Situada en la costa norte de Portugal, donde el Duero desemboca en el Atlántico, Oporto es una urbe vibrante y acogedora. Desde sus empinadas calles, la ciudad mira al Duero, un río que baña tierras vinícolas a lo largo de todo su recorrido. Por lo que sin duda, el vino es una de las señas de identidad de Oporto, pero no es la única. Arte, historia, puestas de sol espectaculares y preciosos monumentos llenan de encanto esta ciudad lusa.
Comenzamos nuestra ruta en la Rua Santa Catarina, la principal arteria comercial de la ciudad. Allí, ante el trasiego de locales y visitantes se alza la Capilla de las Almas, llamada así por la imagen de la Virgen del mismo nombre que alberga. El exterior de esta iglesia está recubierto de azulejos que representan las vidas de San Francisco de Asís y de Santa Catalina.
El templo data del siglo XVIII, pero los azulejos son del siglo XX. Durante una reforma llevada a cabo en 1929, se revistió la iglesia con estas piezas diseñadas por el artista Eduardo de Leite.
Otro templo cuya fachada está decorada con azulejos es la Iglesia de San Ildefonso, obra de Jorge Colaço, quien también diseñó los que revisten el vestíbulo de la Estación de São Bento. Si entramos en esta iglesia, podremos contemplar su órgano, su hermoso retablo barroco, sus vidrieras y dos grandes cuadros pintados por Domingos Teixeira Barreto a finales del siglo XVIII.
La estación de trenes de São Bento (San Benito) es uno de los lugares más emblemáticos del centro histórico de Oporto, conocida tanto por su arquitectura como por su valor cultural. Su construcción comenzó en 1900 y se inauguró oficialmente en 1916, aunque parte de su diseño y decoración continuaron desarrollándose en años posteriores. El edificio ocupa el lugar donde antes se encontraba un convento benedictino, el Convento de São Bento de Avé-Maria, que fue demolido tras la disolución de las órdenes religiosas en Portugal en el siglo XIX.
Lo que más destaca de esta estación es su vestíbulo principal, decorado con más de 20.000 azulejos que forman un impresionante mosaico que recubre las paredes. Los murales, realizados entre 1905 y 1916, representan escenas históricas clave de la historia de Portugal, como la conquista de Ceuta en 1415 y la entrada triunfal del rey Juan I en Oporto tras su matrimonio con Felipa de Lancaster, evento que selló la alianza luso-británica. Además, los azulejos también retratan la vida cotidiana de las zonas rurales portuguesas, destacando actividades tradicionales como la vendimia y las ferias agrícolas.
La fachada de la estación, de estilo Beaux-Arts, es igualmente impresionante, con detalles ornamentales que reflejan el eclecticismo arquitectónico de la época. Sus altos ventanales y elegantes molduras se integran perfectamente con el entorno del casco histórico de Oporto, declarado Patrimonio de la Humanidad.
Hoy en día, además de ser una importante estación ferroviaria que conecta Oporto con otras ciudades portuguesas y españolas, São Bento es un destino turístico en sí mismo. Muchos visitantes acuden exclusivamente para admirar su arte y arquitectura, tomar fotografías de sus azulejos y empaparse de la historia que el lugar transmite.
A poca distancia de São Bento se alza la catedral de Oporto, un majestuoso edificio construido durante los siglos XII y XIII y remodelado en el XVII y en el XVIII. Fruto de todo ello, posee una mezcla de estilos románico, gótico y barroco. Sobre su entrada principal, un gran rosetón da la bienvenida a fieles y visitantes. En el interior, la catedral alberga varias joyas artísticas como la imagen de Nuestra Señora de Vandoma, venerada como patrona de Oporto, o el sarcófago de João Gordo, caballero de la Orden de Malta, con su estatua yacente en la parte superior y con un relieve en el frontal que representa la última cena.
El claustro, de estilo gótico, está adosado al lado sur del templo. Es uno de los lugares más llamativos de la catedral pues sus galerías están decoradas con los tradicionales azulejos portugueses. En el centro del patio se alza un cruceiro de piedra rematado con una cruz que muestra a Cristo en una de sus caras y una Piedad en la otra. El claustro cuenta con un piso superior al que se puede acceder a través de una escalera construida por el arquitecto italiano Nicolau Nasoni. La terraza del claustro también está decorada con azulejos y desde ella se puede contemplar el vecino claustro viejo.
Un mirador imperdible
La Torre de los Clérigos también ofrece unas vistas espectaculares. Se trata de un campanario de unos 76 metros de altura de estilo barroco, construido en el siglo XVIII por Nicolau Nasoni, igual que la iglesia aledaña. Las obras fueron financiadas por la Hermandad de los Clérigos Pobres. En el interior de la iglesia destaca su gran retablo de mármol policromado. Una pasarela permite contemplar la iglesia desde la parte superior tras el retablo y desde los laterales de la nave.
Además, en esta iglesia se realiza, a determinadas horas, un espectáculo de luces y música. Merece la pena subir los más de 200 escalones que llevan a la torre para disfrutar de Oporto desde las alturas.
Desde lo alto se puede ver la fachada de la cercana Librería Lello e Irmão. Esta preciosa tienda, con sus estanterías antiguas, sus vidrieras en el techo y su majestuosa escalera, tiene una curiosa relación con la saga de Harry Potter. Se extendió la creencia de que J.K. Rowling, que vivió durante dos años en Oporto, se inspiró en esta librería para crear algunos de los escenarios de sus novelas. La autora lo desmintió, pero esto no ha desalentado a los cientos de visitantes que cada día hacen larguísimas colas para entrar en este establecimiento centenario.
El Mercado de Bolhão
Se trata de un edificio construido en 1914 en estilo neoclásico. La planta inferior sigue siendo un mercado al aire libre. Allí se puede encontrar todo tipo de productos frescos como pescado, embutidos, frutas, verduras o pan. También hay algunos puestos de flores. La planta de arriba es una galería que circunda el mercado y está repleta de bares y restaurantes.
Un buen plan es sentarse en uno de ellos y probar las delicias de la gastronomía portuense. Uno de los platos más característicos de la ciudad es la ‘francesinha’, un sándwich de carne de cerdo y queso coronado por un huevo frito y bañado con una salsa de cerveza y tomate. También son muy típicos el bacalao, las sardinas asadas, el pollo a la parrilla y un guiso llamado tripas a la moda de Oporto que lleva tripas de cerdo, porotos blancos, chorizo y panceta. De hecho, a los habitantes de Oporto se les llama coloquialmente ‘tripeiros’ por este plato.
De ahí se puede dar un agradable paseo por el Puente Don Luis I, un gran puente de hierro, inaugurado a finales del siglo XIX, con un enorme arco y dos pisos. Por el superior pasa el metro y por el inferior, los vehículos. En ambos niveles hay aceras por las que pueden pasear los peatones.
Capital del norte. El pasado y el presente se encuentran en sus calles empinadas, mercados vibrantes, monumentos llenos de historia y vistas espectaculares.
Dulces y aromáticos: los vinos de Oporto
El elemento más conocido de la gastronomía portuense es el vino. Los vinos de Oporto son dulces, aromáticos y con una graduación alcohólica más alta de lo habitual. Esto se debe a que se añade alcohol vínico antes de que termine la fermentación, una práctica llamada “encabezado” que define su carácter único y contribuye a su longevidad.
En sus primeros tiempos, a veces se les añadía alcohol vínico en el momento del embarque para que resistieran mejor los rigores del viaje marítimo. Sin embargo, a mediados del siglo XVIII, los productores comenzaron a incorporar el alcohol vínico antes de que terminase la fermentación, refinando así su elaboración. Hoy en día, este vino es un símbolo de la región y un embajador de su tradición vitivinícola.
Para los amantes de la naturaleza y el vino, un crucero por el río Duero es una experiencia inolvidable. Estos paseos ofrecen vistas panorámicas de los valles vinícolas, que están declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y permiten descubrir los famosos viñedos en terrazas que definen el paisaje. Muchas excursiones incluyen visitas guiadas a quintas tradicionales, donde los visitantes pueden conocer a los productores locales, aprender sobre el proceso de elaboración del vino y probar las distintas variedades directamente en su lugar de origen. Es un plan ideal para quienes buscan conectar con esta cultura.