Opinión | Popotito y Plastiducto (Irreconciliables)

“Aquellos que nunca vuelan no conocerán las estrellas”

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Washington Abdala
Washington Abdala
Foto: Archivo

Popotito: Plastiducto, mi querido discípulo, tan hermético como siempre. Dime, ¿sigues creyendo que la libertad es una ilusión peligrosa?

Plastiducto: Maestro Popotito, la libertad es el caos disfrazado de virtud. Nos hace débiles, inconstantes y nos arruina. Las reglas son el único camino hacia el orden. Y el orden y la libertad no se estiman.

Popotito: Las reglas… claro. Nada como una buena jaula dorada para asegurar la felicidad, ¿no?

Plastiducto: No se trata de jaulas, maestro. Se trata de estructura, de control. Cuando las personas son libres solo buscan satisfacer sus deseos egoístas

Popotito: ¡Ah, sí, el individuo! Esa criatura tan temible. Debe ser controlado, no vaya a ser que, en su infinita locura, decida pensar por sí mismo. Plastiducto, ¿alguna vez has probado ser libre o siempre te ha gustado que te den de comer en tu jaulita?

Plastiducto: La libertad no es más que la excusa de los débiles para justificar su indisciplina. Es un concepto inflado por los soñadores, los poetas y los rebeldes.

Popotito: Claro, claro, porque la historia está llena de tiranías que trajeron paz, armonía y una vida feliz. ¡Oh, espera! No es así. ¿Crees que un ave es más feliz en una jaula porque así está protegida del viento?

Plastiducto: No se trata de felicidad, maestro. La felicidad es volátil, pasajera. Se trata de seguridad.

Popotito: ¡Que visión tan inspiradora! Todos como si fueran piezas de ajedrez, movidos por una mano superior. La seguridad es buena, sí, hasta que ahoga. La libertad, Plastiducto, es el aire que respiramos, es la chispa que mantiene el fuego encendido.

Plastiducto: No estoy de acuerdo. La libertad es una chispa que incendia todo a su paso. Las personas deben seguir una dirección clara. De lo contrario, se perderán en sus caprichos.

Popotito: ¡ Oh, pobre de ti, siempre temiendo el fuego del espíritu humano! Me pregunto si alguna vez has disfrutado de una buena hoguera. Sin chispa, no hay calor ni luz. Tú prefieres una vida tibia, iluminada por la tenue luz de la obediencia.

Plastiducto: La obediencia trae la paz. Si hacemos lo que debemos, no hay desorden. La libertad es solo la batalla constante contra el deseo, la incertidumbre y el error.

Popotito: ¡Ah, sí, la paz de los cementerios! Todos quietos, sin moverse, sin respirar, sin vida. ¿No crees acaso que hay algo grandioso en la batalla por la libertad?

Plastiducto: Batallas… todas son inútiles. Luchar contra la naturaleza humana es un error. La libertad solo alimenta el ego, nos vuelve ingobernables. ¿Y qué hay al final? ¿Anarquía? ¿Caos? Prefiero mil veces la estabilidad al orden. ¿Por qué querría desafiar lo que funciona? El orden trae prosperidad. La libertad es un lujo peligroso. Solo los ingenuos se dejan llevar por promesas vacías.

Popotito: ¡Ay, Plastiducto, que burro eres! La libertad no es un lujo, es una necesidad. Si no fuera por esa chispa que tanto temes, aún estaríamos en cuevas, adorando las sombras en la pared. Las sombras te resultarán cómodas.

Plastiducto: Las sombras son conocidas. Sin sorpresas. Es mejor lo conocido que el abismo de lo incierto. La libertad es un salto al vacío sin red.

Popotito: En ese salto es donde reside la verdadera grandeza del ser humano. El miedo a la caída es real, pero también la posibilidad de volar. Me temo que tú prefieres seguir en tierra, mirando hacia abajo. Aquellos que nunca vuelan, bueno... ya sabes, nunca sabrán lo que se siente estar entre las estrellas.

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