Opinión | Yo creo en estas cosas

¡Que me van a hablar de amor decía el tango!

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Washington Abdala
Cabeza de Turco.

Creo en la verdad porque no hay dos verdades, es mentira eso. La verdad de usted leyendo esta nota es palmaria, es real. ¿O usted se inventa la cosa? La vida es mejor que la muerte, creo, y no tengo demasiado ánimo para debatir otra postura.

Creo en la frontalidad porque es necesario decirnos lo sincero sin engañarnos; los que engañan a conciencia, mienten: los que mienten son réprobos, los réprobos no merecen consideración, más bien merecerían ser no considerados.

Creo en lo que sirve al otro porque sí, sin necesidad de pensamiento alguno. Esa es la verdadera solidaridad, no la que se marquetinea, simplemente la que se hace y punto. Y cuanto más calladita, mejor. Eso de chapear con el buenismo de algunos causa vergüenza, por ser elegante nomás.

Creo que la soberbia es mala amiga y que solo inflama la mente y enturbia el alma. Las actividades públicas son campo fértil para el egocentrismo. Pegarle un zapatillazo al ego es buena cosa y habría que tener un reloj moderno que oyera al que derrapa para pitarle un sonido ensordecedor para callarlo (ya lo van a inventar con Inteligencia Artificial).

Creo en construir, cuantos más seamos en eso, mejor; se trata de hacer, dejar hacer, volver a hacer y seguir haciendo. El que hace siempre encuentra su camino de Santiago. Yo no lo conozco, ojalá lo pueda hacer algún día.

Creo que errar es humano y que por algo los que hacen erran puntos. Los de la platea hablan, chimentan y son capos de boquilla, creen que saben más que aquellos que hacen y que están en la arena jugándose la vida en medio de cuchilladas y traiciones. ¡Que me van a hablar de amor, decía el tango! Por eso hay asuntos que requieren de mucha tripa, de mirar lejos y de saber que va a sangrar. Mucho. A borbotones.

Creo que lo ideológico hace daño porque aplica un lente que ya está viejo, caduco, herrumbrado. Los que se paran allí siguen recitando un mundo que no existe, se lo tragó el tatuaje, el piercing, la convocatoria nueva y el enojo por lo que sea. Lo que hoy es válido es hoy, mañana capaz que no. Sorry, el mundo es así. ¿Tiene tortas fritas? Creo que odiar es un acto miserable porque enloda casi todo y nos rebaja como personas. Los odiadores construyen sectas, nunca ejércitos, solo cortan jugadas, las ensucian, son profesionales de la destrucción, sirven (horriblemente) a sus amos y reptan por todos lados de forma cloacal. Atroz.

Creo que los tiempos siempre son mejores con los que llegan, porque la acumulación de conocimiento es enorme, porque vamos dejando atrás prejuicios y porque la vida empuja más. Es verdad, hay resbalones y caídas en medio de esta epopeya existencial que causa pánico, pero las vamos a sacar adelante, siempre ha sido así, y siempre lo será.

Creo en gente buena; básicamente, me gusta la gente buena, no necesariamente de buen carácter, me gustan los apasionados, los que dejan la vida por un sueño, los que se rompen el alma contra viento y marea, y los que saben que siempre hay una ventana para abrir.

Creo que la curiosidad mueve al mundo, creo en la creación del humano ante la adversidad, creo que vamos a poder contra todo lo que el destino nos va ubicando adelante. Solo los necios no advierten la expectativa de vida mejorada en el planeta, la cantidad de gente que accede a un teléfono móvil que es la verdadera bomba atómica del presente y creo que las revoluciones mentales ingresan por allí segundo a segundo. En definitiva, creo en nosotros mismos, creo en nuestro sentido de superación, creo en empujar, creo que superar el conflicto con soluciones es el camino humano y creo que podemos ser mejores siendo distintos, cuanto más distintos, mejor, para ser mejores.

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