interpretación filosófica de la existencia, nuestra matriz cultural, todo viene por detrás de las percepciones. Todo. Somos emoción pura.

Somos mucho más emoción que razón. La razón la usamos para orientar las emociones, pero ellas hacen lo que se les da la gana.

No entiendo cómo no aprendemos a amar, a querer, a sentir. No creo que sea más útil que las matemáticas o la estadística. Es raro cómo lo principal de la existencia se lo dejamos a gentes que no somos nosotros mismos.

¿Estaría mal enseñar a “querer” en las escuelas y en los liceos? ¿Sería desubicado? ¿No tiene sentido introducirnos en lo más valioso de la vida antes que andar merodeando temas que serán accesorios siempre?

Tengo claro que no estoy descubriendo la pólvora, pero es evidente que lo obvio lo pasamos por arriba cotidianamente. En las últimas 24 horas habría que ir a darle un beso a los que queremos, comer una muzzarellita y no mucho más.

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