Desde las alturas arrugadas de la experiencia, te escribo con una mezcla de cariño y malicia, porque ver cómo a los jóvenes los aterriza la vida es uno de los pocos placeres que nos quedan a los viejos. No te preocupes, que todos hemos pasado por ahí. Todos pasamos por los mismos despeñaderos. Te enfrentas a la vida, imberbe, esa gran comedia negra con tintes de drama absurdo. Vas a descubrir que lo mejor y lo peor a menudo son lo mismo, solo cambia el ángulo de luz. La vida te surtirá a bofetadas y te hará cosquillas, a veces al mismo tiempo, y tú solo tienes que aprender a reírte con la cara rosadita (no sean malos, este punto no merece castigo).
Primero, deja que te diga algo vital: la vida es un caos, y nadie sabe lo que está haciendo, aunque algunos lo finjan estupendamente y pongan caras de patriotas, de héroes, de mártires o de personajes; son todos Pirulo buscando churros de dulce de leche.
No te creas el cuento de la felicidad eterna; esa es una mentira bien vendida. La vida no se trata de ser feliz, se trata de no volverse loco mientras buscás un poco de sentido entre tanto caos. Y de servir de algo, de serle útil a algunos, a los más, pero no sos el Mesías, no te la creas, imberbe. Como decía Sartre, “el infierno son los otros”, pero lo que él no te dijo es que tú también serás el infierno de alguien. Y eso está bien, todos somos pequeñas catástrofes ambulantes. La clave está en no tomártelo a la tremenda.
Si algo aprendés de mí, que sea esto: ríete del desastre, porque la vida te va a dar un montón de material para comedia y es muy bueno reírse de uno mismo, se pasa mejor, se sufre menos y uno aprende que el idiota es quien se la cree. El que las tiene todas es el gil, pero no lo digas, él no lo sabe.
Hermoso es estar de este lado de la vereda y hermoso también servirle a los que amás. Amar es linda cosa, no te prives de eso, aunque te traicionen, aunque se rían de ti y aunque se vayan con el vecino tirándote besos.
¡Liberá amarras, adorable! No busques respuestas, querido imberbe, porque solo encontrarás más preguntas. Aprendé a navegar las contradicciones. Nietzsche, ese gran calentón que todos leímos parcialmente porque es una tortura toda su obra, dijo algo como “hay que tener un caos dentro de uno para dar a luz una estrella danzante”. Así que no tengas miedo de tu caos interno, abrázalo, hazlo tu pareja de baile.
¡Calor! La sociedad te dirá que sigas el camino marcado, que compres imbecilidades que no necesitás, que te cases o juntes con alguien a cierta edad, que trabajes hasta que se te caiga el pelo y ya nada tenga sentido. ¡Cero bola! Recorre tu propio camino, como sea.
El mundo está lleno de ovejas, tú sé el lobo, o al menos, el perro que se escapa de vez en cuando para oler el aire libre. Los perros saben más que nosotros, saben que la vida es más simple, o parecen capturar el instante mejor que los humanos que necesitamos filosofía, meditación, drogas o lo que sea para sobrevivirnos a nosotros mismos.
Por último, vive con la certeza de que vas a errarle. ¡Sí, y mucho! Y está bien. Cada metida de pata es una lección, o al menos una buena anécdota para contar después. No te detengas por miedo al error, porque al final, lo único peor que fallar es no intentarlo. Y como decía Fontanarrosa, qué necesidad de ser un boludo más si sobran en el mundo. Así que, querido imberbe, sal ahí fuera, vive intensamente, equivocate con ganas, y por sobre todo, no olvides disfrutar del viaje. Al fin y al cabo, como diría alguien más sabio que yo, “la vida es eso que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”. Menos planes y más vivir. Y con fe que siempre hay una vuelta más. Estando vivos, siempre.