Rafael Radi: "Hay que sumarle trabajo a la inteligencia"

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Rafael Radi

El Personaje

Es uno de los científicos uruguayos con mayor destaque internacional y lidera una de las investigaciones más desafiantes de la actualidad: frenar el deterioro celular.

Concretar la entrevista con Rafael Radi llevó varios meses. Siempre en movimiento de un país a otro, fue complicado sentarlo para una charla sobre su sostenido ascenso entre los investigadores de su área: los procesos de oxidación celular. Aunque no tiene a mano la lista de países a los que ha viajado para cumplir con los múltiples compromisos que ha tenido que atender como uno de los científicos más importantes del país, en los últimos años ha reducido sensiblemente la cantidad de vuelos.

Es que hacía aproximadamente dos décadas que Radi no paraba. Durante esos años, entre vuelo y vuelo, entre conferencia y conferencia, entre estudios propios y la supervisión de ajenos, se encargó de crear una red de contactos y vínculos para poder sustentar y desarrollar el trabajo del Centro de Investigaciones Biomédicas (Ceinbio), alojado en la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.

El Ceinbio es, tal vez, el máximo logro de Radi en el campo científico, con 30 investigadores por completo dedicados a acumular conocimiento e incrementar la estatura de la ciencia médica y biológica uruguaya. Y no es que le falten otros logros. Radi, como se sabe, fue el primer uruguayo en ser admitido en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, además de ser aceptado en las academias nacionales de Brasil, Argentina y varias organizaciones científicas internacionales.

PRIMERO

Su camino en la ciencia empezó en el barrio de Belvedere, en una familia de clase trabajadora. "Mis padres culminaron los estudios primarios, y siempre insistieron en que estudiemos. Fue la herramienta a la que apostaron".

Pero no solo el entorno familiar fue un estímulo para el hábito y la pasión por el estudio, que se mantiene hasta hoy: todos los días, de siete a diez, estudia para mantenerse al día de lo que ocurre en su área. Es la forma que halló para no perder el vínculo con el mundo académico, ya que sus tareas administrativas y docentes —ha formado a más de 30 doctores— le ocupan la mayor parte sus jornadas laborales, que suelen concluir alrededor de las 20 horas. "Además, tuve la fortuna de ir a un centro educativo con una propuesta que iba mucho más allá de lo estrictamente cognitivo: el colegio San Francisco de Asís. Tenía una fuerte inserción social, entonces nuestro currículum era la mitad de conocimiento y la otra mitad actividades extracurriculares, como visitas a fábricas, curtiembres, deportes. Esa experiencia me marcó para toda la vida", comenta y recuerda el fermental ambiente en el cual empezó a descubrir su vocación.

En aquella época, mediados de los años 70, Radi y sus compañeros gozaron del raro privilegio de contar con una educación que priorizaba la reflexión periódica, el contacto cotidiano con la realidad fuera de las paredes del colegio y una relación entre docentes y alumnos signada por el diálogo, el respeto y la horizontalidad. "Todo eso cambió cuando entré en el Liceo Bauzá, porque el colegio tenía hasta cuarto de liceo. Fue una cachetada, porque yo venía acostumbrado al respeto, la franqueza y el diálogo. Y en esa época el liceo —estando intervenido porque estábamos en dictadura—, tenía una impronta autoritaria, verticalista. El primer año me fue muy mal", rememora.

Se sobrepuso y terminó. ¿Cómo seguir? Radi quería estudiar Física, una de sus pasiones. Pero en aquella época, lo máximo a lo se podía aspirar dentro de la asignara era el profesorado. ¿Y Química, otra de sus pasiones? Uno se podía recibir de químico profesional, pero no había posibilidades de convertirse en investigador, que era lo que Radi ansiaba. Y como dice el ahora trotamundos: "En mi cabeza de chiquilín que venía de un barrio de clase trabajadora y de familia de no profesionales, la opción de estudiar afuera no estaba en el menú". El cambio de mentalidad y realidad de aquel Radi a este, puede servir como analogía de los cambios del país mismo.

La medicina fue la disciplina que le aproximó a su objetivo, porque en el Clemente Estable y también en la Udelar mismo encontró un espacio para explorar eso que lo impulsaba. Empezó a ascender en los rangos académicos, pero no fue un trayecto exento de obstáculos. En 1982, cuando el "quiebre de la tablita", la familia se encontró con que la deuda de su casa, hipotecada en dólares, había crecido tanto que no alcanzaba con los ingresos paternos. Él y su hermano empezaron a trabajar para contribuir a saldarla. Daba clases particulares y en la Facultad de Medicina, y seguía estudiando. A los hermanos les llevó cuatro años de ayuda para amortizarla y contribuir a la tranquilidad de sus padres, ahora que la casa ya es suya.

Aunque ahora recuerda que no conoció lo que eran una vacaciones hechas y derechas hasta bien entrado en la adultez, Radi no vivió esa época como particularmente sufrida. Cuando habla de esos tiempos, pero también del presente, asoma algo parecido a la obsesión por el trabajo.

Por más que no se refiera a sí mismo en esos términos, sí dice que puede revisar una y otra vez un proyecto —propio o ajeno— antes de dejarlo y pasar al próximo. Postula que un trabajo no está pronto hasta que no esté "100% terminado", y se enorgullece de haber contribuido a esa mentalidad entre quienes hacen sus tesis de doctorado con él.

"¿Sabés qué descorazonador puede ser para un aspirante enviar un proyecto de investigación a un tribunal internacional y que te lo rechacen con un montón de anotaciones? Uno puede empezar a dudar de sí mismo, incluso. Por eso, muchas veces insisto en que revisen una y otra vez. Eso lo viví entre alemanes y suizos una vez que estuve dos meses en Alemania. Tenían eso metido en la cabeza, que el trabajo termina no cuando se llega al 97 o 98%, sino al 100%. A veces veo que en la cultura uruguaya nos cuesta entender eso. Si al estudio y a la inteligencia uno le agrega trabajo y responsabilidad, tarde o temprano se van a ver resultados positivos. La acumulación consistente de resultados va generando capa tras capa y llega un momento en que eso cristaliza en un producto de alta calidad".

Esas cualidades —atención a los detalles, revisiones y evaluaciones constantes— parecen necesarias para un proceso de investigación que además de plantarse contra la decomposición celular, también se está plantando, en última instancia, ante la muerte. "Si uno pudiera preservar los efectos buenos del oxígeno y atenuar o neutralizar sus efectos tóxicos, se lograrían organismos con una sobrevida más larga. Hoy, la frontera última de la vida está en el entorno de los 125 años. Pero incluso ese límite, que se ha considerado infranqueable, está ahora en duda".

—¿Imaginás un futuro en el cual sepamos cuántos años vamos a vivir y, con ese conocimiento, un poco antes de la hora señalada, tomarse una píldora para deslizarse serena y plácidamente hacia la muerte?

—Es un tema interesante y complejo. No tengo una respuesta para eso. Lo que sí creo —y esto es algo que la comunidad médica nacional lo tiene bastante asumido— es que el ensañamiento médico no es una estrategia fértil ni sustentable. Mantener la vida de cualquier forma, incluyendo la no dignidad del individuo, no parece ser desde ningún punto de vista algo razonable. Tecnológicamente, muchas veces podemos prolongar la vida de forma por décadas. Pero por otro lado, evidentemente se necesita un amparo legal, porque pueden haber tantas ideas como personas y como médicos. En esa zona tan difícil, creo que hay un punto donde ya el esfuerzo médico deja de ser fértil. Y creo que ahí es donde la familia y o el individuo deberían poder decidir. Pero sólo cuando se llega a ese límite.

Los límites, para Radi, parecen ser importantes. Tanto para respetarlos como para traspasarlos en la búsqueda del conocimiento y la superación personal.

VALOR PARA EL PAÍS

Rafael Radi estudia los procesos de oxidación en el cuerpo y compara al oxígeno con el dios de la mitología romana Jano, que tenía dos caras, una buena y una mala. "La cara buena de la utilización del oxígeno tiene que ver con que lo aprovechamos para lograr extraer la mayor parte de la energía de las moléculas. La mala es que un porcentaje del oxígeno tiene efectos no deseados y genera oxidaciones que pueden perjudicar algunos componentes de las células, como las membranas, o como el material genético", explica. "Es un asunto con el que tenemos que vivir toda la vida. La oxidación como base del envejecimiento: eso es lo que estudiamos", comenta sobre las particularidades de su labor de investigación.

Rafael Radi también es conocido por ser portavoz del reclamo presupuestal del 1% del PBI para la investigación científica y la innovación, una promesa del actual gobierno que no se cumplió. Para Radi, sin embargo, el reclamo va más allá de ese 1%. "Reivindico que tener científicos y un Sistema Nacional de investigadores, con casi 2.000 científicos categorizados, no solamente es bueno para enseñarle a las nuevas generaciones. También porque te inserta el mundo".

SUS COSAS

Un jugador". Por la forma de pararse", dice Radi sobre la elección de Enzo Francescoli, citando la canción de Mauricio Ubal (Al fondo de la red). Radi jugó casi 25 años en la Liga Universitaria, como zaguero. Por eso, también menciona a Paolo Montero, a quien define como "extraordinario".

Un libro. Sueños de Einstein.:"El que escribió este libro también fue físico, como Einstein. Es una novela, pero usa datos de la vida de Einstein cuando él trabajaba en la oficina de patentes de Suiza. Es un análisis de las distintas percepciones del tiempo que uno puede tener en la vida. A veces pasa muy lento, otras veces muy rápido... Es impresionante".

Una película. El código enigma: "Me gustó por cómo retrataba el proceso científico, en cuanto a los dilemas técnicos, y por cómo mostraba la presión que tenía Turing para resolver eso. Pero también por mostrar el costado humano de Turing, un tipo que termina siendo un perdedor..."

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