Por Karen Parentelli
Subirse con rumbo cierto en una canoa, acompañado o solo, para andar por los senderos que el agua hizo hace siglos en los humedales del Santa Lucía. Un recorrido de dos horas sin apuro. Con los tiempos del río de guía. Intentando reconocer aves que sobrevuelan, contemplando pequeñas islas y todo tipo de árboles nativos: desde ceibos a espinillos. Meterse al agua como capitán de una pequeña embarcación de madera firme y segura, en la enorme serenidad que ofrece la naturaleza, cuando el río Santa Lucía se une al Río de la Plata.
Vamos a contar cómo se realiza una travesía en canoa por las costas de Santiago Vázquez, el único pueblo del departamento de Montevideo. Es estar en contacto constante con la naturaleza, bajo la supervisión de profesionales, pero con la fuerza de tus propios brazos como motor.
Una propuesta que pueden hacer todas las personas que quieran, no importa la edad, ni menos aún el estado físico. No se va a competir, sino a parar un rato la cabeza y enfocarse en la dirección que impone la pequeña embarcación que flota en el río.
Estás en Montevideo. Pero no parece. El silencio y el paisaje te engañan y se siente como lo que es: una reserva protegida, la más grande de Uruguay.
No se necesita experiencia previa, solo hay que tener ganas de mandarse al agua y remar. La idea del emprendimiento de ecoturismo “Caminos del Agua” es mostrar desde otro lugar el río y darles a los visitantes una experiencia poco común en la que participen activamente de cada movimiento. Es un paseo, sí, pero es uno en el que hay que ponerle el cuerpo y no sentarse solo a contemplar.
Ellos ofrecen la canoa, los remos, los chalecos salvavidas y enseñan los pasos a seguir para poder conducir una canoa. Cómo frenar, de qué manera doblar, y también cómo avanzar con velocidad. Además qué hacer en caso de emergencia. Nada del otro mundo, pero suficientes elementos a tener en cuenta, que logran que solamente estés presente ahí, navegando.
Durante todo el recorrido hay un acompañamiento de al menos dos, pero por lo general tres, integrantes de “Caminos del Agua”. La seguridad está garantizada.
El funcionamiento.
Esta propuesta está en marcha desde el 2020, pero ahora está en plena expansión. “No damos a basto. Todo está completo, la gente a veces se enoja, pero los lugares se completan muy rápido”, explica Mónica Berlingeri, la encargada de gestionar toda la logística de la propuesta.
En concreto, cualquiera se puede comunicar y agendar su lugar. Al celular: 091 335 990. Luego de ese paso, ellos envían la información sobre el paseo, evacuan todas las dudas y dan algunos consejos para que el viaje sea más disfrutable y sin inconvenientes. Mónica manda la dirección exacta por WhatsApp y se pagan unos $ 450 por persona, que se puede pagar en efectivo en el momento de hacer el viaje, o también mediante transferencia previa. Y listo.
En estos días de pleno verano se hacen dos salidas los domingos, una a la mañana y la otra a la tarde. Ya más sobre marzo salen tres veces los domingos, porque el sol no está tan fuerte, y permite disfrutar del recorrido que se hace en grupo. Y también están los sábados a la tarde.
La vista del atardecer es una de las mejores postales que puede quedar en la retina del navegador principiante. El sol se mete por el agua en la que estás navegando. Y según cuentan desde la organización es el horario preferido por los turistas.
Se sale en grupo, que no se tiene por qué armar entre personas que se conocen. En la mayoría de los viajes son distintas familias o amigos que generan el grupo que finalmente saldrá al río. Pero también se puede optar por hacer la travesía solo. Está opción es cada vez más común y, según cuentan los organizadores, muchas veces hay personas que van por primera vez acompañadas, pero repiten luego más de una vez solas.
Puede variar la cantidad de integrantes, pero son unas 20 personas las que participan de cada expedición. “Más no pueden ser, porque es el número que podemos manejar, tomando en cuenta que los acompañamos todo el viaje, por su seguridad”, cuenta Mónica, que es la fotógrafa oficial de Caminos del Agua.
Mónica no se sube en todos los viajes, porque ella está encargada de recibir a las personas, guiarlos sobre dónde dejar sus cosas y aprontarlos para que con gorro y protector solar inicien viaje. “La gente que viene la verdad es divina y después quedan fascinados. Y, bueno, muchas vienen por la foto. Algunas veces no voy en ese paseo y después reclaman la foto; es tener ese recuerdo, registrado en el agua”.
En los viajes que sí se puede unir, se sube a navegar con su cámara de fotos. Y registra los movimientos de los integrantes de ese grupo cuando reman a río más abierto, pero más que nada cuando comienzan a andar por los caminos de los humedales.
Durante el viaje se puede llevar celular o cámaras de foto. Pero como es una actividad acuática todo se moja. Por eso recomiendan sí utilizar protectores aislantes, o mejor subirse a la canoa sin nada más que los remos. Otro elemento a tener en cuenta es la ropa, y sobre todo el calzado, porque los pies se mojan. Para más comodidad se puede llevar otra muda y te asegurás volver a casa seco.
Los que se animan.
Los que se suben a esta propuesta son muchos. Algunos llegan por el interés de aprender a sortear los desafíos del agua y hay quien lo hace pensando más en el contacto con la naturaleza.
Mónica dice que cada grupo o personas que se han sumado vienen con miradas distintas. “Gente de todo el mundo ha pasado por acá”, dice, porque no es solo el montevideano que puede elegir el paseo como un escape corto.
Santiago Vázquez está a media hora en auto desde el centro de Montevideo. Y unos 45 minutos si se viene en ómnibus. Es todo directo por acceso y luego ruta 1, justo en el puente de la Barra de Santa Lucía, antes de ingresar al departamento de San José.
“Vinieron de Italia, de Perú. Venezolanos vienen muy seguido, que nos dicen que el lugar les recuerda a su país. Otros de los habituales son españoles y brasileros”, cuenta.
Mónica se sigue asombrando, le parece increíble que tantas personas se sumen. Incluso las personas mayores o los niños pequeños. Pero es que para todos hay lugar y espacio para descifrar la naturaleza.
También se anotan grupos. Y han tenido desde cierres de fin de año de empresas a cumpleaños. Para Mónica hay seguridad para responder por qué se elige Caminos del Agua: “Es una actividad distinta, es muy natural, todo en contacto con la naturaleza”.
El impulsor de esta propuesta, y principal instructor que se ve cuando se realiza la travesía, es un docente licenciado en educación física. Que vive en la zona, compitió de joven representando a Uruguay en el exterior en canotaje, y hoy es un hombre de 34 años que dice amar la naturaleza y el agua.
Si le preguntan a Guillermo Giorgi por qué no hay que perderse está experiencia, su respuesta es rápida: “Les diría que se animen, que es distinto, pero es muy divertido. Puede parecer desafiante, pero no se queden sin probarlo. Y a la persona que le gusta la naturaleza, llegará a verla desde otro punto de vista, porque estás en el agua”.
Guillermo es el encargado de narrar todo lo que se ve en el recorrido. Que se detiene en algunos puntos. Y también tiene presente su formación en educación física. En medio del viaje, cuando hay que emprender la retirada, se toma un tiempo para enseñarle a los participantes cómo estirar los músculos de los brazos utilizados para remar. “No se hace gran esfuerzo, porque con los correctos movimientos la canoa se mueve sola. Siempre les digo si están cansados están haciendo algo mal”, explica el profesor.
Los que van repiten la experiencia, según relata Guillermo. “Nos gusta vincularnos con las personas que vienen, ha llegado gente de más de 60 países. Desde toda América, del Caribe y hasta del mar Mediterráneo. Para nosotros los uruguayos los humedales son vistos simplemente como un bañado de barro. Pero si te distanciás y ves cómo lo miran ellos, de verdad es increíble.”
La anécdota que Guillermo recuerda es la de una joven chilena, que unida en plena travesía se detuvo y se puso a llorar de la emoción. “Nos contó que donde vive ella hacía más de 10 años que no llovía y que ver tanto verde la impactó”, relata a Domingo.
Las ganas de ayudar.
Este proyecto de ecoturismo nació con el objetivo de poder financiar y apoyar a los adolescentes y niños de la Escuela de Canotaje Santiago Vázquez. De hecho los materiales que se utilizan para las travesías, tanto las canoas como los chalecos, son de esta organización que trabaja desde 2008 con los más vulnerables de la zona.
Entonces, por un lado, están los paseos, y por otro, las clases de canotaje. Son dos actividades que se encuentran en un mismo lugar físico y tienen una gran llegada a los vecinos del pueblo, y también a otras zonas del Oeste Montevideano.
El proyecto “Caminos del Agua”, empezó con un fin solidario. La idea fue recaudar fondos para un viaje que la escuelita de canotaje quería hacer a Treinta y Tres para ir a competir. Y allá fueron, completaron el ómnibus y se pusieron a remar en otro departamento. “A los pocos días de las travesías que hicimos fue que Guille me llamó y me dijo de probar. Y, bueno, como siempre me gustó sacar fotos y soy de la zona, me animé”, cuenta Mónica.
Ella dice lo que cualquier persona que se haya metido a navegar el Santa Lucía en canoa sabe: “Viví siempre en la zona, pero la verdad nunca me había animado, pero después que probé no paré más”, dice Mónica.
Las tres travesías que hicieron para recaudar fondos se agotaron rápidamente. “No paraban de llegar preguntas, la gente quería más información y saber cuándo era la próxima. Pero nosotros no teníamos fecha ni nada organizado. Se corrió de boca en boca y la gente pensaba que era un emprendimiento constituido”, recuerda.
Guillermo dice que siempre estuvo la idea de poder generar desde la escuela de canotaje una propuesta de ecoturismo. Y después de esa primera experiencia para recaudar fondos, hicieron equipo con Mónica y crearon “Caminos del Agua”. Que desde su nombre deja en claro lo que propone.
En 2021 la propuesta ya era conocida. Pasaron de ser eventos grupales puntuales, como festejos por el día de la madre, travesías específicas en invierno al mediodía y también nocturnas para contemplar las noches de luna llena; a un emprendimiento consolidado que funcionaba con fechas y horarios pautados todo el año.
“Mi tarea es que las personas se vayan con un buen recuerdo. Por eso doy una breve charla sobre los humedales del Santa Lucía y de la importancia de la reserva. Es un parque con mucha diversidad, un espacio con presencia humana, dónde tenemos que respetar”, dice el docente de educación física. Se explican cuestiones obvias, como no arrojar basura y tampoco llevarse nada que se vea en el lugar. Guillermo les dice a los visitantes: “A nuestras partidas hay que dejar todo como estaba, ni una cáscara de manzana puede quedar”.
Mónica sonríe cuando piensa en cómo creció todo. “Todo se fue dando. Y sin querer ahora estamos acá. Agotando todos los cupos y pensando cómo seguir.”
La apuesta está en el invierno, que se dan pocos viajes sobre el mediodía, por las condiciones del tiempo.
La idea ahora es seguir creciendo, pero sin cambiar el espíritu del proyecto. Están ahorrando y también buscando apoyo del gobierno para poder comprar más elementos de trabajo y tener también una oferta para más personas. Las canoas no son baratas y con el uso van acortando su vida útil, por eso es necesario que puedan comprar más. Lo mismo pasa con los otros elementos: remos y chalecos salvavidas.
Para Guillermo estos caminos recién comienzan. Mónica también le pone una carga positiva: “Lo hacemos para toda la familia. Podés venir en familia, con amigos, solo, con quien más te guste”.
Con este emprendimiento ecoturístico se sostienen las propuestas comunitarias que atienden semanalmente a unos 400 niños y adolescentes de distintas instituciones sociales, clubes de verano, ollas populares o personas en situación de calle. La escuela recibe unos 70 alumnos, desde niños hasta adultos mayores. No hay requisitos previos y los docentes buscan que los alumnos no se vean exigidos. "Soy parte de la escuela de canotaje, se trabaja con población muy vulnerable. Pensando en los adolescentes y niños, la actividad los hace salir de su espacio de confort", dice Guillermo.
Además ganan en seguridad y autoestima, dominan una actividad en el agua y eso les genera confianza. Como puede pasar con cualquier deporte, pero para él las condiciones que se imponen en el agua no son las mismas que se podrían dar en una canchita de fútbol.
Otro aspecto interesante es cómo los jóvenes de la zona se integran y generan nuevas redes sociales. "Es un espacio de inclusión. Gurises de un colegio junto con los de una ONG y con chiquilines de un hogar del INAU. Todos trabajando a la par".
El rol social no solo está en los más jóvenes, sino también en personas que toda su vida vivieron en la zona pero no conocen el río. "En las personas mayores a veces es increíble, nunca habían ido, es como que nunca hubieras cruzado la calle de tu casa", cuenta el profesor.
La cuota mensual es de $ 600. "Es lo que nos permite mantener los materiales; muchos jóvenes están becados", explica Guillermo. Él mismo sale a la búsqueda de nuevos estudiantes. Este hombre camina por las calles de Santiago Vázquez, este pueblo con construcción de otro siglo, con poca gente y toda la carga negativa de estar al lado de la cárcel más grande del país. "La verdad que para que estén en la calle haciendo nada y se puedan meter en cualquier cosa, me gusta que estén acá", afirma.