Uno de los fenómenos que dejó la pandemia fue el aumento de las academias de rollers (patinaje) y el florecimiento de una comunidad que tiene como denominador común las ganas de divertirse, realizar ejercicio físico e incluso competir. Todo esto con la posibilidad de hacerlo al aire libre, practicando un deporte que si bien es individual (porque cada cual debe lidiar con sus caídas), permite sociabilizar y compartir experiencias en espacios públicos.
Una de las principales escuelas de Montevideo es Roller Training, que se concentra básicamente en dos puntos de Carrasco y Punta Gorda: en la avenida Almirante Harwood y en San Marino casi la Rambla. Las clases de Roller Training son los martes y jueves al finalizar la tarde y los sábados y domingos de mañana. Sus profesores son Maximiliano Brindisi (34) y Maya Raad (37), quienes cuentan con más de 140 alumnos.
“Nosotros conectamos el aprendizaje y el entrenamiento físico en patines en línea con ejercicios y rutinas específicas. Es una actividad divertida y dinámica que te permite mejorar tu condición cardiovascular, fortalecer tus músculos y mejorar tu equilibrio y coordinación. Es una excelente opción para mantenerse en forma y disfrutar al mismo tiempo”, comenta Brindisi a Domingo.
Y agrega: “Creemos que es muy importante respetar el proceso de aprendizaje de cada persona que decide comenzar. Hemos creado un paso a paso para los que no tienen ni experiencia ni patines, para que puedan aprender con confianza y de forma segura. Se inicia con un curso introductorio de dos días y se continúa con clases diferenciadas por niveles, en donde se perfeccionan las técnicas y se aprenden nuevas habilidades. Luego tenemos planes de entrenamiento para quienes quieren seguir patinando de forma avanzada”.
Brindisi es docente de Educación Física, se formó como instructor de yoga y con la práctica se hizo profesor de patín. Un día estaba por la rambla y vio dos chicas patinando, lo que lo incentivó a comprar unos rollers. Fue también en la rambla que conoció a Maya Raad, quien vivió muchos años en el extranjero y llegó al país casi sin hablar español, con el francés y el inglés como sus principales idiomas. “Ella hizo la carrera de bióloga y también es instructora de yoga. Ambos estábamos dando clases con pocos alumnos y decidimos juntarnos”, recuerda.
Tanto Brindisi como Raad hacen mucho hincapié en el uso del casco y las protecciones para rodillas, codos y manos. La primera clase la realizan sobre el pasto. E inmediatamente explican cómo prevenir y amortiguar las caídas, ya que todo alumno las tendrá, sin excepción. Luego, quienes avanzan en los cursos pueden terminar haciendo travesías en otras ciudades e incluso en el extranjero. “El 10 de marzo vamos a Punta del Este y a fines de abril a Buenos Aires. También tenemos planificado para noviembre -o comienzos del año próximo- una ida a Europa, fundamentalmente a España”, comenta Brindisi.
Florecer en pandemia
Camilo Mejía es colombiano y lleva 25 años dando clases individuales y grupales. Está al frente de la Academia The Rollers (ATR) y es uno de los profesores con más experiencia en el medio local, que incluso ha competido profesionalmente. Actualmente se lo puede ver dando clases en la pista del Parque Rodó (conocida por muchos como “El Cuadrado”), en el Antel Arena y en la plaza Las Pioneras, de Agraciada y Aguilar.
Mejía comenta a Domingo que competir era “bastante costoso” en Colombia en la década de 1990, por lo cual comenzó a impartir clases para solventarse. “Arranqué a patinar hace 30 años, cuando me dejaron unos rollers como regalo de Navidad. Luego entré a una liga, me formé como deportista y comencé a participar en torneos nacionales. En 1997, 1998 (cuando empecé a dar las clases), 1999 y 2000 fui campeón nacional en Colombia en diferentes pruebas de velocidad y de fondo”, señala.
A comienzos de los 2000 hizo la carrera universitaria de Profesional en Ciencias del Deporte y la Recreación. Y desde entonces comprendió que su vida estaría ligada por siempre a los rollers y la docencia. “Tras la universidad me convierto en entrenador y comienzo a ir a campeonatos internacionales. Hace un par de años me dio por irme del país. Y la vida me trajo aquí”, dice.
Llegó solo a Uruguay, luego de pasar por Perú, Bolivia y Ecuador. “Alguien me sembró la semillita de Uruguay en la cabeza. Llegué el 23 de octubre de 2019 y en julio del año siguiente, en plena pandemia, formé la escuelita”, destaca.
Pese a que el coronavirus barrió de un plumazo la mayoría de las actividades colectivas, hizo que muchas personas se volcaran a los rollers, por tratarse de un deporte que se practica al aire libre. Por esa época, Mejía llegó a tener hasta 300 alumnos por mes. Y comenzó a vincularse con la “movida” de patinadores que no ha parado de crecer y puede ser vista, a diferentes horas, en varios puntos de Montevideo y el interior del país (ver nota aparte). También dio clases por la zona del Costa Urbana Shopping, en el Parque Rivera y el Parque de la Amistad.
“Empecé a patinar mucho con los grupos nocturnos, Montevideo sobre Ruedas, La Chicana, El Firulete... Creamos Travesías en Rollers. Yo soy chef también, pero esto hizo que me dedicara de lleno a patinar, porque la gente veía que lo hacía bien y me pedía que le diera clases”, recuerda.
“Voy para cuatro años en Uruguay y han pasado miles de personas por la escuela. Durante la pandemia, en los meses buenos, tenía un promedio de 300 alumnos por mes. En esto momentos son entre 100 y 120. Y siempre se van rotando. En los días buenos daba siete clases por día, hoy doy tres”, señala.
Una de las cosas en las que Mejía cambió el modo de enseñanza fue prestándoles patines a los alumnos y haciendo que las clases fueran más asequibles: “Si alguien quería aprender tenía que invertir un dinero grande en patines. Y eso siempre da miedo porque la persona no sabe si va a seguir. Yo se los prestaba si me pagaban una clase o una cuponera. Llegué a tener 25 pares de patines. Antes era más complicado tomar clases, había que tener cierto nivel y pagar cursos completos, yo traté de hacerlo algo más accesible para todas las personas”.
En Colombia, Mejía preparaba a competidores que se presentaban incluso en certámenes internacionales, pero al llegar a Uruguay se topó con un panorama diferente. “Acá me encontré con gente de 35 o 40 años que nunca en la vida había patinado y que su sueño era aprender a hacerlo. Ése es el grupo fuerte que tengo ahora”, explicó.
Lugares y salidas tradicionales
La pista del Parque Rodó, el Antel Arena y la plaza Las Pioneras son tres de los lugares en los que varios profesores enseñan a patinar. En los dos últimos lo hace Facundo Leiva (28), quien está al frente de la escuela Roller Crazy. Las clases son los lunes, miércoles y sábados y en abril agregará los jueves porque está teniendo una mayor demanda.
“Mi madre me regaló unos patines cuando era niño, en Navidad o Reyes, que los había comprado en la feria, usados. Incluso los tenía que compartir con mi hermano. En la adolescencia dejé y después me volvieron a regalar patines en un cumpleaños, junto con un pase para tomar clases. Así fue que arranqué de nuevo. Y desde entonces no he parado”, recuerda Leiva a Domingo.
“Después me copé con el deporte y vi que no era solamente un juego o un hobbie. Me di cuenta que era muy importante el tipo de patín que se compra, el cuidado de los rulemanes, etcétera. También conocí a gente que estaba en la misma que yo. Y eso me potenció”, comenta este profesor que creó Roller Crazy hace dos años y medio.
Leiva forma parte de la “movida” que existe más allá de las academias y que frecuentemente puede verse en sitios como la rambla de Montevideo o incluso 18 de julio, donde decenas de personas salen a rodar a veces con música o inclusos disfrazadas. “Con la pandemia empezaron a haber más salidas. Hay muchas en la semana; en la gran mayoría son para patines, aunque también incluyen bicicletas, monopatines y otros medios de ‘tracción a sangre’. Están los ‘Lunes Manía’, por ejemplo, en los que va una bicicleta con parlantes y un DJ. Eso llama mucho la atención e invita a la gente a sumarse”, destaca. Y agrega: “Hay otras salidas tradicionales, como las de Fin de Año y Halloween, o la Noche de la Nostalgia, en las que la gente se disfraza”.
Leiva señala que, pese a lo que antes se pensaba, el patinaje no es un deporte “femenino”. Aunque también es cierto que muchas de las mujeres que comienzan a aprender de grandes lo hacen porque patinaron de chicas, porque no hicieron otros deportes tradicionalmente masculinos como el fútbol o el basquetbol.
“Creo que hoy la mitad son hombres y la mitad mujeres. Lo que más me sorprende es la cantidad de gente ‘grande’ que se está animando. Antes la edad era una excusa. Yo tengo un alumno, Alfredo, que tiene 72 años y que arrancó a patinar de cero. Tengo otro, Miguel, de sesenta y pico. Viene mucha gente estresada que quiere encontrar algo para divertirse o distraerse. Es un muy lindo ambiente para socializar, a mí me ayudó en su momento”, destaca el instructor de Roller Crazy.
Otros sitios de Montevideo en los que se puede ver gente patinando o enseñando este deporte son Trouville (cerca de la Prefectura), la pista del Puertito del Buceo, el espacio público Pepe D’Elia (detrás del Mercado Agrícola), la Plaza de Deportes N°1 y la Plaza España (estas dos últimas ubicadas en la Ciudad Vieja).
Profesores de primer nivel
Hay muchos casos en los que las academias de patines están a cargo de profesores que realmente son de primer nivel. Uno de ellos es el de Freestyle Roller School, a cargo de Jimena Sención, quien el año pasado compitió en el Sudamericano de San Pablo (Brasil) y en 2022 lo hizo en el de San Juan (Argentina), en las categorías de In Line Freestyle llamadas Classic (coreografías individuales o en pareja), Battle (donde se ejecutan distintas figuras técnicas en grupos) y Speed, en la que los competidores atraviesan una fila de conitos de plástico lo más rápidamente posible y en un solo pie (haciendo zigzag). Otras modalidades que tiene este tipo de patinaje son Jump (salto) y Slide (derrape).
Sención da clases para principiantes y también de Freestyle Slalom, enseñando distintos trucos. “Los conitos van a distancias de 50, 80 o 120 centímetros. Hay muchas cosas que se pueden hacer”, explica a Domingo esta instructora que patina desde hace diez años.
“Empecé con amigos y después hubo una persona que me entrenó, un profesor polaco que iba a competencias internacionales. Ahí agarré las bases fuertes del Freestyle Slalom y después tomé algunos talleres y clases con gente de Argentina. También soy muy autodidacta”, destaca.
Comenzó a dar clases por demanda y paró durante la pandemia, aunque después retomó con un pequeño grupo que fue creciendo con el paso del tiempo. Hoy enseña a entre 30 y 40 alumnos. También tiene otro trabajo (un emprendimiento de comida vegana junto con su hermana), aunque las clases de patinaje son su principal fuente de ingresos. Y participa de las movidas que se coordinan por un grupo de WhatsApp llamado Comunidad Rollera. “Muchos somos amigos y nos compartimos cosas”, anota.
Sención sigue entrenando y da clases en El Cuadrado del Parque Rodó de mañana y en la plaza Las Pioneras de tarde. “Cada uno colonizó un espacio ahí y convivimos, nos llevamos bastante bien, lo cual está bueno porque a todos nos conviene que haya escuelas, para que se popularice la moda de los patines”, remata.
En 2022, un total de 245 uruguayos participaron en el Sudamericano de Deportes sobre Ruedas de Argentina, lo que dimensiona el aumento de adeptos que ha tenido este deporte en los últimos años. Con muchas piedras en el camino, la delegación hizo 1.900 kilómetros en ómnibus para llegar a San Juan y dejar en alto la garra charrúa en ocho disciplinas. “Volver a estar en un sudamericano después de diez años para nosotros ya es ganar. Nuestra idea es que estos deportistas sean los pioneros para que nuevas generaciones vean lo que es posible hacer en Uruguay a pesar de todas las dificultades”, dijo emocionada Ana Ruiz, técnica de patinaje de velocidad que da clases en Pinamar (ver nota aparte).
En noviembre de 2021 sucedió otro mojón histórico para la disciplina: Ariadna Modernell representó a Uruguay en el Mundial de Ibagué (Colombia) después de 30 años sin presencia celeste en ese campeonato.
Un fenómeno que también crece en el interior
El fenómeno de las academias de rollers y todo lo que rodea a esta actividad deportiva y recreativa no es exclusivo de Montevideo. Son varios los departamentos en los que la movida ha ido creciendo. El próximo sábado 9, por ejemplo, habrá un encuentro en la Plaza de la Concordia de la ciudad de Melo, en Cerro Largo.
Ana Ruiz se encuentra al frente de Costa Rollers, una de las principales academias de patín en línea de Ciudad de la Costa. Fue técnica de la selección uruguaya durante el Sudamericano de San Juan (Argentina) de 2022 y está certificada por la World Skate, el organismo internacional rector de todos los deportes realizados sobre ruedas de patinaje.
Da clases en el Club Pinamar y otras dos docentes que trabajan con ella (Rosana Rodríguez y Deborah Izaguirre) lo hacen en Salinas, el shopping Costa Urbana y el Hotel del Prado.
“Empecé a patinar de niña, allá por 1998. Y hoy tengo 38. En ese entonces solamente había academias de patín clásico o artístico. Los primeros rollers entraron al país en el 95, al principio nos compartíamos los patines con amigas del barrio”, recuerda Ruiz a Domingo.
Rápidamente se dio cuenta que aquello que había comenzado de forma totalmente autodidacta sería una parte importante de su vida. “Usé los mismos patines prácticamente durante toda mi adolescencia, porque no cambié mucho de estatura. Cuando tenía 20 o 21 años me compré otros, pero siempre patinaba sola, en la vuelta. Dejé de hacerlo un tiempo y retomé a los 26. Fui a la pista del Parque Rodó, donde se juntaba un grupo de patinadores que te iban pasando algunos piques y te invitaban a algunas salidas”, agrega.
Ruiz fundó su escuela en 2018. “Trabajé dos años de forma honoraria; teníamos niños, jóvenes y adultos, todos principiantes”, anota.
En 2021, la Federación Uruguaya de Patín y Hockey, que es la que representa la disciplina in line hizo una convocatoria a técnicos y fue seleccionada. “Hay distintas selecciones según la disciplina. La que se mantiene compitiendo actualmente es la de freestyle”, explica.
Rollers, cascos y otras protecciones
Para patinar, sobre todo a nivel principiante, es necesario contar con varias protecciones: casco, rodilleras, coderas y muñequeras que cubren las manos en caso de caídas. Los cascos tienen un precio de entre $ 1.500 y $ 3.000 en el mercado y el resto de las protecciones, en su conjunto, de aproximadamente $ 1.500.
Los rollers tienen costos muy diferentes dependiendo de la calidad y el lugar donde se los compre. Algunos muy baratos son en realidad juguetes y no sirven para aprender.
Los rollers para comenzar e incluso utilizar en etapas avanzadas parten de los $ 1.500 y pueden llegar a los $ 10.000, siendo por lo general los más caros los de bota rígida. Este tipo de patines son recomendados para quienes pronan o supinan, dos términos que se utilizan para referirse a las personas que, de forma natural, inclinan sus pies hacia adentro o hacia afuera, por lo que la rigidez de la bota les ayuda a corregir la posición y mejorar el equilibrio.
Las ruedas de los patines (que llegado el caso es necesario rotarlas o cambiarlas), se clasifican en base a dos unidades de medida: diámetro y dureza. El diámetro puede variar de los 47 a los 110 mm. La rueda dura desliza mejor, dura más tiempo y es más precisa.