Opinión |¡Vivan los pibitos, che!

“Saben lo del hombre mediocre de José Ingenieros y no lo leyeron”.

Washington Abdala
Cabeza de Turco.

En la vida uno anda por allí y hace lo que puede. Vive, se equivoca, acierta y la va llevando. La suma de lo que uno es, de lo que hace y de lo que no hace, detona en algún lugar. Y eso deja una estela de percepciones, disonancias y sentires que otros luego musitarán.

La gente buena, por lógica, deja su marca y se siente el bramido de sus existencias. Irrumpen los cuentos épicos, las anécdotas apologéticas y lo mitológico. No hay buen tipo o buena tipa que no sume puntos en su pasaje por la existencia. Va a haber mucha gente que se va a ocupar de montar carpas, vigilias y desde lo menor hasta lo magnánimo todo aparecerá narrado por alguien. Todo se sabe y todo se cuenta de todos los buenos.

Están también los otros, los que no hacen un gran aporte a la humanidad, aunque algunos o algunas creen que su designio fue así. La verdad es que estos seres irán apareciendo en el sutil relato de la gente. Son esos que fueron, perfidia y sentimientos menores. La gente no se equivoca. Ojo, muchos de estos o estas creen que son la reencarnación de San Agustín. Ni se percatan de su inquina -o un poquito sí- pero es que tienen tan internalizada cierta postura avara que andan en sus lodazales creyendo que beatifican al otro.

La verdad es que la gente buena es frontal, no tiene demasiado empacho en discrepar en una buena, no maneja un doble discurso, comparte datos, lo cuenta todo, es la misma cuando uno los despide y sabe que no te van a rajar al cerrar la puerta. Pero no todos son así. Si hiciéramos una encuesta la inmensa mayoría de la gente cree que forma parte del primer grupo y pocos del segundo. ¿Será así o son más los embromaditos de la segundan lista?

Siempre he creído que, en todo, la gente buena es más que la otra.

Capaz que los valores del presente no los tengo tan detectados como los de hace un tiempo y esto me lleva a confusión. Me avivan mis hijos. Bingo.

Igual, mi mundo es: pibes del presente (que me encantan) y enojos varios con montones de los que tienen más de 50 años. (Los tipos y las tipas grandes ni lo saben, ¿pa qué contarles? ¿serviría de algo marcarles la cancha? ¿cambiarían sus dogmatismos?)

No sé, me parece que los pibes del presente son más frontales que cualquier veterano de 50 o más. Me van a asesinar mis lectores grandecitos, pero es lo que siento. Pueden lanzar piedras. No es la primera vez que me lapidan. Y banco. Saben que banco.

Obvio, es un trazado grueso esto, una línea escandalosamente arbitraria, pero es lo que siento.

En definitiva, compré el peor de los mundos posibles, defiendo a unos que no me dan pelota, y critico a los que se supone que entiendo, pero que en general -bastantes de ellos- no me la hacen fácil. (Y no me gustan los grandes porque marean, se pierden en el camino de la sinceridad, andan con vueltas y esconden lo que sienten). Por eso he sido docente casi por 40 años: los pibes siempre dicen la verdad, no conocen el camino de la rebaja moral y de la mentira profesional. Saben lo del “hombre mediocre” de José Ingenieros y no lo leyeron. Deberíamos entender que el mundo que entró es de estos pibes y no de los grandecitos que ya bastante han hecho, para bien y para mal. Cada uno con sus culpas. Vivan los pibitos, che.

Y esto no es una lucha de clases (generacional), es que todo tiene sus tiempos. Y a mí me gustan los que mueven el presente, no los que creen que toda época pasada fue mejor. La posta.

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