Un viaje de ida. Así define Fabiana Mussini (55 años) su encuentro con la caligrafía. El punto de partida no pudo ser más loco. Era el año 2010 y estaba de viaje en Inglaterra con una amiga cuando se topó con una exposición sobre el creador del famoso logo del metro de Londres, Edward Johnston, un avanzado para su época, considerado el padre de la caligrafía moderna (ver recuadro en página 3).
“Empiezo a leer la información y veo que había nacido en Uruguay, en un pueblito llamado Arazatí, en el departamento de San José… ¿Perdón? ¿Qué es esto? ¡Fue como un shock porque yo soy de San José!”, cuenta Fabiana a Domingo entre risas.
Comenzó a investigar y ver qué uso se le daba hoy en día a la caligrafía. Así entró en un mundo que la remontó un poco a su formación como maestra. “Una de las materias que teníamos era justamente caligrafía, en que te enseñaban la forma del grafema. Yo digo que con el magisterio uno aprende a escribir de nuevo porque cuando hacés bachillerato tenés que tomar apuntes y la letra se te deforma. Después te das cuenta de que para poder enseñarle a los niños tenés que aprender a escribir otra vez”, dice.
Fabiana siempre trabajó en el rubro de prevención de lavado de activos, primero en el sector financiero y ahora en el corporativo. “En el corporativo es un poco más liviano, pero no deja de ser una gran responsabilidad. Con la caligrafía lo que hice fue sacar la cabeza de todo eso para volver a las raíces y bajar un poco el estrés. Entonces cuando termino el día en la oficina y los fines de semana me dedico a la caligrafía”, relata.
Los comienzos no fueron fáciles porque en 2010 no había casi nada en Uruguay referido al tema, no existía el despliegue de cursos en Internet que se encuentran actualmente. Tuvo entonces que buscar ayuda en el exterior y fue así que dio con una asociación de calígrafos en Iowa, Estados Unidos, un grupo de veteranos que mantienen la tradición.
“Ahí empecé a ver que fue más que nada en nuestras latitudes que se perdió el uso de la caligrafía con pluma fina. En otros países se sigue utilizando para todo lo que son protocolos, inclusive en Brasil en el Ministerio de Relaciones Exteriores o para las actas de Presidencia. En Oriente se sigue usando y en Europa ha habido como un revival y todo lo que es de alto vuelo se hace a mano. Ahora está mal visto recibir una invitación para el lanzamiento de un perfume o un desfile de moda en forma impresa, como que es de mal gusto”, señala.
Se formó de manera básicamente autodidacta. Logró que los veteranos de Iowa le mandaran instrucciones y plantillas por mail y que, de tanto en tanto, le fueran haciendo correcciones sobre los videos que les enviaba. También compró libros por Amazon y consiguió que docentes españoles le mandaran videos.
Actualmente Fabiana se dedica a crear diseños personalizados de invitaciones para bodas y eventos, realizados con pluma y tinta sobre papel; logos diseñados a mano; etiquetas de productos; cartelería y diseño gráfico. Tiene cuenta de Instagram (@caligrafia_fabi_mussini) y sitio web (fabianamussini.com).
Dice que fue la gente la que determinó que ese hobby se volviera también un trabajo. Aclara que la mayor parte de lo que hace es para el exterior porque en Uruguay no existe la costumbre que hay en Estados Unidos o en Europa de que toda la papelería de boda se haga a mano, entre otras cosas porque es muy caro.
“Acá he hecho varios casamientos como híbridos. Por ejemplo, diseño toda la tarjeta a mano, eso se digitaliza y se manda a imprimir. Hago los sobres y los trabajitos chicos a mano uno a uno, y las tarjetas se hacen impresas”, detalla quien muchas veces se queda hasta altas horas de la madrugada trabajando, pero no le molesta porque lo hace por placer y no por dinero. “Si tuviera que dejar mi otro trabajo para dedicarme fulltime a esto, creo que no lo disfrutaría tanto”, acota.
Padre de la caligrafía moderna era de San José
Edward Johnston nació el 11 de febrero de 1872 en San José. Cuando tenía 3 años, sus padres, dos inmigrantes ingleses que se conocieron en Uruguay, decidieron volver a su país.
A Johnston siempre le interesaron las letras, los dibujos, las ilustraciones medievales. Eso hizo que le propusieran dar un curso de caligrafía para el que se preparó en forma autodidacta. Terminó creando su propio estilo: la Caligrafía Fundacional de Johnston.
Su obra más emblemática es el logo del metro de Londres, que creó en 1914 y se mantiene hasta nuestros días. Para ello ideó una tipografía: la sans serif humanística.
En sus últimos años creó otro estilo basado más en sentir que en ver.
Falleció en 1944.
Pasión por Johnston
Fernando Díaz (35 años) fue otro al que saber de Edward Johnston le cambió la vida. Cursando la carrera de diseñador gráfico en la ORT se topó con la materia Tipografía, en la que en una sola de las clases les enseñaban caligrafía. El clic se dio cuando un docente muy conocido, Maca (Gustavo Wojciechowski), le comentó que el padre de la caligrafía moderna era uruguayo.
“A raíz de eso empecé a investigar sobre Johnston y su filosofía de trabajo. Leí la biografía escrita por su tercera hija, Priscilla, y empecé a hacer un viaje muy personal con la caligrafía. Eso fue alrededor de 2008”, relata Fernando a Domingo.
Hoy en día, además de ser docente en la ORT, se dedica a la tipografía digital en el estudio Reset Type, que tiene junto a su socio Matías Di Iorio, docente en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU). “Lo que hago es diseñar fuentes, tipografías, como lo hacía Johnston. Lo que tienen las fuentes es que están basadas en caligrafías, entonces actualmente a la caligrafía la tomo como un insumo para ayudarme a pensar las letras para cuando después las pase a la computadora”, explica.
El uso comercial que le da a la caligrafía es para elaborar tarjetas de casamientos o escribir los sobres. Pero también puede pasar lo que le ocurrió con la marca Dove, que organizó un evento multitudinario y solicitó un calígrafo para escribir el nombre de los destinatarios de las cajas de productos que daba como obsequio. “Son los trabajos que más se ven hoy, pero en general los rechazo porque no se pagan muy bien y dan mucho trabajo”, acota.
Fernando reconoce que la historia de la caligrafía no es un tema que interese especialmente a las nuevas generaciones. Recuerda que organizó una exposición sobre el trabajo de Johnston en el Palacio Taranco y en algún momento llegó a contactarse con su nieto. También sucedió que otro docente de la ORT, Vicente Lamónaca —que fue profesor de Fernando—, se contactó con un periodista de San José, Wilson Ramírez, para tratar de ubicar la casa en la que había vivido el famoso calígrafo.
Lograron encontrarla y Fernando fue en varias ocasiones, incluso grabó allí un pequeño documental sobre Johnston para una charla que tuvo que dar en Estados Unidos. Se trata de una propiedad privada, así que para visitarla hay que pedir permiso.
El diseñador acota que todo ese interés por saber de Johnston se dio hace unos diez años, tuvo su auge, pero con el tiempo se fue diluyendo. Solo los apasionados como él mantienen la llama encendida, algo que se nota al escucharlo hablar del tema.
Explica que cuando hablamos de caligrafía hay que distinguir dos disciplinas bien diferentes: la escritura de todos los días y la historia de la escritura como arte y como arte comercial.
La idea es que la primera, que usamos —cada vez menos— para comunicarnos a diario, es que sea legible y prolija, y que siga un método que para la persona sea fácil de solucionar. “La historia de la escritura siempre se ha basado en la rapidez, o sea en tratar de que sea algo cada vez más rápido y fácil sin que se pierda la legibilidad”, comenta.
Cuenta que, por ejemplo, la letra “ñ” antes se escribía como dos “n”. Los calígrafos decidieron poner una encima de la otra para que llevara menos tiempo y eso derivó en el grafema “ñ”.
Algo similar pasó con la letra itálica, inventada por un calígrafo que se dedicaba a transcribir libros del griego al latín. “Como le insumía mucho tiempo, creó un estilo de escritura más rápido. Ergonómicamente es más fácil hacer trazos inclinados que verticales porque para los verticales hay que mover tres articulaciones, mientras que para los diagonales se mueve una sola articulación”, detalla Fernando.
En cuanto a la caligrafía como arte, entran otras cosas en juego, como los estilos históricos. “Entra a jugar la atmósfera, se hace más pausado, más consciente, se disfruta el momento… es como una obra de arte. Como una pincelada, que la hacés y no la podés cambiar. En la caligrafía pasa lo mismo, escribís dos veces la misma palabra y te va a quedar diferente; es una pieza única e irrepetible”, destaca.
Al ser un arte, hay distintas formas de abordarlo. Fernando señala que está la caligrafía más expresiva o visual, que “es como un baile, importa más el movimiento que hacés con las manos que lo que está escrito”, dice. Y por otro lado está la caligrafía más formal, que era la que hacía Johnston basándose en los estilos, tratando en su caso de revivir un estilo que se practicaba en la Edad Media.
La caligrafía también cambia con las generaciones y los tiempos que les tocan vivir. “Si ves la cartas de mis abuelos, la caligrafía era increíble, para mí eran piezas de arte aunque era su letra cotidiana. Estaban todo el tiempo escribiendo y eso te hace pensar que lo hacían más rápido y más desprolijo, pero al contrario, había más tiempo para escribir entonces lo disfrutaban. Hoy en día eso se está perdiendo”, se lamenta.
De todas formas coincide con Fabiana Mussini en que hay una especie de revival, una moda de rescatar todo lo artesanal —la cerveza, el pan, el bordado— en la que también entra la caligrafía.
Mayor concentración y mejor atención
“Estudiar estos temas no es fácil”, aclaró el neurólogo Abayubá Perna al ser consultado sobre las ventajas que desde el punto de vista de su especialidad tiene escribir a mano.
Explicó que hay cosas que se aceptan como conocimientos válidos, pero que no son fáciles de poner en evidencia según las reglas actuales de lo que se considera probado en la ciencia.
“En el proceso de escribir a mano hay una interacción entre el sistema nervioso central y el sistema nervioso periférico, que es mucho más rica y compleja que cuando se escribe en un teclado”, señaló.
Agregó que eso tiene mayores investigaciones en el neurodesarrollo de un niño que de un adulto, y va desde la motricidad fina hasta procesos del área lingüística.
“Hay dos mecanismos en el proceso lingüístico: uno se llama cascada, que significa que uno va generando lo que escribe a medida que lo hace; en cambio cuando tipeás, si bien puede estar el proceso cascada, ocurre un proceso en serie, que es pensar lo que vas a escribir”, indicó.
Cuando se escribe a mano se genera un poder de concentración mayor y mejora la atención. Esto puede ser beneficioso en adultos para retrasar trastornos como el déficit atencional o el deterioro cognitivo en etapas precoces.
Acotó que todo esto no va en contra de la tecnología, que también usa el cerebro y tiene sus beneficios para la persona.
Viaje al pasado
Los interesados en la parte histórica de la caligrafía tienen a dónde acudir en Montevideo: en 2020 el diseñador gráfico y artista Ariel Seoane y la traductora, docente y correctora de estilo Marisa Elizalde crearon el Taller Buena Letra, ubicado en el Palacio Durazno (Durazno 1027).
Diseñan con tipografía antigua, imprimen artesanalmente y dictan talleres de varias técnicas, entre ellas caligrafía, que desde el año pasado cuenta con un curso anual específico (antes se enseñaba dentro de un curso más amplio).
“Es el taller que atrae más gente inicialmente interesada por una técnica en particular, quizás porque es lo que suena más familiar”, cuenta Ariel a Domingo. Agrega que los alumnos son de lo más variado: el más joven tenía 16 años y los más veteranos rondan los 70; son mujeres en su amplia mayoría y, si bien existe un poco más de representatividad de gente vinculada al diseño, hay de todos los rubros de actividad.
“Mucha gente viene por curiosidad histórica, otros por nostalgia porque cuando eran chicos aprendieron caligrafía en la escuela, otros están interesados en mejorar su letra y otros vienen por una cuestión artística o como un ejercicio. Quizás lo más interesante de los talleres es la mezcla de gente”, afirma Ariel.
Las clases son de dos horas semanales. Prefieren trabajar con grupos chicos (menos de diez alumnos) para que todos tengan la atención necesaria.
En cuanto a los materiales, el docente informa que emplean muchas herramientas porque cada una tiene sus características. “La mano de cada persona es distinta. Nos gusta que aprendan a controlar los movimientos para manejar cada herramienta”, apunta.
Utilizan plumas de caña de bambú, plumas más modernas hechas con latas de refresco, plumas de ganso, plumas tipos Parallel Pen (muy comunes hoy en día), plumas tipo estilográficas, etc. “Se pueden comprar las plumas o tallarlas, hacerlas caseras. Cualquier tubito que puedas tallar con la forma correcta se puede convertir en una pluma para hacer caligrafía”, indica el docente.
Un vestido hecho con cartas manuscritas
La artista plástica Carla Espinosa convocó a más de 200 mujeres para que escribieran de puño y letra cartas sobre algo que quisieran contar y con ellas armará un gran vestido. Hay escritoras, embajadoras, comunicadoras, periodistas, locutoras, cantantes, empresarias, referentes sociales de todo el mundo… también está su primera maestra de jardín de infantes y amigas de toda la vida.
La obra El Vestido, declarada de Interés Ministerial por el Ministerio de Educación y Cultura, será expuesta en el Edificio Mercosur en marzo.
“Cada carta es una obra en sí misma y por lo tanto responde a cada escribiente, con sus particularidades”, contó a Domingo la artista. Añadió que su idea era “transmitir un mensaje esperanzador de resiliencia y en ese espíritu todas han sido desde su narrativa fieles a su testimonio de vida, teniendo en cuenta que las convocadas son mujeres que en su labor y vocación profesional testimonian estos valores”.
Actualmente Espinosa está presentando en sus redes a cada participante, con foto y biografía.
Consultada sobre si la convocatoria colmó sus expectativas, dijo sentirse especialmente orgullosa y feliz de haber proyectado “una obra que conlleva una logística compleja y que es tal como lo soñé, teniendo en cuenta el proceso de convocar, alquilar el buzón en el correo y recibir sus cartas desde varios rincones del mundo”.
Con manual
Natalia Paola Giordano (38 años) se enamoró de la caligrafía estudiando Licenciatura en Diseño de Comunicación Visual en la FADU. Quiso saber más del tema e investigó por su cuenta, hasta llegar a la caligrafía moderna, la que deja atrás las plumas para pasar a los marcadores.
Hace unos cuatro años comenzó a mostrar su trabajo en Instagram (@retoricauy) y los seguidores empezaron a pedirle talleres. Se animó a probar y actualmente dicta clases fundamentalmente para adultos, aunque en alguna oportunidad dio clases a niños de entre 8 y 9 años en un campamento y quedó muy entusiasmada con la respuesta.
Su público es bastante amplio. Generalmente son mujeres y van desde una chica que quería mejorar su firma porque no le gustaba, pasando por una profesora de matemáticas que buscaba conocer la forma geométrica de las letras, hasta jubiladas que van tras una herramienta terapéutica.
“Se ejercita mucho la manualidad, todo lo que es la motricidad y más que nada la atención plena”, destaca Natalia. Aclara que no es lo mismo escribir con lapicera que con pluma, sobre papel que sobre una tableta.
“Generalmente es un taller de unas cuatro horas en el que se dan las bases para seguir avanzando. Es una disciplina para la que tenés que practicar mucho para que te salga cómo querés, no frustrarte y desconceptualizar la forma de cómo llevarla a cabo”, explica.
En pandemia, como la gente no podía ir a los talleres, se le ocurrió crear la Guía de Caligrafía. Sacó la primera el año pasado, la segunda este año y piensa en una tercera para el 2024. “Si querés un pantallazo, acudís a la Guía 1 que es para principiantes; si querés darle otro nivel y estructura a tu letra y escribir palabras y frases, pasás a la Guía 2, y si buscás una profesionalización laboral, va a estar la Guía 3”, describe.
El sueño de Natalia es poder llevar de nuevo la caligrafía a las escuelas, que vuelva a cobrar importancia la manera de relacionarnos con la palabra escrita a través del tiempo. En eso tiene algún punto de contacto con Fabiana Mussini, que lo vive como un viaje en el tiempo. “Cuando escribo me gusta poner música clásica, una velita… rituales que te llevan a un mundo en el que todo era más lento y había más tiempo”, dice sobre una práctica que se niega a perder la batalla contra los avances de la tecnología y tiene más defensores que los que uno imagina.
Una cursiva con el sello de dos uruguayas
El próximo 24 de noviembre en el Colegio del Sur las maestras Inés Ham y María Laura Vallés estarán lanzando la tipografía/fuente Cledia.
“Decimos que es una cursiva especial porque es muy limpia en los trazos, no tan enrulada o adornada como las letras cursivas que buscás en la computadora”, explicó Vallés a Domingo.
La crearon en pandemia, cuando no podían estar en contacto personal con los alumnos para enseñarles a escribir según la Metodología Natural Integral. Esta metodología fue ideada por la maestra uruguaya Cledia de Mello (fallecida en 2012), quien para enseñar a escribir alentaba a los niños a reconocer qué parte del aparato fonador utilizaban para producir el sonido de cada letra y simplemente les pedía que lo dibujaran. Era lo que llamaba la palabra dibujada.
“Así se les va enseñando desde los 3 años y a partir de los 4 empiezan a tener un cuaderno donde practican la letra cursiva. Se va generando un registro narrativo en el que cuentan lo que van haciendo día a día, pero también se da lugar a su propia creación. Para nosotros los cuadernos son tesoros”, destacó Vallés.
La idea es usar la letra Cledia para elaborar materiales o, si un día un niño se quiebra una mano y no puede escribir, la puede usar en la computadora. “Siempre va a primar el valor del cuaderno y del niño con su letra”, aclaró la maestra.
La idea de las docentes es que la tipografía Cledia quede colgada en alguna plataforma para que cualquier interesado se la pueda descargar.
Consultada sobre las ventajas que como maestra ve en que los niños escriban con letra cursiva, dijo que, “por un lado, hay una cuestión como muy intuitiva o natural en cuanto a la relación que se puede establecer entre el dibujo que hago y el sonido que estoy produciendo, lo que llamamos la conciencia fonológica. El niño puede hacer referencia a su propio cuerpo. Otro tema es que enlazar las letras dentro de la palabra ayuda a ese niño a discriminar las palabras dentro de un enunciado y la palabra es la unidad del significado”.
Señaló además que en el Colegio del Sur el objetivo es que se escriba. “Buscamos que el registro sea una experiencia de calidad, no tanto de cantidad. Me parece que no hay que bajar los brazos, hay que seguir insistiendo en escribir a mano”, concluyó Vallés.
Grafología: un estudio de la personalidad
La escritura manuscrita puede decirnos mucho de su autor. De descifrar eso se ocupan los grafólogos. En nuestro país existe desde hace 20 años la Asociación Uruguaya de Grafólogos.
“En una primera instancia estudiamos la letra, para lo que tenemos ocho reglas puntuales. Nos interesa ver todo: los movimientos; el tamaño; el ligamento y la continuidad; la claridad, limpieza y nitidez; la fimeza, relieve, profundidad y tensión; la dirección”, detalla Lía Murissich, presidenta de la asociación.
Cuenta que hay grafólogos trabajando en el Poder Judicial y en bancos. Actualmente se recurre mucho a ellos para la selección de personal y es una disciplina que se puede usar en la educación para detectar problemas.
“La carrera está teniendo más salida laboral”, destaca Murissich sobre el curso de tres años que dictan en Conventuales (Canelones 1198). Las clases son una vez por semana, dos horas, pero además hay cursos cortos.
También desarrollan lo que llaman la reeducación de la escritura o gesto gráfico. “Podemos ayudar a alguien que tiene problemas de conducta o mejorar la autoestima de una persona tímida. Hay ciertos ejercicios que llevan entre 6 y 8 meses”, detalla.
Comenta que le han pedido que analice firmas de abuelos para ver cómo era su personalidad o estudios para ver compatibilidad de caracteres de personas que inician una relación.