Pablo Atkinson tendría unos 4 o 5 años cuando los domingos pedía que lo llevaran temprano a la casa de su abuela para ayudarla a cocinar ñoquis. “Me gustaba meter mano, entonces le cortaba los ñoquis, revolvía la salsa”, recuerda en charla con Domingo el responsable de Humorísimas. También armaba menjunjes de yerba, harina y lo que encontrara. De su abuela guarda un cuaderno de recetas lleno de anotaciones y páginas ya amarillas; “el tesoro más grande que me llevé de su casa”, asegura.
De niño le gustaba jugar a los programas de cocina que veía todas las tardes en la televisión. “Había que anotar la receta rapidito porque después no la encontrabas. Después le pedía a mi mamá para hacerla”, cuenta quien por ese entonces no llegaba a la mesada de la cocina.
Otro gran incentivo que tuvo fue una tía especializada en cocina suizo-alemana que supo tener varios restaurantes y además daba clases en su casa. “Me decía: ‘Pablillo, vení que vamos a hacer un mousse de chocolate’”, comenta. Y ese mismo mousse era el que el niño le hacía a su padre para que llevara a las cenas con sus amigos.
Siendo adolescente tuvo la suerte de que la Hermana Bernarda, que por ese entonces conducía un programa de cocina por la señal elgourmet, diera una clase a beneficio en su Mar del Plata natal. Se anotó con su madre, ganaron una de las preparaciones del curso —unos dips para acompañar una entrada— y él se pudo sacar una foto con la monja que tanto admiraba. Con esta historia y la preparación de una torta de ricota alemana especialidad de Bernarda, pasó uno de los primeros filtros de la tercera temporada de Masterchef, cuando aún no era conocido. No llegó a la selección final, pero le sirvió para acercarse al mundo de la TV y, años más tarde, poder darse el gusto de ser parte de El show de la tarde (Canal 10), en el segmento de competencia culinaria. Primero fue concursante, luego parte del staff con su personaje de Diana.
Cuando se fue a vivir solo, con 18 años, era el único de sus amigos que sabía cocinar, así que era el que se encargaba de preparar meriendas o cenas para todos. “Como soy muy dulcero, mi especialidad es un postre peruano que conocí en Chile, el suspiro limeño, que se llama así porque es tan dulce como el suspiro de una mujer de Lima. Tiene el gustito de un dulce de leche suavecito y todos me lo piden”, señala quien también es amante de lo agridulce.
Los primeros días de la semana por lo general invita a amigos o a sus padres a cenar. “Aunque sea hago un panqueque con dulce de leche”, dice. En épocas de Carnaval (está en parodistas Los Muchachos), cocina para guardar y tener para comer a la vuelta de los ensayos o los tablados. Y en las tardes, antes de ir a una panadería prefiere hacerse un budincito rápido para el mate o el café.
“Para el que cocina, los mejores comensales son esos a los que les servís cualquier cosa y lo prueban sin historias”, resume.
Artistas de paladar complicado
Pablo cuenta que cocinar para el elenco de Humorísimas es toda una odisea porque todos tienen problemas con algún ingrediente. “Hay un asistente que solo come jamón y queso”, revela.
Un día probó hacer empanadas para todos de jamón y queso, de pollo y de carne. A las primeras las devoraron; para las otras aparecieron los “peros”. “Desde ese día dije ‘para la próxima hago panchos, no voy a gastar más pólvora en chimangos”, comenta entre risas.
El próximo jueves será la última función de Humorísimas 20 años (Teatro Movie, 21 horas), luego el espectáculo en el que también están Petru Valensky y Fito Galli descansará por un tiempo porque Pablo hará en 2025 Jardín de otoño, una comedia dramática muy versionada en Argentina y que acá se realizó con Cristina Morán. “Hace muchos años que quería hacerla”, confiesa.
Lo acompañarán Selva Pérez y Esteban Recagno, dirigidos por Alejandro Martínez Savio.
En Carnaval, volverá a ser parte de parodistas Los Muchachos, para los que también de tanto en tanto cocina alguna torta.