NOMBRES
Admirada y celebrada por sus primicias y reportajes, Jill Abramson se transformó en un ícono del periodismo cuando asumió como la primera directora del influyente medio estadounidense The New York Times.

Ya tenía una vasta y destacada trayectoria como periodista y editora en medios como la revista Time o The Wall Street Journal y en el mismo The New York Times desde 1997. Sin embargo, se convirtió en una de las mujeres más importantes del mundo de los medios de comunicación cuando, en 2011, rompió el techo de cristal más alto de la industria del periodismo y la comunicación al ser nombrada la primera mujer —y hasta ahora, la única en la historia— en dirigir el New York Times en 160 años.
Admirada y celebrada por sus golpes noticiosos —y temida por algunos por su firmeza y confianza— Abramson dio muchas peleas en el diario para nombrar mujeres en cargos relevantes, ampliar la mirada e incluir nuevos puntos de vista.
Cuatro décadas antes, el Times y otros medios tenían solo 10 por ciento de mujeres en sus salas de redacción y eran muchas menos las que ocupaban los cargos más encumbrados.
Su flechazo con el periodismo ocurrió, como a gran parte de su generación, durante el caso Watergate: siendo una estudiante en Harvard escuchó en una radio de transistores todas las audiencias del caso, sin perderse ningún detalle. "Fue increíble para mí que un diario pudiera responsabilizar a un presidente y mantener sus pies en el fuego", dijo luego a Lena Dunham, la actriz y guionista creadora de Girls y fan declarada, quien la entrevistó este año para su sitio Lenny.
En el mismo artículo, Abramson dijo que —aunque fue la jefa de la oficina en Washington del New York Times, entre varios cargos relevantes— su nombramiento fue una verdadera sorpresa, y que ese cargo nunca fue su meta.
"Cuando supe que sería directora estaba muy feliz y honrada. Hubiera querido que mis padres estuvieran vivos para verlo. El Times era su estrella del norte. Lo adoraban", dijo Abramson, también docente en la ciudad de Boston, donde enseña reporteo y escritura de piezas periodísticas de larga extensión a un grupo de 14 estudiantes en la Universidad de Harvard, al estilo de los grandes maestros del periodismo. El apetito de las audiencias por historias relevantes y bien contadas es una de sus apuestas, y no se cansa de repetir: "Hay hambre de narrativa".
En una pausa de su trabajo de corrección de trabajos de sus alumnos, contestó algunas preguntas a El Mercurio.
—Usted promovió a muchas periodistas a cargos de responsabilidad durante su administración. ¿Cuál fue la reacción cuando impulsó estas políticas?
—Promover a mujeres fue una de las prioridades más importantes para mí, y al final de mi primer año como directora más de la mitad de los cargos importantes de edición estaban ocupados por grandes mujeres.
—¿Encontró resistencia?
—Bueno, esto no fue recibido con felicidad universal.
—¿Qué pasó?
—Algunos hombres murmuraban que mostraba favoritismo hacia las mujeres.
—Durante su período como directora, ¿cuáles recuerda que fueron los momentos más fascinantes y reconfortantes?
—Mis grandes triunfos en el Times fueron hacer más investigaciones sobre gente e instituciones poderosas: Walmart, Apple, la NSA (Agencia Nacional de Seguridad, por sus siglas en inglés), corrupción en el liderazgo chino y las carencias de la ciudad de Nueva York para enfrentar la situación de las personas en situación de calle, entre otros temas.
Doble estándar
El otoño de 2014, tres años de haber sido nombrada directora, Abramson fue despedida y ella quiso ser muy clara en que —en efecto— había sido despedida. Aunque no quiso hablar públicamente del tema, se dijo que fue porque había exigido que su salario fuera igual al de su antecesor. The New York Times negó que hubiese existido tal diferencia salarial.
A esa declaración, ella respondió con una foto en su cuenta de Instagram donde aparecía con guantes de boxeo. La imagen valió más que mil palabras.
Cuando partió, hubo mucho rumor, especulación y ríos de tinta acerca de su estilo "agresivo" e "intimidante". "Soy muy directa, siempre lo he sido", dijo en ese momento Abramson.
En su momento reconoció que fue un momento doloroso, pero que también pudo salir adelante con renovada fe en su confianza y su resiliencia. Más tarde, contó, muchas jóvenes le dijeron que fue una experiencia liberadora que ella reconociera que la echaron, y no que disimuló ese hecho con eufemismos.
En otras palabras, al fin y al cabo, que lo que le pasó no fue algo vergonzoso ni una lápida.
"No quiero que el hecho de que me despidieran se traduzca en una lección negativa para las jóvenes. Quiero que tengan ambición en sus carreras, pero igual les diría que tienen que ser fieles a sí mismas. No puedes triunfar si tienes una voz interior que constantemente está cuestionando si estás siendo demasiado trepadora, o demasiado mandona o demasiado asertiva", le dijo al diario El País de España cuando había transcurrido un año después de su partida del medio
—En el libro What happened, de Hillary Clinton, hay un capítulo sobre cómo las mujeres ambiciosas y poderosas, a diferencia de los hombres, son juzgadas severamente. ¿Por qué piensa usted que esto aún pasa?
—Hay un doble estándar terrible para las mujeres líderes. Hillary Clinton tiene razón. Las cualidades que son vistas como señales de liderazgo en los hombres, son percibidas como arrogante en las mujeres. Como resultado, ellas son menos queridas mientras más alto llegan. Esto lo muestran muchos estudios. Y no es así con los hombres.
—Con respecto a eso, usted ha dicho que concuerda con la frase de la exsecretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, quien dijo que hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no ayudan a las otras colegas.¿Cree que parte de la solución es aumentar la solidaridad entre mujeres?
—Las mujeres deben apoyar a las otras que buscan un ascenso. Deben demandar igualdad de trato. El cambio solo ocurre cuando las prácticas injustas se exponen públicamente. Mira lo que pasa con el tema del acoso sexual en Estados Unidos.
—¿Cómo ve la evolución del tema en estos últimos años?
—Hemos ido hacia atrás. Hay menos mujeres en posiciones top de dirección en Estados Unidos que las que teníamos en 2007. Es vergonzoso.
—¿Qué consecuencias tiene esto?
—La representación estereotipada de las mujeres en los medios persiste a causa de esto. El mundo es diverso. Nuestras salas de redacción y sus líderes deben ser diversos para poder hacer buen periodismo.
—¿Cómo se transforma esa realidad?
—El cambio ocurre cuando las mujeres apoyan a las otras y exigen cambios.
—Por último, ¿qué le dice a sus estudiantes cuando le piden algún consejo profesional?
—A las periodistas más jóvenes les digo que vayan a las entrevistas de trabajo preparadas con ideas específicas de lo que pueden hacer para la organización a la que quieren ingresar; historias y proyectos concretos. También les digo que traten de no ser tímidas al preguntar sobre su pago o salario. Ningún hombre lo es.
Una voz inmersa en la realidad de su país
Madre de tres hijos ya adultos, Abramson vive de lunes a viernes en la ciudad de Boston (a algo más de 300 kilómetros de Nueva York), donde ayuda a su hija y su marido —ambos médicos—en la crianza de Eloise, su nieta. Los fines de semana, en tanto, los pasa en la Gran Manzana. Además de su trayectoria como periodista y editora de distintos medios de prensa, Abramson también tiene varios libros de no-ficción publicados, siempre dedicados a temas de actualidad política y social. Entre ellos, ha publicado Where Are They Now: The story of the Women of Harvard Law 1974 (sobre una generación de estudiantes femeninas de Derecho) y Strange Justice: The Selling of Clarence Thomas (sobre la polémica que se dio cuando nombraron al primer afrodescendiente a la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos). En ambos títulos se examinan las vicisitudes de distintas mujeres en un mundo dominado por hombres y sus valores. Más recientemente, Abramson comenzó a investigar cómo los medios de comunicación intentan adaptarse a tiempos en los que la tecnología cambia los paradigmas comerciales y comunicacionales.