Los payasos que ayudan a curar

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Los Payasos Medicinales se aprontan en el Clínicas. Foto: Darwin Borreli.
Darwin Borrelli

Con historia pero con escasa presencia hoy en Uruguay los clowns terapéuticos mejoran el bienestar de pacientes, familias y personal.

DÉBORAH FRIEDMANN

La sala está en silencio. Algunos pacientes conversan bajito con sus acompañantes, otros dormitan en soledad y un par mira en un viejo televisor la novela de la tarde. De pronto, el sonido de una guitarra y una corneta rompen con la monotonía del Hospital de Clínicas. Olga lo escucha y se asoma a ver qué sucede. "¡Qué bueno! ¡Llegaron! Yo estuve internada en varios pisos pero siempre me los encuentro", le dice a Andrés, Federico y Daniel, tres payasos que la reciben con una sonrisa y una propuesta: "¿Y si desfilás?". Sin dudar un segundo la mujer acepta el reto e ingresa a la sala dos como si fuera la más prestigiosa de las pasarelas. Primero, las miradas son de asombro, pero cinco minutos más tarde una decena de personas —entre familiares, pacientes y personal del hospital— se une en un "trencito" al ritmo de la música. Y una hora después este trío de artistas se va y deja otra sala, una en la que cada uno de los enfermos, desde la señora acostada en posición fetal con cara de dolor hasta la adolescente con mirada desconfiada, se rió, y mucho.

Andrés, Federico y Daniel son tres integrantes de Payasos Medicinales, una organización creada en 2010 por artistas con formación en clown que tres tardes por semana trabaja de forma voluntaria en el Hospital de Clínicas, una de las pocas instituciones que cuentan con este tipo de intervención en Uruguay. Otra es Casmu, que para su servicio de Pediatría contrató hace tres años a payasos de la fundación SaludArte. Ambas experiencias son bien diferentes en la modalidad pero persiguen el mismo fin: contribuir al bienestar de enfermos, allegados y el equipo de salud. Con gestos, miradas, palabras, música, abrazos y ternura, lo logran.

Transformar.

En el pasillo del piso 15 del Hospital de Clínicas lo único que se escucha es el sonido de una guitarra. Sentado en un banco está Federico, una de las incorporaciones más recientes de Payasos Medicinales. Clown profesional, la experiencia de estos tres meses en el Clínicas ha sido "impresionante". Su arte, dice, está en practicar la escucha, ver qué necesita el otro. "El objetivo es transformar la emoción. Hay gente que necesita una mirada y eso ya transforma, otros quizás necesiten un sacudón, algo más intenso".

De pronto, pasos fuertes resuenan en el pasillo. Es Daniel, "Cachu" para todo el mundo, que llega con las llaves de una sala del Departamento de Psicología Médica, donde los payasos se preparan. Ya con algo de pintura blanca en la cara, cuenta una historia que lo marcó. Fue un día que se encontró a Francisca, una señora que tenía al lado de su cama una gran foto de un tumor. "Me dice que le habían dado 1% de posibilidades de vivir y agrega: Yo decidí operarme y acá me ves. Lo tengo al lado porque le quiero decir todos los días que lo vencí".

Su cuento es interrumpido por Andrés, que completa el trío de payasos de este jueves. Químico de profesión, descubrió que su pasión era la salud pero enfocada desde otro lugar: ser payaso de hospital. "Acá es como caminar siempre en la cuerda floja. Es una tareaque requiere muchísima escucha. Muchas veces el trabajo es que te puedan decir no, hoy no quiero. Porque al médico no le pueden decir no, al enfermero tampoco, entonces te lo dicen a vos y ganan poder", comenta. Y explica un concepto básico: "No te vamos a exponer a algo que no quieras. Si podemos sumar estamos, sino no".

Los tres ya están listos. Solo falta aclarar alguna de las reglas con las que trabajan: no se tiran en el piso, usan alcohol en gel antes de ingresar a alguna sala y al retirarse, y pasan por Enfermería a pedir permiso e informarse si algún paciente no puede ser visitado o, por el contrario, lo necesita en especial. Ahí aprovechan para ofrecer su arte al equipo de salud. Es que parte de su función es también cuidar a los que cuidan.

Antes deabandonar el espacio de Psicología Médica aclaran que a partir de este momento van a dejar de ser ellos y pasar a ser payasos. Calientan unos minutos, se suben al ascensor y ya hacen reír. Llegan al piso nueve y se cruzan con un funcionario subido a una máquina para limpiar el piso. Cachu lo corre y termina arriba del aparato en funcionamiento. "¡Siempre fue mi sueño!", exclama, y la carcajada es general. A esa altura los otros dos payasos se habían acercado a Enfermería, Olga organizaba su entrada en modo desfile y varios trabajadores rodeaban al dúo. "Muchachos, los vengo a felicitar por lo que hacen", dice Noelia, una auxiliar de servicio, y les pide para sacarse una foto.

Olga entra, varios aplauden y Marta se acerca y se une al baile. Estefanía, en la cama cuatro, mira de reojo hasta que Andrés la afloja haciendo de cuenta que su brazo es un instrumento musical. El final es casi obvio: con 22 años, la chica se saca una foto con los payasos y la sube a Facebook.

En la cama de al lado, Andrea tiene a Johnatan agarrado fuerte en una mano y en la otra una vía por la que le dan tres medicamentos. Por unos minutos esos catéteres se convierten en tres líneas que predicen el destino. Por supuesto, todo lo que los payasos anuncian son buenas noticias. Incluso la suerte cambia para el osito de peluche que cuelga del soporte de la medicación: de no tener nombre pasa a llamarse "Te amo", como dice el corazón en su pecho, apodo que se gana con una canción. La joven pareja festeja las ocurrencias y las risas ganan también al resto de la sala.

Cerca, una mujer está acostada en posición fetal con los ojos entrecerrados. No tiene buen aspecto. Esta vez el payaso se acerca despacio, se sienta en el borde de la cama y le habla bajito. Le canta casi en un susurro. Ella sonríe. También le cambiaron el día.

Este efecto lo tiene claro Jorge Dapueto, director de Psicología Médica del Clínicas. Al impacto emocional de estar internado se le suma el sufrimiento por la patología en sí y también la situación psicosocial, en ocasiones muy comprometida. "Muchos de los pacientes están solos mucho tiempo o directamente no reciben visitas. Entonces este rato con los payasos puede ser muy significativo. Son momentos de transmisión de afecto, de vitalidad", dice. Y elogia a este colectivo que, destaca, está formado por artistas y trabaja en el Hospital de forma voluntaria.

"No siempre es un payaso que viene haciendo una morisqueta, es alguien que se acerca para establecer un vínculo empático con el otro, captar la situación afectiva y devolverle algo que va a generar un cambio. Si la persona está aislada, retraída, ellos van a romper ese caparazón y van a tratar de que se comunique con un gesto, una sonrisa. Algunos se enganchan con ellos y terminan bailando en los pasillos, otros los miran y quizás no respondan, pero sin duda algún cambio se produjo. No van a quedar igual antes y después de la visita de los payasos".

Casmu, centro asistencial que desde hace tres años contrata al grupo SaludArte para que lleve su programa Jarabe de risas a niños internados, analizó el impacto de esta acción con una encuesta a cien familias. Stella Gutiérrez, jefa de Pediatría de esa mutualista e impulsora de la iniciativa, cuenta que 26% de los adultos y más de la mitad de los niños consultados respondió que los payasos fue lo que más les gustó de la internación. Además, 71% de acompañantes presentes afirmó que su intervención facilita el proceso de recuperación y 56% que ayuda a la convivencia.

Estar mejor.

Seguro que Azul está entre los niños que contarán a los payasos como algo central de su pasaje por el Casmu N°3. Es media tarde pero ella los espera desde temprano. Ni bien los ve se acerca casi corriendo a Enfermería con la noticia: "¡Ya llegaron! ¡Yo vi pasar a los payasos!". La niña de nueve años está en lo cierto. Federico, María y Damián, de la Fundación SaludArte, se aprontan en el cuarto médico. Allí también está Gutiérrez, que cuenta las bases del programa: "La internación pediátrica es un suceso muy estresante para el niño y su familia, y por más que uno le ponga detalles infantiles no deja de ser un lugar inhóspito, donde se invade su vida y su cuerpo. Entonces, el payaso saca miedos, logra que se rían y la risa es el mejor remedio para nuestras angustias", dice.

Cuando los payasos están listos la pediatra Mónica Castillo hace un pase de guardia bastante particular. Les da a los payasos una lista de los niños internados en ese piso, les cuenta qué tiene cada uno y si es conveniente verlos o no. Dice que tal no sabe "si los captará", que otro estuvo triste y le va a venir bien la visita, y que una familia recibió una mala noticia en estas horas.

Azul tuvo suerte,está en la primera habitación en la que golpean los payasos. Entran cantando Azul, y es que este amor es azul como el mar/ azul, como de tu mirada nació mi ilusión y ella se ríe a carcajadas. Su madre la mira y se le llenan los ojos de lágrimas. Después de varios días internada, hoy es el primero sin oxígeno. La tensión pasó y se nota. La payasa María le da un espejo y la hace mirarse. "Te ves bien. ¡Qué suerte que estás mejor!", le dice e invita a sumarse a la abuela y la bisabuela de la niña a jugar.

Los payasos se van cantando pero Azul los sigue. Pasan por Enfermería y todos juegan a tocarle los dientes a un cocodrilo que "morderá" a alguno. La "afortunada" es una enfermera. El trío de payasos mira el papel y se dirige al siguiente paciente: Carmela.

La puerta está abierta y la habitación en penumbras. La pequeña de tres años, recién llegada, está a upa de su mamá, no se sabe si dolorida pero sí un poco asustada. La rodean y le cantan bajito Qué bueno es tener muchos amigos. A los pocos minutos Carmela se anima a prestar a Bebé, su muñeca. Y un poco más tarde termina parada en el pasillo mientras que los integrantes de Jarabe de risas intentan hacer reír a otra chiquita: Catara. La tarea no es sencilla, pero también con un poco de arte despega de a poco la cabeza del hombro de su mamá y sonríe al son de Señora vaca, que le cantan con vaca y todo.

De lejos pero no tanto, Rasia Friedler, directora ejecutiva de SaludArte, observa el trabajo de los payasos. Creó la fundación en 1999 y desde hace 16 años han trabajado en diversos centros asistenciales, entre ellos los hospitales Pereira Rossell y Maciel. "El efecto terapéutico es directo sobre la calidad de vida y la autoestima de los pacientes internados —dice Friedler, psicóloga de profesión—. La salud y la enfermedad son un continuo, nadie está del todo sano ni del todo enfermo. Lo que nosotros hacemos, por más enfermo que un niño esté, es aliarnos con el lado sano del paciente, potenciarlo y desde ahí jugamos, porque si nos conectamos desde la lástima, desde la tristeza, no vamos a estar ayudando a su fortalecimiento emocional que es fundamental para afrontar la enfermedad".

Friedler tiene claros los beneficios de estas acciones: mejoran los tratamientos, la autoestima y el entorno del niño, que en general está cansado y estresado. A veces, consiguen algo tan simple y tan complejo como que un pequeño acepte tomar la medicación, que se deje revisar o pueda dar un paso importante en su tratamiento. Eso les pasó a los payasos de SaludArte con Guzmán, un adolescente que había sufrido un accidente de tránsito muy grave, recuerda Federico. "Todo lo que le había pasado lo tenía muy enojado, tenía mucha rabia. Pegaba, arañaba. Tuvimos un acercamiento muy especial con él, hasta que un día nos quedamos solos. Cerramos la puerta, lo vestimos y la primera vez que salió de la habitación fue con nosotros. Hasta el día de hoy tenemos contacto con él y su familia. Fue emocionante y mágico".

Un beneficio en el debe

Tanto Jorge Dapueto, director de Psicología Médica del Hospital de Clínicas, como Rasia Friedler, psicóloga, artista y fundadora del colectivo SaludArte, coinciden en que Uruguay debería incluir de manera estable los payasos terapéuticos en varios programas de salud. "Hay una conciencia del aporte que brindamos pero todavía hay mucho por recorrer. Creo que estamos abriendo camino con esta experiencia en el Casmu para que sea un precedente. Debería estar en todos los sanatorios y no solo en pediatría", opina Friedler.

Donde todo comenzó

En 1969 Hunter Doherty Adams, un estadounidense de 18 años, intentó suicidarse. Terminó en un psiquiátrico, en la misma habitación que Rudy, con quien comenzó a jugar y vio que conseguía efectos positivos. Más tarde, estudió medicina con el objetivo de aplicarla para hacer una "revolución del amor". Fundó el Instituto Gesundheit!, se hizo mundialmente conocido como Patch Adams —su historia fue llevada al cine, protagonizada por Robin Williams en 1998— y popularizó el concepto de payaso de hospital. Su organización se globalizó: llega con cursos a 150.000 personas por año. Y cada vez más los estudios científicos le dan la razón a esta terapia. Está probado que baja la ansiedad, acelera la recuperación, estimula el sistema inmunológico, mejora la circulación y la digestión, entre otros muchos beneficios.

Remedios para el alma que se convirtieron en un libro

"Estábamos en el hall del piso 10 y llegaron los payasos. Le dijimos algo para que se fueran, no estábamos para chistes, pero la payasita preguntó si le podía dar un abrazo a mi nuera antes de irse. Para no ser maleducada aceptó y de repente tenía encima a tres payasos haciéndole mimos en la espalda. ¡Ay! la muchacha empezó a llorar y llorar. Sacó todo para afuera. Otro payaso vino a abrazarme a mí y no me soltó por cinco minutos. Ustedes no lo sabían pero en ese momento le estaban amputando las piernas a su esposo de treinta años y lo que más precisábamos era que nos abrazaran". Este relato, El abrazo, es parte del libro Historias Medicinales. Cinco años de payasos en el hospital, que Payasos Medicinales editó recientemente como forma de financiar su trabajo voluntario. El libro lo pudieron hacer gracias a lo recaudado por crowdfunding (financiación colectiva a través de plataformas virtuales), el apoyo de empresas y de varios artistas plásticos que ilustraron las historias. Está disponible en varias librerías (Libros de la Arena, Moebius Puro Verso, La Lupa, Lautreamont, la del hall del Clínicas y la de Facultad de Medicina).

Los Payasos Medicinales se aprontan en el Clínicas. Foto: Darwin Borreli.
Los Payasos Medicinales se aprontan en el Clínicas. Foto: Darwin Borreli.
Los Payasos Medicinales se dirigen al piso 9. Foto: Darwin Borrelli.
Los Payasos Medicinales se dirigen al piso 9. Foto: Darwin Borrelli.
En el ascensor del Clínicas ya hacen reír. Foto: Darwin Borrelli.
En el ascensor del Clínicas ya hacen reír. Foto: Darwin Borrelli.
A las enfermeras las entretienen y les preguntan si pueden ingresar a la sala. Foto: Darwin Borrelli.
A las enfermeras las entretienen y les preguntan si pueden ingresar a la sala. Foto: Darwin Borrelli.
A las enfermeras las entretienen y les preguntan si pueden ingresar a la sala. Foto: Darwin Borrelli.
A las enfermeras las entretienen y les preguntan si pueden ingresar a la sala. Foto: Darwin Borrelli.
Estefanía pide para sacarse una foto y después la sube a Facebook. Foto: Darwin Borrelli.
Estefanía pide para sacarse una foto y después la sube a Facebook. Foto: Darwin Borrelli.
Baile y música en el piso 9 del Clínicas. Foto: Darwin Borrelli.
Baile y música en el piso 9 del Clínicas. Foto: Darwin Borrelli.
En los pasillos del piso 9 varios pacientes disfrutan de la experiencia. Foto: Darwin Borrelli.
En los pasillos del piso 9 varios pacientes disfrutan de la experiencia. Foto: Darwin Borrelli.
En el Casmu el pase de guardia esta vez es con los payasos de SaludArte. Foto Darwin Borrelli.
En el Casmu el pase de guardia esta vez es con los payasos de SaludArte. Foto Darwin Borrelli.
Azul posa con casi toda su familia junto a los payasos. Foto: Darwin Borrelli.
Azul posa con casi toda su familia junto a los payasos. Foto: Darwin Borrelli.
Azul esperaba a los payasos desde temprano en el Casmu. Foto: Darwin Borrelli.
Azul esperaba a los payasos desde temprano en el Casmu. Foto: Darwin Borrelli.
El personal también disfruta de los payasos de SaludArte en el Casmu. Foto: Darwin Borrelli.
El personal también disfruta de los payasos de SaludArte en el Casmu. Foto: Darwin Borrelli.
Carmela también disfruta de los payasos. Foto: Darwin Borrelli
Carmela también disfruta de los payasos. Foto: Darwin Borrelli
Los payasos ayudan a que la paciente tome un helado. Foto: Darwin Borrelli
Los payasos ayudan a que la paciente tome un helado. Foto: Darwin Borrelli

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