COMPORTAMIENTO
Las aplicaciones de citas proporcionan un mundo de posibilidades. Pero ¿qué pasa cuando uno ya no está para un touch & go? ¿O cuando se niega a ponerse en un escaparate sexual?
Mensaje de WhatsApp de una amiga: “Salir de levante y sin usar apps de citas es medio un imposible. A cualquier edad”. ¿Es tan así? ¿Estamos tan determinados por la tecnología en nuestro día a día que incluso los placeres carnales tienen que ser mediados por el mundo digital? El paso del coronavirus por el mundo no hizo sino aumentar este aspecto de nuestro relacionamiento.
Claro, tampoco es que fuéramos vírgenes que “perdimos” la inocencia con la llegada de la pandemia. Antes de ella, ya se le estaba dando de lo lindo al movimiento swipe (el equivalente a “Me gusta”) en Tinder y otras aplicaciones de citas. Y antes de esas aplicaciones, teníamos todas las redes sociales para empezar a chatear con alguien y, en el mejor de los casos, terminar encamados con ese alguien.
Se calcula que unas 75 millones de personas usan la más exitosa de estas aplicaciones de citas, Tinder, en el mundo. Ese dato proviene del sitio Earthweb, que recopila estadísticas de muchas partes del mundo. Pero, como siempre, ese tipo de datos sirve como un punto de partida, no constituyen la meta. En China, donde vive uno de cada siete (aproximadamente) habitantes de este planeta, Tinder brilla por su ausencia. Ahí, dos de las apps de citas más populares son Tantan y Momo (entre las dos, tienen algo más de 60 millones de usuarios activos). Además, hay incluso una iniciativa estatal celestina.
De todas maneras, hay algunos datos adicionales sobre el uso de Tinder en Earthweb que pueden estimular la imaginación. Como, por ejemplo, que el 30% de sus usuarios están casados. ¿Poliamor? ¿Cuernos? Otro dato: la gran mayoría de usuarios de Tinder son hombres (78%).
"Intensa"
Jair (no es su nombre real) se descargó la aplicación un buen tiempo después de haberse separado. Al principio, le profesaba las bondades de la app a sus amigos, como los recientemente conversos. Hablaba de que había que superar algunos prejuicios, pero que una vez superados se abría un mundo de posibilidades.
Hasta que empezó a ver que en ese mundo había algunas posibilidades que no eran tan placenteras. Tuvo que bloquear a un par de matches (el término usado cuando dos usuarios se dan un swipe), por “intensas”. “Una me decía ‘dale, cagón’,” recuerda ahora.
Jair empezó a ser más cauto y también empezó a tener otra mirada sobre los encuentros que se planifican desde un teclado, en particular cuando se es mujer. Hace un año, conoció por Tinder a su actual pareja y desde entonces borró la aplicación.
El testimonio de Jair viene a cuento porque se trata de alguien con más de 50 años. La lozanía de la juventud, más todo aquello que podemos hacer —ejercicio, maquillaje, atuendos- para potenciarla, en teoría nos liberaría de tener que “caer” en Tinder para hallar a alguien para una relación sexual (y posiblemente afectiva).
Pero cuando ya aparecieron las canas, la calvicie, las arrugas y esos rollos que son tan tercos que se niegan a irse por más que los invitemos a retirarse con dietas y ejercicios, ¿qué hacer? Bueno, un camino es bajarse la aplicación Our Time, una suerte de Tinder para mayores de 50. Listo (casi la mitad de los usuarios de Tinder son millennials). Problema solucionado. El mercado, en alianza con la tecnología, te soluciona todo, ¿nocierto?
El psicólogo Alejandro De Barbieri se permite alguna que otra duda sobre si la solución es un Tinder para veteranos. Porque la mediación tecnológica entre seres humanos tiene algún que otro bemol, por más que todos —él incluido—reconozcamos lo mucho que facilita. “En particular tras la pandemia. Algunos de mis colegas ya han dejado de recibir a sus pacientes personalmente, sino que hacen las sesiones por Skype o Zoom”, cuenta.
De Barbieri agrega que en su grupo de WhatsApp de colegas psicólogos se cuentan anécdotas de la creciente influencia de las aplicaciones de citas. “Gente incluso muy joven, de veinteypocos años, que puede estar en un boliche con un grupo de amigos y de repente se van porque tuvieron un match. Y no lo digo de un lugar moralista. Todo bien con un touch and go. Pero se va perdiendo ese lugar de conquista, de la palabra. El touch and go está bárbaro, pero va de la mano con las dificultades que luego encontramos para establecer vínculos significativos”.
El caso de Jair desmentiría a De Barbieri porque él pudo establecer un vínculo significativo con su actual pareja. Pero como el propio Jair cuenta, eso ocurrió tras meses de chatear por Tinder. Tras más de una experiencia negativa y tras reflexionar sobre ellas, Jair no quiso un encuentro rápido. Quiso hacer lo que pudiera para conocer algo más de esa persona que había hecho swipe en su perfil de Tinder.
La edad, agrega De Barbieri, es un factor influyente. No es lo mismo estar de pastoreo —como cuando se es joven y se desea experimentar— que querer encontrar un vergel donde quedarse por lo menos un buen tiempo.
Carla (tampoco es su nombre real) todavía no llegó a los 50 y se niega a tener Tinder o cualquier otra aplicación de citas. A menudo chusmea en los perfiles de sus amigas, para ver qué ocurre en “el mercado”. Pero ni así quiere sumarse a ese mundo.
Para ella el sexo es tan importante como para cualquiera pero no va a bajarse la aplicación ni aunque se “hunda en un desierto asexuado, como en el que estoy entrando”. Está convencida de que entre los “amigos de mis amigos y amigas”, hay posibilidades de acceder tanto al sexo como a vínculos más profundos que el carnal. Y también tiene otros postulados que hacen que pueda prescindir de dichas aplicaciones: “La clave es moverse, salir de la casa, trabajar, reunirse, pasear, cruzarse con gente. Y sonreír. Siempre”.
—¿Cómo es eso de sonreír?
—Si de por sí es divertida la idea de levantarse a alguien o de ser deseado por alguien ¿por qué no te va a sacar una sonrisa alguien que te das cuenta que te mira un poco? Voy a quedar como una pelotuda si ponés eso, pero ta...
—¿Por qué vas a quedar como una pelotuda?
—Cuando una está en un bar, en una reunión, en una reunión de amigos o un asado percibe vibras, miradas, comentarios, voces... Cosas que pueden hacer que mires a alguien a quien de pronto no le habías prestado atención. En Tinder, ¿voy a elegir por la foto o por la autopresentación? “Busco sexo, vida hay una sola” y esas mierdas que leés.
Los desafíos a las relaciones sexoafectivas que se plantean a raíz de la llegada de las aplicaciones de citas son muchos y las discusiones suscitadas no se van a saldar en esta nota. Pero todavía parece haber más de un camino hacia un rato de placer sexual y, también, una relación más prolongada que lo que dura un orgasmo.