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Eran niños o adolescentes cuando se estrenó Harry Potter y la piedra filosofal, ya adultos, siguen siendo fanáticos y defensores de ese universo.
Un padre y una madre festejaron el primer cumpleaños de su hija con Harry Potter: todo bordó, amarillo, azul y verde. Una pareja de treintañeros se casó y la boda, desde la torta a los adornos, los centros de mesa y el vestido, fueron con la misma temática: el mundo de magia construido por J.K. Rowling. Hace un mes, la organización Un 15 solidario sorprendió a una cumpleañera con un local transformado en Hogwarts: manualidades que resultaron en la jaula de Hedwing, lentes redondos, sombreros mágicos y varitas.
Todos los fanáticos de Harry Potter soñaron alguna vez con recibir la carta del sello rojo que indicaba su invitación formal a Hogwarts. Veinte años despuésdel estreno de la primera película Harry Potter y la piedra filosofal (el 14 de noviembre de 2001), ese universo sigue generando la misma fascinación que en los inicios.
Dice Richard Danta, profesor de Semiología en la Universidad Católica del Uruguay, que el éxito de esta fantasía literaria y cinematográfica se logró, entre otras cosas, por ser una especie de válvula de escape: “Su peripecia funciona porque nos ofrece la oportunidad de vivir vicariamente fantasías de empoderamiento que compensan psicosocialmente las frustraciones cotidianas, en particular en un momento tan vulnerable afectiva y simbólicamente como lo es la niñez y la pubertad”.
El semiólogo y docente Fernando Rius dice que, como en otras sagas, se repite el enfrentamiento entre el bien y el mal. "Además, es evidente la contraposición del mundo arcaico y mítico de Howard funcionando en forma paralela al mundo, digamos, real de la Inglaterra del siglo XX. El primero nos devuelve literalmente al estadio mágico de la humanidad en franco contraste con el ambiente moderno, tecno-científico, imperante en la época actual". Y jóvenes y niños en proceso de maduración encontraban también su propio mundo reflejado: "Vemos una tercera oposición, muy marcada, entre un universo adulto normativo, con sus dobleces, insidias o frustraciones, y el universo infantil, iluso, impulsivo y transgresor".
Unos más defensores de los libros, otros enamorados eternos de las películas que les despertaron las ganas de luchar por sus ideales. En esta nota, Revista Domingo conversó con cinco potterheads (así se designa a los fans) que han dedicado buena parte de sus vidas al mago y sus aventuras fantásticas.
Creer en la magia
Ella lo recuerda así: que tenía 12 años y que era 2001, que la madre de una de sus amigas decidió regalarle un libro el día que ella tomó su primera comunión y que era Harry Potter y la piedra filosofal, que lo leyó en una semana y que se compró los otros que hasta entonces eran cuatro —Harry Potter y la cámara secreta, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, Harry Potter y el cáliz de fuego—, y que también los leyó de la misma manera: con la pasión de alguien que se mete en un mundo nuevo, como si fuese un primer amor. Porque esta, dice Mariana Malek, que hoy tiene 32 años y es periodista, es una historia de amor eterno.
Todavía tiene ese primer libro: está forrado con papel contact, lleno de pegotines y de anotaciones en todas las páginas, suyas y de una amiga a la que se lo prestó.
Desde el día de ese encuentro pasaron muchas cosas. Seis meses después se estrenó la primera película y ella fue al cine. Todavía recuerda la sensación, una mezcla extraña de emoción con indignación porque no respetaba todo lo que pasaba en el libro escrito por J. K Rowling. Se compró cada uno de los libros el mismo día que salieron a la venta: los encargaba por internet y en inglés, porque no podía —no quería, claro— esperar los meses que demoraba su traducción. Los leyó una y otra vez, en español, en inglés e incluso, al tercero, que es uno de sus favoritos, en portugués. Compró, para aminorar la espera entre una y otra historia, todos los libros que salían en paralelo —El diccionario del mago, Los mundos mágicos de Harry Potter, Harry Potter y la filosofía—.
También viajó buscando al niño mago y su mundo fantástico. A Orlando fue tres veces —la última este año— para ir a los parques temáticos de Harry Potter. Estuvo en Edimburgo, donde visitó, por ejemplo, The Elephant House, el lugar que se hizo famoso por esa historia que dice que la autora escribía en servilletas mientras tomaba café. Estuvo en Londres, donde conoció los estudios de grabación. Estuvo en Porto, donde todo empezó.
Y la historia sigue: le transmitió la pasión a su hermano, que cuando se estrenó la primera película tenía 2 años y que, hace pocos días, fue con ella al cine a ver el reestreno de Harry Potter y la piedra filosofal que hizo Movie para celebrar su aniversario.
Tiene, Mariana, una frase tatuada en su espalda. Está en inglés, pero dice, más o menos, así: “La felicidad puede ser encontrada incluso en los momentos más oscuros si uno solo recuerda cómo encender la luz”. Aunque no es parte de los libros, es un parlamento que Albus Dumbledore dice en la película Harry Potter y el prisionero de Azkaban. Para ella, esas palabras funcionan como una especie de mantra, como una forma de mirar y de entender el mundo.
Lo que le pasa con Harry Potter, dice, es que le regaló un universo nuevo en el que ella entró siendo una niña. En el medio, mientras Harry crecía ella crecía con él: tienen, Mariana y Harry, más o menos la misma edad. Fueron niños, adolescentes y adultos en el mismo momento. Maduraron juntos, se enfrentaron al mundo juntos.
“Más allá de la historia en sí, que son las aventuras de Harry, creo que tiene varios niveles de lectura y que está sostenida en muchos valores que a mí claramente me marcaron e influyeron en la mujer que soy hoy: la valentía y la lealtad, el empoderarse y defender ciertas causas, el valor de la amistad, el saber sobreponerse incluso cuando la vida se pone oscura”.
Lo que le pasa con Harry Potter, dice Mariana, es que le mostró la magia. Y ella, a su manera, todavía cree en las cosas mágicas. Y las conserva.
Crecer gracias a una historia
Gustavo Buela tenía 12 años la primera vez que vio Harry Potter y la piedra filosofal en el cine. Lo acompañó su hermana. Le llamó la atención que era la historia de un niño y la magia, y por eso fue. Porque él era un niño y porque todo lo que tuviera que ver con magia y universos fantásticos, criaturas, le encantaba. Ahora, si le preguntan qué le atrapó tanto del mundo Harry Potter como para tener 32 años y seguir considerándose un fanático, responde con otra madurez: que fue la construcción de un personaje antihéroe, torpe, niño, con celos, con errores, pero valiente, que lo podía todo. Y él, tímido y con pocos amigos, quería poderlo todo.
Luego fue indagar en Internet de los años 2000, lento y escaso. Pero suficiente para encontrar todo lo posible sobre lo que había visto en el cine. ¿Qué era aquello que le había explotado en la cara? Hubo fascinación y enamoramiento. Leyó todos los libros que había disponibles. “Me los devoré”, dice. Y luego fue de los que esperó ansioso en las filas cuando se publicaron los últimos tres libros. Para devorarlos otra vez. Con Harry Potter siempre hubo frenesí. “Fue la primera pasión por la lectura que tuve. La primera saga que leí. La primera saga siempre es única. Te marca”.
Gustavo dice lo que piensan todos los que leen libros que son llevados a la pantalla: “Obviamente que la película no puede abarcar la mitad de lo que realmente pasa en el libro. Imaginate lo que complementa leer”. Admira la capacidad de la escritora para crear mundos “tan completos” e infinitos. Colegios, modos de vida, estilos, culturas. A los 12 años, cuando lo conoció, lo que quería era recibir la famosa carta aunque ya hubiese pasado la edad oficial para entrar a Hogwarts (11 años). “Yo quería estar ahí. Te ponés a fantasear, que te encantaría estar en ese colegio de magia, poder vivir ese mundo de fantasía, ser parte de toda esa aventura”. Entonces creó su propio mundo mágico, el Círculo de lectores de Harry Potter en Uruguay (CHPU; ver aparte).
Fascinación que fundó un círculo
La pasión de Gustavo Buela por Harry Potter, sobre todo por los libros, y la necesidad de conversar con alguien sobre lo que le hacía sentir, se transformó en el Círculo de Lectores de Harry Potter de Uruguay (CHPU). “Quedé tan manija con todo esto, leía los fanfiction, de todo. Y sentí ganas de compartir”. Como Gustavo no conocía a ningún grupo en Uruguay, se unió a comunidades internacionales que se juntaban por MSN. Después empezó a rastrear a otros fanáticos uruguayos por Fotolog y foros y los fue convocando.
Al CHPU lo fundó con cuatro personas más el 1º de julio de 2007. Quedaron en que cada uno se encargaría de una “casa” de Hogwarts (Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin) y la haría crecer. Llegaron a ser entre 30 y 50 personas en los encuentros. La pandemia bajó la intensidad de las actividades presenciales, pero la idea de lo que fue hasta hace un par de años sigue intacta y presente en las redes sociales. Para Gustavo, CHPU fue un antes y después en su vida.
“Me pasaba que yo era muy tímido. No era muy sociable. Pero fui contactando a la gente y los amigos que tengo salieron de ahí. Mi mejor amigo también es fanático de Harry Potter”.
Debates sobre los libros, especulaciones sobre lo que todavía no se sabía, escritura de fanfics, competencias, trivias, disfraces, cortometrajes, potterwalks, los bailes de navidad. La timidez fue dejando lugar a la versión más libre y abierta de Gustavo que, aunque no fuera el típico fan que se sabe todos lo detalles, allí, dentro del grupo, se sentía él. “Hasta el día de hoy es como que le tengo mucho aprecio y no puedo soltar, a pesar de la edad. Se transformó en una comunidad en la que no hay ningún tipo de discriminación”.
Y ahora, aunque el CHPU ya no es lo mismo que antes, aunque es un adulto que trabaja y estudia, aunque pocas veces vuelve sobre la saga que marcó su infancia, no puede dejar de decir que sí, que Harry Potter y la fantasía siguen siendo parte de su vida. ¿Si tiene que elegir una casa? Su corazón se divide entre la valentía de Gryffindor y la creatividad de Ravenclaw.
Gracias al mago
El púrpura fulminante es una enfermedad infecciosa que se contagia por una bacteria llamada meningococo. Hay distintos tipos y puede llegar a ser mortal.
Joanna Peluffo Velarde tenía 10 años cuando la contrajo y casi se muere. No es una forma de decir o una metáfora: casi se muere. Estuvo dos días en cuidados intensivos del Pereira Rossell, 10 días en sala, un mes recuperándose en su casa y dos años de controles.
Fue en ese momento cuando una vecina que tenía más o menos su edad pensó que quizás era una buena idea prestarle uno de sus libros favoritos. Se trataba de Harry Potter y la piedra filosofal. Era finales de los 90. Joanna lo leyó y se compró el segundo y el tercero, que eran los que existían hasta entonces. Porque mientras todo alrededor era hostil, allí estaban Harry, Ron y Hermione compartiendo con ella un mundo nuevo, un lugar en el que lo imposible era posible, diciéndole que aunque todo estuviese mal, siempre había un poco de magia para rescatarse.
Todo, desde entonces, ha tenido que ver con Harry Potter. El primer libro propio que tuvo en su biblioteca y que su hermana le regaló con todos sus ahorros, el cumpleaños de 15 temático, una capa bordada a mano que le regalaron sus padres cuando se recibió en 2011 y que aún conserva como una reliquia, los siete libros en inglés que se compró con un dinero que le regaló su madrina, el viaje a Londres — que fue un presente y un reconocimiento de su exjefe— para visitar los Warner Bros. Studios Leavesden, el llanto y la emoción de ese tiempo, los nueve días en los que devoró con voracidad el último libro de la saga, el vacío del final, la certeza de que todo eso — la pasión, la magia y Hogwarts— iba a trascender.
“En Harry Potter hay contenido educativo y hay valores, valores que no son generacionales, que no van a dejar de servir. Me habló de coraje, de luchar por uno mismo y por los que uno quiere; de que las cosas pueden ser peores y si estás acompañado podés enfrentarlas. Que todo depende de las decisiones, como te dejás llevar por las pasiones. Es un mundo donde no hay blanco y negro, donde se cuestiona esto de los ‘buenos’ y ‘malos’, donde hay grises”, dice.
Hoy Joanna tiene 32 años, es licenciada en Relaciones Internaciones, tiene un MBA, estudia Comunicación Cultural y Desarrollo Social y se dedica a muchas cosas. Pero sobre todo, Joanna es la cofundadora del #ClubdelecturaUY e impulsora de la Red Nacional de Clubes de Lectura junto con Maite González Vallejo.
Aunque siempre tuvo el hábito de la lectura impulsado desde su familia, Harry Potter fue el germen de lo que vino después: “Fortaleció mi conexión y esa necesidad de compartir con otros. Esa sensación de sentirte comprendido cuando compartís tu fanatismo es indescriptible. Sos con otros. Formas parte”. Por Harry se animó a organizar, por primera vez, actividades culturales — eventos literarios, mesas de debate, análisis literarios en clubes de lectura— : había, dice, una necesidad imperiosa de compartir la pasión con otros.
Hoy Harry es como un amigo de esos que se conservan desde la infancia, ocupa un lugar especial en su biblioteca y siempre está ahí, para darle alegrías.
La saga y todo el universo alrededor, ¿es un clásico?
Para los que lo siguen desde hace años, Harry Potter es un clásico. Dice Joanna Peluffo Velarde, impulsora de la Red Nacional de Clubes de Lectura y una fanática del mago y todo lo que hay alrededor, que “hoy la historia de Harry une generaciones. Padres a hijos, hermanos grandes a hermanos chicos, hermanos chicos a hermanos grandes, tíos a sobrinos, vecinos a vecinos más pequeños (todo esto me consta)”. Y que para ella, la categoría de clásico se justifica, precisamente, en esa intergeneracionalidad. Además, agrega que es la puerta de entrada a la literatura para muchos niños y niñas, y que transmite valores que pueden sostenerse a lo largo del tiempo, como el valor de la comunidad y de luchar por los ideales. “Rowling te plantea un mundo con sus propias reglas de juego, coherentes, que brindan la posibilidad de que creas que puede existir un mundo paralelo a través del callejón Diagon”, dice Joanna.
Para Richard Danta, profesor de Semiótica de la Universidad Católica del Uruguay, depende el criterio con el que se mire para definir si es, o no, un clásico. “Si nos acercamos a la saga de libros de Harry Potter desde una perspectiva de penetración cultural y mediática, podríamos decir que con sus adaptaciones cinematográficas, la constancia en la edición de los títulos y el merchandising, podría considerarse un clásico de la literatura juvenil actual”. Sin embargo, el semiólogo plantea que desde la perspectiva antropológica cultural no es tan así. “Es una saga que reproduce las estructuras narrativas clásicas de occidente. Esto último no necesariamente cuestiona la importancia del personaje y de los relatos protagonizados por él, sino que explica su éxito, permanencia y permite proyectar su vigencia cultural futura”.
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"Borges decía que un clásico es un libro que se lee con previo fervor y con una misteriosa lealtad. Si pensamos en las enormes y madrugadoras colas aguardando ansiosamente la apertura de los supermercados para abalanzarse luego sobre la última y flamante edición, es evidente que tenemos que dar la razón al escritor argentino", dice primero el semiólogo y docente Fernando Rius. Luego, agrega: "Pero, en definitiva, un clásico es una obra puesta a prueba por muchas generaciones. Harry Potter es un éxito comercial; sólo el tiempo dirá si habrá de convertirse en un clásico, con las reservas que merece la aplicación de este calificativo. En el cine los lapsos son más breves que en la literatura, tal vez porque la historia del primero se sigue midiendo en décadas mientras que la segunda en siglos. Lo cierto es que un título como El mago de Oz, por tomar otra historia fantástica, hoy se considera un clásico del cine de Hollywood, con lo cual deberíamos esperar, digamos, medio siglo para comprobar la fortuna o no de Harry Potter."
“Para mí, la lectura es sinónimo de libertad. Es una oportunidad para cuestionarse cosas, generar espíritu crítico, desafiar el intelecto y, sobre todo, es una posibilidad de enriquecimiento. Harry enriquece. Harry, más allá de su calidad literaria (hay quienes la cuestionan) acerca a todo lector a ser un poquito más libre, menos prejuicioso, más empático, más humilde y más creativo. Harry se convirtió en la puerta de entrada a la literatura fantástica y a la literatura general para muchas personas. De Harry se va a seguir hablando… Nos vamos a asegurar de que así sea”.
Un refugio
Para Mariana Pérez fue la cuarta película. Para Martín Núñez, un videojuego. Así empezó el amor de cada uno por Harry Potter.
“Mi madre me llevó a ver la cuarta película recién. Yo no era mucho de leer. Después mi padre me llevó al videoclub de La Paz y vi que estaban las otras tres. Tampoco tenía computadora, entonces era esa la forma. Las alquilé, las empecé a ver, me encantaron. Supe que estaban los libros y los saqué de la biblioteca del liceo y los empecé a leer y leer y me enganché. Cuando se lanzó el último libro lo preencargué y lo leí en dos o tres días. Mi madre me decía que me tranquilizara: ‘estiralo un poco más’. Pero tenía demasiada fascinación”, dice Mariana.
“A mí me regalaron el primer libro de Harry Potter, pero era un chiquilín de 11 años al que no le interesaba la lectura. Y un día vino mi padre con un juego de computadora. Me dijo que era de un niño que iba a una escuela a hacer magia. Me gustaban todos los videojuegos de ciencia ficción, y ya con esa introducción me conquistó. Me di vuelta el juego, me encantó. Cuando le dije a mi padre que quería más de esto, su respuesta fue que no había más, pero que estaba el libro que había dejado tirado. Lo agarré y no solté más”, dice Martín. “Yo quería imágenes en los libros, pero para cuando leí Harry y la piedra filosofal tenía todo en mi mente”.
Después, para Martín se convirtió en una compañía. Dice, a sus 29 años, que sus amigos se burlaban de él y bromea con que no lo afectó tanto: “Corrían, gritaban ‘me voy a Hogwarts’ y se daban contra una pared, los que sufrían eran ellos. Y en el liceo me decían 'el Harry'”. Lo del apodo era porque Martín llevaba los libros y pasaba sus recreos atrapado en ellos. Los demás lo veían como algo raro. Él simplemente disfrutaba y se sentía en una especie de refugio literario con el que escapaba de la realidad.
Para Mariana, que ahora tiene 28, era una forma de sentirse parte de algo. Dice que antes “ser friki” no estaba tan bien visto pero que Harry Potter fue una forma de “legitimar” el encanto hasta los huesos de la fantasía literaria y cinematográfica. “En el liceo era friki pero medio tapada”.
Ahora, en un local de la calle Andes, antes de llegar a la esquina con Uruguay, recrean un pedacito del mundo con el que alguna vez soñaron y viven de vender objetos y organizar eventos que tienen que ver con la famosa saga. Hay de todo. Animé, Friends, otras sagas populares, títulos que despiertan fanatismos eternos. Pero nada se compara con los metros cuadrados de paredes de ladrillo hasta el techo que replican al andén 9 y ¾ y en los que hay túnicas y libros y varitas mágicas y tazas de todas las formas posibles y muñecos y puzzles y gorros y remeras. Todo, absolutamente todo, del universo de Harry Potter. Y son ellos quienes organizan las Potter Nights (se reúnen cada 31 de julio para celebrar el cumple del mago) y los potterencuentrosen distintos eventos. Tanto en Andes como en los otros locales de Frikantec (Pocitos, Las Piedras Shopping y en breve Punta Shopping) quieren transmitir la misma idea de refugio que fue para ellos encontrar a Harry años atrás.
Además de vender objetos ‘frikis’ y organizar encuentros bajo la temática mágica, fundaron la Asociación Uruguaya de Quidditch. Quidditch es el deporte oficial y popular de la fantasía de J. K. Rowling que se juega con pelotas y “volando” sobre escobas. Aunque está frenada hasta que pase la pandemia, con la Asociación promueven y practican este deporte (ver aparte).
Mariana y Martín se conocieron hace ocho años y son novios que comparten la pasión más grande que, creen, podrían tener: el amor a Harry Potter. Juntos pudieron ser ellos mismos sin prejuicios y sin problemas e hicieron de su fanatismo un modo de vida.
Una mirada crítica: ¿por qué la historia funcionó tan bien?
“La particularidad de Harry Potter como personaje y como relato es que apela a las raíces mismas de las historias occidentales, esto es, peripecias de crecimiento y descubrimiento de sí mismo y del destino brillante que le corresponde por derecho de nacimiento. Esta es una idea que puede encontrarse en las figuras idealizadas que construye el imaginario de Occidente ya desde las mitologías antiguas”, reflexiona Richard Danta, profesor de Semiótica de la Universidad Católica del Uruguay. Dice así el experto, que el éxito del personaje se puede asociar a un “contexto cultural longitudinal” que viene desde la época en la que se popularizaban las historias de los héroes mitológicos. Es decir: “Si se observa con cuidado, la historia de Harry no es diferente de las historias de los héroes mitológicos, seres dotados de capacidades superiores que descubren su destino y origen ‘divinos’ a través de un aventura de superación”.
Es una “estructura familiar” que está presente en distintos formatos de consumo mediático. “Por otro lado, su peripecia funciona porque nos ofrece la oportunidad de vivir vicariamente fantasías de empoderamiento que compensan psicosocialmente las frustraciones cotidianas, en particular en un momento tan vulnerable afectiva y simbólicamente como lo es la niñez y la pubertad”.
Aparece así la identificación con un personaje “vapuleado y violentado por la realidad” que atraviesa una historia marcada por la “fantasía de empoderamiento a través del descubrimiento de una identidad superior”, añade el semiólogo. “En este sentido, no es diferente a las telenovelas tradicionales, donde una chica pobre descubre que pertenece a una clase alta por nacimiento, y recupera su identidad familiar a través de una peripecia donde el amor es protagonista, medio y fin de ese descubrimiento”.
La magia “potencia ese empoderamiento” ante quien encuentra en este universo “un escape a su realidad cotidiana (que necesariamente incluyen experiencias de vulnerabilidad y frustración) a través de una proyección afectivo semiótica en la peripecia del personaje”.
Le consultamos al semiólogo Fernando Rius si el contexto en el que emerge la saga de Harry Potter incide en su vínculo Por supuesto que el contexto mantiene con el relato un sistema de vasos comunicantes. Si tenemos en cuenta el punto de vista hedonista de que la literatura y el cine son vías de escape de realidad, entonces la saga de Harry Potter cumple inmejorablemente con ese designio. Y el mundo actual, a pesar de sus encantamientos tecnológicos, con todas sus contradicciones y sus agotamientos diversos parece estar alentando las más variadas formas de escapismo. No es extraño que la lista de títulos más taquilleros de la historia esté ampliamente dominada por el cine fantástico. Harry Potter está allí y es un componente más de un movimiento global caracterizado, entre otras cosas, por el auge de la fantasía".