Por Mariel Varela
Cuando la oscuridad es total, el cielo se llena de estrellas (o no) y la noche se vuelve cada vez más profunda, la radio empieza a cautivar a un público más afín a escuchar que simplemente a oír o a tener de fondo esas voces que en horas del día pueden pasar desapercibidas o que juegan a ser bandas sonoras mientras uno trabaja, maneja, estudia o cocina. Pero en la madrugada, cuando el ritmo vertiginoso de la rutina cae al nivel más bajo, y desaparecen la mayoría de las interrupciones, esas voces se transforman en una compañía tan grata y necesaria que se asemejan más a un amigo incondicional que a conductores detrás de un micrófono haciendo su trabajo.
En la era de las comunicaciones y en pleno auge del streaming y las redes sociales, aún sobreviven esos programas nocturnos en el dial y que mantienen el germen de antaño: la interacción con el oyente y el constante ida y vuelta (antes solo por teléfono de línea; ahora con la variedad que permite la tecnología).
“En Radio Mundo y Océano FM siempre se hicieron análisis cualitativos de audiencia -no cuantitativos- a través de focus group, donde se medía el cómo te llega y el vínculo de fidelidad que generabas y la palabra clave siempre era compañía”, revela a Revista Domingo Gustavo Rey, creador y conductor de Caras y más caras, programa emblema de la noche radial desde 1986 hasta 2006.
“De día, la gente pone la radio y de noche la escucha, hay mucho más detenimiento. De día es como el arroz, acompaña, de noche es el plato principal”, compara Daniel Richard, uno de los cuatro conductores de Locos por el fútbol, que se emite sábados y domingos a la medianoche por Del Sol FM.
A continuación, un repaso por programas históricos de la noche, esos que han dejado huella en el dial, como Caras y más caras, y otros que se mantienen vigentes desde hace décadas -El tren de la noche, Locos por el fútbol, Último cuarto y Entre mates y otras yerbas- gracias a ese público noctámbulo y fiel que los elige por encima de otra variedad de propuestas para hacer más llevaderas y entretenidas sus madrugadas.
Una comunidad
Horacio Rubino y Paul Fernández tomaron la posta de El tren de la noche cinco años atrás -el primer conductor fue Luis Alberto Panelo en 1976; luego pasaron figuras como Omar Gutiérrez, Gustavo de los Santos y Luis Alberto Carballo- y muy rápido captaron que el “feeling” con la audiencia era el gen principal y pieza clave del éxito de este bastión de Monte Carlo, que va de lunes a viernes de 0:00 a 03:00 AM.
Robert Rocha, otro histórico de CX20, le advirtió a Rubino: “Mirá que en Monte Carlo los oyentes son los dueños de la radio, si hacés algo que no les gusta llaman y te lo dicen”. Bastaron pocas salidas al aire para que esta dupla lo corroborara. “Te llaman al orden, es cierto, pero una vez que lográs esa mágica conexión, te defienden, y no quieren a otro que a vos”, percibe Rubino.
Y agrega: “Han pasado muchos nombres por aquí y es el programa líder en la madrugada así que, sin duda, es una gran responsabilidad, pero la medida de todo siempre la da el destinatario: si el público no acepta, no funciona”.
Fernández acota: “Tienen un sentido de pertenencia tremendo, son hinchas del programa y protagonistas”. Es que El tren de la noche no existiría sin la participación activa de su público: leen absolutamente todos los mensajes que reciben, emiten todos los audios y abren los teléfonos una vez a la semana (en general de martes para miércoles) para que puedan llamar e interactuar.
La audiencia se autodefine como una gran familia y así se transmite. Los conductores de este magazine se refieren a cada oyente con nombre y apellido. Los tienen identificados. Les reconocen la voz apenas dicen ‘hola’. Entre ellos, además, intercambiaron teléfonos y se comunican fuera del horario del programa. “Si a alguno le pasa algo, todos lo llaman, se preocupan. Si a uno lo operaron, el que tiene el primer dato escribe”, ejemplifica Rubino.
Han dedicado programas enteros a homenajear a un oyente fallecido. “Tiene eso del club de amigos y es porque la noche se da para eso: por más que estés trabajando, si estás escuchando la radio le estás poniendo oreja”, según Fernández.
Los sigue desde Nachito, un oyente de 10 años que manda audios cada noche para contar cómo le va en la escuela y en el fútbol, hasta Orozman, un mago octogenario que escribe disertaciones para compartir al aire, y son muy esperadas por el resto de la audiencia.
Los conductores tienen un debe con esta comunidad y es armar un encuentro con los oyentes. Lo reclaman hace tiempo, pero en el medio pasó la pandemia y retrasó los planes. La idea es organizar algo este año para que se conozcan cara a cara, pero antes deben conciliar el horario del programa con el de la reunión, así pueden asistir todos.
Hace casi cuatro décadas que Miguel Cabrera pone al servicio de la comunidad el conocimiento sobre hierbas que adquirió desde la niñez, y lo hace a través del programa Entre mates y otras yerbas, que se emite por Carve (aunque pasó por todas las AM, de la 4 a la 40, a lo largo de su historia) de 0:00 a 03:00.
-¿Cómo sabe tanto de hierbas?
-Soy una víctima más de la medicina alopática. Al año y medio tuve una infección en la garganta, no me podían operar porque era muy chico; se me fue a los riñones, los nefrólogos me vieron y me dieron seis meses de vida como mucho. Mi abuela dijo con buen criterio 'no me gustaría que los hermanos vean que se muere’ y me llevó a su casa. Agarró todos los remedios que me daban (probaron conmigo todos los antibióticos), los metió en una bolsa y dijo 'esto no se toca'. Tenía 4 años y me llevó a hablar con una aborigen guaraní que sabía mucho de hierbas y me hizo conocer a otros chamanes. Hoy tengo 64, no tengo nada en los riñones, y les prometí que iba a compartir con la gente el conocimiento, de la misma manera que lo habían hecho conmigo.
Cabrera aclara que él no receta porque para eso está el médico, sino que regala sugerencias, y que no cura a nadie: “Te doy los conocimientos y te facilito las herramientas. El que lo usa lo hace conscientemente y le va bien. Tengo ejemplos de personas que se dializaban o eran insulinodependientes y estuvieron lo más bien”, revela a Domingo a propósito de su función.
Su objetivo es acercar conocimiento para hacer al hombre libre, sin ningún fin económico detrás: “La gente no entiende por qué hacemos esto, porque no hay un negocio de venta de hierbas medicinales. Al compartir conocimiento los hacés libres y no hay nada más lindo que encontrarte con un chiquilín que en 2007 tenía aplasia medular y que hoy esté vivo y sea papá”, comenta.
Por último, aclara que muchos oyentes no llaman buscando un consejo, sino que quieren ser escuchados: “Muchas veces la gente necesita una oreja porque hay mucha depresión no diagnosticada”.
Pioneros
Esto de los encuentros entre oyentes no es algo nuevo. A mediados de los 90, Gustavo Rey implementó propuestas en vivo con la audiencia de Caras y más caras, y así surgieron los Domingos de Magia, Enredados y Tenedores Unidos, que incluían dinámicas lúdicas, comida y baile.
Durante la primera etapa del programa, los llamados en vivo eran lo máximo a nivel de interacción y se equiparaban a un posteo en redes sociales del presente.
“Era la salida democrática y la gente tenía la necesidad de hablar, preguntar, opinar. Llamábamos a cualquier dirigente político, le hacíamos la nota y luego había llamados de la audiencia que tenía libertad absoluta para preguntar lo que quisiera”, recuerda el ideólogo del ciclo que se emitió primero por Radio Mundo y luego por Océano FM.
Ahí nacieron originales dinámicas de juego donde la imaginación típica del universo radial se veía potenciada por el horario -de 23:00 a 01:00 al principio, y en la última etapa de 21:00 a 01:00-. Así surgieron espacios que quedaron en la memoria de mucha gente y hacían estallar las líneas. Locas Pasiones -donde la gente contaba su historia de amor- o La Fantasía Erótica, por ejemplo, fueron segmentos que dieron qué hablar: “No sé si hoy se podría hacer. Era increíble. Las personas no se veían las caras, se describían hasta dónde querían, se hacían preguntas”, repasa Rey. Y confirma que se formaron varias parejas gracias a esa suerte de Tinder del dial.
El comunicador está convencido de que la apertura, a nivel de contenidos y de participación, era propia de la madrugada: “Se calma el ritmo de la ciudad, el campo o donde escuches y hay otra complicidad”, opina.
Pasiones
Existen proyectos que nacen de la habilidad de sus creadores de encontrar un nicho descubierto y acapararlo. Fue el caso de Gustavo Seijas y Último cuarto, el programa que craneó bajo el pegadizo eslogan ‘el basquet después del basquet’ 17 años atrás. Hacer dos horas más post partido con análisis y la voz de los protagonistas no fue un capricho ni una locura, como parecía. El vínculo de Seijas con la pelota anaranjada durante años (fue árbitro de 1987 a 2003) hacía que conociera perfecto y de primera mano ese mundillo y su potencial público.
“Sabía que el basquetbolero es noctámbulo y después de jugar, así como el hincha, no se duermen porque quedás sobregirado. Quedás recaliente si perdiste o eufórico si ganaste. Lo tradicional era escuchar al otro día al mediodía pero lo caliente, lo vivo, estaba en la noche”, explica Seijas a Domingo.
Entre el hallazgo del público cautivo y su deseo de seguir cerca del deporte de sus amores -cuando un problema de salud lo alejó del arbitraje- fue que empezó a construir este producto al que quiere como a un hijo. Si bien estaba instalado en la Sport con Colados al camión -programa de carnaval-, meter su nuevo proyecto en la emisora le llevó un tiempito. Al enterarse que Cero Hora no iba más y “se rompía la madrugada”, le planteó a don Pedro Abuchalja, gerente de la 890 AM en ese entonces, mechar Último cuarto en ese horario, pero la propuesta económica de una tarotista pudo más.
“En 2005 me cruzaba a Don Pedro en el restaurante Anticuario, donde yo estaba ayudando y le decía: ‘Cuando la tarotista desaparezca podemos hablar’. Así lo tuve medio en broma, hasta que desaparece la tarotista, empezamos la charla de vuelta y el 4 de agosto de 2006 hicimos la primera salida al aire por la Sport”, repasa.
Aquel debut, dice, resultó mucho más acartonado de lo que hoy puede escucharse a diario a partir de las 0:00 en la 1010 AM. Fue mutando y se acopló al público de la madrugada: “Hoy no hay tanta estructura y el peor soy yo, entonces se analiza el básquetbol pero si se salta para hablar de carnaval, de fútbol, de tenis, de la vida misma, no hay problema ninguno”, asegura. Y vuelve a confirmar que el oyente de radio en la noche profunda exige y busca compañía.
El desembarco en M24 en 2020, tras 14 años en la Sport, sumado a que a la incorporación de relatos y transmisión de partidos (hoy disponibles a través de la aplicación del programa), les sirvió para comprobar la fidelidad de la audiencia, que continuó eligiéndolos a pesar de la mudanza.
“La marca Último cuarto está impuesta para el básquetbol y también para el que no es basquetbolero. Decís Último cuarto y la gente sabe que hay un lugar donde se disfruta de hacer básquetbol. Nos gusta hacer radio y se trabaja en equipo, aquí nadie prevalece, todos tienen su rol y son importantes. Yo no agarro el micrófono, al contrario, porque hay gente que tiene otras virtudes para comunicar y hablar de básquetbol, entonces quiero que mis compañeros sean los mejores, no me afecta levantar el centro, lo importante es que el producto esté impuesto, se escuche y se replique”, dice orgulloso.
Nunca nadie agradecerá tanto como Germán Silveira que una chica le haya cancelado una salida porque la consecuencia de ese plantón resultó ser la mejor experiencia profesional de su vida. Era sábado, hacía frío, se tiró en la cama, prendió la radio y se enganchó con Locos por el fútbol. Germán no era oyente de radio pero había quedado sintonizada la Sport 890 porque de tarde había escuchado un partido de Peñarol con su padre, y la dejó. El griterío durante una nota a ‘Chapita’ Blanco lo cautivó. Llamó y se robó la atención de todos con su imitación del ‘Toto’ Da Silveira y Julio César Gard.
Al día siguiente, Richard y Mozzone consiguieron su número de teléfono gracias al captor de la radio, lo invitaron a sumarse al staff, y no se fue más. “De casualidad descubrí mi vocación. Si bien no tengo formación, me di cuenta de que es lo que me gusta hacer. Me ayudó que hacía teatro y Murga Joven”, confiesa a Domingo. Y añade: “A Locos no le veía futuro pero a fuerza de golpes llegamos. Nos costó muchísimo pero es el premio a la perseverancia y lo disfrutamos el triple que cualquiera”.
De culto.
‘La hinchada de la Ámsterdam’, ‘gente que está careada’: la manera en que los mismísimos conductores de Locos por el fútbol definen a sus oyentes refleja ese modo de ser desfachatado, sinvergüenza, auténtico, sin pelos en la lengua y siempre al límite de la roja que los caracteriza.
Por lanzar los disparates más impensados y políticamente incorrectos al aire se han ganado algún enemigo: Rafa Cotelo y Julio Ríos supieron ir a buscarlos a la radio ofendidos por sus dichos, aunque hoy es historia vieja y sepultada; Abigail Pereira los quiso demandar por un comentario homofóbico que hicieron en la época de Pop TV.
Pero esa especial forma de ser también ha sido el trampolín para ponerse a la audiencia en el bolsillo y ganarse su credibilidad porque no se casan con nadie, y al sintonizarlos cada sábado y domingo a la medianoche en Del Sol FM, el oyente sabe que tendrá carcajadas aseguradas.
“A la hora que lo hagamos nuestra audiencia es diferente. Locos por el fútbol tiene un público de base y ese núcleo están todos los locos. Es la hinchada de la Ámsterdam”, define Adrián Mozzone, uno de los conductores y creador del programa en 2006.
Daniel Richard, otro de los conductores, aclara que la masividad que les dio el pase a Del Sol, en 2017, hizo que tomaran ciertos reparos -aunque en la práctica son pocos- para evitar conflictos mayores: “Una cosa era cuando estábamos en la 1410 AM, que éramos fogoneros, los loquitos de la noche, más jóvenes y no había redes. Hoy cualquier frase sacada de contexto se viraliza. En ese momento era si lo escuchaste en el momento lo escuchaste, sino no. Era un programa de culto y de nicho, hoy pasó a ser un poco más masivo, y con las redes de fondo hay que cuidarse más porque te complica”.
Mozzone, sin embargo, opina que el público siempre respalda: “Estamos en un lugar masivo pero decimos cosas que en cualquier otro programa serían un problema. Tiramos cada bombazo, pero la audiencia nos da cierta impunidad”.
No hacen notas con los futbolistas, tienen charlas con ellos, y así logran sacar material jugoso, porque el entrevistado deja de estar a la defensiva. El fútbol es, para ellos, una excusa y herramienta para hacer reír.
“La gente se siente identificada porque somos cuatro tipos hablando de fútbol de la misma manera que hablan cuatro amigos en el laburo o en un asado. Usamos el fútbol como herramienta para entretener”, comenta Richard sobre la forma de comunicar, y en definitiva, la fórmula del éxito de Locos.
Andan sin casete y sin corbata: de las pocas veces que usaron traje fue para ir a buscar su Iris como Mejor Programa Humorístico en Radio en 2017. “Ganar el Iris fue como para Messi levantar la Copa del Mundo. Competíamos con Petinatti, Segunda Pelota, Justicia Infinita”, compara Richard.
No paraban de “tirarle centros” a Pablo Lecueder para que los llevara a Océano FM y finalmente los llamó Jorge Piñeyrúa para que Locos se sumara a la programación de Del Sol. Hoy están en la cima y no es casual.
“Trabajamos toda la vida para esto, no es casualidad. Que lo hagas de una manera amena, divertida y parezca que atrás no hay laburo no es verdad. Hay talento y laburo”, cierra Richard.