Patricia Martín ha ganado en los últimos tiempos cada vez más minutos en la pantalla de Santo y Seña, el periodístico estrella de Canal 4. Pero hace 14 años que trabaja codo a codo junto a su conductor, Ignacio Álvarez. La comunicadora asegura que nunca ha sentido miedo por los informes en los que ha expuesto delitos e irregularidades y que jamás estaría junto a Álvarez si este fuera “una mala persona”, aunque admite que se trata de un periodista polémico.
Desde sus trabajos como moza en Punta del Este y McDonald’s hasta sus años de competidora de vela y su pasión por el carnaval, la comunicadora resume su vida en esta charla con Domingo.
Una chica inquieta
Nació en Montevideo el 6 de mayo de 1985, aunque toda su familia materna es de Tacuarembó (su abuela fue maestra rural y su abuelo, viajante). Su padre es Felipe Martín, director nacional de Transporte durante el gobierno de Tabaré Vázquez y una persona que tuvo que vivir en la clandestinidad durante la dictadura. Tiene varios hermanos (de distintos matrimonios de sus padres) y desde chica siempre fue una persona inquieta, ávida de aprender cosas nuevas. “Siempre hice de todo: ballet, danza, navegar, tocar el piano, ir a clases de inglés”, resume.
De muy joven quiso tener su dinero propio, para vivir la independencia que esto otorga y para ayudar a sus padres a pagar su licenciatura en Comunicación en la ORT. Durante seis meses (entre 2004 y 2005) fue anfitriona en McDonald’s (“llegué a bailar con Ronald”, dice) y en las cinco temporadas siguientes (de 2006 a 2010) trabajó de moza en el restaurante Il Baretto de Punta del Este. Además, fue instructora de vela. “A los 10 años empecé a navegar en el Yacht Club y hasta los 15 lo hice en Optimist. Ahí clasifiqué a un sudamericano que se hizo en Río de Janeiro en el año 2000. Después di clases un verano en el club Náutico, tenía como 70 gurises a mi cargo, era tremendo. Es un deporte espectacular para un niño, por las decisiones que tenés que tomar en el agua, por el respeto al mar y el compañerismo”, comenta.
Su comienzo en el periodismo
Fue en la publicación Zona Naranja, un semanario de básquetbol para el que trabajó dos años, de 2008 a 2010. “Hice tres años en la Facultad de Química porque quería ser ingeniera de alimentos, hasta que un psicólogo amigo de la familia me hizo algo parecido a un test vocacional y me dijo que tenía que hacer Comunicación. Me presenté a una beca en la ORT y la gané. Me tocó el taller de periodismo con Leonardo Haberkorn y dije: ‘Me encanta, esto es lo que quiero hacer”, recuerda.
Martín es hincha de Aguada por haber vivido casi toda su vida en el barrio del club rojiverde. Y junto a otros amigos, comenzó a hacerse cargo de su página web. Ahí conoció a una hincha que colaboraba con Zona Naranja, donde trabajaban, entre otros, Federico Buysan, Juan Pablo Taibo y Leonardo Sanguinetti. “Empecé a escribir de básquetbol femenino, hasta que llego a Sarandí. Nacho me seleccionó e hice una pasantía de tres meses. Luego me dijo si quería renovar y me dio la oportunidad de hacer informes al aire”, recuerda.
De la radio a la televisión
Comenzó a trabajar en Sarandí como asistente de producción y luego como productora general de los programas Viva la tarde y Las cosas en su sitio. También hizo micros de deportes menores en Radio Sport 890 y trabajó en LaCatorce10, en la producción general de los programas Fotosíntesis y En buen romance. En esta última radio, no tuvo una buena experiencia laboral: “No por el grupo humano, sino por el medio en sí. Nunca había trabajado en un lugar en esas condiciones. Hubo problemas con el pago de los sueldos y con cómo trataban al personal. Incluso muchos terminaron en juicio”.
Además, trabajó en El Observador entre 2014 y 2015. “En el segundo año de Santo y Seña es que Nacho me ofrece ser asistente de producción. Al otro año paso a ser productora general y después empiezo a hacer informes al aire. Al principio era una sección que se llamaba Buenas y santas, en la que yo hacía la noticia ‘buena’. Hice notas con la Fundación Álvarez Caldeyro Barcia, con Animales sin Hogar...”, anota.
Santo y Seña y Nacho Álvarez
Aunque en su momento iba más “al choque” en su búsqueda de ventilar trapos sucios (desde hace tiempo esto lo hace Bernardo Wolloch en la Cartelera de chantas), dice que solo una vez sintió miedo. Acababa de empezar a funcionar Uber en Montevideo, ella salía del Teatro de Verano y el conductor la reconoció. “Un amigo mío está preso por tu culpa”, le dijo. La conversación se distendió después. Y el hombre la llevó hasta su casa, aunque ella le pidió que la bajara una cuadra antes.
“El programa genera amores y odios, pero creo que el uruguayo es muy respetuoso. Nunca me vinieron a hablar mal, el que se acerca es más bien el fanático que te viene a felicitar o a saludar”, comenta.
Y agrega: “Lo que sí te cambia es que en cualquier evento social hay una persona que viene a plantearte una denuncia. O que crean que porque estás en un lado tenés una cámara oculta y estás haciendo un informe”.
—¿Cómo te llevás con Nacho Álvarez? Es una persona controvertida y señalada por otras mujeres por actitudes discriminadoras.
—Me llevo muy bien, si no no trabajaría con él. Y lo hago desde 2009. Es un jefe sumamente exigente que saca lo mejor de su equipo. Es un mentor, son pocos los colegas que he tenido que no se guardan información, que están para enseñar y que no compiten contigo. Es además una persona muy defensora de su equipo, ya sea frente a la empresa o a un juicio. Sin dudas que nos peleamos, porque hay cosas sobre las que él piensa de una manera y yo pienso de otra. Pero discutimos sanamente. En las investigaciones tenemos que estar recontra seguros de los que vamos a decir. Es verdad que no todo el mundo puede trabajar con él. Igual, ha mejorado con los años, no sé si es que se puso viejo o por la terapia (se ríe). Sé que Nacho es polémico y a veces digo: ‘¿Para qué dice esto?’ Pero él es así, creo que es bastante transparente con lo que dice y lo que piensa. No es un jefe que te pase la mano por el lomo, pero en determinados momentos te felicita y me consta que habla bien de vos frente a otras personas.
Su lado B: el carnaval
La primera vez que participó en Murga Joven fue en 2013. “El carnaval es el lugar que disfruto con mis amigos y creo que el único en el que no pienso en periodismo”, señala.
Martín hizo murga joven hasta los 35 años, cuando se mudó a Canelones, donde empezó a participar de la movida del interior. “No escribo para carnaval, es lo que menos quiero hacer. Canto y me encargo de la parte de redes, vestuario y maquillaje”, comenta.
Hace tres años, fundó junto a un grupo de amigos Más Carnaval, un espacio abierto para murgas, parodistas, comparsas y todo aquel que quiera mostrar su arte. “Surge de Sucau, el sindicato de trabajadores de carnaval. Es algo alternativo, solidario y popular que tiene las puertas abiertas a todos. No se cobra entrada (aunque obviamente se piden apoyos a municipios y otros) y la idea es llegar a todos los barrios. Pienso que el carnaval es prohibitivo. Si no tenés plata para pagar una prueba de admisión, no podés participar de la fiesta. Ojo, no tengo nada en contra de Daecpu, esto es algo alternativo”, aclara.