Salir de vacaciones sin que nadie se entere

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La neoyorquina Elena Gaudino prefiere no subir fotos a Facebook de su viaje.

Viajes

La pandemia no ha hecho desaparecer las ganas de salir a quienes son aficionados a los viajes, pero en cambio dejan de subir sus fotos. La tendencia ya tiene nombre: travel shaming.

El mes próximo, Elena Gaudino volará de Nueva York a Las Vegas, alquilará un todoterreno y conducirá hasta el Gran Cañón, el Parque Nacional Joshua Tree y otros destinos desérticos. El viaje de 10 días por carretera es un sucedáneo de su tradición anual favorita -el Burning Man (hombre en llamas), el festival de arte de Nevada que fue cancelado este año debido a la pandemia-, y un motivo de ilusión en la sequía turística provocada por el coronavirus.

Ahora se muere por cambiar su apartamento de Brooklyn por los espacios abiertos del suroeste estadounidense. Sin embargo, a diferencia de años anteriores, Gaudino no publicará en Facebook ninguna solicitud de recomendaciones de restaurantes ni intercambiará mensajes de texto con sus amigos para detallar su itinerario. Aparte de su marido y sus dos compañeros de viaje, Gaudino no tiene planes de contarle a nadie sobre su viaje. “Algunas personas creen que eres egoísta por dejar tu casa a menos que sea para ir al supermercado”, dijo Gaudino, de 34 años y consultora de comunicaciones. “Prefiero evitar posibles altercados para poder vivir esta experiencia con la mente clara: estoy tomando todas las precauciones obligatorias. Conozco el riesgo”.

Compartir los detalles sobre los lugares a los que viajamos siempre ha sido una forma de transmitir nuestros valores, gustos y recursos… tan solo hay que recordar las postales del siglo XIX o los carruseles Kodak de las décadas de 1960 y 1970. Luego vino Instagram, hace una década, para dar un superimpulso a la práctica. Y aunque la tecnología ha permitido que sea fácil estar al día con los seres queridos durante este periodo de distanciamiento físico, hay un tema que se está ocultando en las conversaciones y las redes sociales: las vacaciones. Por diversas razones relacionadas con la pandemia, algunos viajeros se conforman con realizar sus planes sin anunciarlos.

“Además de proteger la imagen y la reputación, una de las principales razones por las que la gente guarda secretos es para proteger las relaciones y evitar los conflictos”, dijo Michael Slepian, profesor adjunto de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia que estudia la confidencialidad. “La gente suele pensar: ‘La vida sería más fácil si no tuviera esa pelea con mis padres, así que mejor que no se enteren de mi viaje’”.

El concepto de Travel Shaming, vergüenza a viajar, se acuñó recientemente.
El concepto de Travel Shaming, vergüenza a viajar, se acuñó recientemente.

En los últimos años, el concepto de travel shaming o “vergüenza de volar” -originalmente acuñado como “flygskam” por la activista climática sueca Greta Thunberg- ha cobrado impulso como parte de un movimiento ambiental contra los viajes aéreos. Actualmente, en medio de la pandemia, la “vergüenza de viajar” podría despegar como tendencia.

Dos tercios de los casi 4.000 estadounidenses encuestados en junio por Ketchum Travel, una agencia de relaciones públicas, dijeron que criticarían a otros por viajar antes de que se considere “seguro”. La mitad esperaba censurar sus publicaciones en las redes sociales para evitar sentirse “avergonzados por los viajes”. Comparemos ese dato con información del año pasado, cuando cerca del 80% de los 1.300 encuestados de una encuesta de Skift Research dijeron que publicaron fotos de viajes en las redes sociales.

“La pandemia presenta un caso único en el que los viajes entran en la esfera moral, porque hay dos cosas que suceden cuando viajamos: la primera es que me pongo en riesgo y la segunda es que, al ponerme en riesgo, podría estar propagando el coronavirus a otras personas”, dijo Jillian Jordan, profesora adjunta de la Escuela de Negocios de Harvard que estudia la psicología moral.

La pandemia acentuó el pudor por compartir las experiencias de viaje.
La pandemia acentuó el pudor por compartir las experiencias de viaje

Laura Pearlman, quien vive en Gainesville, Florida, solo tuvo que hacer un poco de investigación astuta en línea para descubrir lo que llamó la vacación vergonzosa (shame-cation) de una amiga. ¿La pista? Una publicación temeraria del esposo de la amiga en Instagram donde aparecía una cabaña junto a un lago en un escenario claramente vacacional.

“Siento que arriesga nuestra amistad porque exhibe muy distintos enfoques filosóficos hacia la pandemia”, dijo Pearlman, una profesora de historia de 37 años de la Universidad de Florida. “Y si te vas a ir de vacaciones entonces asúmelo y di que lo harás. Si no sientes que puedes darlo a conocer entonces obviamente no estás seguro de que sea lo ético”.

Jordan dijo que la pandemia -debido a su naturaleza sin precedentes en la modernidad y al mosaico de distintas restricciones basadas en la geografía- sigue siendo una zona gris para las normas éticas. Mientras que la mayoría de la gente estaría de acuerdo en que robar en una tienda es inaceptable, por ejemplo, hasta ahora no hay un consenso universal sobre si se debe viajar o no. “Algunas personas piensan que cualquier viaje de cualquier tipo es malo; otras, en cambio, vuelan a lugares populares”, dijo Jordan. “Si crees que está bien viajar y algunas personas no lo creen, pero no te convence el argumento contrario, puedes sentirte motivado a ocultar tu comportamiento”.

Eso puede ser cierto incluso cuando los viajeros se sienten seguros de que están tomando las precauciones de salud adecuadas. Gaudino planea quedarse en propiedades de Airbnb y en campamentos; con la excepción de hacer compras de provisiones -con tapabocas- no participará en ninguna actividad pública en interiores. Con el fin de prepararse para una cuarentena de 14 días tras su regreso, requerida por Nueva York para quien venga de estados como Arizona y California, ha abastecido su despensa con provisiones de larga duración.

Antes de subir su foto a Instagram se preguntó cómo lo juzgarían y desistió.
Antes de subir su foto a Instagram se preguntó cómo lo juzgarían y desistió.

Catharine Jones, de 39 años, también dio prioridad a la higiene y la seguridad cuando en junio se dirigió con su familia desde su casa en Rochester, Minnesota, a un lago localizado a unas tres horas y media al norte. Permanecieron en el estado, usaron tapabocas y se alojaron en una cabaña independiente.

Después de ver a sus hijos -de 2, 4 y 7 años- jugar felizmente en el lago al atardecer, hizo lo que muchos padres harían: tomó una fotografía y la publicó en Instagram. “Justo después de publicarla, pensé: ‘Espera un segundo’”, comentó Jones, quien es periodista. “¿Me van a juzgar por hacer esto? La gente va a decir: ‘Espera, ¿saliste de tu casa?’ Lo segundo que pasó por mi mente fue la conciencia de lo afortunados que somos: viajar, poder gastar dinero, tener un fin de semana de descanso”. Aunque no la reprendieron por esa publicación, Jones se dio cuenta de que no quiere que nadie se entere de su próximo viaje: otro recorrido privado por carretera con poco contacto, si es que alguno, con extraños.

“Estamos viviendo un momento en el que las desigualdades de siempre son particularmente marcadas y existe una línea divisoria entre las personas cuyas vidas siguen siendo relativamente normales y aquellas cuyas vidas han dado un giro de 180 grados debido a esta pandemia”, comentó. La duda de qué publicar en redes sociales es incluso más difícil para los influyentes de viaje, cuyos ingresos dependen de ello. Algunos tienen preocupación de recibir la crítica de miles de seguidores, otros evalúan cómo mostrar los viajes de manera responsable. *The New York Times

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