Opinión | Sin subsidio de los gringos

"A Europa le complica la vida que el proteccionismo y liderazgo norteamericano ahora sea explícito y que ellos no sean el objeto de subsidios gringos"

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Washington Abdala
Cabeza de Turco.

A Europa le duele el trato que EE.UU. le dispensa a diario. Le ofende que EE.UU. le reclame que tiene que aportar más euros para sus gastos en defensa. Le ofende también que le digan que no se va a poner más dólares estadounidenses en la OTAN hasta que los europeos no igualen sus aportes en relación con sus productos brutos internos, pagando (más o menos) un porcentaje similar al que pone Lituania (cercano al 5%). A España le incordia que le digan que con lo que aporta a la OTAN no se hace patria europea (no llega ni al 2%). A Europa le molesta que EE.UU. negocie sin ellos junto al heroico Zelensky la solución a la invasión ucraniana. En definitiva, a Europa le complica la vida que el proteccionismo y liderazgo norteamericano ahora sea explícito y que ellos no sean el objeto de subsidios gringos. Y eso que EE.UU. tiene fuerzas militares desplegadas en varios países de Europa (que ahora también les incordia tener que aportar algo para mantener ese “servicio” de seguridad en su continente).

Nosotros, los sudamericanos, somos expertos en recibir ninguneo. Hace décadas que gobiernos de distinto talante ideológico del Mercosur vamos y venimos a Europa pidiendo un acuerdo comercial (en el formato que sea) y que siempre, indefectiblemente siempre, por alguna razón alguien detiene, estira, elonga o no concreta en Europa.

Y lo hacemos como el peregrino que año a año recorre el camino sabiendo que esa es su misión, aunque no haya respuesta del otro lado. Cero respuestas, mucha cena, mucho café, pero siempre: cero acuerdos.

Recuerdo con pesar como Europa cobraba penal (al pulmón del mundo como es la Amazonía) porque el medio ambiente allí no era respetado por la desforestación. Con la llegada de Lula, se esperaba un cambio -después de todo, a él se le suponía más creíble en estos temas que a Bolsonaro-, pero nada cambió. Nada. Cero más cero. Ni siquiera si viniera Sócrates le creerían.

Al pan, pan, y al vino, vino: no quieren hacer el acuerdo y no lo harán. Y si me equivoco haré el camino de Santiago en bicicleta y con ruedas pinchadas.

Eso que vive Europa hoy con EE.UU., en otra escala, es lo que vivimos nosotros con Europa siempre. Nosotros, los sudamericanos, como sabemos que nuestro destino es remar en el dulce de leche, más solos que el uno, no nos enloquecemos, no montamos en cólera y no alienamos. Pero lo ofensivo del proteccionismo es eso: uno sabe que tiene mejor carne, mejor leche, mejores granos, todo más natural de verdad y nada se puede vender en Europa. Nada. Y no nos ponemos histéricos, ni nos pegamos el pecho sintiendo que se traiciona al espíritu de De Gaulle, simplemente bancamos parte del juego porque ese es el juego. Tomar Quina es la mejor medicina (la primera parte se la acuerda el lector).

Europa va a tener que madurar a empujones: no se reproduce por encima de dos hijos, los que aumentan la demografía son los inmigrantes africanos que no siempre son lo que los europeos querrían ser, el islamismo crece, las economías allí a pocos años cambiarán y ni el Big Ben, ni Notre Dame serán lo que son. No lo ve el que no lo quiere ver. Los pueblos no se juegan el destino de un día para el otro, lo hacen en procesos largos que muestran pautas profundas. Nosotros seguiremos luchando por nuestro destino sudamericano y Europa -aquella que creímos que existía- ya no existirá más, se viene otra Europa que no tiene nada que ver con la que conocimos. Eso sí, sin subsidios de los gringos. Se van a tener que acostumbrar.

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