Primera obra uruguaya en lengua de señas hecha por actores sordos y doblada al español por locutores ciegos

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Cinco de los actores junto a Gabriel, Cecilia y la intérprete Lucía Ciganda. Foto: Leonardo Mainé.

ARTE

El proyecto V.I.D.A es inédito en Uruguay y busca dar oportunidades artísticas a personas que no las habían tenido nunca. Se presentan en Montevideo sin barreras y la meta es estrenar en una sala.

Ama el arte desde que era un niño. Quiso estudiar actuación en distintos centros educativos sin suerte. Luis Lasalle tiene 58 años y vio cómo se le cerraban las puertas de a una durante su adolescencia por su hipoacusia (trastorno sensorial que consiste en la incapacidad para percibir sonidos). “Sentí muros imposibles de derribar, no solo para mí, para todas las personas sordas”, revela a Revista Domingo.

La charla sucede con intérprete mediante y Luis cuenta que décadas atrás se probó en una dependencia del Ministerio de Educación y Cultura y al terminar la primera clase le decretaron, sin más, que no podía ser actor. Una escena similar se repitió en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD). Los rechazos reiterados no hicieron más que fortalecerlo. Transformó su dolor y frustración en aprendizaje y reinvención. Hizo cursos de pantomima, se diplomó como escenógrafo y vestuarista, y así logró estar un poquito más cerca del universo del teatro.

Consiguió algún bolo esporádico y el berretín de ser actor siguió visitándolo todos estos años. En pandemia se acercó a un taller de teatro gratuito dictado por Gabriel de Souza en la Asociación de Sordos del Uruguay (ASUR) y por primera vez sintió que podía cumplir su sueño.

El anhelo dejó de ser una utopía cuando Gabriel propuso a ese grupo de seis actores sordos hacer una obra teatral en lengua de señas doblada al español por personas ciegas. El proyecto se llama V.I.D.A (Vincular Investigación Diversidad y Arte), es inédito en Uruguay y se presentará con una versión de Los derechos de la salud, de Florencio Sánchez en el festival inclusivo Montevideo sin barrera. La cita es  2 de diciembre a las 18:00 en la Sala Roja de la Intendencia de Montevideo. 

“La propuesta no es la misma de siempre (oyentes haciendo un obra de teatro con intérpretes), sino que esta vez la minoría incluye a la mayoría: las personas sordas van a incluir a los oyentes a través de auriculares. Ellos son los protagonistas”, comenta Gabriel de Souza, director de la obra e ideólogo del proyecto V.I.D.A.

Aunque la sincronización entre las señas y el audio funciona bárbaro, está convencido de que parte del público se quitará los auriculares durante la función para vivir una experiencia distinta.

Germen

El origen de V.I.D.A se remonta a 2020, cuando Cecilia Ferreyra, instructora de Kundalini yoga y pareja de Gabriel, quiso aprender lengua de señas para armar un curso dirigido a personas sordas. La inquietud surgió en plena pandemia y empezaron a tomar clases juntos por Zoom. Gabriel se embaló y se embarcó rápido en un proyecto teatral que consistió en dar talleres gratuitos en ASUR.

“Empecé a adaptar la técnica de teatro equivocándome mucho y enfrentándome a una cantidad de obstáculos que fui resolviendo y llegando a un punto de actuación que me gustaba y era compatible con la lengua de señas”, explica.

Y cita un par de diferencias con el teatro convencional que tuvo en cuenta desde el inicio. Debe considerarse la ubicación de las personas en situación de discapacidad auditiva en la platea, ya que necesitan tener una visión completa del espectáculo para poder comprender las señas. El movimiento de los actores en escena es otro tema a ponderar: “Se mueven distinto a los actores oyentes porque las señas no permiten dar la espalda al público: debemos movernos para que se vea y se entienda de todos lados”, indica.

Una vez que el grupo empezó a rodar, Gabriel les propuso pilotear una obra de calidad entre todos, habilitándolos a desarrollar esa vocación artística que no habían podido sacar a relucir antes por falta de oportunidades.

Cecilia es el soporte emocional del equipo: les enseña ejercicios de respiración y relajación para aliviar tensiones.

Ensayan dos veces por semana en la escuela Carne gracias a que el dueño les cede el espacio, y admiten que al principio cometieron los típicos errores del que se enfrenta a una cultura y lengua distinta. Si bien trabajan con estudiantes de intérpretes en cada ensayo, las fallas de comunicación son inevitables, y se sortean con tesón, cariño y metas compartidas.

“El aprendizaje es que cuando hay dos grupos de personas con una forma de comunicarse distinta, si saben que hay buena intención y pasión por lo que se hace, se dejan de lado los errores y se trabaja para el objetivo en común”, dice Gabriel.

fuente de empleo

Abrir caminos para generar efecto contagio

V.I.D.A fue un disparador para generar oportunidades artísticas para un grupo de gente que no las había tenido nunca antes. Se trata de algo inédito en Uruguay. El objetivo de sus propulsores es abrir camino y contagiar a otros para seguir replicando proyectos del estilo.

¿Hacemos la obra y qué pasa después?, pensaron Cecilia y Gabriel. Entonces, se les ocurrió que sirviera para tender un puente: “Que sea un paso para empezar a formarse, hacer asociaciones con escuelas de acá y de afuera, que se vayan a formar al exterior y traigan algo para su comunidad, para que sepan cómo armar y presentar un proyecto y lo puedan gestionar solos”, señala Gabriel.

En ese afán por perpetrarlo y con miras a que se lleven algo, surgió la idea de que profesionales dicten talleres gratis dirigidos a personas ciegas, y que luego de capacitarse puedan dar la prueba de ingreso a la Asociación de Locutores del Uruguay (ALPU), para entrar en su banco de voz. Gabriel presentó el proyecto a ALPU y se lo aprobaron en tres días.

“Ellos están contentos porque es una fuente de trabajo a través del arte, que también es la idea de este proyecto”, apunta Cecilia.

Versión

Seis locutores ciegos grabaron las voces para la traducción al español.
Seis locutores ciegos grabaron las voces y posibilitaron la traducción de la obra al español.

La elección de Los derechos de la salud no fue al azar. Gabriel percibió que abordar el aislamiento que sufre la protagonista de la obra producto de una enfermedad era ideal para el momento y acorde a lo que algunas personas sordas padecen. Fue, a la vez, un reto: “Ellos me comentaban que se sentían más cómodos en la comedia, por eso les propuse el desafío de hacer algo trágico aunque alivianando algunas escenas para que fuera disfrutable para ellos”, apunta Gabriel.

La adaptación, dice, demandó una ardua investigación que insumió meses.

El primer y más complejo paso fue la traducción de la dramaturgia a lengua de señas. Muchas personas sordas, exponen ambos, no comprenden el significado de las metáforas, así que se quitaron y se sustituyeron con imágenes proyectadas. También se eliminó el diálogo antiguo y las repeticiones. Ese material se entregó a especialistas en traducción de español a lengua de señas, y una vez pronto, volvió a los actores para que practicaran y ajustaran las señas a la escena. Se grabó un video de la interpretación, y con eso Gabriel hizo una tercera adaptación para lograr una correcta sincronización sin perder la esencia teatral. El último paso fue la grabación de las voces de los miembros de la Unión Nacional de Ciegos del Uruguay (UNCU), que hicieron su casting.

Cada personaje tiene su propia seña, rasgo típico de la comunidad sorda para facilitar la identificación que este equipo respetó trasladándolo a la obra.

Oportunidades

Equipo completo de "Los derechos de la salud".
Equipo completo de "Los derechos de la salud".

La obra ya pasó el primer filtro del público en una muestra hecha en el Liceo N°42 de Malvín. Los alumnos que la vieron tenían un nivel básico de lengua de señas y habían tomado clases de teatro gracias a una serie de talleres que dictó Gabriel a instancias de un plan de la Secretaría de Discapacidad de la Intendencia de Montevideo. El intercambio, a juzgar por el director y los actores, resultó un éxito.

Mariana Madrid integra el proyecto V.I.D.A desde el día uno y asumió feliz el reto de encarnar a Luisa, protagonista de Los derechos de la salud. Durante la función en el liceo estaba muy nerviosa, pero tras romper el hielo, dice: “Me liberé y para el 2 de diciembre me di cuenta de que soy fuerte y tengo confianza”.

Ella, que miraba comedias en televisión de pequeña y se deleitaba con el encanto visual, descubrió el gusto por la actuación dos años atrás. Una amiga la invitó a ver una obra de teatro con intérpretes en la Terminal Goes y fue el disparador para que se anotara al taller de Gabriel, donde se le abrió un mundo nuevo.

“En el teatro para oyentes había barreras y en este grupo me gusta que haya igualdad para todos. Quiero seguir actuando aunque esta obra se termine, así que me gustaría que haya más grupos iguales en Uruguay”, expresa con ansias.

Luis está feliz por esta “oportunidad mágica” que le regala la vida y siente mucha adrenalina de cara al 2 de diciembre. “El festival es como una tarjeta de presentación para mostrarnos y decir ‘si quieren ver más...’ Ojalá podamos continuar y llegar a una sala de teatro. No perdemos las esperanzas porque es lo que queremos”, cierra.

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