Opinión | Prohibido salivar

“Arturo Pérez Reverte es conservador para escritores ignotos”

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Washington Abdala
Cabeza de Turco.

Hay una manera maldita de demonizar al otro y es ubicándolo en el lugar de las brujas. El maniqueísmo mental de los miserables se ocupa de esa impostura. Y lo hacen convencidos de sus apuntes, o sea, son dogmáticos a carta cabal pues se consideran portadores de la verdad. Y aunque asesinen, se autoperciben los reyes de la tolerancia. (Pavarotti gritó “cretinos”, una vez, por mucho menos en el Estadio Centenario).

En la esquina, ubicamos al señalado, al cancelable, al inmundo (pero ahora con la justificación de la justicia reivindicativa que no deja de ser una venganza estilo ley del Talión). ¡Vamos a darte pichón porque tu sangre nos reivindica y tú mereces el escrache!

Más claro: ayer, lo que valía eran “las causas revolucionarias” con sus emblemas. Muchos las asumieron -la sociedad occidental las deglutió- como paradigma de valores. Libertad, igualdad y fraternidad, lo fueron y lo son aún para buena parte de la humanidad. Claro, en el medio se “bajaron” a un pueblo. Murió gente cruelmente sin lógica alguna (¿hay alguna vez lógica?); hasta los iniciadores de esa revolución fueron a parar a la guillotina que ellos mismos promovieron. Y así “las causas” se cristalizaron como objetivos del mundo que irrumpía.

Hoy, eso ya no es así, son las “identidades” temáticas los motores de la historia y la suma de estas lo que genera el lado “políticamente correcto” de lo contemporáneo. El wokismo anda por allí. Algunos planteos serán acertados, otros extremistas. Como todo, hay que pasarlo por el cernidor.

Si el que construye su minoría identitaria-temática logra convencer y así tener el mismo nivel de relevancia que valores fundamentales como el derecho a la vida o a la libertad, ¡listo el pollo!, como decía Gardel (que era uruguayo, no dejen de militar esa causa muchachos).

Así, entonces, desde temas secundarios o terciarios, todo es un gran entrevero (“vivimos revolcados en un merengue”) y que nadie ose discutir nada, o establecer prevalencias. Si usted no se allana al problema instalado por la minoría, usted es políticamente incorrecto y por ello será cancelado o escrachado, o alguna piña se comerá. Da igual, tampoco es que la “cancelación” sea definitiva, dura lo que un lirio si el enjuiciado en cuestión se ubica en el mundo alienante y sigue su marcha.

En estas estamos gente, así están las cosas y hay que asumirlas. Arturo Pérez Reverte resulta que es conservador para estos escritores ignotos. Y todo por discutir el lenguaje inclusivo. Ese es un lindo ejemplo de cómo estamos. (Si a mí me hubieran dicho que Don Arturo sería considerado un hombre conservador, me habría creído que era una broma para Tinelli.)

Siempre el tema es la verdad y siempre la verdad es un asunto central. Pero no se puede discutir lo básico: el derecho a la vida, la libertad y los valores de cada sociedad se deben preservar. Y eso no es ser conservador, esto es ser lógico. Cada sociedad construye su destino. Lo sectorial no se puede tragar lo colectivo, lo colectivo no puede hundir a las minorías, pero estas no son la única voz de la verdad. La verdad siempre son todos.

El día que escupiste con tus palabras, irrumpiste con agresividad y perdiste la verdad. Porque, insisto, el tema de la agresividad retórica es una forma de violencia que nadie tiene que padecer.

Habría que instalar el “prohibido salivar” como en los bondis de antes. Resultaría un llamado de atención. Algo es algo.

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