¿Me pueden ayudar? Estoy rastreando destino de este bajo, un Klington (made in uy), mi 2do bajo. Se lo vendí a Gonzalo Moreira, quien también lo utilizó en la presentación de Candombe del 31 con el grupo de Jaime Roos en el Notariado. La última información que tengo, según me pasó data Nacho Mateu, es que ese bajo se perdió: Gonzalo se lo prestó a Fernando Cabrera, Fernando a alguien y no se supo más de él. Observen: tiene pintado con témpera FENDER en la pala. Se agradece cualquier información”.
Popo Romano lanzó ese mensaje el 10 de febrero acompañado de una foto de comienzos de la década del setenta donde aparecía con el instrumento blanco en mano junto al grupo Dolmen (con ellos tocaba en cumpleaños de 15). Su objetivo era usar las redes sociales para rastrear ese antiguo bajo blanco hecho en Uruguay, carente de valor económico, pero muy preciado a nivel emocional para el que fue su dueño de 1970 a 1973.
“Es por una curiosidad de lo anecdótico, de lo que significó ese bajo en mi vida, también para Gonzalo Moreira (fue su primer bajo), y la historia que ese instrumento nacional tuvo dentro de la música popular uruguaya. Y divertirnos un poco si existía la posibilidad de que alguien dijera: ‘Lo tengo en un ropero’; ‘en el galpón de mi tía hay un bajo, voy a mirar’; ‘hicimos un asado con la madera’”, explica Popo Romano a Domingo.
No lo hizo con mayor intención que intentar recabar algún dato más, pero la publicación superó el alcance promedio del músico en redes -“se ve que resultó curioso”, acota sorprendido-: logró más de 10k visualizaciones y 34 reposteos en Twitter (X); más de 170 ‘me gusta’ y 12 comentarios en Instagram.
Me pueden ayudar? Estoy rastreando destino de este bajo, un Klington (made in uy) mi 2do bajo. Se lo vendí a Gonzalo Moreira "Canciones para no dormir la siesta" quien también lo utilizó en la presentación de "Candombe del 31" con el grupo de Jaime Roos en el Notariado. 1/2 pic.twitter.com/MNVCf8O3e6
— Popo Romano (@poporomano) February 10, 2024
Entre esa docena apareció el del ex
Canciones para no dormir la siesta con una aclaración: “Con Jaime Roos en el Anglo -no en el Notariado, como había escrito Popo- tenía otro bajo, que no recuerdo quién me lo prestó; poco antes de esa fecha (1979) ya no lo tenía”. Gonzalo Moreira hace memoria y cuenta a Domingo que para la presentación de Candombe del 31 tocó uno marrón que pertenecía a Jaime, ya que “el glorioso Klington” se lo había prestado a Fernando Cabrera en 1978. Y continúa: “Después Cabrera se lo prestó a no sé quién, no sé quién a no sé quién, se fue perdiendo el rastro y nunca más lo vimos. Él no se debe de acordar”.
El olfato de Moreira no falla. Domingo se comunicó con Cabrera, lo puso al tanto de la búsqueda, le consultó a quién le había entregado el bajo en cuestión y el autor de El tiempo está después se limitó a contestar: “Me extraña todo esto. No tengo ningún recuerdo de lo que me contás. Creo que se trata de un mal entendido o una fantasía”.
Motivación
Imposible no conmoverse al leer el pedido de colaboración. ¿Qué llevó al talentoso Popo Romano a embarcarse en esta búsqueda? El primer impulso, cuenta, sucedió a fines de 2023, cuando asistió a una exposición de instrumentos vintage en la ciudad de Las Piedras para dar una charla y zapar un rato. “Fue súper emocionante reencontrarme con instrumentos de aquella época que son de fabricación nacional: Norton, Klington y Black Diamond. Una época donde era prácticamente imposible acceder a un instrumento norteamericano, que fueron la vanguardia en la fabricación de eléctricos”, dice.
Lo que terminó de definirlo fue una charla con Nacho Mateu, bajista de Ruben Rada, en la última reunión con los Subwoofer -grupo de 14 bajistas uruguayos que el 3 de noviembre se presentarán en La Trastienda- que tuvo a Frankie Lampariello como anfitrión. Esa noche de febrero compartió con Mateu la historia del famoso bajo y éste le comentó: “Estuve en el estudio La Mayor, de Gonzalo Moreira, y hay un bajo blanco colgado en una pared, le voy a preguntar”. Al día siguiente, Mateu le transmitió lo mismo que Moreira le dijo a Domingo.
Historia
Popo repite varias veces a lo largo de la charla que el objeto es preciado por lo emocional, no por su valor monetario. Retrocedamos a 1970 para entender semejante amor.
Su padre era técnico en televisión en la era del blanco y negro, tenía una tienda en el Centro, y cuando Popo y sus hermanos -Miguel y Daniel- incursionaron en la música, decidió ampliar el negocio y abrió una empresa de amplificación (ITC). Le alquiló equipos a destacados músicos locales con los que Popo se codeaba desde jovencito, y también se puso a vender instrumentos. Entre ellos estaba el buscado Klington blanco que una tarde, cuando Popo tenía 14 años, vio colgado en la tienda y se obnubiló: “Le pregunté a mi padre si lo podía probar y al final me lo quedé, no le pagué nunca nada”, recuerda entre risas sobre el que fue su segundo bajo.
El primero, dice, tampoco sabe a dónde fue a parar: “Puede haber sido un trueque con mi padre por ese blanco, y él haber vendido el anterior”.
Su hermano Daniel le pintó con témpera ‘Fender’ en la pala, nombre de la afamada y carísima marca norteamericana que Popo tanto anhelaba tener. Finalmente, logró hacerse de uno de esos Fender profesionales dos años después, gracias al dinero que juntó al venderle su Klington a Moreira y a los toques con el grupo Los Campos.
El Klington fue el primer bajo de Moreira y lo recuerda con mucho cariño. Lo usó en una ocasión muy especial: “Se dio la oportunidad de tocar el bajo en Mi rebelde Gordura, con Walter Venencio, que éramos muy amigos, y me dijo, ‘dale, aprendé’. Tomé unas clases y me acuerdo que Jaime (Roos) volvió de Europa, vio esa obra donde también estaban Jorge Denevi, Pepe Vázquez, Imilce Viñas, y me invitó a tocar con él”, cuenta.
Recuerda, además, que le encantaba su sonido, que era cómodo de tocar y que le armó una funda con retazos de una alfombra de fieltro: “No tenía un mango y me lo cosió el zapatero de la esquina de casa”, rememora.
Aquel Fender que Popo compró 50 años atrás y que para la época era “un plato volador”, convive con otros 16 que atesora en su estudio y cuida como reliquias (ver recuadro). “Muchos colegas dicen, ‘prefiero comprarle un bajo al Popo que en una tienda’. Los cuido, les doy mucho cariño: todo es en devolución a lo que el instrumento me aporta. Un instrumento para un músico es tan valioso como un brazo, es lo que ejecutás para transmitir lo que sentís”, explica.
-¿Estarías dispuesto a comprar el Klington blanco si llega a aparecer?
-Depende. Es más una cosa curiosa. No sé el valor que tiene. Sería lindo reencontrarme con él si alguien lo tiene, verlo al menos, sacarme una foto o tocarlo una vez y volver a sentir ese sonido redondo, grave, muy muy vintage que tengo tan grabado en mi memoria.
Popo acumula hoy 17 bajos y no quiere ser catalogado como coleccionista. La diversidad, explica, responde a una investigación y búsqueda personal de distintos timbres (cada instrumento tiene una cualidad y característica particular), los usa según a quién vaya a acompañar o cuál sea la composición. “Es mi capital, lo digo con orgullo”, asegura. Dice estar enamorado de los instrumentos y está comprobado que tras aplicarles su proceso de “alquimia” (en realidad es pura admiración y pasión) toman otro brillo y color.
Una anécdota con Jaime Roos es el mejor ejemplo: “Tengo un tololoche que era de Jaime Roos. Él lo usa en sus primeros discos, cuando toca el bajo invitado por Los Olimareños. Tiene el gesto y me regala ese instrumento: ¡es una pieza de museo!. Estaba en La Batuta (un estudio de grabación), lo paso a buscar y lo llevo para casa. Coincide que Larbanois & Carrero me invitan a tocar en uno de sus discos, llevo el tololoche y a la vuelta de la grabación paso por la oficina de Jaime (tenía que cobrar unas actuaciones que había hecho), Jaime ve el instrumento en la funda y me pregunta: ‘¿Ese es el tololoche?’ Sí, le digo. ‘¿Me lo mostrás?’ Se lo doy, lo agarra, sus ojos como que se salen de la cara y me dice: ‘¿Qué le hiciste? Porque el instrumento había mutado. La impresión y asombro de Jaime es testigo de lo que te estoy diciendo”, relata Popo.