"Trato de no pensar mucho en eso porque me pone bastante nerviosa”, confiesa Paula Scorza (47) antes de entrar a Paren Todo, el programa que conduce junto a Valentín Rodríguez en El Espectador. Se refiere a lo que implica su nuevo rol en Telemundo: co-conductora de la edición dominical del informativo. Sabe que es un lugar en el que el público deposita su confianza a la hora de ver las noticias. “Está eso de ‘me lo dice Aldo (Silva), me lo dice Malena (Castaldi) o me lo dice Mariano (López)’. El informativo te dice por dónde va la cosa. Es bastante más formal a todo lo que he hecho”, agrega.
Los espectadores de Teledoce ya la ven todas las mañanas en Desayunos Informales. Esa fue su reaparición en televisión luego de casi 20 años en prensa, un trabajo tan riguroso como intenso por el que se especializó en política -cubrió fuertemente Parlamento, Intendencia de Montevideo y noticias sindicales-. Había trabajado en el noticiero de TV LIBRE a comienzos de los 2000; y por aquel entonces conjugaba dos pasiones que copaban su vida: el periodismo y Peñarol. La audición Peñarol Verdad fue su primer trabajo en el rubro. De los partidos de divisiones inferiores, subió a tercera y posteriormente a primera. “Esa fue una búsqueda personal porque quería trabajar y era muy hincha (dice que lo sigue siendo pero hoy es más serena). Era la posibilidad de hacer algo que me gustaba; no pensé que desde ahí iba a trabajar en los medios”, relata. Pero sí fue el inicio de todo.
La mención a que Peñarol Verdad fue una “búsqueda personal” es porque los empleos posteriores en EsteDiario, Caras y Caretas, Últimas Noticias y El Observador -donde permaneció 13 años- y luego en Doble Click en DelSol, Paren Todo y Desayunos Informales fueron “una sucesión de oportunidades y desafíos” que aparecieron en el camino. Incluso la conducción de Telemundo tuvo un poco de intervención del destino... eso de estar en el momento y en el lugar adecuados. “Nunca fue mi objetivo ni había tenido una posibilidad concreta. Pero me enteré que había quedado (la vacante tras la renuncia de Iliana Da Silva) y pasé por las pruebas. Yo tenía ganas y el canal también tenía ganas. Fue como un mix”, cuenta a Domingo.
Reflexiones.
Esta periodista especializada en política solo vio una elección presidencial como civil. Y dice que le costó mucho. Los comicios de octubre y noviembre de 2009 los siguió por televisión porque en setiembre de ese año nació su hija, Delfina. Había estado cubriendo la interna del Partido Nacional que recuerda que estaba “picadísima” entre Luis Alberto Lacalle Herrera y Jorge Larrañaga. “Los años electorales son mis favoritos”, asegura.
Si bien hoy no tiene que estar detrás de ningún candidato ni cubrir ningún acto partidario y volver corriendo a la redacción -cosa que disfrutó durante muchos años aunque dice que no extraña-, asegura que el compromiso es el mismo. “Tenés la responsabilidad de hacer las mejores preguntas para que a la gente le llegue lo más cercano a la verdad. Tenés el desafío de la ecuanimidad, de darles a todos las mismas oportunidades de dar sus propuestas. Y que también contesten las cosas a las que generalmente les quieren escapar”, expresa.
Cree que no han cambiado las reglas de juego entre políticos y periodistas durante una campaña electoral por más que a veces ocurran eventuales enfrentamientos en televisión o en X (ex Twitter); tampoco cree que hoy se viva una campaña “más violenta” que las pasadas. “Siempre hay alguien al que se le va un poco la moto pero, si pensás, el momento de la campaña siempre es para darse con todo, siempre hay mucha tensión. Buscá ‘frases de políticos discutiendo’ a ver qué aparece. Uno se olvida”, relata.
Basta pensar unos segundos y muchas vienen a la mente. Hay una que, en especial, la tuvo de testigo. Fue el famoso episodio de golpes entre el entonces diputado Luis Lacalle Pou y el diputado frenteamplista Juan José Domínguez entre insultos de “mentiroso” y “oligarca puto”. “Al momento de la pelea no había casi nadie de la prensa. Estábamos el Canal 10, Búsqueda y yo (por Últimas Noticias) porque el Senado estaba discutiendo la despenalización del aborto. Hoy me cuesta imaginar que eso suceda”, dice y lanza su hipótesis: “Juega un poco eso de estar permanentemente observados y que tengamos teléfonos, lo que hace que tengamos un poco más de cuidado. Por eso, ese escándalo (que ocurrió en 2007 y nadie tenía smartphones) no tuvo la dimensión que podría haber tenido”.
Lo que sí ve distinto es el peso que ganaron las redes sociales. Pero no tanto para periodistas y políticos sino por aquellos que se escudan en el anonimato para decir lo que se le venga en gana con total agresividad e impunidad y no solo contra los políticos. “Me han dicho cosas espantosas”, acusa. Y sigue: “Mucha gente se siente en el derecho de poder decirte todo lo que piensa sobre vos sin ningún tipo de filtro sobre tu apariencia. En general es contra las mujeres. Me parece una vergüenza. Si me querés criticar, criticame si no te gustaron mis preguntas o cómo le hablé a un entrevistado, pero no por si peso 20 o 70, por mis uñas o por si la ropa me quedó horrible. No corresponde”. Dice a Domingo que en estos años de exposición ha aprendido a no tomarse estos comentarios a modo personal y que prefiere no responder aunque, por supuesto, no deja de sentirse apenada. Este es un tema que habla mucho con sus dos hijos (Delfina es la mayor; Marcos es el menor y acaba de cumplir 11 años) más teniendo en cuenta que su pareja, Alejandro Bicho Amaral, también es una figura de la televisión. “El mundo digital es su mundo y les enseñamos que allí también tienen que haber nociones básicas de respeto”, apunta.
Los periodistas se entienden.
Paula y Bicho Amaral están juntos desde 2006. “La gente no lo sabe”, dice entre risas. Si bien ambos comparten fotografías familiares en Instagram, ella prefiere conservar su privacidad y se alegra de que no haya tantas noticias faranduleras sobre ellos disponibles en la web. Por su debut en Telemundo, él escribió en X: “Felicitaciones Paula Scorza. Vamos a tener una media hora de competencia todos los domingos”. El informativo termina a las 21 horas y él está al aire en Santo y Seña desde las 20:30. No obstante, no es la primera vez que compiten. Y hay que decir también que él fue jefe de ella.
La historia es así: se conocieron en una cumbre de presidentes en el Sodre a fines de ese año. No pasó de un saludo pero la cosa cambió en una fiesta que compartieron en las semanas siguientes; quedaron en contacto, empezaron a hablar y más tarde a salir. Él trabajaba en Últimas Noticias y ella, en Caras y Caretas, pero pronto entró, fue contratada por ese diario para cubrir Economía pero el periodista que cubría Diputados renunció y ella pasó a suplantarlo. Lo que era “por unos días” se volvió su trabajo fijo. “Él pasó a ser mi jefe en ese momento y hacía muy poco que estábamos saliendo. Fue mi jefe durante un año y medio”, cuenta. ¿Cuál fue la receta del éxito en esta primera etapa? “No llevar nada de lo personal a la redacción”, contesta. Pero considera que ayudó que era el inicio de la relación y siempre es un momento donde todo es de color de rosa.
Luego de un año y medio de convivencia en la redacción, ella se fue para El Observador, donde sí pasaron a ser competencia. ¿Y cuál fue la receta del éxito en esta etapa? “Un pacto”, contesta. Y detalla: “No hablábamos de lo que íbamos a dar al otro día”. En ese entonces los diarios “guardaban” las primicias para la edición que se vendía en la mañana, algo que ha cambiado con la irrupción de las redes sociales y la digitalización. “No queríamos que hubiera ninguna suspicacia”, cuenta. Y agrega: “Si yo sabía que él tenía un bombazo no dormía en toda la noche, así que nos cuidamos mucho en ese aspecto”. Incluso hoy cada uno mantiene sus secretos profesionales y el otro se entera al momento de la emisión de sus respectivos programas. “Ahora ya no lo tenemos que ni siquiera pensar, se da de esa forma y así funciona”, concluye.