Cuatrocientos objetos de los años 1718 a 1901 han sido encontrados por Guzmán Garrido en lo que se conoce como Tapera de Oribe. Él no es ni historiador profesional ni arqueólogo sino que es un estudiante de Agronomía que llegó de casualidad al paraje de la ruta 19, a 12 kilómetros de Cerro Chato (departamento de Durazno), y se sintió tan atraído por lo que vio que lo ha estado estudiando durante los últimos cuatro años. Lo que empezó como un ejercicio con un detector de metales terminó en una colección que espera exhibir en un museo y que hoy comparte en un libro que va por su cuarta edición. “Siempre salí a la campaña a recorrer lugares históricos perdidos. Siempre me impactó cómo se abandonan y se pierden”, dice a Domingo. Ha estado trabajando para que eso no suceda con la Tapera de Oribe.
Estas construcciones derruidas en el paraje Las Rengas no pertenecieron a Manuel Oribe, sino a su hermano Ignacio. La historia comenzó décadas antes con su tía y continuó en los años convulsos de la Guerra Grande y hasta fue escenario de un hecho de sangre que movilizó a la crónica roja brasilera. Hasta se creyó que allí había un tesoro escondido. ¿Qué sucedió en estas tierras que parecen atadas a la historia del país?
Primeros dueños.
María Margarita de Viana, hija del primer gobernador de Montevideo, se casó tres veces: con Juan Pedro de Aguirre, con Agustín Abreu Orta y con Agustín Estrada, en ese orden. A los efectos de esta historia nos importa solamente el primero y que con ninguno tuvo hijos. Aguirre fue el primero que reclamó estas tierras que, en ese entonces, estaban a merced de contrabandistas y traficantes de cueros, por lo que el emplazamiento de una edificación servía para su control. Este hombre, de origen español, era uno de los socios comerciales de su paisano Francisco Alonso Rodríguez, apodado Farruco, el de la capilla que también se encuentra en el departamento de Durazno. A ningún apellido de estos les faltaba dinero.
Las estancias de Juan Pedro y María Margarita y de Farruco fueron construidas más o menos por la misma fecha, según denotan los materiales más antiguos que Guzmán Garrido encontró en el lugar como hebillas, espuelas y estribos de las últimas décadas del siglo XVIII.
Las piezas extraídas de la hoy llamada Tapera de Oribe —más de 400 y que Guzmán conserva “con cuidado” en su habitación— dan cuenta de que los años en los que Margarita estuvo al mando fueron los tiempos de esplendor. Es decir, en ese paraje tan lejano de Montevideo se vivió una intensa actividad comercial y militar que se mantuvo hasta después de la finalización de la Guerra Grande.
¿De qué actividad comercial estamos hablando? Una pulpería. Está señalada en un registro de 1811 que no precisa la ubicación exacta en las 70.000 hectáreas de propiedad de Margarita de Viana pero que Guzmán sostiene que fue emplazada en la zona de la actual tapera, lo que explicaría la gran cantidad de monedas halladas en el sitio.
La descripción de las monedas es una lección de historia en sí misma. Encontró piezas del imperio español (hasta 1812), luso-brasileras (hasta 1821), del imperio del Brasil (hasta 1859), argentinas (de 1822) y uruguayas (de 1840 a 1901). La más antigua, una de plata, fue acuñada en 1718.
La estancia de Juan Pedro y Margarita también fue el escenario de una reunión que pudo haber cambiado el curso de la historia. Allí fueron citados el 29 de junio de 1811 Felipe Contucci —esposo deJosefa Oribe, quien era sobrina de Margarita, y al mejor estilo telenovelesco él era el cuñado y también suegro de Manuel Oribe— y representantes del gobernador de Buenos Aires para discutir los planes de coronamiento de la princesa española Carlota Joaquina de Borbón en el Río de la Plata como legítima sucesora de su hermano, el rey Fernando VII, quien era prisionero de Napoleón desde 1808. Contucci tenía una estancia en lo que hoy es el departamento de Rivera pero, por alguna razón desconocida, se eligió la casa de Margarita.
Ignacio, no Manuel.
Antes de fallecer, Margarita dividió en tres fracciones sus tierras para dejárselas a tres de sus sobrinos: Josefa, Ignacio y Francisco, y la porción del terreno —entre los arroyos El Cordobés y Las Palmas y la cuchilla del Durazno— donde quedó lo que décadas más tarde ya sería señalado como tapera correspondía a Ignacio. Su hermano mayor, Manuel, presidente entre 1835 y 1838 y fundador del Partido Nacional, nunca tuvo relación con esta estancia. “Hay una placa en el lugar que comete el error de homenajearlo”, cuenta Guzmán. Esta lo venera como el “libertador de negros”, dado que fue quien abolió la esclavitud en 1846. ¿Y quién fue Ignacio? Fue jefe político de Montevideo, ministro de guerra de Juan Antonio Lavalleja e integrante del Consejo Cultivo de Estado de Bernardo Berro.
“Esta etapa va desde 1830 hasta 1854. Uno puede decir: no fue tanto. Pero fue muchísimo. Fueron 24 años de una compleja, larga y rica historia para esta construcción”, cuenta Guzmán.
Uno de los episodios históricos de la Guerra Grande tuvo a Ignacio Oribe y a estas tierras como protagonistas. Fue él quien estuvo al frente del bando blanco en la Batalla de Carpintería —cuando se usaron por primera vez las divisas blanca y colorada— que ocurrió a pocos kilómetros de su estancia. El investigador prosigue la historia: “Después de la derrota, los colorados de Rivera vuelven a atacar y Manuel e Ignacio Oribe se van a Argentina. Rivera ocupa la estancia de Ignacio. La ocupa y hasta le carnea ganado. Pero le deja un recibo y luego se lo paga”.
Ignacio recupera sus tierras años después e instala en la zona varias guardias militares. Y allí mismo, “a dos o tres kilómetros” de la actual tapera, según Guzmán, ocurrió otra batalla que está bajo estudio.
De estos tiempos han sido desenterradas decenas de piezas de armamento como lanzas —forjadas a golpe de martillo—, sables rotos —hojas y mangos—, bayonetas y fusiles y más de 200 balas de mosquete; además de botones de uniformes.
Finalizada la Guerra Grande, la estancia vivió unos años de relativa tranquilidad que, poco a poco, fueron dejando lugar para el abandono. Las tierras de Ignacio Oribe fueron vendidas en 1854. Guzmán casi no encontró materiales de finales del siglo XIX o principios del siglo XX. Lo más moderno fue una moneda de 1901.
Hasta 1869 fue propiedad de Marcelino Dos Santos, un importante hacendado de Rio Grande do Sul; algunos de sus descendientes (tuvo 22 hijos) siguen viviendo en la zona de la tapera y Guzmán pudo entrevistar para su libro. Estos le contaron una historia cruenta que, sin identificar con precisión el lugar, salió en la crónica roja de Uruguay y de Brasil. Los esclavos de Dos Santos —los brasileros continuaban teniendo esclavos en el territorio nacional a pesar de que estaba abolida la esclavitud— asesinaron a la esposa, una hija y una criada en venganza por los malos tratos a los que eran sometidos. “Cometen el famoso acto del degüello”, cuenta Guzmán. Otra criada se escondió en una vasija de barro y, tras salvarse, pudo avisar lo ocurrido a unos peones que le informaron al dueño que en ese momento estaba en su país. Enterado, Dos Santos vuelve a la estancia con una tropilla de caballos que utiliza para aplastar a los esclavos mientras dormían en un campamento que habían armado en uno de los arroyos cercanos al casco de la estancia.
Muerto Dos Santos, las tierras quedaron a nombre de una de sus hijas, pero el sitio fue abandonado cerca del 1900. Unos planos de 1912 a los que accedió Guzmán ya tenían inscrita la leyenda “Tapera de Oribe”. Y casi igual a como está ahora es como luce en fotografías de 1964. Una anécdota: “Por los años 40 o 50 se corrió el rumor de que había un tesoro. Varios vecinos fueron al lugar a tirar todo abajo buscando oro”. No había ninguna fortuna más que las piezas históricas que encontró Guzmán 70 años después.
Guzmán Garrido ansía ver su colección de objetos hallados en la Tapera de Oribe prolijamente exhibidos en un museo. Hasta que eso no ocurra (requiere, por ejemplo, condiciones de seguridad), lleva lo que puede a muestras itinerantes. Ya lo hizo en Cerro Chato y en un fin de semana del Día del Patrimonio en la casa del Partido Nacional (además, se le otorgó el premio Manuel Oribe a la investigación en 2023 por su libro). El viernes pasado dio una conferencia y mostró unas cuantas piezas en la ciudad de Durazno.
Guzmán se siente muy satisfecho con la relevancia que ha ganado el sitio desde la publicación de su libro pero lo bueno tiene su lado malo. “Mucha gente comenzó a ir a hacer un uso indebido de los detectores de metales. Entran sin permiso (es propiedad privada) y dejan pozos abiertos”, denuncia. El estudiante de Agronomía pide que se cuide el lugar y su historia.