El plan original era quedarse tres meses como pasante. Enamorarse de una compañera de facultad que ingresaba a la misma pasantía definitivamente no estaba en los planes. Sin embargo, las vueltas de la vida convirtieron esa experiencia en una de las mejores oportunidades laborales y personales para Ignacio Zuasnabar: en 1992 consiguió un puesto fijo en Equipos Consultores —donde hoy es director de Opinión Pública—, descubrió un oficio que combina sociología y estadística que lo sigue apasionando, y, tras compartir computadora y escritorio durante algunos años, comenzó una relación con Francisca, quien se convertiría en su esposa y madre de sus tres hijos, Maite, Iñaki y Belén. “La verdad es que esa pasantía rindió mucho”, dice entre risas.
Oriundo de Minas (Lavalleja), hijo de un productor rural y una maestra, y hermano mayor de cinco, su familia tenía “las fichas puestas” en él para hacerse cargo del negocio familiar. “Insólitamente”, cuenta, les explicó a sus padres y abuelos que quería irse a la capital a estudiar sociología, una disciplina que comenzó a interesarle en quinto de liceo gracias al estímulo de una profesora. “Me vine a Montevideo a los 18 no muy convencido; en realidad, no sabía mucho sobre qué era la sociología, pero era algo que me generaba curiosidad. Veía que abarcaba casi cualquier tema, y me dio la amplitud que necesitaba en esa época”, relata a Domingo.
Otro hecho insólito —pero recargado— es el que sigue. En segundo año de la Facultad de Ciencias Sociales ya estaba seguro de que había elegido bien la carrera, pero la estadística le generaba muchas dudas. Después de tres semestres, aún no podía creer que aquello funcionara como explicaba el profesor. “¿Cómo la opinión de mil personas puede ser representativa de toda una sociedad?”, se preguntaba. Con esa duda llegó al primer día de la pasantía. “Descreía bastante. Me resultaba casi imposible creerlo. Pensaba que había algún truco”, relata.
- ¿Eras un ateo de las encuestas?
- No era ateo... pero sí un desconfiado.
- ¿Y cómo empezaste a confiar?
- Después de que empecé a trabajar y que veía que mil encuestas realizadas aleatoriamente o con determinadas características hechas un mes y al mes siguiente tenían estructuras razonables; se parecían cuando se tenían que parecer y cuando había cambios en el contexto político mostraban esos cambios. Entré queriendo que me mostraran cuál era el truquito, pero entendí que funciona de verdad.
Del terreno a la tele.
Aunque Zuasnabar se ha dedicado principalmente al procesamiento e interpretación de los datos obtenidos en las encuestas —primero en el área de desarrollo social de Equipos y luego en opinión pública—, también tuvo experiencia directa como encuestador. “Me hacía un extra. Como buen estudiante del interior, siempre tenía los recursos justitos”, relata. Para complementar su salario, se ofrecía a realizar encuestas rurales en Lavalleja —“se pagaban bien”—, y aprovechaba los fines de semana para visitar, gracias a que su padre le prestaba la camioneta, distintas zonas de la sierra. “Hice mucho de eso para las elecciones de 1994”, recuerda.
- Todavía persiste una desconfianza natural hacia las encuestas. ¿Qué le decía a la gente en pleno terreno rural cuando en esa época le tocaba timbre a su casa?
- Cuanto uno más se aleja de los centros urbanos, la gente es mucho más receptiva. Lo difícil es que te dejen ir, porque te invitan a la casa, te dan de comer, te conversan... La gente se siente muy honrada porque cae alguien a preguntarle qué opina. Es una ceremonia, de mucho impacto. Hay un cliché que dice que el rol de las encuestas es darle voz a los que no tienen voz; y en esos momentos se vive eso.
En relación con la desconfianza o las críticas hacia las encuestas de intención de voto —críticas que se intensifican en años electorales y añaden tensión al trabajo de los encuestadores—, Zuasnabar señala que son frecuentes los comentarios, muchos anónimos, en redes sociales. Sin embargo, cuando se trata del “cara a cara,” las reacciones no pasan de chistes. Por ejemplo: “Si le erra en las encuestas, ¡mirá si no le va a errar a esa pelota!”, le dijeron en un partido del torneo de papi fútbol del colegio de su hija menor (antes jugó en la Liga Universitaria por la Universidad Católica y luego en la Pre Senior). También recibe consultas de los televidentes de Subrayado —él es la “cara visible” de Equipos desde 2005, cuando asumió la dirección del departamento de opinión pública—, cuando lo ven en un comercio o por la calle. “Nunca me sentí lo suficientemente conocido como para que eso se volviera una incomodidad,” confiesa.
Aunque está por cumplir 20 años de apariciones regulares en horario central de televisión, esta no fue su primera experiencia en los medios. A sus 16 años (hoy tiene 52), consiguió su primer trabajo como periodista deportivo —reconoce que siempre ha sido “muy futbolero” y es hincha del Club Nacional de Football, pasión que comparte con Iñaki y Belén— en el Diario Serrano de Minas. Luego pasó a una radio local y después al Canal 13, donde participaba en un programa con amigos. No recuerda con exactitud el nombre, pero cree que se llamaba Domingos deportivos. Considera que esa experiencia fue lo suficientemente formativa como para sentirse cómodo frente a las cámaras del informativo más visto del país. “Claro, la cantidad de gente mirando ahora es un poco mayor...”, bromea.
Olla de presión.
“Empresas como Equipos no vivimos de las elecciones; si así fuera, tendríamos trabajo solo una vez cada cinco años. En realidad, tenemos una gran carga laboral de manera constante”, explica. Solo en 2023, por ejemplo, realizaron más de 80.000 encuestas. La intención de voto o la proyección de escrutinio es solo una parte; la empresa también se dedica a testear publicidad, medir la satisfacción de clientes, y a investigar en áreas de trabajo, salud, educación y vivienda, además de una amplia variedad de temas de opinión pública.
Curiosamente, la parte política no es la que más le interesa a Zuasnabar, aunque es la que le ha dado mayor notoriedad. “La línea en la que más he trabajado es en investigar los cambios de valores en la sociedad”, señala.
Lo explica de esta forma: si la opinión pública es un océano, las opiniones sobre temas políticos son las olas que rompen y salpican en la superficie; los valores, en cambio, están en las profundidades, provocando cambios más sutiles y lentos.
-En un año electoral, la carga de trabajo aumenta, así como la presión mediática. ¿Cómo lo manejan?
- La presión pública, evidentemente, desacomoda los procesos de la empresa. El lunes posterior a las elecciones es cuando volvemos a la calma. Vivimos dentro del huracán que genera la expectativa desmedida del público en torno a la idea de pronóstico, que en realidad es algo que las encuestas no pueden dar. Estamos metidos en una olla de presión.
Equipos moviliza a unas 200 personas en una jornada de proyección de escrutinio. Sin embargo, en el canal, solo están él y cinco o seis personas más, en condiciones de aislamiento para facilitar la concentración. Ellos se encargan de analizar la información que empieza a llegar desde los circuitos a partir de las 19:30 horas y de alcanzar un consenso. El objetivo es presentar una proyección a las 20:30 horas, pero, si los datos no están claros —como ocurrió en la segunda vuelta de 2019 debido a la escasa diferencia entre los candidatos—, Zuasnabar explica que cuenta con la autorización de Subrayado para esperar. “El canal y nosotros siempre hemos tenido un respeto enorme por el rigor técnico antes que el apuro por salir primeros”, concluye.