Opinión | Palabras absurdas para los liberales

Compartir esta noticia
Washington Abdala

COLUMNA CABEZA DE TURCO

"Amo a los motociclistas libertarios". Por Washington Abdala.

Las palabras suelen ser anodinas o intensas según mil misterios. Lo peor, para mí, es cuando se ponen de moda ciertas expresiones que empiezan a navegar por el lugar común de lo políticamente correcto (esta expresión es un lugar común: “políticamente correcto” y no hay forma de zafar de ella, atroz, lo sé). Ayer leí que la RAE asumió miles de palabras nuevas. Arriba y bailando. Miles.

Me declaro agobiado ante la rutinización del vocabulario contemporáneo. Me bajo en esta. Listo, no necesito quedar bien con nadie y simplemente me asfixia el uso de términos que me sofocan y me hacen sentir un zombi posmoderno. Ni nihilismo, ni hedonismo, ni estupidismo, solo un poco de comodidad personal en el lenguaje. Es que me cansa la repetición de conceptos que alguna vez significaron algo y ahora son solo santo y seña de gentes que se creen a la moda y recitan un Corán que los autoenamora. Bueno, traigo malas nuevas, no se va a salvar nadie con las palabras: solo la realidad del accionar humano sirve para eso. Hablar en clave de lo que algunos sienten que “hay que decir” es solo un infantilismo si no va de la mano de acciones correctas. Cliché por doquier.

No voy a caer en la trampa de poner ningún ejemplo porque sería lapidado en la plaza pública. Y aquellos que algo conocen mi pensamiento tienen claro que soy abierto a casi todo. Así que no me corran por allí. Tampoco me corran por el muro conservador, soy respetuoso de todos y aprendí que no tengo la verdad revelada, solo soy un minúsculo apéndice de una construcción de pensamiento colectivo. Por eso hay expresiones que me ahogan por lo que implican, por lo que denotan y por lo que connotan.

¿Se podría enseñar a deconstruir un poco la bobada militante de ciertas palabras? ¿Eso está en la libertad que nos concedemos? ¿O eso es “cancelación”?

Las palabras que se usan como verdad revelada son totalitarias. O las usamos todos y eso es lo debido (piensan los imberbes autoritarios) o quien no las usa es un traidor, un ser deleznable y por ello merece la vejación pública. Suena violento, pero más violento es para aquel que se enoja con el pensamiento único, sale a corretear la libertad y lo bajan de un ondazo. Amo a los motociclistas libertarios. Los liberales y los libertarios estamos fritos en esta movida: solo nos queda la opción de defender todas las opciones, inclusive las que nos molestan y nos incomodan. Y, es más, tenemos que trabajar para que existan esas voces porque a diferencia de los totalitarios del signo ideológico que sea, a diferencia también de los populistas que son por naturaleza retóricos violentos, nosotros somos abiertos pero necesitamos la presencia de todos para asumir nuestra identidad a plenitud. Nosotros no censuramos, no proscribimos y no conspiramos de manera inmisericorde contra la narrativa de nadie. Confrontamos, eso sí, como no, para eso está la libertad.

Sí, señoras y señores, el liberal y el libertario asumen la libertad también en las palabras, no se ciñen a nada que los constriña, no hay método dialéctico alguno en el que creamos, ni determinismo histórico que nos defina una perinola. No hay nada, solo estamos nosotros enfrentados a nuestro destino. No tenemos recetas, solo tenemos la libertad como red y como espada. Y nos sobra con ella para luego como colectivo humano ir desbrozando el camino y encontrar soluciones a lo que vaya viniendo. Por eso no repetimos consignas, no sentimos la magia de ningún prejuicio metabolizado en clave de pregón luminoso que solo por repetirlo hay quien cree que los salva del infierno. Es que no creemos en el infierno, somos biológicamente optimistas, asumimos el progreso humano como parte de lo que hay que seguir empujando y no languidecemos ante la adversidad, sencillamente la pateamos con coraje y seguimos adelante sabiendo que al final -siempre estamos en el final- venceremos. Por eso no hablamos estupideces, no repetimos palabras vanas y solo nos jactamos de la realidad. El resto es lo de menos y no nos interesa.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar