Escribir desde las entrañas, con el corazón en la mano y el deseo ardiente de que miles de hinchas se hagan eco de la emoción que el autor puso en cada letra, cada palabra, cada melodía. Evocar imágenes, historias, emociones y sentimientos que inflen el pecho de cada afición para cargar a esos fanáticos de gloria, hacerlos sentir que tocan el cielo con las manos y darles ganas de cantar hasta partirse la voz.
Componer un himno para un club de fútbol o de básquetbol no es tarea simple. Es conmover, movilizar, generar identidad, exagerar para dar de comer a la pasión -he tocado el paraíso, soy hincha de Peñarol, cantan los manyas en Campeón del siglo; cuando grito vamos trico, vamos trico, vamos trico, Nacional vos sos el único campeón entonan los bolsos en su canción del centenario; grandes banderas, grande tu historia, cuadro querido sos inmortal, agitan los atenienses-. Es, en definitiva, hacer magia en cada verso para que cale hondo en la hinchada, los fanáticos se lo apropien y quede para la posteridad.
A continuación, la historia de algunos himnos de importantes clubes uruguayos cuyos autores han encontrado la fórmula secreta para meterse en el corazón del hincha, trascender fronteras, ser eternos y hasta recibir elogios del tradicional rival.
Vamos trico, vamos trico, vamos trico
Corría el verano de 1999 y Elbio Acuña, fundador de Grupo Punto e hincha rabioso del Club Nacional de Football, tomaba sol en la playa junto a su esposa, cuando a lo lejos vio pasar a un muchacho con la remera tricolor y un radiograbador al hombro. El gurí iba escuchando un partido de Nacional a todo trapo y Acuña atinó a preguntarle cómo iban. Tres a cero, le contestó gritando desde la orilla. En agradecimiento, le hizo seña con el pulgar hacia arriba, y acto seguido el joven le aclaró que correspondía el dedito para abajo: es que iban perdiendo. “Era un momento difícil para ser hincha de Nacional por el famoso quinquenio (de 1993 a 1997), pero me surgió la rebeldía del hincha: en las malas más te acompaño”, recrea la escena el publicista Elbio Acuña a Domingo como si hubiese sucedido ayer.
Volvió a su reposera y empezó a tirar las primeras líneas de una letra y melodía dedicada al club de sus amores. Le brotó espontáneo, desde el corazón y captó el sentir de miles de personas. Era imposible que imaginara que su humilde homenaje se convertiría meses después en la canción del Centenario de Nacional -ese 14 de mayo de 1999 cumplía 100 años- y menos aún que casi cuarto siglo después se le iba a seguir erizando la piel cada vez que escuchara a miles y miles de hinchas corear ese himno en el Gran Parque Central.
Esa tarde en la playa se le ocurrió el esqueleto, pero tardó tiempo en redondear la canción -que cuenta con los arreglos de Alberto Magnone- con el difícil propósito de conmover. “Lo cantaba de una manera, después de otra, iba probando hasta encontrar lo que me emocionaba, y si me emocionaba a mí como hincha, iba a emocionar a cualquier otro”, dice convencido de haber dado en la tecla.
El arrollador arranque con nacionales, tricolores, bolsilludos fue lo primero que compuso y lo define como un grito de identidad en el silencio. “Quería que desde la primera nota y palabra se supiera que era deNacional. Lo pensé como un grito y así se lo pedí cuando contraté al Canario Luna: quería que esa parte fuera muy sentida y el Canario era un genio para poder decirlo”, relata.
Acuña escribió muchos jingles que han acompañado a la gente por décadas -el de galletitas Chiquilín y bicicletas Ondina, por citar un par- pero componer un himno, dice, no se parece a nada. Hay sentimientos profundos que deambulan en cada estrofa y lo hacen llorar de emoción cada vez que lo vuelve a recitar, a pesar de los años.
Narró lo que le pasó, se inspiró en su historia personal y logró que miles se identifiquen. “Mi padre era fanático de Peñarol, cuando yo tenía 3 años me llevó al estadio a ver un clásico. Él gritó por Peñarol todo el partido pero yo me enamoré de los colores de Nacional, por eso escribo tus colores se metieron en mi alma para siempre mi querido Nacional, porque fue exactamente lo que me pasó de niño, y me hice hincha de Nacional solo. Mi padre, con el tiempo decía ‘no sé para qué te llevé al estadio’”, cuenta entre risas quien tiene cinco nietos manyas e incluso uno de ellos (Federico Barrenechea) juega en la Sub 16 de Peñarol.
Si usted se detiene a mirar el video de la canción del Centenario de Nacional, se sorprenderá con un detalle: unLuis Suárez de 12 años aparece por primera vez a los siete segundos, cuando el Canario Luna canta ‘bolsilludos’. La presencia del hoy ídolo tricolor en ese clip que también grabó Elbio Acuña, autor del himno, es absolutamente casual. “Por eso digo que esta canción vino de algún lado y que yo solo soy el canal. Cuando tuve la canción dije ‘voy a hacer un video’, y le pedí a Nacional para ir a grabar a los chicos de las inferiores. Es increíble cómo justo voy y filmo a Suárez, el mejor jugador de todos los tiempos que tiene Nacional, y además festejando, corriendo, gritando, como es él. Algo divino”, relata Acuña, que no recuerda ningún intercambio con el hoy goleador porque para él, dice, era uno más de los tantos niños que había.
Este himno se estrenó el 14 de mayo de 1999, y Acuña no pudo estar en los festejos: “Lamentablemente me perdí esa noche, pero la viví en las fotos, los cuentos y el reconocimiento. Tenía un viaje de negocios impostergable, y coincidía con el Centenario de Nacional. Pero lo sigo disfrutando todos los días, cada vez que me encuentro con alguien y me habla del himno tantos años después”, concluye.
La noche que terminó de grabar el himno sintió la necesidad de mostrárselo a alguien con un don creativo y fanático de Nacional y nadie mejor que Daniel Scheck para eso -lo conocía por haber grabado varios avisos del diario El País, entre ellos El grito del canilla-. Lo llamó a última hora y le pidió que fuera al estudio porque necesitaba su opinión. Scheck accedió. “Entró, tomó asiento, el operador largó la canción y a la mitad Daniel empieza a llorar. ‘¿Se da cuenta de lo que hizo? Esto no es una canción, es un himno, usted hizo algo para la posterioridad’, me dijo. Y me pidió que se lo diera en casete para mostrárselo a la comisión del Centenario, que él integraba y organizaba los festejos”, relata Acuña.
Un par de días después, le sonó el teléfono celular mientras manejaba por la Rambla, atendió y del otro lado oyó la voz del Toto Da Silveira: le avisaba que estaba saliendo al aire y que un amigo quería decirle algo. “Me habla Dante Iocco (dirigente tricolor) y me dice ‘te llamo para darte una noticia, tu canción la vamos a llamar Canción del Centenario y a las 12 de la noche, cuando cumpla 100 años Nacional, va a ser lo primero que suene’. Tuve que parar el auto, no podía hablar. Nunca imaginé que algo que hice desde el corazón iba a ser lo que más satisfacciones me diera en lo creativo”, confiesa.
Acuña contrató al Canario Luna, consiguió la mejor batería del carnaval y ocho voces de primer nivel. Y todo salió de su bolsillo. Lo hizo sin esperar nada a cambio pero la magia de la canción fue más fuerte y el regalo termino siendo para él: “A Nacional le costó cero, lo pagué todo yo. Recibí en pago muchísimo más de lo que nunca pude esperar. Me encanta que la gente lo cante. Gente de Peñarol me ha dicho ‘me emociona tu canción’ porque identifica al hincha. Nacional tiene 100 canciones pero esta tiene algo especial y sigue siendo, después de más de 20 años, la canción del hincha, y yo agradezco al universo que me haya dado la oportunidad de hacerlo realidad”, confiesa conmovido.
Campeón del siglo
Sin amor, no hay canción, opina Roberto Martínez Barone, cofundador y expresidente de la Cámara de Anunciantes del Uruguay, ganador de importantes premios en publicidad, autor de múltiples jingles, pero sobre todo hincha ferviente de Peñarol. Ese fanatismo es lo nos compete en esta nota y, gracias a esa pasión, es que hoy miles de manyas pueden darse el lujo de cantar a viva voz Cuánto te quiero Peñarol, cuánto te quiero; Campeón del siglo, te lo dice el mundo entero.
Martínez Barone está convencido de que nació hincha de Peñarol y fue precisamente ese amor intransferible que le permitió componer Campeón del siglo -con los arreglos del maestro Raúl Medina, su socio creativo- desde las entrañas.
“Cuando vos hacés un himno, y en este caso de uno de los clubes más importantes del mundo, la letra y la melodía te tienen que correr por las venas, es una expresión única. Sin amor no hay canción, y en el caso del himno de Peñarol es un amor muy pero muy especial”, asegura a Domingo Rodríguez Barone. Y revela que a raíz del suceso que tuvo esta canción tan bien interpretada por el murguista Julio Pérez, varios cuadros le han pedido que les escriba un himno. Él, sin embargo, siempre se niega: “Les agradezco la gentileza pero te tiene que nacer del corazón”, justifica.
No deja de sorprenderse con el crecimiento que ha tenido esta canción a 12 años de su creación. El hincha, dice, se refugia en el contenido del himno cuando los resultados no acompañan: lo advierte porque cuando Peñarol tiene un traspié, las visualizaciones aumentan de forma superlativa.
“Está en los ringtones de la mayoría de los hinchas de Peñarol. Llamás al teléfono fijo de la sede y te responde el himno. La gente del exterior llora cuando lo escucha: muchos lo toman por encima del Himno Nacional”, enumera con asombro.
Cuenta que tiene amigos fanáticos de Nacional que lo felicitan y se sacan el sombrero por lo que logró: según le expresan, lo terminan cantando sin darse cuenta. Sus dos hijas, también bolsilludas, defienden a muerte esta canción.
El compositor de Campeón del siglo se maravilla, además, con el alcance que adquirió a nivel internacional: hinchas de otros cuadros oriundos de los países más recónditos le escriben para decirle que lo toman como propio.
La historia de gestación es más o menos así. Martínez Barone dice vivir en estado de poesía permanente y enterarse de que la FIFA le había conferido el título de Campeón del siglo a Peñarol avivó esa llama creativa. Sentado en un bar de la calle Jackson y Maldonado empezó a esbozar las primeras líneas de esta pieza magistral en una servilleta: arrancó con mi corazón palpita y se estremece cuando me envuelve el mirasol de tu bandera... y no pudo parar. Lo escribió de un tirón y al volver a su casa le perfeccionó la métrica y algún mínimo detalle.
Tremenda creación no podía terminar archivada en un cajón de su escritorio, tenía que ser disfrutada por la hinchada aurinegra, esa que Martínez Barone define como única en el mundo.
Resulta que en sus caminatas diarias por la Rambla solía cruzarse con Edgar Welker -por ese entonces vicepresidente de Peñarol y a quien Martínez Barone conocía por un vínculo comercial anterior- y una mañana decidió pararlo: ‘Me parece que es un hito importante para Peñarol (el título de Campeón del siglo) y una distinción tan fuerte merece un tema especial, un himno’, le dijo.
Acto seguido, le mandó su currículum y el del Maestro Raúl Medina. “A Welker le pareció interesante la inquietud, así que organizó una reunión con la agencia de publicidad de Peñarol,Juan Pedro Damiani (presidente del club en 2011) y todos los directivos para que escucharan el planteo. Llevé una copia del texto y no me corrigieron ni un punto ni una coma”, cuenta.
-Lo queremos ver musicalizado-, dijo Damiani en esa reunión luego de leer el texto
-Claro, no lo trajimos de entrada para ver si estaban de acuerdo con el texto-, contestó Martínez Barone.
-Hay dos problemas: uno que Peñarol tiene muchos himnos realizados en su historia, tendría que ser no solo mejor que los que hay sino mejor que el del otro cuadro (en referencia a la canción de Elbio Acuña), ¿me entiende?-, lanzó Damiani.
-No hay problema-, acató el compositor.
-Mire que la responsabilidad es suya si no nos gusta-, disparó Damiani redoblando la apuesta.
Martínez Barone tuvo una corazonada mientras estaban en el estudio de grabación y le dijo a Medina ‘no toquemos ni un punto ni una coma más que esto va a ser un éxito’. Y así fue. Volvió a reunirse con los dirigentes de Peñarol y apenas apretó el botón play y la melodía empezó a sonar con la imponente voz de Julio Pérez, quedaron todos perplejos. “Inmediatamente se notó en la cara de todos y en las patitas que se movían por debajo de la mesa que el tema había pegado. Nos dieron para adelante y pegó de forma inmediata”, opina Martínez Barone.
Lejos de fallarle el olfato, creó una canción eterna: “No me equivoqué: van 12 años y el tema no para de crecer y emocionar; contagia, está tocado por la mano de Dios”, resume.
Alas Negras
Daniel “Yaya” Pereyra había hecho muy buenas migas con Miguel Alonso, una gloria de Atenas, e iba a todos los partidos para verlo jugar. De tanto salir a cenar y tomar algo con el plantel y los dirigentes del club, le tomó cariño a las Alas Negras y se le ocurrió componer una canción para regalarle a su amigo. Ya tenía la idea en su cabeza pero la exteriorizó una noche de 2003, mientras jugaba al truco en el Noa Noa con Leonardo Fuentes, quien era presidente del club en esa época. “Le dije ‘tengo una canción para Atenas’. Les pasé un presupuesto re bajo pero alto para el básquetbol local y no escatimaron en nada”, cuenta a Domingo el músico, compositor y comunicador.
Lo primero que hizo fue comunicarse con Ricardo “Canario “ Villalba, una voz superlativa del carnaval y socio suyo en varios proyectos musicales, para invitarlo a cantar y a colaborar en la creación. “Al día siguiente me llama y me dice ‘se me ocurrió el arranque, a ver qué te parece’. Y me canta, Atenas, colores blanco y celeste te llevo en el corazón. Abrió esa puerta y después de ahí no precisaba nada más”, reconoce Pereyra entre risas.
El siguiente paso fue pedir una reunión con los dirigentes para conseguir data que le sirviera de inspiración y así echar a andar la pluma. Le contaron que Atenas había nacido en la Aduana, que luego se había mudado a Palermo y que el himno original lo habían hecho los Marinos Cantores en la década del 30. “Me llevé a casa varios impresos con testimonios y registros de la época y con la información de esas revistas armé un recitado, donde se cuenta la historia del club. La pasión, la emoción y lo que sentís como hincha está en la canción”, explica.
Y se explaya: “Yo escribo, vos sos orgullo de Palermo y Barrio Sur y se me cae el lápiz por la energía: detenete acá porque lo que estás escribiendo es la esencia de Atenas. Atenas es el patrimonio emblemático de que Barrio Sur y Palermo son de la misma familia, los une el club”.
Pereyra y Villalba demoraron dos semanas en componer esta pieza y otro par más en grabarla. Apenas estuvo pronta, Pereyra llamó a Miguel Alonso para mostrársela y su respuesta fue un mar de lágrimas. El éxito, según su creador, estuvo en que acertó con el brief que armó para descifrar el producto Atenas. “No es lo mismo hacerle una canción a Atenas que a Peteco. Si lo ves como una persona, camina diferente, habla diferente. Y si Atenas habla, viene cantando eso”, compara Pereyra.
La canción empezó a sonar en las radios y la hinchada se la adueñó de forma espontánea. Recién el 11 de agosto de 2008, cuando el club celebró sus 90 años, Walter Pagani, presidente deAtenas en ese período, declaró oficialmente la canción de Pereyra y Villalba como himno del club, aunque hacía tiempo que eso ya se sentía cada vez que se cantaba en los partidos.
Aguada y Cerro: gemelos de canciones
Alfredo Etchandy aún recuerda las historias que oyó de niño, mientras practicaba en cancha de Aguada, de boca de los hinchas más veteranos. Contaban que Antonio “Hueso” Pérez escribió Arriba muchachada, el popular himno aguatero, de un tirón en un bar en la calle Avenida del Libertador. “Un día le pidieron que entre vino y vino hiciera un himno para Aguada, dicen que se tiró arriba del billar y con un vaso al costado empezó a escribir en una servilleta el Arriba muchachada”, repasa el periodista aguatero y aficionado a la historia del deporte.
No se conoce la fecha exacta de su creación pero en la década del 40 -época dorada para el club: ganó cuatro campeonatos al hilo- la afición ya lo entonaba. “En los primeros tiempos se cantaba solo al final de los partidos, como una especie de comunión entre la hinchada y los jugadores, con los años se popularizó”, relata a Domingo Oscar Bonino, autor del libro En el nombre del barrio, 90 años de historia del Club Atlético Aguada.
Y aporta otro par de datos: la música de Arriba muchachada corresponde a la pieza Fuegos de artificio, primero la grabó la coral Guarda y Pasa, y más adelante la murga Asaltantes con Patente. “Es probable que no sea el himno más lindo, pero es muy tradicional: todo el mundo del básquetbol lo conoce. Caló hondo enseguida y se hizo muy popular a través del tiempo”, observa Bonino.
Unos años después, apareció La Pitada, otra canción insignia para Aguada, también compuesta por el Hueso Pérez y con la particularidad de que es compartida con el Club Atlético Cerro.
La historia es más o menos así. La hinchada cerrense se identificó con el histórico grito “Cerro-Cerro” (refiere al club y al barrio) durante sus primeros 40 años de vida, hasta que en la década del 50, Rampla, su tradicional rival, apareció con un himno grabado por la orquesta de Donato Racciatti. Cerro no quiso ser menos y Luis Troccoli, que era presidente del club, mandó a grabar un himno con melodía tanguera. El resultado no convenció a la hinchada porque, según Juan Carlos Nusa, co autor del libro 100 años del Club Atlético Cerro, los dejaba en inferioridad de condiciones con su adversario por el nivel de la orquesta. Optaron por una alternativa más popular y ahí entró en escena la marcha camión y el club de básquetbol.
“Aguada estaba en la misma, hacer una canción con ritmo de murga, así que aparecieron dirigentes en común de los dos clubes y resolvieron grabar el mismo himno para las dos instituciones”, revela Nusa, y tira por tierra los rumores de plagio: “Aguada considera que el himno es de ellos y Cerro se lo copió, pero fue acordado entre los dirigentes”.
Los ensayos se hicieron en la sede de Aguada y ambas canciones se grabaron en la misma semana. Comparten música y letra: solo se cambiaron algunas palabras, como rojiverde por albiceleste. Pero cuando el himno llegó al Cerro no fue tan bien recibido. A varios no les gustó que fuera compartido con Aguada y decidieron grabar un tercero. Así surgió el que dice “Cerro campeón, con el corazón, un siglo de luz y esperanza”, grabado por parodistas Los Charoles en el boliche de El Pera, en Bogotá y Austria. Si bien este es el preferido de Nusa, porque asistió a esos ensayos, reconoce que el del Hueso es el más popular: “Cerro nunca lo adoptó como himno tribunero pero es el que surge y se canta en las comidas entre los hinchas”.