Creo que me adapto bien a estos tiempos. Creo. Observo bastante lo que nos rodea. Le pongo mucha atención a la gente. Gente de verdad. También miro las redes sociales para ver el lado oscuro de la luna. Y leo como nunca. Detecto por donde vienen los tiros. Me gusta procurar comprender el embrollo de la sociedad. Procurar, porque nunca es claro lo latente y lo manifiesto. Y a veces, lo obvio no lo es tanto, más bien, casi nunca lo es tanto.
Creo que capto que aquello que discutimos dentro de círculos, son solo eso, discusiones en formato hámster, donde la sumatoria de todas ellas ni siquiera es el resultado de toda la sociedad, porque hay una parte anómica que no le importa nada. ¿Eso da que la sociedad es la suma de todos los círculos? Por supuesto que no, esa será otra perspectiva que nacerá pues para cada círculo el mundo empieza y termina en ellos.
Lo novedoso, sí, de esta época, es que nada es prevalente, excepto el derecho a la vida, el resto está todo en debate perenne. Me inquieta cuando todo (absolutamente todo) es discutible. Para los juristas (aviso a los navegantes): el bien jurídico tutelado ya no es sencillo de delimitar y este es parte del conflicto en la sociedad actual. (Por eso la ruptura de la dosimetría en derecho penal…ya nadie cree en eso, atroz y por eso hay penas extremas y penas que -al final- no son penas).
Creo que los círculos pesan según las habilidades de imponerlos en la agenda del poder de turno y no según su relevancia real. Es una pelea despiadada donde el que infla más a un círculo gana. (¿Vale cambiar la palabra por “elites”?) Y quizás queden “los niños” por el camino si los defensores de la “salud de la cucaracha” logran convencernos de que el mundo sin ellas desaparece. Pues serán las cucarachas la consigna a elevar. Un ejemplo tontito y fantasía (?) solo para explicar las obviedades que se consideran sacras en el 2024.
Creo que la democracia no es la sumatoria de los círculos, es más, la democracia de estos tiempos está en debate porque no tiene problemas de definición sino problemas éticos en su defensa. Siempre los tuvo, pero ahora son más gruesos porque es evidente que no todos los que hablan de la señora están hablando de lo mismo.
Creo que hay gente que se considera demócrata porque participa del juego de alternancia en el poder pero que en los hechos no lo siente. Usan los instrumentos. Y hay otros que se asumen demócratas sabiendo comulgar más con la convivencia colectiva (acaso el motor de la democracia). Los segundos parecen entender el asunto.
Creo que hay que desconfiar mucho para estar en la sociedad del presente, escudriñar al que nos viene a iluminar, sospechar de los pitonisos y las pitonisas. Nadie la tiene del todo clara la ruta, porque nadie es infalible y si alguno nos vende ese buzón nos miente a cara de perro.
Creo que los humanos somos seres que vivimos deseando ver epifanías o seres que nos saquen de algún momento complejo, nos gusta pasarle la responsabilidad a otro. O lo necesitamos. Y creo que, en momentos electorales, esa demanda aumenta como el deseo de helado en el verano.
Creo que en épocas electorales no hay que preocuparse por los tonos de voz sino por lo que esas voces digan en el tono que sea. Los mensajes son lo central. Ni siquiera el emisario es relevante, el mensaje lo cuenta todo, inclusive cuenta todo cuando lo evita o lo farfulla.
Creo que los tiempos electorales sacan lo mejor y lo peor de la gente, que la batalla por el poder desnuda asuntos que son esenciales y que la moral se muestra de manera pornográfica. Y creo que el ciudadano atento se puede hacer un festín ante tanta oferta que por todos lados se le ofrece.
Es cuestión de estar atento y poner atención, creo.