“Na minha família nascemo ya aprendendo a falar entreverado, el brasilero y el uruguayo junto”, dice Ana Borges, natural de Artigas. “Nem que nós quiera falá en español, no nos sai bem”, afirma Doris Cardozo, de Rivera. “É común que se rían, que se burlen, que percebam esa diferencia, mas que atribuam a ela um carácter negativo”, dice a su vez Jorge Romero, de Cerro Largo. Los relatos están en la apertura del documental sociolingüístico Vozes das Margens (2024), lanzado a fines de junio en Uruguay. Lo dirige la docente e investigadora en lingüística y sociolingüística Ana Carvalho, quien comparte la dirección con el realizador audiovisual Richie Machado. La cinta, que se filmó en los tres departamentos fronterizos donde residen los personajes antes citados, entrevistó a 18 hablantes de Dialectos Portugueses del Uruguay (DPU), o portuñol —ya hablaremos de estas denominaciones— para mostrar cómo, pese a muchos años de estigmatización del idioma, el mismo sigue vivo en las nuevas generaciones. Para eso, los residentes de las comunidades del norte del país hablan en primera persona sobre su relación con la lengua. Al mismo tiempo, la producción explora cómo el idioma, el lugar y la sociedad se entraman en la frontera, este territorio único que desafía los límites nacionales y, por ende, los conceptos tradicionales de lengua.
El proyecto nace a partir de una investigación realizada por Carvalho para su tesis de doctorado de la Universidad de California, en Berkeley, Estados Unidos. La brasilera, natural de San Pablo, comenzó sus estudios en 1995, se radicó en Rivera y entrevistó a 88 personas bilingües, lo que le generó unas 200 horas de entrevistas. Desde entonces, Carvalho realizó diversas publicaciones sobre el tema y pudo generar aportes a las prácticas pedagógicas aplicadas a la enseñanza del portugués en la frontera.
El documental, una producción uruguaya-estadounidense-brasilera-portuguesa, acaba de ser seleccionado en el Festival Internacional de Cine DocLisboa, de Portugal, y por el Festival Detour, de Uruguay. En junio y julio hizo exhibiciones en Rivera y en Montevideo (Cinemateca y Sodre) y volvió a encender una discusión de larga fecha.
“Las exhibiciones que hicimos en la frontera fueron la experiencia más emocionante de mi vida profesional. La comunidad, en general, fue bastante positiva; escuché frases que me las guardaré para siempre. Una de las protagonistas, por ejemplo, me agradeció por haberlo hecho y contó que fue a verlo con su hija, quien siempre sintió vergüenza cuando la madre hablaba en portuñol. Ese día ella le dijo a la hija ‘viste, no hay que avergonzarse’. O sea, el impacto de verdad fue inmediato en la revalorización del idioma local. Además se dieron discusiones allá y también en Montevideo muy profundas, y ese era un objetivo muy importante para mí”, dice Carvalho desde Estados Unidos, donde también se exhibió Vozes das Margens.
A través de este disparador, Domingo habló con la experta y con otros especialistas en el tema, para trazar una línea del tiempo sobre el asunto; hablar sobre qué implican las nomenclaturas portuñol o DPU —y qué disputas viven en ellas—; por qué no se puede considerar el idioma un patrimonio inmaterial del Uruguay; y cuáles son los desafíos que persisten para sus hablantes, pese a los avances que se lograron en los últimos tiempos.
Un poco de historia
Es común que muchas personas al día de hoy piensen que la influencia del portugués en la frontera uruguaya se debe únicamente a la penetración de la cultura brasilera a través de los medios de comunicación o del contacto con los nacionales del país vecino. Sin embargo, la historia del portuñol/DPU empieza mucho antes.
“Cuando todavía no se habían trazado los límites, todo este territorio que hoy es la frontera con Brasil era una zona habitada por hablantes lusófonos, lo que se hablaba acá era el portugués”, introduce Virginia Solana, docente investigadora del Polo de Desarrollo Universitario en el Cenur Noreste en Rivera. “Entonces, claro, se trazan los límites pero no por eso la gente deja de hablar el portugués. Lo que ocurre es que se toma una decisión de política lingüística (Ley de Educación Común), que la propone José Pedro Varela y se aprueba en 1877. Entre otras cosas, la ley prevía que la enseñanza fuera obligatoria en todo el territorio nacional y que fuera hecha en español”, contextualiza la docente.
La lengua, como uno de los pilares de la construcción del Estado Nación, necesitaba ser afirmada. Por eso, se instalaron en aquel entonces escuelas a lo largo de la frontera, con vías a la unificación del idioma. El resultado, sin embargo, fue mucho más complejo. “En lugar de que se pasara automáticamente a hablar el español lo que hace es solaparse al portugués. De ahí que cuando hablamos de portuñol, la base es lusitana y suena más el portugués”, explica Solana.
Según la investigadora, la idea de purismo que acompañó —y sigue acompañando— la lengua como identidad nacional, durante mucho tiempo despertó represión con relación a los hablantes del portuñol. “Se vio como un problema, se lo quería eliminar, esconder, y por eso se sufrió mucha violencia. En la época de la dictadura, por ejemplo, hubo campañas para impulsar a las personas a que dejasen de hablar portuñol. Propagandas en el diario del tipo ‘háblele correctamente a su hijo, háblele en español’. Fue una campaña muy fuerte porque había una cuestión nacionalista donde la relación que se hacía era: ‘si yo soy uruguayo, tengo que hablar español, si no hablo español entonces no me identifico con Uruguay’”.
Solana apunta que las consecuencias para muchos niños que empezaban su educación con este discurso eran aún más profundas. “En las aulas llegaban estudiantes que no traían el español de la casa, y a muchos les adjudicaban problemas de aprendizaje. Decían que eran disléxicos; se llegaron a decir cosas absurdas, buscándole explicaciones”.
Es recién a partir de la creación del Mercosur, en 1991, cuando queda acordada la enseñanza del portugués en Uruguay como lengua extranjera, que hay un pequeño avance en el tema. Solana considera que el formato siguió siendo problemático, ya que la intención de eliminación del portuñol permanecería como paño de fondo. “Desde ese momento el discurso de las autoridades de educación fue ‘enseñemos el portugués, pero con la intención de que hablen correctamente las dos lenguas y dejen de hablar esa mezcla que no es ni una cosa ni la otra’. Es decir, seguimos enseñando el español como lengua materna, cuando para muchos moradores de la frontera, no lo es”, remata. Por ende, tampoco eran consideradas las variedades del portuñol de acuerdo a cada región.
Finalmente, en 2008 se crea la Comisión de Políticas Lingüísticas de la Educación Pública, cuando se reconoce a los hablantes de portuñol como minoría lingüística y a la Lengua de Señas Uruguaya (LSU) como otra de las lenguas pertenecientes al país. Y, aunque el español sea la lengua de instrucción en Uruguay, el dato curioso es que no está reconocido como lengua oficial. “No aparece en ningún lugar de la Constitución o documento. Es la lengua del país porque es la lengua usada en documentos oficiales y leyes y diferentes espacios de poder, pero oficialmente no está escrito en ningún lugar que lo sea”, menciona Solana.
En las Ciencias Sociales todo esto viene siendo acompañado desde hace muchos años. José Pedro Rona, Graciela Barrios, Adolfo Elizaincín y Luis Behares fueron los primeros lingüistas que lo han abordado desde la perspectiva uruguaya, pero hay muchos otros investigadores que han aportado al tema. Dentro de las discusiones académicas que el mismo suscita, está su nomenclatura, algo que sigue hasta el día de hoy en disputa.
¿Portuñol o DPU?
A lo largo de los años, en la jerga popular, el idioma pasó por distintas denominaciones —bayano, brasilero, entreverado, fronterizo— pero portuñol fue y sigue siendo la que prevalece entre los residentes de la frontera.
El cambio en la nomenclatura a Dialectos Portugueses del Uruguay, para Solana, no es inocente. “Cuando nosotros denominamos algo, hay detrás una ideología. Sigue habiendo una cuestión purista en nombrarlo portugués del Uruguay. Yo defiendo y lo menciono con el nombre con el que lo identifico, que es portuñol, porque es el nombre que mejor refleja la mezcla de las dos lenguas en una base lusitana”, afirma.
Lo mismo opina el Gestor Cultural Enrique Da Rosa, quien fue uno de los organizadores del ciclo “Jodido Bushinshe, del hablar al ser” (ver abajo). “Hay una cuestión muy nacionalista en llamarlo DPU. Lo veo casi como una negociación: ‘ta, reconocemos que es portugués, pero es nuestro’. En el común de la gente si vos decís ‘le vamos a hablar del DPU’, pensarán que están hablando de una pastilla. La gente lo reconoce como portuñol”, afirma en diálogo con Domingo.
Ya Carvalho entiende que el dialecto que se habla en la frontera uruguaya con Brasil es, en realidad, una variedad uruguaya del portugués. Si bien lo que se conoce como portuñol se nutre de préstamos lingüísticos del español, la lingüista sostiene que el dialecto mantiene la estructura de la lengua portuguesa. “La comunidad llama a este idioma portuñol. Pero desde el punto de vista lingüístico estamos ante una variedad del portugués. La palabra portuñol sugiere la existencia de un nuevo idioma, una mezcla indiscriminada de portugués y español. Y no es eso lo que ocurre en este caso”, sostiene la investigadora.
Por otro lado, es difícil encontrar una cifra exacta para saber cuántos hablantes tiene el portuñol. En 2015 un informe de El País de España mencionó que “unos 260.000 habitantes, de tres departamentos uruguayos, se comunican en portuñol, aunque en diferentes grados. La cifra podría llegar a doblarse si se consideran los hablantes que migran a otras zonas del país”. Sin embargo, los especialistas consultados por Domingo son unánimes: es imposible saberlo dado que no es una cuestión que se haya abordado en los censos locales hasta el momento.
Cambios y desafíos para superar estigmas
Más de un siglo de represión al portuñol enraizó un rechazo y una estigmatización que sufren hasta hoy sus hablantes. Algunos de los relatos de Vozes das Margens lo demuestran.
Parte de un cambio que se viene poniendo en marcha es visibilizar la diversidad lingüística del país. Aunque, los especialistas subrayan que son ideologías muy arraigadas y difíciles de cambiar.
“Somos muy nacionalistas, desafortunadamente, y la idea de que un idioma tiene que ser puro y que si hay palabras de otro idioma es una mezcla, y las mezclas están mal, sigue existiendo”, afirma Carvalho, pero también reconoce cambios y movimientos novedosos de apertura. “Hace casi 30 años que estudio el portugués en Uruguay y debo confesar que aunque siga existiendo la discriminación lingüística, no hay duda, veo que la gente está mucho más receptiva al tema”, finaliza.
La idea de que un idioma tiene que ser puro y que si hay palabras de otro idioma es una mezcla, y las mezclas están mal, sigue existiendo.
En la enseñanza, el desafío sigue siendo enorme, garantiza Solana. “Muchos me preguntan: ‘¿Entonces estás diciendo que hay que enseñar en portuñol?’ Y no, no es que haya que enseñarlo. Para empezar no se puede enseñar, no es una lengua, no tiene norma ni gramática. Lo que digo es que, en primer lugar, se lo reconozca, que los hablantes tengan la posibilidad de que se les enseñe el español como se merecen, como una segunda lengua y no como su lengua materna”, enfatiza la docente.
“Yo no puedo partir de la base que ya saben lo que les voy a enseñar, tengo que ir más atrás, que se les permita expresarse en portuñol como, de hecho, pasa en una clase de lengua extranjera. Si yo estoy en una clase de alemán y quiero preguntar cómo se dice algo y no sé preguntarlo en alemán, lo voy a hacer en mi lengua materna y el docente me va a decir como lo dice en alemán y ahí lo repito en alemán”, ejemplifica.
Lo mismo opina Da Rosa, quien refuerza la importancia de que se siga discutiendo el tema a nivel educativo y de la sociedad. “No es nada contra el español, obviamente, ni se trata de cambiar la lengua oficial. Se trata del derecho de reconocerte como hablante de una variedad lingüística del país”, concluye.
Muy lejos de la vergüenza o de cualquier intención de ocultar formas de hablar, vestir y sentir atravesadas por las mezclas culturales de la frontera, desde hace años surgen artistas y, en la era de las redes sociales también influencers, que reivindican con orgullo su forma de hablar. Débora Fonseca, por ejemplo, es una joven riverense radicada en España que crea contenidos en Instagram, donde la siguen 32 mil personas (@debbiifonseca), y hace humor parodiando películas conocidas, pero con su “dialecto riverense”. “La gente se identifica. Es una manera de reírnos de nosotros mismos, algo que me parece muy sano”, considera Enrique Da Rosa.
Artistas, escritores y cantautores
“Querido hermano montevideano/ No soy bayano/ Tás engañáo/ Soy de Rivera/ De la frontera/ Donde cualquiera/ Habla entreveráo”, canta Chito de Mello en “Rompidioma”, una de las canciones que integra el repertorio del disco Misturado, lanzado en 2016. Mello, cantautor riverense fallecido en 2020, fue figura clave y un abanderado del canto “misturado”, como él se refería al portuñol. Se volvió influencia para las nuevas generaciones al igual que su coterráneo Yoni de Mello, y dejó una huella que se nota en artiguenses como el cantautor Ernesto Díaz, el músico Mario Rodríguez Lagreca y el poeta Fabián Severo.
Si vamos un poco más atrás en el tiempo, también debería mencionarse Olyntho María Simões, Agustín Bisio y Juana de Ibarbourou en las letras.
En la actualidad, Severo es quizás el escritor uruguayo con mayor producción en portuñol. Ha lanzado cuatro libros: Noite nu norte (con poemas traducidos al inglés por diarios estadounidenses), Viralata —que le rindió el Premio Nacional de Literatura en 2016—, Sepultura y el más reciente, Costuras.
“Escribo en portuñol porque es la lengua de mi infancia, de mis padres, de mis amigos y familiares. Cuando me fui a Montevideo aprendí que, si bien en la frontera no tenía un montón de cosas que en Montevideo sí había, la frontera tenía un montón de cosas que allá no había. Así empecé a extrañar y vino el desarraigo de las palabras, los olores, los sabores y los vecinos. La frontera me dio una forma de mirar al mundo que creo que si hubiera nacido en otro rincón del universo, no hubiera tenido”, dijo Severo en entrevista con El País cuando su poema “Sincuentioito” fue incluido en la sección de poesía de The New Yorker, una de las revistas más prestigiosas de Estados Unidos.
Hacer “imponente ruido” por el derecho a la lengua madre
“El portuñol es una lengua viva, y no corre riesgo de extinción”. Esta fue, en grandes líneas, la respuesta de la UNESCO a la postulación de un proyecto de los Centros MEC de Rivera a una convocatoria de concurso literario en 2014.
“Esa negativa nos dio una señal, porque si hay un reconocimiento de que es una lengua viva, entonces, tomémoslo como parte de nuestra labor en el territorio”, dice Enrique Da Rosa.
El gestor cultural, que integraba el equipo de los Centros MEC en la época, promovió junto a un grupo de investigadores y artistas, una serie de actividades como espectáculos y ciclos de debate sobre el portuñol o DPU. “Nos parecía en ese momento que lo importante era que este tema se discutiera en esos centros entendidos como lugares abiertos al debate académico y popular al mismo tiempo”, comenta.
El movimiento fue ganando fuerza y finalmente 2015 fue un año de efervescencia para los que, como Da Rosa, trabajan para visibilizar el portuñol y la identidad de la frontera. Ese año se hizo una convocatoria a nivel regional (Rivera, Artigas y Cerro Largo) de dramaturgia joven y fronteriza, por la que se invitaron a jóvenes de hasta 25 años a escribir obras teatrales en español, en portugués o portuñol. “Se seleccionaron más de 10 piezas en este ímpetu de darle espacio al arte en portuñol”, recuerda.
Concomitante a eso se creó Jodido Bushinshe, “imponente ruido/bochinche” en portuñol. Se trató de un ciclo de exposiciones y charlas impartidas por reconocidos académicos y artistas con la intención de crear un cuerpo teórico sobre el tema. El resultado de esta reunión quedó publicado por el MEC en el libro Jodido Bushinshe, del hablar a ser: el portuñol como patrimonio inmaterial, de acceso libre y gratuito online.
“En esta publicación hay una cuestión del orgullo de dar a conocer el ser de una sociedad diglósica. En Brasil es motivo de orgullo que te reconozcan porque sos paulista, o porque sos gaúcho. En Uruguay, nosotros siempre sentíamos que había algo de peyorativo por parte de los capitalinos cuando te reconocían como riverense o artiguense”, dice y recuerda una anécdota: “Cuando fui a estudiar a Montevideo, a mí me reconocieron riverense ya cuando hice la fila para inscribirme a Ciencias de la Comunicación, porque dije algo con muchas S y con muchas R. Ahí me quedó el nombre de brasilero por el resto de la vida. Y, claro, a mí eso no me afecta, pero soy consciente de que dependiendo de la forma y la intención con la que se le diga a una persona, le va a afectar”.
Al día de hoy, Da Rosa, que fue también el compilador de todo el material producido, entiende que la iniciativa trajo movimientos importantes para el reconocimiento del portuñol, dado que, a raíz de eso, la Comisión Nacional de Patrimonio, cuando hizo un primer inventario del patrimonio cultural inmaterial del Uruguay, incluyó al portuñol como “lengua del norte”.
“A partir del Jodido Bushinshe nos presentamos a un fondo para crear un museo virtual del portuñol. Eso nunca llegó a suceder porque nunca hubo una declaración patrimonial que nos diera el respaldo estatal para presentarnos. Más allá de eso, lo que dejó fue una mayor visibilidad. Y entendemos que no fue solo por nosotros, sino que fuimos parte de la ola de visibilización”, dice Da Rosa.
En esa época, el movimiento también sirvió para dar destaque a artistas locales y poner el tema sobre la mesa en distintos ámbitos de la sociedad. “Chito de Mello grabó como nunca, pasó a ser un artista nacional. Yoni de Melo, que lo tenían allá en el ostracismo, recordado solo por escribir algunas canciones para Zitarrosa, pasó a ser una persona de destaque. Es decir, muchos artistas tuvieron la posibilidad de poder presentarse a convocatorias nacionales con su identidad local. Lo más importante, pienso, es que se puso en debate. Éramos conscientes que, además de molestar al status quo cultural-social y local, ayudaría a que dejara de ser un tabú”, afirma.
A esta altura, quizás el lector se pregunte por qué el portuñol puede ser inventariado como Patrimonio Cultural Inmaterial, pero no puede ser declarado como tal. Y la explicación es la siguiente: “Patrimonializar una lengua es muy difícil. No es posible declararla, salvo que sea una lengua indígena en riesgo, lo cual no significa que no sea un hecho importantísimo valorarla, como es el caso del portuñol. Por eso nos interesaba inventariarla, porque es importante desde el punto de vista patrimonial y del punto de vista de la consideración de lo que piensa la comunidad. Aunque no haya una formalización de declaración, sí hay una mirada, un llamado de atención a esos procesos que a veces resultan ser conflictivos y que son prácticas de la cultura, que han estado históricamente marginadas sin una debida valoración y comprensión de la riqueza que tiene”, afirma a Domingo Leticia Cannella, antropóloga social y directora del Departamento de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Comisión de Patrimonio Cultural de la Nación.
Para Cannella, sigue muy arraigada en el uruguayo una percepción de pertenecer a una cultura homogénea y ese es uno de los factores que refuerza, no solo prejuicios lingüísticos y estigmas, sino que también le dificulta ver su propia diversidad.
Las lenguas de frontera son en sí mismas una oportunidad de conocer otros universos. Son, además, un tema de Derechos Humanos, el derecho a la lengua madre.
“Tenemos la idea de país pequeño, al lado de Argentina y de Brasil, entonces hay una serie de pensamientos de base que nos hacen asumir erróneamente que nosotros conocemos nuestras prácticas culturales, que conocemos nuestro territorio, y en realidad, es más lo que desconocemos”, considera. “Las lenguas de frontera son en sí mismas una oportunidad de conocer otros universos, son, además, un tema de Derechos Humanos, el derecho a la lengua madre. Por eso, pienso que queda mucho camino por andar”, finaliza.
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