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República del humor

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Los ciudadanos en los jardines de la Parva Domus (Foto: Ariel Colmegna)

La Parva Domus cumplió 138 años y tiene un proyecto para seguir festejando 150 años más.

"Gloria a la famosa/ Mansión de la Alegría/ Grandioso fue aquel día/ Que impusiste la igualdad/ Ostentas majestuosa/Un cetro refulgente/Tu faz habla sonriente/De placer y de amistad.Los ciudadanos parvenses cantan su himno con fervor, algunos con la diestra sobre el corazón. Después gritan "¡Viva la Parva!", hacen otra broma y se preparan para cenar.

La ceremonia se repite desde hace casi 140 años en un rincón de Punta Carretas. Y sus autoridades pretenden que la singular república se prolongue 150 años más.

El presidente de la Parva Domus, Bartolomé Angel Grillo, dejó por un rato la medicina para ataviarse con una bata multicolor y un sombrero bombín. Desde la cabecera y rodeado por sus ministros da la bienvenida a los invitados. Después evoca emocionado a los "duendes", es decir, a "los parvenses que pasaron a mejor vida". Pide voluntarios para servir la comida y, a continuación, el encuentro se parece mucho al de cualquier grupo de uruguayos en torno a una mesa.

Claro que política y religión quedan, por estatuto, fuera de la conversación. Esa es una de las razones de tan larga existencia, aseguran ellos.

Al rato empieza la ronda de chistes. El ciudadano Walter Cancela, expresidente del Banco Central del Uruguay, cuenta uno de subido tono verdoso. "¿Para eso te pusimos en el Banco Central?", exclama el ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la Parva, Ricardo Grasso, pidiendo disculpas a los invitados. El jerarca viste un elegante delantal de cocina de la Universidad de Harvard. "A veces tenemos gente que canta, pero esta noche no vinieron los bailarines del caño", se lamenta, aunque está claro que allí nadie dice tres palabras serias seguidas...

El origen.

Cuesta imaginar cómo era Punta Carretas hace 138 años. El faro apenas tenía dos años de inaugurado, pero no existían bulevar Artigas, la rambla, la cárcel o el Club de Golf. Ni siquiera habían llegado a la zona los pioneros del fútbol. Había algunas quintas y tambos, un enorme basurero y un viejo edificio de piedra donde funcionaba la estación terminal del tranvía de caballos.

Algunos montevideanos se aventuraban en ese paraje casi campestre para pescar en la costa. Uno de ellos se llamaba José Achinelli, y es reconocido hoy como el protoparvense del cual devienen todos los parvenses. El linaje de Achinelli se extendió, si se puede creer el conteo realizado hace tres años por ellos mismos, a 843.297 personas. En el presente, son algo más de 200 ciudadanos.

Para evitar trasladar todos sus enseres, Achinelli comenzó a dejarlos en una pieza que alquilaba en una construcción adyacente a la estación. De ahí a recibir amigos para compartir almuerzos hubo un paso. Al tiempo alquilaron todas las piezas. El grupo se autodenominó Parva Domus (ver aparte), y luego a alguien se le ocurrió que debía tener bandera, himno y constituirse en república. El día que se izó por primera vez la bandera, el 25 de agosto de 1878 ("a las cuatro de la mañana", según la historia oficial) se considera el día de la independencia parvense.

"Esa es una parte de la historia. También debe decirse que eran los tiempos del militarismo y los parvenses querían también hablar tranquilos, sin represión. Eran librepensadores", comenta Grasso, ya con expresión más circunspecta.

Cuando se abrió finalmente el bulevar, el municipio expropió aquella vieja construcción. Con el dinero recibido y aprovechando que los terrenos eran muy baratos entonces, la Parva construyó su sede actual y el jardín, colmado de estatuas y calles con nombre. El edificio tiene un enorme salón principal con escenario, una cocina también de generosas dimensiones y hasta detalles de gran estilo, como vitrales con la firma de Arturo Marchetti, el maestro italiano responsable de las vidrieras del Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo.

A través de los años, el barrio creció hacia las alturas, pero la república sigue en su lugar y se mantiene como un reducto del buen humor. Una sociedad cultural o club de amigos como no hay otra en el mundo, aseguran ellos.

"La República de la Boca nos hizo un homenaje. Ellos quisieron hacer algo como esto pero involucraba a todo un barrio y entonces se volvía más complicado", comenta Grasso. Con los años se fundaron varias sociedades similares, como "los Cenadores del dios Baco" de Río Branco, otras en Fray Bentos y Tacuarembó, pero ninguna con tanta permanencia. Y tampoco tienen territorio, como ocurre con la Parva.

"El artículo 6 de la Constitución de la Parva dice que la religión del Estado es la alegría. Esta es la única república sanamente confesional", asegura Fernando Tosi, secretario ad hoc.

Ciudadanos

Los algo más de 200 miembros de la Parva Domus se presentan como ciudadanos. Fuera de ella son profesionales, comerciantes, empresarios, incluso políticos. Desde el origen, solo los hombres pueden ser ciudadanos ("es un tema crítico para nosotros", admiten). Sin embargo, las mujeres pueden acceder a la república y, de hecho, a algunas reuniones se invita a las esposas.

El ingreso es similar al de los clubes. Algún integrante invita al potencial ciudadano a una reunión, este comprueba cómo es el ambiente y si están todos de acuerdo, pasa a formar parte del grupo. El máximo admitido según los estatutos es de 250 ciudadanos, aunque no todos concurren a todas las reuniones. Se debe abonar una cuota mensual para sostener el funcionamiento de la institución.

Si quiere ofender a un parvense, pregúntele de qué esta disfrazado cuando realizan sus reuniones. Ellos los llaman atuendos, y se trata simplemente de trajes que cada ciudadano entiende cómodos y elegantes. De la misma forma, sus encuentros se llaman "tenidas". Y lo que rodea a la Parva, o sea el Uruguay, es "la república de al lado".

Fueron proverbiales las tenidas de los domingos parvenses. Los ciudadanos pasaban todo el día en su territorio; si no era de banquete podían estar leyendo, pintando o charlando. Pero la vida ha cambiado y pocos pueden disponer de toda una jornada. Por eso, ahora se encuentran los miércoles por la noche y los sábados al mediodía, además de algunas celebraciones especiales. Por esa misma razón de tiempo, tampoco cocinan ellos, como antes: tienen cocinero y repostero.

Olvidar las penas

A ambos lados de la entrada sobre bulevar Artigas hay ánforas con agua. Los ciudadanos suelen mojarse los dedos al entrar o salir. Esa agua representa el río Leteo de la mitología griega: quien bebía de allí olvidaba todo. Entonces, ingresar en la Parva significa cruzar el Leteo y dejar atrás penas y preocupaciones.

Sin embargo, lograr la salida al mar es una vieja reivindicación, aunque desde la república de al lado les respondieron que ya la tenían a través del caño maestro. Los parvenses no se conformaron con las bromas. "Un día, un grupo de ciudadanos se puso sus uniformes y se fueron a la rambla con dos cañones. Esperaron 20 minutos pero el cobarde ejército uruguayo nunca se presentó", recuerda Grasso.

En realidad, alguna vez pudo iniciarse una "batalla". Mientras señala una antigua chaqueta militar, tachonada de medallas hasta en la espalda, el ministro de Gobierno recuerda que un día, durante la dictadura, un ciudadano se puso ese saco. Justo pasaron algunos militares frente a la Parva y el hombre les gritó: "¡Se van de acá...!". Los uniformados (los de verdad), tal vez aminalados por el tono marcial, se marcharon sin protestar. "Ya nos veíamos presos...", comenta Grasso.

Normas

Pese al tono humorístico, las reglamentaciones son muy precisas. Por ejemplo, al museo de la Parva se prohibe la entrada a más de 200 personas a la vez. Tampoco se puede ingresar a caballo, en automóvil, motocicleta o zeppelin. Además está vedado "hacer aguas menores o mayores en los rincones" o "ponerse algún objeto en el bolsillo sin permiso del mismo objeto".

El edificio tiene su cárcel, una jaula a la cual son derivados quienes cometen estropicios. "Hay un jefe de policía, que justo ahora no está. Él es el que llama la atención a alguno por insubordinación o mal comportamiento", indica Tobías. Otro ciudadano le advierte al cronista: "A veces le metemos una cucharita en el bolsillo a algún invitado distraído. Lo denunciamos y va a la cárcel".

Más allá de las bromas, la Parva abre su local para algunas fiestas, conferencias, exposiciones y otros acontecimientos culturales y sociales, e incluso para las reuniones de la Comisión de Seguridad de Punta Carretas, explica el ministro de Culto, Gabriel Franco.

Proyecto

La Parva Domus está analizando un ambicioso proyecto: a cambio de una parte del predio actualmente poco utilizada, inversores proponen construir un edificio y un hotel que pagarán con dinero, apartamentos, garajes y otros beneficios. La casa, que ya tiene un siglo, y el parque permanecerán, remozados.

"En el pasado hubo propuestas para vender, por mucha plata, pero fueron rechazadas porque no nos podemos ir. Acá tenemos historia. Venía Rubén Darío a escribir, muchos famosos nos visitaron. Eso no se puede trasladar a otro sitio", opina Grasso. "Hacemos esto para que la Parva Domus dure otros 150 años", asegura en tanto Grillo.

Cuesta imaginar cómo será Punta Carretas en 150 años. Pero tendrá que estar por allí la Parva Domus como república independiente, levantando las banderas del buen humor, la amistad y la tolerancia.

El carisma del conductor

"Visita oficial del rey de los Dominios del Tupí Nambá, el 21 de diciembre de 1924", dice el cuadro, lleno de fotos de hombres en uniforme. Es uno de los tesoros que guarda el museo de la Parva. Por ejemplo, está el mascarón de proa de la cañonera General Rivera, que su capitán (parvense también) llevó cuando el buque estalló y su hundió. También está el recuerdo de otros dos ciudadanos que aparte fueron grandes músicos: Santiago Luz les dejó su clarinete y César Zagnoli les dedicó dos tangos. Y hay muchos objetos antiguos, como un juego de sapo, una champagnera y una caramelera antiguos y la cerradura de Montevideo, entregada por el exintendente Ricardo Ehrlich.

Encuentro binacional

La Parva Domus cuenta entre sus autoridades con los embajadores de varios países e incluso uno que representa a la Luna. Cuando la república organiza sus fiestas, invita a las autoridades uruguayas y de Montevideo, así como al cuerpo diplomático. “Y a veces vienen”, comenta Federico Delgado, embajador de Chile, cuya misión es recibir al auténtico representante de ese país si decide presentarse. Por eso, durante las tenidas, Delgado coloca una banderita chilena sobre la mesa.

Los parvenses todavía recuerdan cuando una tenida de 2007 contó con la visita del entonces canciller Reinaldo Gargano y el embajador argentino en Uruguay, Hernán Patiño Mayer, justamente cuando las relaciones bilaterales se habían enfriado abruptamente debido al conflicto por la ex Botnia. Patiño se animó a cantar algunos tangos. También hubo un momento para que el canciller y el embajador conversaran alejados del bullicio y trataran de mejorar las relaciones binacionales, según el recuerdo de los parvenses. Muchos años antes, en 1896, el entonces presidente Juan Idiarte Borda había concurrido a la Parva en ocasión de una “tenida extraordinaria”.

Para el presidente Grillo, "no hay ninguna república igual"

"Tenemos la responsabilidad de mantener nuestra república. Podrá haber alguna parecida en el mundo pero ninguna igual", asegura Bartolomé Ángel Grillo, presidente de la Parva Domus.

Grillo es médico, con una prestigiosa trayectoria que todavía continúa, a los 78 años. Su especialidad es la imagenología intervencionista, por vía arterial o venosa. Sus investigaciones en la Antártida, donde viajó unas veinte veces, le permitieron descubrir los beneficios del omega 3 del krill, un pequeño crustáceo de los mares fríos. Dos veces premio nacional de Medicina y declarado ciudadano ilustre de Montevideo, Grillo fue el primer latinoamericano que ocupó la vicepresidencia de la Organización Mundial de la Salud. Toda la seriedad de sus trabajos convive con su alegre desenfado en las tenidas de la Parva Domus.

"Nunca tuve intenciones de ser presidente de nada. Una vez que estaba de viaje me pusieron de suplente del vicepresidente. Se murió el vice y quedé yo. Después se murió el presidente y yo pasé a presidir", recuerda. Más adelante, se presentó varias veces a la reelección y se mantuvo en el cargo.

La república organiza elecciones cada dos años: se vota con urna y todas las garantías.

"Puede haber más de una lista aunque hace años que no existe competencia electoral porque somos todos amigos.

Sin embargo, los ciudadanos suelen pronunciarse sobre sus discrepancias y las autoridades los escuchan y tratan de corregir", comenta Luis Tobías, ministro de Agricultura y Fomento.

"Con las negociaciones sobre la posible venta de parte del predio, por ejemplo, hubo una asamblea y se formularon planteos que se tomaron en cuenta. Generalmente son diálogos bastante enriquecedores", acota el ministro de Guerra y Marina Augusto Victorica.

HISTORIA

Un nombre de origen "polémico"

El nombre de la singular república de la Parva Domus proviene de una expresión latina, utilizada por el escritor francés Alfonso Daudet en su libro Jack (hay un ejemplar en el museo). La idea correspondió al ciudadano Rivas Zuchelli, ávido lector según se lo recuerda. Su iniciativa chocó inicialmente con la opinión de José Achinelli, considerado el primer parvense. Así se cuentan aquellos episodios en la "historia oficial" de la Parva Domus: "(Rivas Zuchelli) en sus hojas vio impresa la frase Parva Domus Magna Quies. Encantado, tomó un carbón del brasero —que por suerte estaba apagado— y escribió esa frase sobre la puerta del cuarto No. 4. Nos gustaría decir: escribió sobre el frontispicio, pero realmente fue sobre dos o tres filas de ladrillos de campo. Al atardecer, Achinelli regresó de pescar con un humor de perros. Había ensayado toda la semana extendiendo los brazos, para poder contar a los demás el tamaño de las presas que habría de capturar. Y no logró ni una lata sin sardinas. Así que, cuando vio la inscripción, ¡la borró! (...) Cuenta la historia —que con los años se transforma en leyenda—, que uno escribía y el otro borraba, una y otra vez. Un día, dos curas pasaron por allí, tal vez en un intento de evangelizar, sin éxito, a los aborígenes que merodeaban la zona. Vieron la frase Parva Domus Magna Quies y la tradujeron, quizás en un primer intento cultural en la que luego fuera nuestra República: Casa Chica Gran Reposo".

"Enterado Achinelli de su significado, le pareció que era profundamente adecuado al sentimiento que los unía. Con gran alegría, ahora él mismo mandó escribir la frase, ya no con carbón, sino con pintura y, por suerte, Rivas Zuchelli no la hizo borrar", evoca el texto de los parvenses.

La bandera de la república (blanca por la pureza, azul por el mar tan cercano y rojo por tratarse del "primer color del espectro solar de la patria") fue creada por Achinelli, en tanto el himno fue compuesto por Luis Longhider; Fermín Rojas escribió su letra y el tenor José Oxilia lo estrenó. Cuando se izó por primera vez el pabellón, Parva Domus ya era una república hecha y derecha.

Los ciudadanos en los jardines de la Parva Domus (Foto: Ariel Colmegna)
Los ciudadanos en los jardines de la Parva Domus (Foto: Ariel Colmegna)
Gabriel Franco, ministro de Culto, y Fernando Tosi, secretario (Foto: Fernando Ponzetto)
Gabriel Franco, ministro de Culto, y Fernando Tosi, secretario (Foto: Fernando Ponzetto)
Ciudadanos en el Museo de la Parva (Foto: Fernando Ponzetto).
Ciudadanos en el Museo de la Parva (Foto: Fernando Ponzetto).
El ministro de de Gobierno, Ricardo Grasso, explica cómo el mascarón de una cañonera llegó a la Parva Domus (Foto: Fernando Ponzetto)
El ministro de de Gobierno, Ricardo Grasso, explica cómo el mascarón de una cañonera llegó a la Parva Domus (Foto: Fernando Ponzetto)
El cuadro recuerda la visita a la Parva del rey de los Dominios del Tupí Nambá en 1924 (Foto: Fernando Ponzetto)
El cuadro recuerda la visita a la Parva del rey de los Dominios del Tupí Nambá en 1924 (Foto: Fernando Ponzetto)

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